Director: Rogelio López Blanco      Editora: Dolores Sanahuja      Responsable TI: Vidal Vidal Garcia     
  • Novedades

    Wise Up Ghost, CD de Elvis Costello and The Roots (por Marion Cassabalian)
  • Cine

    Ciudad de vida y muerte, película de Lu Chuan (por Eva Pereiro López)
  • Sugerencias

  • Música

    Crítica de Hey Eugene, CD de Pink Martini (por Marion Cassabalian)
  • Viajes

  • MundoDigital

    La creación de contenidos web en la era de la economía de la atención
  • Temas

    Historia y memoria
  • Blog

  • Creación

    Poemas de Daniel Riu
  • Recomendar

    Su nombre Completo
    Direccción de correo del destinatario
Isabel Coixet: <i>Mapa de los sonidos de Tokio</i> (2009)

Isabel Coixet: Mapa de los sonidos de Tokio (2009)

    GÉNERO
Cine

    TEMA
Crítica de Mapa de los sonidos de Tokio, película de Isabel Coixet (por Juan Antonio González Fuentes)

    OTROS DATOS
Guión: Isabel Coixet. País: España. Año: 2009. Duración: 109 minutos. Género: Drama, thriller. Reparto: Rinko Kikuchi (Ryu), Sergi López (David), Min Tanaka (narrador), Manabu Oshio (Yoshi), Takeo Nakahara (Nagara), Hideo Sakaki (Ishida). Producción: Jaume Roures. Fotografía: Jean Claude Larrieu. Montaje: Irene Blecua. Diseño de producción: Ryo Sugimoto. Vestuario: Tony Crosby
















Magazine/Cine y otras artes
Mapa de los sonidos de Tokio, película de Isabel Coixet
Por Juan Antonio González Fuentes, viernes, 2 de octubre de 2009
Nadie parece dudar hoy en día que Isabel Coixet (Sant Adrià de Besòs, 1960) es uno de los valores más interesantes y valorados del cine español actual. El que su última película, Mapa de los sonidos de Tokio (2009), sea una de las tres posibles apuestas para representar a nuestro cine en la próxima gala de los Oscar sólo certifica lo dicho al comienzo de estas líneas.


Isabel Coixet, quizá convenga recordarlo, proviene del mundo de la publicidad, campo en el que se licenció por la Universidad de Barcelona, y en el que es uno de los pesos pesados del panorama hispano, siendo el alma mater de una importantísima productora con la que ha trabajado para compañías como Ford, Danone, Evax, Renault, Kellogg, Pepsi, Peugeot, Procter&Gamble…, o instituciones como el PSOE. En el 2000 fundó la productora Miss Wasabi Films con la que ha realizado videoclips de artistas como Sexy Sadie o Alejandro Sanz.

La afición por el cine de Isabel Coixet la llevó en su juventud a trabajar como periodista para la revista Fotogramas, y una vez que con indudable éxito hizo sus primeras armas como directora creativa de campañas de publicidad, en 1996 se decidió a rodar el que fue su primer largometraje, Cosas que nunca te dije, proyecto que desarrolló en los EEUU. A esta primera película le han seguido otras por las que ha obtenido premios, candidaturas a premios, un público fiel y prestigio entre buena parte de la crítica. Por ejemplo, Mi vida sin mí (2003) ganó el Goya al mejor guión adaptado y optó al Oso de Oro del Festival de Berlín, La vida secreta de las palabras (2005) ganó el Goya al mejor guión original y a la mejor dirección, Elegy (2008) fue candidata al Oso de Oro de Berlín, y Mapa de los sonidos de Tokio (2009) ha optado este año a la palma de Oro del Festival de Cannes. Muchas de estas películas han sido rodadas con actores de carrera internacional (Miranda Richardson, Tim Robbins, Julie Christie, Ben Kingsley, Penélope Cruz, Alfred Molina, Mark Ruffalo, Sarah Polley) y en idiomas como el inglés, el japonés, el catalán y el español, buscando desde luego tener más opciones en el mercado cinematográfico internacional, pero también, y esta es una opinión mía muy personal, procurando poner una cierta distancia con eso que se denomina “cine español” y que, francamente, es difícil de definir y fácil de ubicar y sentir.

