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viernes, 25 de abril de 2008
Escultura de José Hierro junto al mar, llegando al mar...
Autor: Juan Antonio González Fuentes - Lecturas[8856] Comentarios[0]
“Si muero, que me pongan desnudo, desnudo junto al mar. Serán las aguas grises mi escudo y no habrá que luchar”. La escultura de José Hierro junto al mar de la bahía de Santander, cumple los deseos del poeta

Juan Antonio González Fuentes 

Juan Antonio González Fuentes

A la hora en la que redacto estas líneas para Ojos de Papel, pero a la hora de mañana viernes 25 de abril del año en curso, las autoridades de Santander, inaugurarán la escultura que la ciudad le dedica a su poeta más importante de la segunda mitad del siglo XX, José Hierro. La escultura la ha realizado la escultora Gema Soldevilla, y en ella, por medio de siete paneles de acero, dibuja la cabeza del poeta, la conocida rotunda cabeza calva del premio Príncipe de Asturias y Cervantes.
 
En Santander parece que vamos por poeta o literato cada medio siglo, más o menos, desde que la imprenta y los periódicos se consolidasen como costumbre en la ciudad, allá a mediados del siglo XIX, es decir, hace tres días como quien dice. Marcelino Menéndez Pelayo y José María de Pereda ocuparon la segunda mitad del XIX, Gerardo Diego (otro Cervantes santanderino) es la figura indiscutible de los primeros cincuenta años del siglo XX, y Álvaro Pombo y José Hierro ocuparían la última parte del siglo XX. Todos tienen estatua en su ciudad, todos salvo el todavía “joven” y vivo y coleando Álvaro Pombo, lo que demuestra que, al menos en la posteridad, sí fueron “profetas en su tierra”.
 
Mañana las autoridades locales y regionales, con la presencia de la viuda del poeta y demás familia, y con la banda sonora de los ¿¿pasodobles?? Interpretados por la banda municipal, pondrán la mirada del poeta puesta a perpetuidad (la perpetuidad de la nada, probablemente) frente a la que fue su bahía, su bahía de cámara.
 
No sé si a Hierro le hubiera gustado tanto agasajo municipal, tanto traje y corbata, tanta viuda pululando por ahí, pero las cosas son como son y aquí no hay más que hablar. Lo que sí sé es que, si tiene que haber escultura, sí le hubiera gustado que la colocasen donde la van a colocar: mirando al mar, al mar de la bahía.
 
José Hierro
 
José Hierro
 
Hace unos días me llamaron de la concejalía de cultura del ayuntamiento, y me pidieron que interviniese en el acto inaugural leyendo dos poemas del poeta, dos poemas que reflejasen su amor por el mar, el mar que él conoció muy bien, el que dormita en la bahía de Santander. He trabajado bastante al respecto, pues no son pocos los poemas en los que Hierro habla del mar, de la bahía. Pero finalmente me he decidido por estos dos poemas, poemas casi de juventud, y tras cuya lectura creo que muy poco resta decir. Son los poemas que mañana viernes, a estas horas, estaré leyendo ante políticos, familiares, amigos... Pero los leeré dedicados a él, al poeta, y a el/ella, el mar, la mar. A partir de mañana, ambos quedarán mirándose, oyéndose, hablándose...
 
“Llegada al Mar” (Tierra sin nosotros, Santander, 1947).
Cuando salí de ti, a mí mismo/ me prometí que volvería./ Y he vuelto. Quiebro con mis piernas/ tu serena cristalería. / Es como ahondar en los principios, /como embriagarse con la vida,/ como sentir crecer muy hondo/ un árbol de hojas amarillas/ y enloquecer con el sabor/ de sus frutas más encendidas./ Como sentirse con las manos/ en flor, palpando la alegría./ Como escuchar el grave acorde/ de la resaca y de la brisa./ Cuando salí de ti, a mí mismo/ me prometí que volvería./ Era en otoño, y en otoño/ llego, otra vez, a tus orillas./ (De entre tus ondas el otoño/ nace más bello cada día.)// Y ahora que yo pensaba en ti/ constantemente, que creía...// (Las montañas que te rodean/ tienen hogueras encendidas.) // Y ahora que yo quería hablarte,/ saturarme de tu alegría...// (Eres un pájaro de niebla/ que picotea mis mejillas. )// Y ahora que yo quería darte/ toda mi sangre, que quería...// (Qué bello, mar, morir en ti/ cuando no pueda con mi vida.).
 
“Junto al Mar” (Quinta del 42, Madrid, 1953)
Si muero, que me pongan desnudo,/ desnudo junto al mar./ Serán las aguas grises mi escudo/ y no habrá que luchar./ Si muero que me dejen a solas./ El mar es mi jardín./ No puede, quien amaba las olas,/ desear otro fin./ Oiré la melodía del viento,/ la misteriosa voz./ Será por fin vencido el momento/ que siega como hoz./ Que siega pesadumbres. Y cuando/ la noche empiece a arder,/ soñando, sollozando, cantando,/ yo volveré a nacer.
 

 
NOTA: En el blog titulado El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.

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