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David Simon et alts: <i>The Wire. Diez dosis de la mejor serie de televisión</i> (Errata Naturae, 2010)

David Simon et alts: The Wire. Diez dosis de la mejor serie de televisión (Errata Naturae, 2010)

    TÍTULO
The Wire. Diez dosis de la mejor serie de televisión

    AUTOR
David Simon et alts

    EDITORIAL
Errata Naturae

    TRADUCCCION
Bernardo Moreno

    OTROS DATOS
Madrid, 2010. 240 páginas, 21'90 €



David Simon en febrero de 2007 (foto de Lori Matsumoto; fuente: wikipedia)

David Simon en febrero de 2007 (foto de Lori Matsumoto; fuente: wikipedia)


Reseñas de libros/No ficción
David Simon et alts: The Wire. Diez dosis de la mejor serie de televisión (Errata Naturae, 2010)
Por Bernabé Sarabia, martes, 6 de julio de 2010
En enero de 2008, el entonces senador Barack Obama declaró al diario Las Vegas Sun que en televisión su programa favorito era The Wire. En los últimos tres o cuatro años han sido muchos los críticos que en distintos medios de comunicación han afirmado que The Wire es la mejor serie de televisión hasta la fecha. El prestigioso semanario norteamericano TIME es de esa opinión y, en el Reino Unido, The Guardian ha expresado de forma muy explícita su preferencia por The Wire. Dos de sus periodistas, Steve Busfield y Paul Owen, mantuvieron un blog a lo largo de las sesenta horas de duración de la serie que acaba de aparecer en forma de libro: The Wire Re-Up.
En 2009, un año después de que el telón cayese sobre la quinta y última temporada de la serie, el profesor en la Universidad de Harvard William J. Wilson, una de las estrellas de la sociología afroamericana, impartió un curso sobre The Wire. Harvard, la mejor universidad del mundo, no ha sido la primera institución académica en convertir el visionado de la serie en obligación escolar. Desde hace años, en la Universidad de California, Berkeley, los estudiantes tienen a The Wire entre sus asignaturas. En España los elogios no han escaseado. Sobre todo a partir de que Warner Bros comercializara en 2009 los DVDs con sus cinco temporadas. En los suplementos culturales de los grandes diarios pudieron leerse titulares como éste: “Probablemente la mejor teleserie” (los críticos siempre tan cautos, por si acaso).

El sello Errata naturae publicó en 2009 Los Soprano forever que, como su título indica, es un texto dedicado a la mítica serie televisiva Los Soprano. A la vista del éxito -van ya por la tercera edición- han tenido la feliz ocurrencia de repetir la fórmula e, incluso, de mejorarla con un tipo de letra un poco mayor y un aumento en número y calidad de las colaboraciones, diez en total, que desde distintos ángulos analizan The Wire.

El atractivo visual de The Wire proviene –virtuosismos técnicos aparte-del hecho de que las escenas no muestran lo que está pasando desde fuera, sino que lo visual narra tanto como las palabras

Lo normal es que el lector abra este volumen ya con imágenes, en la memoria, de la serie. Sin embargo, no es imprescindible, porque su creador David Simon, en una larga y expresiva introducción, deja todo muy claro. Por si quedaran dudas, el escritor inglés Nick Hornby le somete, desde la admiración, a una entrevista extensa y minuciosa. En páginas sucesivas Rodrigo Fresán, Jorge Carrión, Margaret Talbot, Sophie Fuggle, Marc Caellas, Marc Pastor, Iván de los Ríos y George Pelecanos van mostrando las mil y una caras de la serie.

The Wire es una serie producida por Home Box Office (HBO), una red de cable con sede en Nueva York, propiedad de Time Warner, que entró en funcionamiento en 1972. Los servicios de pago de HBO son interminables, pero baste recordar que sólo con Los Soprano recibieron ciento once nominaciones Emmy. Emitir por cable le ha supuesto a HBO una cuota de audiencia menor que si hubiera hecho en abierto, pero al mismo tiempo le ha permitido una capacidad expresiva y temática que la censura norteamericana no hubiera tolerado en abierto.

Sobre esta mayor capacidad expresiva de HBO aterriza David Simon, un periodista con ganas de montar broncas siete días a la semana. Nacido en 1960 y prematuramente calvo, trabajó doce años para un periódico local de Baltimore mientras veía en primera fila cómo la ciudad se iba degradando en todos sus aspectos. Con mucha suerte y audacia convenció a los ejecutivos de HBO para producir una serie dramática que, si bien a primera vista parecía una más de policías y narcotraficantes, la realidad del proyecto desbordaba el género.

