lunes, 14 de junio de 2010
Un fantasma recuerda a Julio Maruri
Autor: Juan Antonio González Fuentes - Lecturas[{0}] Comentarios[{1}]
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La naturaleza de Julio Maruri es radicalmente poética, y esa naturaleza está además definida por la intuición y sus principales sinónimos: perspicacia, presentimiento, vislumbre. Sí, Julio es un animal de intuición poética, un ser clarividente en lo que de poético encierra toda existencia. La poco inteligente pregunta de Bousoño sobre el binomio inteligencia/poesía denota una lógica bisoñez vital e intelectual; la misma, o muy parecida, de la que yo hice gala cuando leí hace más de diez años los primeros capítulos de las memorias de Julio y le escribí desde la inoportuna torpeza para decirle que había esperado “otra cosa”


 

Juan Antonio González Fuentes

La naturaleza de Julio Maruri es radicalmente poética, y esa naturaleza está además definida por la intuición y sus principales sinónimos: perspicacia, presentimiento, vislumbre. Sí, Julio es un animal de intuición poética, un ser clarividente en lo que de poético encierra toda existencia.

La poco inteligente pregunta de Bousoño sobre el binomio inteligencia/poesía denota una lógica bisoñez vital e intelectual; la misma, o muy parecida, de la que yo hice gala cuando leí hace más de diez años los primeros capítulos de las memorias de Julio y le escribí desde la inoportuna torpeza para decirle que había esperado “otra cosa”. En su momento, creo que ni Carlos Bousoño ni yo entendimos nada: el encofrado intelectual que le estábamos construyendo a nuestra sensibilidad quizá nos había inmunizado al contacto con la intuición, y quedamos momentáneamente ciegos para poder vislumbrar más allá de erudiciones o hermetismos. Así de sencillo.

La original y sencilla clarividencia poética de Maruri tradicionalmente ha sido malinterpretada como falta de calado. ¡Qué error! Ya escribí al respecto, e intuyo que con algún que otro acierto cubierto de erratas, en las páginas del catálogo expositivo que el Museo de Bellas Artes de Santander dedicó a la obra plástica de Julio en 2003. A lo escrito me remito.

Fue Gerardo Diego quien en fecha tan temprana como 1958 reseñó la obra poética de Julio calificándola de “apenas ataviada”, “titubeante”, en “trance de ebriedad melancólica en primavera adolescente”, y subrayando la ausencia en ella de un “pensamiento rector” y de un canto más sabio. El maestro estaba esencialmente equivocado. Es Víctor García de la Concha quien relee al autor de Los años en su obra La poesía española de 1935 a 1975 (1987), y titula su acercamiento con honda certeza “Julio Maruri o la engañosa ternura”, donde deja escrito lo siguiente: la poesía de Maruri es “la sonrisa que brota de la amargura de la conciencia...”, “remansada en una superficie que produce el espejismo de la verde serenidad, aunque en el fondo se agazapa idéntica amargura”.

Escribí en el catálogo ya mencionado que la mejor poesía de Julio, la amasada con la materia verbal más delgada, la concisa, la que está escrita desde la pura intuición, huye de lo que Gerardo Diego califica como “canto sabio”, pues para Julio, como me reveló en una hermosísima carta en 1996, “el arte y la poesía viven de lo que aparece por sorpresa, de lo impensado”. Siguiendo conscientemente esta férrea poética de lo que yo he llamado “la voz baja”, Julio le quita retórica (peso) a sus versos, los construye con vocación arquitectónica de levedad, creando así una apariencia de superficial ingenuidad en el canto que puede confundir en una primera y descuidada lectura, no revelando de buenas a primeras la potente verdad de una poesía que se encuentra entre las más altas de nuestra posguerra, como bien señala Carlos Bousoño en su epílogo de 1993 a Algo que canta sin mí. Hay que releer a Julio para constatar la verdadera potencia y carga emocional e intencional de sus poemas, así de simple.

Lo apuntado aquí en referencia a los versos de Maruri se puede aplicar perfectamente a su escritura memorialística: un texto sin género en el que estabularlo; una literatura con algo de crónica histórica, algo de relato, algo de recuerdo fresco a bote pronto, algo de ejercicio ensayístico..., y mucho, mucho de atmósfera poética que lo envuelve todo, que todo lo aromatiza con su perfume esencial.

Julio Maruri

Julio Maruri

Cuando este proyecto se inició, el editor José María Lafuente me dio una gastada fotocopia del manuscrito de Julio. Transcribí las palabras del poeta y corregí junto a él una primera versión mecanografiada. A lo largo de sucesivos días, al caer la tarde, bien en la mesa de la cocina, o bien sentados en la salita de la buhardilla, Julio me indicaba nuevas correcciones que yo incorporaba inmediatamente en mi portátil. A veces eran sólo cambios de palabras o de expresiones, a veces intentar acabar con las inevitables erratas o evitar los abundantes y lógicos galicismos, y otras eran supresiones de párrafos enteros o añadidos incluso de dos o tres folios que el autor había escrito la noche anterior. Fue toda una experiencia trabajar junto al meticuloso Maruri, y para mi una suerte de comprobación material in situ de lo equivocado que estaba Gerardo cuando habló de la carencia de un “pensamiento rector” refiriéndose a la escritura poética de nuestro autor.

