viernes, 1 de octubre de 2010
La epifanía escueta (A propósito de la última poesía de Juan Antonio González Fuentes), por Julio Díaz Díaz
Autor: Juan Antonio González Fuentes - Lecturas[{0}] Comentarios[{1}]
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No cabe duda de que a medida que se dilata en el tiempo el ejercicio de la poesía, más oportunidad se tiene de observar y analizar el rastro sentimental y estético que cada individuo-creador va dejando a lo largo de su vida. En el caso de Juan Antonio González Fuentes, se puede decir que ese recorrido es ya amplio y sustancial pues son no pocos los años que ha dedicado a la escritura poética y también son ya considerables los libros que ha dado a la luz. Por tanto, para los lectores atentos de su obra, resulta éste un buen momento para hacer balance y dar alguna noticia de ese quehacer creativo


 

Juan Antonio González Fuentes

Como referente de la sensibilidad del individuo, la escritura poética tiene mucho de ideario estético y creativo, pero también de diario sentimental de la persona que ejerce tal actividad. Por ello, se puede decir que constituye, para los lectores, un registro de las pulsaciones, las preocupaciones y hasta las obsesiones del sujeto que vierte y plasma ante el papel su propia interpretación del mundo.

No cabe duda de que a medida que se dilata en el tiempo el ejercicio de la poesía, más oportunidad se tiene de observar y analizar el rastro sentimental y estético que cada individuo-creador va dejando a lo largo de su vida. En el caso de Juan Antonio González Fuentes, se puede decir que ese recorrido es ya amplio y sustancial pues son no pocos los años que ha dedicado a la escritura poética y también son ya considerables los libros que ha dado a la luz. Por tanto, para los lectores atentos de su obra, resulta éste un buen momento para hacer balance y dar alguna noticia de ese quehacer creativo.

Al leer poesía y sopesar el alcance de sus contenidos, siempre se percibe algo que permanece inalterado y que constituye el armazón de la propuesta del poeta. Otros aspectos, en cambio, están sujetos a una realidad mudable o “experimentable” en términos creativos.

En la poesía de González Fuentes tal esquema se podría aplicar a una realidad de referencia, para mí, muy clara y evidente en las dos últimas entregas de este poeta santanderino. Lo sustancial, lo “inmutable”, es ese conjunto creativo bien ceñido, escueto y trabado, que toma sus propios elementos de significación desde la desnudez expresiva, desde el vértigo que sobreviene en el paso “de lo indecible a lo decible”, por utilizar los mismos términos que Álvaro Pombo reproduce en el prólogo de La lengua ciega (LLC).

Y esa armadura creativa se nutre de una simbología bien organizada, que toma fundamento a partir de unos pocos elementos: lo lumínico y sus efectos; la poética de la “verticalidad”; el mito de la “caída”; el vértigo ante lo misterioso o lo insondable. Se trata de una poesía que se inscribe en el territorio de la sentimentalidad emocional, y éste se hunde y emerge constantemente, al compás de las pulsaciones creativas del poeta. Un movimiento envolvente, un eterno retorno que no parece tener fin y que nos remite directamente a lo insondable, a lo inorgánico e inmaterial. Así en Haikus sin estación (HSE): “¡Ya no es la Historia”, / dice la postpoesía. / Va y viene la ola”; “Regresa de allá, / del cuerpo que se apaga, / la sed de un ángel”; “Tiempo que empieza otro y cae libre [...]”.

En otras ocasiones, asistimos a la conciencia de la limitación; a las aristas de la memoria y de la realidad: “Mide el límite / los signos del naufragio, / cosecha espinas” (HSE). En esa escenografía, el poeta encuentra signos de su propia incapacidad de abarcar la entera realidad. Pero esto no se siente como un fracaso sino, más bien, constituye un motivo para reiniciar la búsqueda y para rehacer el camino: “Crece el silencio, / la distancia acontece, / busca lo anterior” (HSE). El oxímoron, el juego de contrastes y de antinomias surgen entonces como intentos de dar explicación a esas inevitables limitaciones: “Silencio en la voz, / frontera por abismo, / límite más luz” (HSE).

