Siendo todo esto cierto, la verdad es que resulta bastante difícil 
construir un país, cualquiera sea, instalados en el círculo vicioso de los 
reproches permanentes y en la necesidad recurrente de descubrir la rueda ante 
cualquier cambio de rumbo. Es obvio que se debe mirar al pasado para no repetir 
los errores varias veces cometidos, pero también debería ser elemental que sólo 
mirando hacia 
atrás, bien para descalificar totalmente a la historia, o 
bien para elaborar la larga lista de las injusticias cometidas por los otros, 
terminaríamos convertidos en la mujer de 
Lot. Recomiendan los grandes 
gastrónomos el uso de un poco de sal en la comida, pero ya se sabe lo que ocurre 
cuando las viandas se salan en exceso. 
Uno de los regímenes más 
oprobiosos de la segunda mitad del siglo XX fue el del 
apartheid 
sudafricano. Las heridas sufridas por la población negra no sólo eran morales 
sino también físicas. El mismo 
Nelson Mandela debió soportar en su propia 
carne la tortura de los 
afrikaners, sin embargo, cuando le llegó la hora 
de gobernar pudo elegir entre distintos caminos a seguir y eligió. Uno de los 
principales dilemas de 
Mandela fue gobernar sólo para los suyos, 
cobrándose todas las cuentas pendientes del pasado y excluyendo a la minoría 
blanca, o intentar sumar a todo lo posible de ser sumado, sin prejuicios 
políticos, ideológicos ni raciales. 
Pese a los condicionantes del 
pasado, todos los dirigentes populistas que hoy gobiernan en América Latina 
pudieron elegir cuando llegaron al poder 
En 
la vecina Zimbawe, la antigua Rhodesia, 
Robert Mugabe también pudo elegir 
y eligió de manera distinta a Mandela. Hace tiempo que la suerte de África del 
Sur y de Zimbawe discurre por carriles divergentes. Es verdad que todavía 
subsisten numerosos problemas en Sudáfrica, pero el estado del país y de sus 
gentes está a años luz de su vecino septentrional. Como bien recuerda 
Carlos 
Mesa, ex presidente de Bolivia, 
Evo Morales también pudo elegir entre 
ser 
Mandela o ser 
Mugabe, y 
Morales se decantó por la 
segunda opción. 
Pese a los condicionantes del pasado, todos los 
dirigentes populistas que hoy gobiernan en América Latina pudieron elegir cuando 
llegaron al poder. Es más, su margen de elección era mayor en la medida que 
fueron elegidos inicialmente con un amplio respaldo popular, generalmente por 
encima del 50% de los votos. Sin embargo se decantaron por un modelo claro y 
tradicional: para consolidar su situación, para “construir poder” en la 
terminología kirchnerista, decidieron movilizar a los suyos y 
desarbolar a 
los enemigos, no rivales o competidores. Por eso, el 
método elegido fue el de la crispación y la polarización social. De una forma 
binaria el mundo se dividía entre la patria y la antipatria, entre los leales y 
los traidores, entre el pueblo y la oligarquía y el imperialismo. 
La concepción personalista y 
caudillista del poder de Rafael Correa se resume en la siguiente frase: “Y si 
apuesto a la alternancia para que mañana venga un gobierno de derecha y 
malentregue el petróleo, ponga bases militares, etc., sería un retroceso 
lamentable”
Rafael 
Correa es uno de estos líderes populistas y bolivarianos. En una 
reciente entrevista concedida al diario porteño 
La Nación, el presidente 
ecuatoriano puso de manifiesto buena parte de las cosas que se le critican y por 
las que tanto le molesta ser criticado. Su concepción 
personalista y 
caudillista del poder se puede concretar en la siguiente 
frase: “Y si apuesto a la alternancia para que mañana venga un gobierno de 
derecha y malentregue el petróleo, ponga bases militares, etc., sería un 
retroceso lamentable”. Dicho de otra manera, si mañana el pueblo ecuatoriano 
quiere un proyecto político distinto al mío sería una traición a las raíces del 
proceso que no debería tolerarse. Por eso, “si algo funciona [el presidente], 
¿por qué no seguir eligiéndolo? ¿Es democrático decir “usted tiene sólo dos 
períodos”?”. Para 
Correa, el repetido y gastado discurso de la 
alternancia de la democracia es algo “para los países del Primer Mundo donde les 
ha funcionado el sistema. A nosotros no nos ha funcionado. Si vamos a hacer lo 
mismo de siempre, vamos a tener los mismos resultados. Algo tenía que cambiar. 
Creo en la alternancia de personas, nadie es indispensable. Pero vamos a hablar 
de alternancia en el proyecto político, al menos en Ecuador, porque el país 
necesita irreversiblemente rumbearse hacia más justicia social, mayor equidad, 
eficiencia, mayor seguridad, mayor dignidad”. 
