jueves, 3 de noviembre de 2011
Florencio Cornejo (1926), un José Gutiérrez Solana de palabras
Autor: Juan Antonio González Fuentes - Lecturas[{0}] Comentarios[{1}]
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He querido parapetarme tras la “autoridad intelectual” de Cela y de Andrés Trapiello para afirmar con más contundencia que José Gutiérrez Solana (Madrid, 1886-1945) es un escritor imprescindible dentro de la tradición literaria española del último siglo. Tal aseveración se pone pocas veces en duda cuando se habla de nuestro autor, y sin embargo, la indudable trascendencia de su obra pictórica siempre ha contribuido, paradójicamente, a difuminar al Solana escritor. ¿Alguien podría darme alguna explicación? Nunca lo entendí del todo




Juan Antonio González Fuentes

En opinión de Andrés Trapiello, José Gutiérrez Solana no es un escritor superior a Baroja, Azorín o Unamuno, pero tampoco es inferior, situándolo así a la altura de los más grandes autores de la llamada Generación del 98.

El 26 de mayo de 1957, el futuro premio Nobel de Literatura, Camilo José Cela, pronunció su discurso de entrada en la Academia de la Lengua Española. ¿El título del discurso? La obra literaria del pintor Solana.

He querido parapetarme tras la “autoridad intelectual” de Cela y de Andrés Trapiello para afirmar con más contundencia que José Gutiérrez Solana (Madrid, 1886-1945) es un escritor imprescindible dentro de la tradición literaria española del último siglo. Tal aseveración se pone pocas veces en duda cuando se habla de nuestro autor, y sin embargo, la indudable trascendencia de su obra pictórica siempre ha contribuido, paradójicamente, a difuminar al Solana escritor. ¿Alguien podría darme alguna explicación? Nunca lo entendí del todo.

Buena parte de la crítica especializada sitúa al Solana pintor en una especie de terreno difuso entre la pintura académica y los movimientos vanguardistas de su tiempo. Es decir, concluye que Solana no fue ni un artista académico ni tampoco uno de los que transitó alguno de los diversos caminos de los lenguajes nuevos, adjudicándole además influencias que van desde Darío de Regoyos a Zuloaga, pasando por Valdés Leal y el Goya de las pinturas negras. Traigo esto a colación porque Cela, en su ya mencionado discurso, califica de escritor académico a Solana, “quizás el más académico –con Unamuno, con Baroja y con Azorín, cada cual por su camino– de todos nuestros últimos grandes escritores”.

El término “académico” lo emplea Cela como sinónimo de “clásico”, queriendo así significar que el Solana escritor se mantuvo siempre alejado de desmelenamientos floridos, de idealizaciones y adornos semánticos, y, por supuesto, completamente contrario a “embellecer” con literatura una realidad por lo general dolorosa e inhóspita. En este sentido Cela coincide con la crítica pictórica en colocar, esta vez al Solana escritor, en una actitud y estilo que no fueron ni antiguos ni modernos, sino sutilmente dialécticos y apegados, eso sí, a las poco teorizadas normas éticas y estéticas del muy castizo “al pan, pan, y al vino, vino”. Quizá haya que buscar en estas entrañas solanescas una razón de peso para entender por qué el escritor de orígenes cántabros no brilla como debería en el Olimpo literario español del siglo pasado. Y es que me temo que la “literatura” de Gutiérrez Solana ofrece importantes dificultades para estabularla tras sofisticadas teorías interpretativas, lo que no debe resultar nada interesante a los dispensadores de certificados y honores literarios.

José Gutiérrez Solana: Florencio Cornejo (Reedición de 1999)

José Gutiérrez Solana: Florencio Cornejo (Reedición de 1999)

Por edad Gutiérrez Solana pertenecía a la llamada Generación del 14, pero sin embargo sus temas y la forma de abordarlos están claramente influenciados por el posicionamiento crítico y descontentadizo que le fue propio a los escritores y poetas que se vieron afectados por la crisis social, política y moral que trajo consigo la pérdida de las últimas colonias de ultramar. Así, la obra de José Gutiérrez Solana, tanto la pictórica como la literaria, refleja en términos generales una España desvencijada, sórdida, grotesca, pobre, esperpéntica…, pero también una España mucho más real y viva, y por supuesto contrapuesta y enfrentada a esa otra España oficial y ficticia sumida en la decadencia más estéril.

Entre la producción literaria de Solana lo más abundante son las estampas y los apuntes de viaje. Tan solo publicó una obra de ficción, curiosamente su último trabajo impreso, la novela Florencio Cornejo (1926). Las de este libro son las únicas páginas de Solana en las que el narrador que habla en primera persona es un personaje inventado. En Florencio Cornejo el autor cuenta el breve viaje del protagonista desde Arredondo a Ogarrio (localidades del interior de Cantabria vinculadas a la familia Gutiérrez Solana), para asistir a los últimos momentos de un pariente cuyo nombre da título a la historia. Durante el viaje nocturno el narrador se queda adormilado y, entre sueños, recuerda los pocos y lejanos días que pasó con Florencio Cornejo en Madrid en torno al año 1873. La descripción de lo visto y vivido en ese Madrid es desde luego impagable, aunque en ella, en ocasiones, se atisba un deseo de hacer literatura que le resta alguna fuerza al violento empuje de la narración. Lo mejor del relato, sin duda, son los párrafos dedicados al velatorio y entierro de Florencio Cornejo. Se trata de páginas a la vez hilarantes, atroces y amargas, rebosantes de un humor tan negro y un descaro tan directo y cortante, que el lector a veces puede sentirse casi noqueado por tan certera lluvia de golpes agudos e inteligentes. Estamos sencillamente ante una de las cumbres de la narrativa española de aquel tiempo.

La segunda vez que leí Florencio Cornejo encontré claras relaciones y parentescos con la perediana Peñas Arriba. Pero mientras en la obra de Pereda todo confluye, por así decirlo, en un acercamiento a lo rural decimonónico y reaccionario español desde lo bucólico y ficticio, desde lo hidalgo y heráldico, desde la ausencia de conflicto y fealdades…, en la novela de Solana descendemos al infierno de un mundo rural español construido con pobreza, ignorancia, estulticia, obediencia asumida y una inmoralidad muy poco sofisticada pero pastoreada, eso sí, por uno clero tan obtuso e ignorante como su clientela.

Es como si con su escueta novela Solana le hubiera querido poner un punto grotesco y real a la i idealizada e irreal del Pereda de Peñas arriba. En cierto modo creo que Florencio Cornejo puede leerse como una parodia del idealismo rural y regionalista perediano; como un gargajo natural y campechano de realismo crítico (nunca atrincherado ni irascible), lanzado contra la eterna pared de esa España inmutable sobre la que se encaramó el desastre del 98.

Pero vayamos terminando. Este año 2011 se conmemora el 125 aniversario del nacimiento de José Gutiérrez Solana. Con tal motivo se dibuja en el horizonte una estupenda oportunidad para conocer y valorar al gran escritor que Solana sigue siendo desde una lectura contemporánea. En este sentido Florencio Cornejo es una inmejorable puerta abierta al milagro terso, abierto y directo de su prosa robusta.

Un Solana hecho con palabras aquí nos espera. 

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LIBRO (diciembre 2010): William Kennedy: Roscoe, negocios de amor y guerra (Libros del Asteroide, 2010)

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NOTA: En el blog titulado El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, creación, historia, artes, música y libros) como cronológicamente.