Néstor Kirchner llegó al poder en 2002, después de haber sacado el
22,3% de los votos en la primera vuelta de unas elecciones presidenciales en que
fue segundo, detrás de
Carlos
Menem, de quien apenas lo separaban menos de tres puntos
porcentuales. Cuatro años más tarde
le tocó el
turno a su esposa,
Cristina Fernández, en una
suerte de kermés sucesoria, que obtuvo el 45%. En ambos casos estaba claro que
no contaban con el respaldo de la mayoría de la población, pero pese a ello
gobernaron
como si tuvieran un apoyo francamente mayoritario. Es
verdad que las encuestas reflejaban altos índices de respaldo y satisfacción,
pero también que las bases de sustentación de su posición no eran demasiado
sólidas.
Enrocados en la soberbia de quien se cree imperecedero idearon
un mecanismo de sucesión presidencial que dependía de las
interioridades
y las lealtades matrimoniales. Ese mecanismo debería
permitir sortear las
rigideces de
una Constitución que sólo autoriza dos mandatos sucesivos.
Pero
Kirchner se equivocó. No bastaba con que el chavismo bebiera buena
parte de sus conductas en el primer peronismo ni que él mismo fuera el discípulo
más aventajado de
Juan D. Perón. Argentina no es Venezuela ni
Kirchner es
Hugo Chávez.
En 2009 se producirá en el país un
acontecimiento singular que no ocurría desde 1890. Por primera vez en casi 120
años Argentina dejará de exportar trigo. Y si nadie lo remedia, en 2010 podría
importar trigo y, probablemente, también carne y
leche
El capital político acumulado por
Kirchner en su primer mandato (2003 – 2007) fue posible por su exitosa
política para sacar al país de la crisis económica, por más que posteriormente
sus condicionamientos ideológicos lo llevaron a tirar por la borda todo lo bueno
que se había cosechado en los años anteriores. La pareja presidencial estaba
convencida, y mantiene firmemente esa creencia, que las claves de su éxito
descansaban en las
políticas
estatistas, nacionalistas e intervencionistas desplegadas
y no en el aprovechamiento de una excepcional coyuntura internacional. Por eso,
en lugar de sentar las bases para colocar a la Argentina en la línea de salida
de una etapa de fuerte crecimiento, desarrollaron las condiciones que están
arrojando al país a la catástrofe.
Hasta hace poco tiempo Argentina
exportaba cantidades importantes de hidrocarburos, tanto gas como petróleo. Hoy
el país no sólo no exporta, o exporta mucho menos, sino que se ha convertido en
una nación energéticamente dependiente. En el sector agropecuario pasa algo
similar, que ya no afecta únicamente a la soja, una producción sumamente
castigada por la política de retenciones. En 2009 se producirá en el país un
acontecimiento singular que no ocurría desde 1890. Por primera vez en casi 120
años Argentina dejará de exportar trigo. Y si nadie lo remedia, en 2010 el país
podría llegar a importar trigo y, probablemente, también carne y leche.
El uso que se hizo y se hace del
“soft power” (en el caso que Argentina posea algo de ello) y, sobre todo, de la
diplomacia pública ha llegado a extremos verdaderamente patéticos. Los viajes
dentro de América parecen ser un escenario
sublime
No es el momento éste de reseñar la
cadena de
errores cometidos por
Cristina Fernández en este
año largo que lleva en el poder. Las
relaciones
exteriores fueron uno de los campos privilegiados por el
maltrato presidencial – matrimonial. La diplomacia parece ser un concepto
inexistente en su gobierno, plasmada no únicamente en la falta de puntualidad de
la pareja (“tanto monta, monta tanto”, como dice el refrán), sino en su deriva
bolivariana y en su relación con quienes teóricamente deberían ser sus
principales aliados, Estados Unidos y Brasil. Por si esto fuera poco, el uso que
se hizo y se hace del “soft power” (en el caso que Argentina posea algo de ello)
y, sobre todo, de la diplomacia pública ha llegado a extremos verdaderamente
patéticos. Los viajes dentro de América parecen ser un escenario sublime.
En diciembre de 2007, recién iniciado el mandato de
Cristina
Fernández, su esposo
Néstor decidió viajar a Colombia para participar
en una
operación de
rescate de Clara Rojas y su hijo Emmanuel, diseñada por su
buen amigo
Hugo Chávez. No pudo ser. El niñito estaba en manos del estado
colombiano y el ridículo de los implicados fue enorme. A comienzos de julio de
2009 le toca el turno a la presidenta, que también a instancias de su buen amigo
Chávez (si fue una iniciativa personal la cosa sería peor y más grave) se
dispuso acompañar a
Manuel “Mel” Zelaya a Honduras en un viaje destinado
a recuperar el poder. ¡Como si tuviera poco trabajo en su país! La negligencia
gubernamental en el tema de la gripe A es manifiesta y pese a la gravedad de la
situación la presidenta insiste en viajar. ¿Qué pasaría si los hondureños
hicieran con los argentinos afectados por los efectos de la H1N1 lo mismo que
los argentinos hicieron en su día con los mexicanos?
No hay futuro para el peronismo en
la derrota. Por eso se puede decir que el kirchnerismo está prácticamente
acabado
El gobierno fue derrotado en los
principales distritos del país: provincia de Buenos Aires, Ciudad de Buenos
Aires, Córdoba, Santa Fe, Mendoza y Entre Ríos. También fue importante el
varapalo recibido en la provincia natal del ex mandatario y residencia del
matrimonio, Santa Cruz. Con estos resultados el futro de cara a las
presidenciales de 2011 es francamente comprometido. Eso lo saben bien los
dirigentes peronistas, tanto los grandes como los chicos o los medianos, tanto
los que se alinearon con
Kirchner en esta ocasión como los que se le
enfrentaran, tanto los líderes políticos como los sindicales. Todos saben, y lo
tienen perfectamente interiorizado, que el peronismo es una brutal maquinaria de
poder, pero para que eso funcione hay que aceitarla con más poder.
No
hay futuro para el peronismo en la derrota. Por eso se puede decir que el
kirchnerismo está prácticamente acabado. Ni siquiera la renuncia de
Kirchner a la presidencia del Partido Peronista y su reemplazo por el
gobernador de Buenos Aires, su gran aliado en esta oportunidad, podrá frenar el
profundo movimiento interno lanzado a encontrar nuevos liderazgos. Por eso no es
aventurado afirmar que si los
Kirchner llegaron al poder con algo más del
22% de respaldo popular se vayan con una cifra incluso inferior.