En lo relativo a las 
criticas a su estilo autoritario, de un modo totalmente fiel a si mismo, intentó 
ser tajante: “Si querían elegir a Mr. Simpatía, se equivocaron. Sobre todo la 
oligarquía del Ecuador. Podemos tener nuestro estilo, podemos tener firmeza, 
pero lo importante son las cosas concretas. No las percepciones. ¿Qué libertad 
se ha complicado? Por el contrario, por primera vez existe el imperio de la ley. 
Pero como ahora la ley es para todos y toca también a los poderosos, a los que 
nunca se les aplicó la ley, dicen que hay dictadura. Sí, la dictadura de la 
ley”. La idea se concreta de una forma más rotunda: “¿Me podría decir cuáles son 
los rasgos autoritarios en Ecuador? ¿Qué libertad se ha restringido? Al 
contrario, han aumentado muchísimo las libertades. Como existe el imperio de la 
ley, ahora sí hay gobierno y los que estaban acostumbrados a hacer lo que les 
daba la gana ahora dicen “autoritarismo”, “dictadura”.” 
En Argentina, tras la caída del 
régimen peronista en 1955, fue necesario el paso de tres generaciones para curar 
las heridas que afectaban el tejido social del 
país
Pese a las declaraciones de 
Correa, o quizá debido a ellas, la cuestión de fondo, después de milenios 
y centurias de experiencias sociales de todo tipo, sigue siendo la misma: ¿cómo 
hacer sustentable una sociedad y cómo construir 
algo 
duradero? En Argentina, tras la caída del régimen 
peronista en 1955, fue necesario el paso de tres generaciones para curar las 
heridas que afectaban el tejido social del país. ¿Cuánto tiempo habrá que dejar 
pasar en Cuba, tras la desaparición de los hermanos Castro, para que las 
relaciones sociales alcancen niveles de normalidad? ¿O es que alguien piensa que 
la 
experiencia 
cubana es para siempre, más allá de la retórica del 
patria, socialismo o muerte? Lo lamentable del caso fue que la 
experiencia soviética no dejó en algunos líderes latinoamericanos las debidas 
enseñanzas del caso. 
Decía 
Simón 
Bolívar, en su célebre y tan citada últimamente 
Carta de 
Jamaica, de 1815, “Inciertos sobre nuestro destino futuro, y amenazados por 
la anarquía, a causa de la falta de un gobierno legítimo, justo y liberal, nos 
precipitamos en el caos de la revolución.” La necesidad de citar a 
Bolívar 
como un teórico y un hombre de acción de nuestro tiempo, sin leerlo ni 
interpretarlo en el contexto de su momento, nos ha conducido a un buen número de 
despropósitos. En América Latina, los líderes populistas más afines al 
bolivarianismo, se distinguen por una serie de conductas similares a las 
anteriormente citadas. Algunas de ellas quedan recogidas en el siguiente 
decálogo (más uno) de “verdades populistas” (1) , que tiene, cómo no, su 
influencia en las 
Veinte Verdades peronistas: 
 
  1) Quienes discrepan de los designios del gobierno y del caudillo, es decir 
  de los sacrosantos designios del pueblo, son profundamente antipatriotas  
  (Maradona 
  dixit). 
  2) “Nada de lo que han hecho mis predecesores en el gobierno ha servido, 
  nada de lo que harán mis sucesores tampoco”, de ahí que la alternancia 
  sea innecesaria. 
  3) Las constituciones están al servicio del gobierno y no el gobierno al 
  servicio de las constituciones, de ahí que puedan ser modificadas cuantas 
  veces se estime conveniente. 
  4) Las leyes no 
  están hechas para ser cumplidas, al menos por el 
  gobierno. 
  5) La reelección es garantía de democracia, sobre todo si es indefinida. 
  
  6) La oposición no debe contradecir al gobierno ni pretender ganar 
  elecciones, sólo debe hacer lo que el gobierno quiera. 
  7) Si la oposición gana una elección, nacional, provincial o local, es un 
  golpe de estado civil contra el gobierno. 
  8) Los movimientos sociales no se reprimen, especialmente 
  si son progubernamentales. 
  9) ¡Queremos 
  ministros que den “pegas” [trabajo]! El clientelismo es 
  un tipo de relación social que debe ser preservada a cualquier precio. 
  10) Los pueblos 
  originarios tienen derechos sobre sus territorios porque 
  llegaron primero, aunque para ello tuvieran que expulsar previamente a otros 
  pueblos que habían llegado antes. 
  11) Si la justicia 
  indígena, los usos y costumbres, implica negar la 
  presunción de inocencia, permitir los castigos corporales y cuestionar la 
  independencia y la imparcialidad de los jueces, ¡viva la justicia 
indígena!