Director: Rogelio López Blanco      Editora: Dolores Sanahuja      Responsable TI: Vidal Vidal Garcia     
  • Novedades

    Wise Up Ghost, CD de Elvis Costello and The Roots (por Marion Cassabalian)
  • Cine

    Carancho, película de Pablo Trapero (por Eva Pereiro López)
  • Sugerencias

  • Música

    Falling Down a Mountain, CD de Tindersticks (por Marion Cassabalian)
  • Viajes

  • MundoDigital

    Por qué los contenidos propios de un web son el mayor activo de las empresas en la Red
  • Temas

    Historia y memoria
  • Blog

  • Creación

    Los crímenes del número primo (por Reyes Calderón)
  • Recomendar

    Su nombre Completo
    Direccción de correo del destinatario
miércoles, 2 de marzo de 2011
Opinión y anatema en torno al caso de Nacho Vigalondo, por Enrique Álvarez
Autor: Juan Antonio González Fuentes - Lecturas[6540] Comentarios[0]
El domingo recibí en Madrid un llamada que me aconsejaba leer un artículo publicado en El Diario Montañés y firmado por el escritor Enrique Álvarez. El artículo lleva por título “Opiniones y anatemas” y está escrita al rebufo de la polémica en torno al cineasta cántabro Nacho Vigalondo y sus opiniones sobre el Holocausto. Quien me llamó quería que yo comprobase cómo se la ha ido la cabeza definitivamente al bueno de Enrique Álvarez, autor de una reciente novela sobre Garabandal. Ni corto ni perezoso me conecté por la noche a internet y leí el artículo de Enrique. El resultado de la lectura es que no solo me parece que Enrique no ha perdido la cabeza, sino que realiza una reflexión de verdadero calado...




Juan Antonio González Fuentes


El domingo recibí en Madrid un llamada que me aconsejaba leer un artículo publicado en El Diario Montañés y firmado por el escritor Enrique Álvarez. El artículo lleva por título “Opiniones y anatemas” y está escrita al rebufo de la polémica en torno al cineasta cántabro Nacho Vigalondo y sus opiniones sobre el Holocausto. Quien me llamó quería que yo comprobase cómo se la ha ido la cabeza definitivamente al bueno de Enrique Álvarez, autor de una reciente novela sobre Garabandal. Ni corto ni perezoso me conecté por la noche a internet y leí el artículo de Enrique. El resultado de la lectura es que no solo me parece que Enrique no ha perdido la cabeza, sino que realiza una reflexión de verdadero calado en torno al hecho de opinar públicamente distinto a lo que el común de la sociedad tiene por “buena opinión”. La opinión que disiente o es contraria a esa “buena opinión” establecida por la generalidad, inmediatamente es anatemizada y su oráculo es condenado al ostracismo. Quizá Vigalondo jamás vuelva a dirigir una película, y es posible que el bueno de John Galiano se haya caído del equipo Dior definitivamente. Nada tiene que ver un caso con el otro..., bueno sí, tienen que ver en que la cuestión judía anda por medio.

Yo no estoy del todo de acuerdo con la reflexión de Enrique Álvarez. Opino que sí hay temas, asuntos, en los que las bromas están completamente de más, y que no debe permitirse en torno a ellos ni el menor resquicio de frivolidad. Se me ocurren a este respecto dos casos concretos: el exterminio judío por parte de los nazis y las víctimas del terrorismo de ETA. Sin embargo creo que Enrique pone el dedo en una llaga: el peligro de opinar distinto, diferente, en asuntos en los que lo políticamente correcto ejerce la más draconiana censura. Además creo que es la llamada “progresía” quien impone a rajatabla esa ley, ese pacto de persecución a las opiniones disidentes e “incorrectas”, aunque éstas no caigan ni por asomo en el insulto o el desvarío patológico.

Nacho Vigalondo en 2009 (foto de ADN; fuente: wikipedia)

Nacho Vigalondo en 2009 (foto de ADN; fuente: wikipedia)

El tema desde luego da para mucho, por eso quiero compartir con ustedes el texto de Enrique Álvarez, esperando que a quienes lo lean les lleve a reflexión, a pensar un rato en qué está pasando.


“Opiniones y anatemas”, de Enrique Álvarez

“A propósito del linchamiento moral de que fue víctima hace un par de semanas el cineasta cántabro Nacho Vigalondo por ciertos donaires que se permitió a costa del pueblo judaico, sería interesante hacer algunas reflexiones.

La libertad de pensamiento de que tanto alardean nuestras modernas sociedades occidentales resulta cada día más relativa. Hay un número de asuntos sobre los que no es posible opinar en nuestro tiempo sin riesgo de sufrir gravísimas sanciones, y no precisamente de carácter jurídico, penal o administrativo, aunque también se llega a esto.


Obsérvese que, cuando digo opinar, no digo emitir juicios rotundos sino expresar solamente opiniones subjetivas, de carácter serio o festivo, como fue el caso de las de Vigalondo. Opinar, pues, de determinada manera, aunque sea en forma jocosa, sobre ciertas cuestiones, está prohibido bajo sanción de anatema social. Y quien tienda a hacerlo, si se trata de persona significada, habrá de reprimirse a fondo si no desea incurrir en consecuencias de lo más indeseable. Claro que reprimirse no significa sólo callar o autocensurarse sino también anular, corregir, la propia opinión. Que de eso se trata al fin y al cabo: de moldearnos la mente.