En The Wire lo visual forma parte integral de lo narrativo, y su atractivo para el espectador está en que vemos lo que allí realmente ocurre

Policías, jueces, narcotraficantes, gobernantes ineficaces cuando no corruptos. Elementos que aparecen en otras muchas series de televisión pero que en The Wire son “utilizados” no tanto para darle al espectador un cuadro cerrado sobre el bien y el mal, sino para mostrar, con espíritu de documentalista, las múltiples interacciones de la sórdida realidad de Baltimore. Simon se siente el Sthendal del siglo XXI y en lugar de definir la novela como un espejo que se pasea a lo largo del camino, presenta a The Wire como una “novela visual”. Pero a Simon no le interesa la ficción, y por ello se ha empeñado en escribir una novela realista visualmente muy hermosa y adaptada al lector del siglo XXI que, de hecho, es un lector que cada vez más lee en pantalla y en cierto modo cumple el papel de espectador.

El atractivo visual de The Wire proviene –virtuosismos técnicos aparte-del hecho de que las escenas no muestran lo que está pasando desde fuera, sino que lo visual narra tanto como las palabras. Algo que se aprecia en la elección de los planos: general –los traficantes de drogas vistos “desde el otro lado de la calle”-, medio –esas escenas tan brillantes en los despachos- y los claustrofóbicos planos cortos en los automóviles. El marco en el que se encuadran algunos retratos de personajes: como dice el propio Simon en la Introducción, “D’Angelo, humillado, aparece debajo de un segundo letrero: CHICKEN”. Lde los planos -amplio,brasesde dentro.muestran lo que est, en “marco a música nunca es música ambiente sino sonido que sale de un reproductor in situ. La composición de las escenas, como cuando McNulty, que cree poder cambiar las cosas pero que quiere ser inocente, dice en el primer capítulo de la tercera temporada: “Pero ¿qué he hecho?”, mientras el resto de personajes va abandonando la escena y dejándole solo. En The Wire lo visual forma parte integral de lo narrativo, y su atractivo para el espectador está en que vemos lo que allí realmente ocurre.

La primera temporada comenzó a emitirse en junio de 2002. El primer episodio muestra ya los dos grandes grupos de personajes: el departamento de policía de Baltimore y la familia Barksdale, cuyo negocio y modo de vida es el tráfico de drogas. The Wire se abre con los planos de un juicio en el que el “prota”, el detective Jimmy McNulty, le explica en privado al juez Daniel Phelan que allí ha habido tongo. El testigo principal del asesinato que se juzga se desdice –bajo juramento- y el juez tiene que declarar inocente al asesino D’Angelo Barksdale, sobrino del jefe de los narcotraficantes. McNulty se va de la lengua y le confiesa al juez que buena parte de los asesinatos están relacionados con el tráfico de drogas.

David Simon ha buscado sumergir al espectador en una narrativa visual en la que buenos y malos no están dibujados con claridad pero en la que el mal está siempre presente

La segunda temporada ahonda más en el análisis de Baltimore, y sobre todo en los muelles del puerto. Una ciudad desmoralizada por el declive de los sindicatos y los excesos de un capitalismo consumista. En la tercera temporada se reflexiona sobre una oligarquía política local incapaz de frenar sus ambiciones. En la cuarta se analiza el fracaso del sistema educativo y su manipulación por las autoridades educativas locales. La quinta y última temporada finaliza en marzo del 2008 y en ella David Simon despliega su profundo conocimiento de los medios de comunicación y refleja el declive de una profesión en manos de unas empresas ávidas de beneficios.

Como leemos en estas páginas, el éxito de The Wire comienza por un excelente casting en el que los afroamericanos son mayoría, algo que en realidad refleja la composición demográfica real de Baltimore y que no sucede en otras series. Su realismo la acerca a los documentales de ficción. Eso fue un permanente motivo de molestia para las autoridades. La música cuenta mucho. El tema de apertura está escrito por Tom Waits, y el de cierre de la serie es The Fall, compuesto por Blake Leyh. En buena parte de las escenas, la música surge de algún aparato situado en la toma, bien sea la radio de un coche o un jukebox.

A lo largo de estas páginas queda claro que The Wire se ha convertido en un clásico de la televisión. No tanto por sus índices de audiencia sino porque trata de que el espectador vea la televisión de un modo distinto. David Simon ha buscado sumergir al espectador en una narrativa visual en la que buenos y malos no están dibujados con claridad pero en la que el mal está siempre presente. La América relegada aparece retratada en una novela visual que tiene la misma fuerza que el famoso retrato que en los años cincuenta realizase Robert Frank en su serie fotográfica The Americans.

Los penetrantes diez textos aquí recopilados iluminan con fuerza el fenómeno The Wire. Pero se echa de menos un estudio siquiera somero de cómo el público ha visto la serie. Es necesario entender la fenomenología de la práctica doméstica de ver la televisión. Tras leer este volumen, todo parece indicar que The Wire no se ha visto como Cuéntame. Su tensión, su crítica social está relacionada con el espectador o la espectadora que en su soledad ve la serie en el ordenador. Por desgracia, algunos de los textos pedidos de encargo por la editorial resultan demasiado profesorales. Sin embargo, el conjunto es sobresaliente.
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