Juan Antonio Gonzélez Fuentes: La lengua ciega (DVD, 2009)

Juan Antonio Gonzélez Fuentes: La lengua ciega (DVD, 2009)

La última fase, el punto culminante en la poética de González Fuentes, sobreviene cuando se llega al final de ese camino creativo. Se percibe entonces la sensación de haber completado una etapa y de estar a un paso de la revelación o el redescubrimiento de una realidad hasta entonces oculta: “Oscura senda, / de pronto llama blanca, / luz que se tensa” (HSE). Pero muchas veces las dudas y las incertidumbres surgen desde el interior de la conciencia y son un signo de la relatividad de las cosas El propio autor considera que se trata de una epifanía escueta; una forma de iluminación emocional, que resulta clave en su poesía: “Luna emergente, / manantial de aire blanco, / duda o certeza” (HSE).

Hasta aquí un bosquejo interpretativo de lo que habíamos llamado materia “inalterada” y sustancial en la poética de González Fuentes. Constituye un reflejo de su personalidad reactiva y forman parte de la impronta estética de ese autor.

Ahora bien, y al margen de ello, ¿se puede advertir algún tipo de novedad en los dos últimos poemarios que ha editado este poeta santanderino? Es grato e interesante reconocer que, efectivamente, tanto La lengua ciega (2009) como Haikus sin estación (2010) constituyen una fuente de sorpresas para los lectores atentos y habituales de González Fuentes.

Desde luego, es evidente que las novedades afectan, en primer lugar, a la forma estilística de ambos poemarios: “poemas en prosa”, en LLC; formas estróficas ceñidas al modelo haikus en HSE. Pero lo verdaderamente interesante resulta comprobar de qué modo ha quedado vertida la materia estética y sentimental en esos dos moldes poéticos.

Tras la lectura de LLC enseguida se echa de ver que la organización de la materia, el tratamiento y el tono que adquieren los poemas, constituyen ya una auténtica novedad en la poética de González Fuentes. Poemas de largo o mediano recorrido, desarrollo discursivo en algunos momentos cercano a lo narrativo, despliegue de una cartografía sensual o sensitiva, nueva escenografía simbólica o simbolizante... Estamos, pues, ante una verdadera ampliación del espectro poético y estético de este autor cántabro, que sin duda merecería un análisis más profundo que aquí no podemos dar.

Ya en las primeras páginas del libro, el lector repara en dos referencias discursivas sustanciales, que tienen amplia repercusión en el poemario. El poeta se reconoce inmerso en su propia circunstancia (“soy lo que me rodea”). Esta aspiración, talmente orteguiana, facilita establecer un “diálogo con las cosas”. Desde luego, se trata de una declaración de principios –una “TEORÍA DE POETA”- que no puede pasar desapercibida, ni el propio autor lo pretende.

Pero ese “diálogo” y esa predisposición hacia la recreación de la propia circunstancia no tiene por qué entenderse como una fijación externa o superficial de la realidad. Antes bien, el poeta se ciñe a su propio instrumento de interpretación o visión “hacia dentro”; un reto que González Fuentes plantea a través de su estética particular. Es cierto que la escenografía de lo sensual o sensitivo aparece desplegada con claridad y efectividad a lo largo del poemario. Pero esa aparición se hace dentro de esa “dinámica de contrarios” que tanto rendimiento tiene en la poética de este autor santanderino: “dulce hambre”, “ruido celeste”, “el surco blanco del olvido”, “el coro silencioso”, “color del día ciego”, etc. La realidad “ciega” que tanto se reitera en el poemario, no es más que una referencia poética a la opacidad externa que rodea a las cosas, y que sólo puede ser atajada desde otra dimensión gnoseológica: una “visión desde dentro”.