¿Puede hacerse un catálogo de esas cuestiones tabú? Aquí va el mío, a modo de primera aproximación al tema.

La más grave de todas es la del Holocausto. El autor de cualquier opinión cualificada que niegue, subestime o frivolice acerca del exterminio de los judíos por los nazis, será reo de muerte civil. Pero repárese en que, paradójicamente, esta condenación no se corresponde, en la dogmática actual, con una defensa del estado de Israel. Al contrario, lo políticamente correcto es opinar que ese estado reprime de modo intolerable al pueblo palestino.

Será reo también de muerte civil el homófobo, aquel que piense que el homosexualismo es una desviación sexual, sin importar que esto mismo es lo que ha creído buena parte de la humanidad durante siglos y siglos. No será atenuante de esta condenación ni siquiera el hecho de formular aquel pensamiento con el máximo respeto a las personas homosexuales.

Sea anatema quien afirme que unas razas humanas tienen mejores cualidades que otras, o meramente quien enseñe que hay diferencias entre ellas, por mucho que a la vez proclame todo rechazo a cualquier política racista.

Sea anatema quien diga o escriba que los hombres y las mujeres no somos en todo iguales, y que no tenemos por qué repartirnos obligatoriamente al 50 por 100 de los cargos y roles superiores que la sociedad ofrece. Agravará su condenación en este apartado quien sostenga que una madre es, por naturaleza, mejor educadora de su hijos que un padre.

Sea anatema quien escriba que no todas las religiones son iguales. Sea particularmente anatema quien propale que la religión de Cristo es superior al paganismo y mucho menos belicosa, en general, que el mahometanismo.

Sea anatema con abominación quien crea que la plaga de pederastia que ha asolado a la Iglesia católica en la segunda mitad del siglo XX guarda una relación directa con la tolerancia o indulgencia que la propia Iglesia ha practicado últimamente, en materia sexual, en los confesonarios.

Sea anatema quien publique que el problema del dopaje en el ciclismo ha sido magnificado interesadamente.

Sea anatema quien defienda que un cigarro a tiempo puede evitar un suicidio.

Sea anatema quien opine que la verdad absoluta existe.

Aquel que muestre alguna de esas opiniones no es que cometa un error o que esté en él; es que queda maldito y excomulgado; y si es un personaje público, pierde todo crédito de por vida. Y no sólo quien opine; igualmente quien haga burlas con lo contrario, quien se permita un ligero chiste, una eutrapelia sobre Auschwitz, sobre el sida, sobre la discriminación femenina, sobre el profeta Mahoma, sobre el genocidio, sobre los negros, y sobre estos y otros asuntos, ya puede ir cavando su propia tumba. Porque, ¿quién dijo que en la modernidad ha desaparecido toda ortodoxia, toda dogmática agresiva? ¿Quién dijo que el mundo civilizado permite todas las opiniones siempre que se queden sólo en eso, en opiniones, o en donaires?”. 
   

***


Últimas colaboraciones de Juan Antonio González Fuentes (Marzo 2011) en la revista electrónica Ojos de Papel:

LIBRO: Charles Portis: Valor de ley (DeBolsillo, 2011)

LIBRO (febrero 2011)
: Luis García Jambrina: El manuscrito de nieve (Alfagurara, 2010)

LIBRO (enero 2011): Nicholson Baker: El antólogo (Duomo Ediciones, 2010)

LIBRO (diciembre 2010): William Kennedy: Roscoe, negocios de amor y guerra (Libros del Asteroide, 2010)

LIBRO (noviembre 2010): Joyce Carol Oates: Bestias (Papel de Liar, 2010)

LIBRO (octubre 2010): Kazuo Ishiguro: Nocturnos (Anagrama, 2010)

LIBRO (septiembre 2010): Andrés Trapiello: Las armas y la letras. Literatura y guerra civil (1936-1939) (Destino, 2010)

LIBRO (julio 2010): Oriol Regàs: Los años divinos (Destino, 2010)

LIBRO (junio 2010): Peter Sloterdijk: Ira y tiempo. Ensayo psicopolítico (Siruela, 2010)

LIBRO (mayo 2010): Irène Némirovsky: El caso Kurílov (Salamandra, 2010)

LIBRO (abril 2010): Elizabeth Smart: En Grand Central Station me senté y lloré (Periférica, 2009)

CINE (abril 2010): Kathryn Bigelow: En tierra hostil (2008)

LIBRO (marzo 2010): Patrick McGilligan: Biografía de Clint Easwood (Lumen, 2010)

CINE (marzo 2010): Martin Scorsese: Shutter Island (2009)

LIBRO (febrero 2010): Oliver Matuschek: Las tres vidas de Stefan Zweig (Papel de Liar, 2009)

LIBRO (enero 2010): Alex Ross: El ruido eterno. Escuchar al siglo XX a través de su música (Seix Barral, 2009)

CINE (enero 2010): James Cameron: Avatar (2009)


NOTA: En el blog titulado El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, creación, historia, artes, música y libros) como cronológicamente.


Comentarios









  • Suscribirse





    He leido el texto legal


  • Reseñas

    Galileo y su viaje al centro del Infierno (por José María Matás)
  • Publicidad

  • Autores