Estas memorias (hilazón de recuerdos primeros insuflados de sutil pulso poético), son un puro mecanismo de relojería literaria. En ellas nada es casual, nada está por estar..., cada capítulo ha sido meditado a conciencia y presenta una intención, una razón de ser. Incluso lo eludido u obviado lanza su mensaje al océano del entendimiento encerrado en la transparencia de una botella invisible. No hay inocencia en la aparente inocencia, todo el edificio de la memoria está, de nuevo, levantado sobre los sólidos pilares de la “engañosa ternura” aludida por García de la Concha. Doy fe de ello, he sido testigo privilegiado.

En estos textos Maruri le pone a su memoria los ojos de la mirada infantil y los de la primera juventud, esos ojos hipnóticos y trascendentes que siendo iguales ya no son los mismos, y que siendo tan diferentes son en el fondo iguales. Y con esa mirada sacada a pasear de nuevo, Julio cuenta, medita y toma cumplida nota por las calles de una ciudad desaparecida, por los recovecos de un tiempo que está yéndose para quedarse entre nosotros definitivamente en el aliento arco iris de las palabras escritas. En De un Santander perdido hay mucho telón de fondo desplegado, mucho paisaje inevitablemente reinventado, mucha evocación elegida y meditada, mucho rastro de memoria hilvanada con el fino hilo de la más sutil inteligencia..., y mucha perspicaz metafísica desnuda de trompetas y cohetes.

Al igual que Las aves y los niños, Los años, y Algo que canta sin mi, De un Santander perdido está llamado a convertirse en un clásico en el sentido que le dio a la palabra Azorín, es decir, un reflejo de la sensibilidad más actual de cada momento. Pero no es esta la ocasión de saludar al clásico, sino al poeta y compañero que con sus versos y su cálida amistad forma parte ya imborrable de mi memoria, de mi Santander. Un Santander que, siguiendo la sencilla lógica del tiempo, también está llamado a desaparecer, a convertirse en parte de los latidos de un pequeño fantasma. 

Otros textos Juan Antonio González Fuentes sobre Julio Maruri:

-17 de abril de 2007: Julio Maruri
-17 de diciembre de 2007: Un joven Julio Maruri lee una carta de J.R. Jiménez
-06 de julio de 2009: Correspondencia Beltrán de Heredia/Julio Maruri (Ediciones La Bahía, 2009) (I)
-07 de julio de 2009: Correspondencia Beltrán de Heredia/Maruri (Ediciones La Bahía, 2009) (y II)
-07 de septiembre de 2009: Adiós a Pablo Beltrán de Heredia (II)
-28 de octubre de 2009: El poeta Julio Maruri se despide del pintor Ángel Medina
-17 de febrero de 2010: Julio Maruri contempla los Ballets Rusos de Diaghilev en Santander
-16 de abril de 2010: Epílogo de primavera para unos Haikus sin estación, por Julio Maruri
-27 de abril de 2010: Vicente Aleixandre y Julio Maruri, un encuentro en la posguerra. Otra memoria histórica
-10 de junio de 2010: Conversación de tarde de primavera con el poeta Julio Maruri

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Últimas colaboraciones (Junio, 2010)
 de Juan Antonio González Fuentes en la revista electrónica Ojos de Papel:

LIBRO: Peter Sloterdijk: Ira y tiempo. Ensayo psicopolítico (Siruela, 2010)

LIBRO (mayo 2010):
Irène Némirovsky: El caso Kurílov (Salamandra, 2010)

LIBRO (abril 2010):
Elizabeth Smart: En Grand Central Station me senté y lloré (Periférica, 2009)

CINE (abril 2010): Kathryn Bigelow: En tierra hostil (2008) 

LIBRO (marzo 2010): Patrick McGilligan: Biografía de Clint Easwood (Lumen, 2010)

CINE (marzo 2010): Martin Scorsese: Shutter Island (2009)

LIBRO (febrero 2010): Oliver Matuschek: Las tres vidas de Stefan Zweig (Papel de Liar, 2009)

LIBRO (enero 2010): Alex Ross: El ruido eterno. Escuchar al siglo XX a través de su música (Seix Barral, 2009)

CINE (enero 2010):  James Cameron: Avatar (2009)

LIBRO (diciembre): Gerald Martin: Gabriel García Márquez. Una vida (Debate, 2009)

-LIBRO (noviembre): Miklós Bánffy: Los días contados (Libros del Asteroide, 2009)

-CINE (noviembre): Woody Allen: Si la cosa funciona (2009)

-LIBRO (octubre): Luis García Jambrina: El manuscrito de piedra (Alfagaura, 2008)

-CREACIÓN (octubre): La lengua ciega (DVD, 2009)

-CINE (octubre): Isabel Coixet: Mapa de los sonidos de Tokio (2009)

-LIBRO (septiembre):  P.D. James: Muerte en la clínica privada (Ediciones B, 2009)

-LIBRO (julio): Stieg Larsson: Millennium 3. La reina en el palacio de las corrientes de aire (Destino, 2009)

-PELÍCULA (julio)Niels Arden Oplev: Millennium 1: Los hombres que no amaban a las mujeres (2009)

Más de Stieg Larsson:

-Millenium 1. Los hombres que no amaban a las mujeres (Destino, 2008)

-Millennium 2. La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina (Destino, 2008)


NOTA: En el blog titulado El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, creación, historia, artes, música y libros) como cronológicamente.