Juan Antonio González Fuentes: Haikus sin estación (Ediciones Carena, 2010)

Varios poemas de LLC están compuestos a partir de una estructura dialógica. La escenificación del “yo” y el “tú” comporta una situación casi inédita en la poesía de González Fuentes: la delimitación de la circunstancia vital, la proyección de la conciencia existencial, el avizoramiento de alguna expectativa: “Me dices ahora que sustituyes el mar por los ecos vistos de las últimas navajas. Escribes luego un temblor en el azogue tibio de mi pecho”; “Te dices lograda por la noche, y bajar sabes un alto brillo / del esplendor más claro” Pero, en la mayoría de las ocasiones, tales expectativas no son más que un reflejo de la duda, de la incertidumbre o de la conciencia escindida del autor: “Por delante y de mí hacia fuera el mar tenía sed. Pero / para entonces se encontraba demasiado lejos de nosotros”;[...] hijos nosotros mismos de una voz minús- / cula, casi oculta, que no sirve al revés [...]”.

Pronto se advierte que la mínima estructura narrativa de algunos de los poemas está muy alejada de lo que se ha llamado “monólogo dramático”, tan reiterado en muchos de los poetas coetáneos de González Fuentes, a finales del siglo pasado. La narratividad de los poemas no se centra en absoluto en el “confesionalismo” militante ni en la manifestación de la lisa cotidianeidad. Por el contrario, predomina una orientación discursiva claramente dirigida hacia la estética de lo inefable, de lo que aparece sin ser del todo visto, de lo que se adivina pero no se percibe. De este modo, la “linealidad” narrativa de los poemas salta en mil pedazos cuando el lector se interna en la trama discursiva. Los índices narrativos de autoafirmación se disponen en clave aseverativa o enfática: “Confirmo, y lo digo muy en serio,”; “Subrayo, lo sigo diciendo en serio,”; “Esta luz, y digo bien,”.

Pero los indicadores discursivos que más significación y relevancia tienen en el poemario, son los que se atienden a la circunstancia temporal. En muchas de las composiciones, con más de un período estrófico, es habitual encontrar índices de esta categoría y contribuyen a señalar las pautas argumentales o narrativas de cada composición: “ahora” (páginas 20, 45, 63, 66); “antes” (p. 26); “hoy” (p. 39); “noche” (pp. 57, 59); “mientras... luego” (p.68).

La insistencia en exteriorizar las particularidades del proceso narrativo es otra de las grandes novedades que presenta la última creación de González Fuentes. Si en LLC, el autor se interesa por los indicativos temporales, en HSE se inclina por los que tienen carácter espacial, según ha expuesto brillantemente el profesor Merlo Morat en el prólogo de ese poemario.

Por lo demás, existe otro tipo de referencias creativas que no pasan desapercibidas al lector. Nos referimos a las diferentes modalidades discursivas que adopta la voz del poeta, y que muchas veces proceden de una tradición literaria reactualizada. Así, el “Je suis un autre” de Rimbaud aparece reafirmado en el poema “OTRA VOZ”, como una forma de “enajenamiento” de la conciencia creativa en su interpretación de la realidad. El “panta rhei” de Heráclito, reflejado en “NADA RESPONDE AL AZUL...”, se convierte en un motivo para reafirmar el sentido del devenir y confirmar las sinuosidades del destino. Hasta el mito del “ángel caído”, que se presiente tras la lectura de “VERANO”, remite a esa dinámica “de contrarios” que tanto gusta de ensayar el autor en su poesía.

En conclusión, La lengua ciega y Haikus sin estación son dos propuestas creativas bien diferenciadas en la obra de González Fuentes, pero a la vez conservan los elementos distintivos de una poética original y bien cimentada a lo largo de los últimos quince años. Ambos poemarios suponen un reto creativo en cuanto a formas de expresión, alcances de significado y reinterpretación de la tradición literaria.

El lector habitual encuentra bastantes motivos para entender que se asiste a una nueva fase creativa que, sin mermar o tergiversar el calado esencial de la poética de este autor santanderino, alberga un cambio en los enfoques de su visión emocional de la realidad.

JULIO DÍAZ DÍAZ
Doctor en Filología 
 

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NOTA: En el blog titulado El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, creación, historia, artes, música y libros) como cronológicamente.