La última cinta hasta la fecha de Coixet, Mapa de los sonidos de Tokio, tiene muchos de los elementos característicos ya señalados del cine de la catalana: está rodada casi íntegramente en el extranjero (Tokio, claro); los diálogos se desarrollan fundamentalmente en inglés, y japonés; el catalán Sergi López está acompañado por actores japoneses, entre los que destaca Rinko Kikuchi como coprotagonista; y toda la producción, incluyendo los títulos de crédito en inglés (salvo los logotipos de las instituciones españolas que han puesto dinero, claro), tiene una “puesta en escena” orientada de algún modo a facilitar su introducción en los circuitos internacionales y a alejarla, quiero insistir en ello, de la marca “cine español” al uso.

Los más interesante de este trabajo de Isabel Coixet es el guión. La historia puede enmarcarse en la tradición clásica del cine negro norteamericano, en la que se mezclan el crimen y lo delictivo con el amor imposible. El escenario, el decorado es el de una gran urbe, las calles de Tokyo, lo que proporciona una atmósfera quizá menos manoseada para el espectador que la de una gran ciudad europea o norteamericana. Sergi López encarna a un español que vive en la capital japonesa regentando un negocio de vinos españoles de nombre Vinidiana (guiño buñuelesco y galdosiano que precisamente no muchos pescarán en los anhelados circuitos internacionales). Este personaje mantiene una relación con una joven japonesa que se quita la vida al no sentirse convenientemente querida por el español. El padre de la japonesa, un rico industrial, a través de un tipo que es su mano derecha y estaba enamorado de su hija, contrata a una asesina a sueldo para que sea la mano ejecutora de la venganza. La asesina entra en contacto con el comerciante de vinos español y se prenda de él. Inician así una relación que gira en torno a los encuentros sexuales en un kitch love hotel inenarrable. El padre de la suicida va perdiendo por el dolor poco a poco el juicio, y su mano derecha, al negarse la asesina a cumplir su contrato por haberse enamorado del comerciante español, decide acabar con ella y lo consigue. Visto lo visto, Sergi López se vuelve a Barcelona. Buena parte de esta historia la narra un personaje insólito y al margen, una especie de técnico de sonido que lleva años grabando los sonidos de la ciudad, y que entra en relación de amistad con la asesina a sueldo. Fin. Perdón, excuse me. The end.

Bien, ya ha quedado dicho que el guión ofrece posibilidades para construir una atractiva historia que atrape e interese al espectador. Quizá haya algún toque en exceso rocambolesco (¿por qué la mano derecha del padre acaba asesinando a la asesina a sueldo que contrata y no al tipo para cuyo asesinato había contratado a la asesina?), y la construcción del guión ofrece además una fisura realmente difícil de explicar: el narrador, es decir, la voz en off cuenta cosas, explica sentimientos y sensaciones de las que en buena lógica nada puede saber, por ejemplo, todo lo relacionado con el protagonista masculino, y mucho menos sobre su vida en Barcelona tras la muerte de la asesina a sueldo.

Pero el principal problema de la película no reside ahí, a veces los espectadores tenemos que hacer concesiones, incluso con gusto y placer, en contra de lo que indica la lógica. No, el problema gigantesco de la película es que es una montaña excesiva de pretensiones. O dicho de otra manera, Mapa de los sonidos de Tokio es insufriblemente pretenciosa. Isabel Coixet parece no entender que la sintaxis del cine proviene del arte de la narración, y no de la poesía. En el cine, en términos generales, todo funciona cuando se es épico y no lírico. La lírica en el mejor cine suele brotar de momentos culminantes de la épica (pienso sin duda en el mejor Ford). La lírica en el cine sólo funciona cuando detrás de la cámara hay un talento descomunal que justifica casi plano a plano, secuencia a secuencia, la concepción lírica más que narrativa de la historia. Bien, Isabel Coixet, al menos de momento, no posee esa clase de talento, y con su lirismo, casi siempre impostado y un poco de brillante y sofisticado cartón piedra, se equivoca de medio a medio. No hay pulso narrativo en Mapa de los sonidos de Tokio, no hay ritmo, la secuencias, los diálogos no están hilvanados para hacer avanzar la historia con robustez y firmeza, y al cabo de media hora, cuando se nos han explicado ya las claves básicas de la trama, todo se desinfla y se pierde en melifluos e impostados planos que pretenden ser hermosamente trascendentes, simbólicos, poéticos. La consecuencia es el aburrimiento y la somnolencia, el bostezo, la cargazón. A la media hora todo se ha convertido en un reiterativo laberinto de secuencias que no conducen a ninguna parte, que no nos llevan a ningún sitio. Tan sólo a que el espectador piense que está ante algo sublime, algo artístico y que le sobrepasa. La película es pura Isabel Coixet, quien a cada minuto, a través de la puesta en escena, los movimientos de cámara y los encuadres, parece querer llamar la atención del espectador para decirle al oído: eso es mío, ahí estoy yo, eso se me ha ocurrido a mí, ese plano ya lo hice en el anuncio de Evax, ¿verdad que soy estupenda?, ¿verdad que soy talentosa?, ¿verdad que soy poética?, ¿verdad que mis planos rezuman trascendencia? A Isabel Coixet habría que invitarla a que contemplase cien mil veces las películas que en nuestros días realiza el bueno de Clint Eastwood, donde el director está sin mostrarse, sin subrayar en modo alguno su presencia tras la cámara. ¡Qué lección tras otras de cine ofrece Eastwood desde hace años!

Sobre Mapa de los sonidos de Tokio ha escrito la directora las siguientes iluminadoras líneas a modo de poética: “Las películas, como las melodías o los poemas, nacen de extraños encuentros, de asociaciones a menudo incongruentes pero siempre mágicas”. Lo siento pero no. Ya ha quedado dicho más arriba. Nada, pero nada que ver una película con un poema. Una película debe contar una historia, un poema no. Un poema puede ser perfectamente abstracto, al igual que una melodía, siempre es materialmente abstracta. Una película no, de ningún modo. Una película debe atenerse a las técnicas narrativas: contar una historia, su principio, su desarrollo y su fin. Insisto, claro que lo poético es posible en el cine, pero lo es como brote natural de la narración, o gracias a un talento prodigioso para enlazar instantes mágicos, poéticos, líricos con forma de narración. En este sentido pienso en Dreyer, Tarkovsky..., pocos y de un talento excepcional.

Mapa de los sonidos de Tokio puede contemplarse como un argumento interesante y con alguna miga contado sumándole videooclips y encargos publicitarios: factura brillante, puesta en escena de celofán caro, planos estudiados con frío detenimiento..., pero ni una gota de sangre, ni un átomo de emoción, ni un solo latido de corazón. Además de Coixet, quien sale peor parado de este inacabable y cargante videoclip es Sergi López, un buen actor al que nadie puede creerse como rompecorazones de japonesas orientalmente misteriosas, entre ellas la estupenda Rinko Kikuchi. Vamos, que Sergi López emulando al apocalíptico Marlon Brando del más parisino y tanguista Bertolucci es una broma pesada. Y es que en este pretencioso Mapa de los sonidos de Tokio casi nada da la talla, y la talla siempre es importante para que las cosas encajen en su justa medida y no vengan ni grandes ni pequeñas. Isabel Coixet, me da la impresión, es aún pequeña, pero se cree muy grande. Cuestión de tallas.



Tráiler de la película Mapa de los sonidos de Tokio, de Isabel Coixet (vídeo colgado en YouTube por lahigueranet)
  • Suscribirse





    He leido el texto legal


  • Reseñas

    La patria lejana
  • Publicidad

  • Autores