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martes, 8 de diciembre de 2009
Comentarios a algunas obras para guitarra, laúd y mandolina
Autor: Juan Antonio González Fuentes - Lecturas[11148] Comentarios[0]
El laúd, en sus diversas variantes, es el instrumento de cuerda pulsada más extendido en todo el mundo. Es un instrumento que por regla general se toca con púa o plectro, aunque existen ejemplares que se puntean con los dedos, o incluso frotando las cuerdas con un arco. La caja de un laúd antiguo es redonda, con forma de pera, y su clavijero forma un ángulo de noventa grados con el mástil. Los laúdes modernos casi siempre tienen doce cuerdas que se agrupan de dos en dos


Juan Antonio González Fuentes 

Juan Antonio González Fuentes

La obra para laúd escrita por Johann Sebastian Bach (1732-1795) fue durante tiempo considerable completamente ignorada e, incluso, hasta época bastante reciente, su autenticidad fue puesta en duda. En este sentido se ha pasado por alto que en tiempos del compositor, y en el entorno de los países germánicos, el laúd fue un instrumento de gran significación, y que el compositor mantuvo contacto con laudistas famosos en localidades como Arnstadt, Cöthen o Leipzig. Sólo siete son las obras para laúd que dejó escritas Bach, entre ellas algunas transcripciones para otros instrumentos realizadas por el propio músico, como la de la Partita en mi mayor para violín solo (BWV. 1006), llevada a cabo entre 1737-1740, siendo la adaptación muy próxima a la del original para violín. El famoso Preludio de esta obra es una animada pieza en 3/4 cuya arquitectura, en palabras del crítico A. de Place, “es a todas luces excepcional”. Su tema es célebre, y está escrito por Bach con la suficiente ligereza como para que la armonía quede puesta de relieve con claridad a partir de las notas más graves. En la actualidad se suele interpretar en su versión para guitarra.



Vanessa-Mae interpreta a Bach (vídeo colgado en YouTube por benn93z28)

El sevillano Joaquín Turina (1882-1949) dejó escritas cinco obras para guitarra (seis si consideramos que la última de ellas es un díptico). Curiosamente ningún otro compositor español antes de Joaquín Rodrigo escribió tanto para un instrumento en principio “tan esencialmente español”. Con todo, lo escrito para guitarra por Turina no es ni mucho menos lo mejor ni de su producción ni del repertorio para el instrumento. Para la crítica especializada la más interesante partitura para guitarra de Turina es la Sonata op. 61, escrita en 1930 y dedicada a Andrés Segovia, quien la estrenó. La Sonata está construida en tres breves movimientos a la manera clásica. Para José Luis García del Busto el primero es simétrico, ofreciendo una breve introducción lenta, un allegro de figuración típicamente guitarrística, un tema melódico (allegretto, tranquilo), vuelta al allegro y recapitulación del lento introductorio. El Andante posterior es una página realmente hermosa y de inspiración andaluza, en la que Turina logra la difícil fusión de cantaor y guitarra en la misma voz del instrumento. La Sonata termina con otro movimiento simétrico: un Allegro en 3/8 rasgueado da entrada a un intermedio cantabile, a modo de copla, en 2/4, que da paso otra vez al rasgueado fogoso que actúa como remate, como epílogo.

La Catedral, del paraguayo Agustín Pío Barrios “Mangoré” (1885-1944), es sin ninguna duda una de las páginas para guitarra clásica más bellas y populares de todo el repertorio hispanoamericano del siglo XX. Inspirada en la catedral de Montevideo, esta pieza estructurada en tres movimientos es toda una explosión impresionista de las pulsiones sentimentales de su autor. El primer movimiento, Preludio Saudade (término este último que ofrece perfecta idea del tono melancólico de la música), es una melodía arpegiada coronada por armónicos. Simboliza la entrada a la catedral, donde el visitante queda maravillado por lo que en ella encuentra. El segundo movimiento es un Andante Religioso, está construido únicamente con acordes y está inspirado en el trabajo de Bach. Representa un paseo por el interior del templo en el que el visitante escucha la música de un órgano. El movimiento final se trata de un Allegro Solemne que presenta como principal dificultad técnica el que el guitarrista debe mezclar en él una prodigiosa velocidad de ejecución poniendo además en juego grandes dosis de arrebato. Este colofón encarna el regreso del visitante al exterior de la catedral, con todo el bullicio imaginable, las conversaciones de la gente, etc... El principal peligro a la hora de interpretar esta bellísima página de Agustín Barrios es sucumbir a la frialdad y a la mera habilidad técnica, dejando a un lado el sentimiento y el fuego interpretativos imprescindibles para hacer “vivir” plenamente esta música cálida, clásica y a la vez con algo exótico.



John Williams interpreta La Catedral de Agustín Pío Barrios (vídeo colgado en YouTube por DavidRodolfoTP)

Durante los primeros años del siglo XVIII, el veneciano Antonio Vivaldi (1678-1741) componía un tipo de concierto más breve que el llamado concerto grosso; un tipo de concierto que terminaría por ser el habitual en épocas posteriores, sobre todo durante el Romanticismo. Nos referimos al concierto para solista, o concerto Solli, en el que un virtuoso de un determinado instrumento muestra sus habilidades en diálogo con la orquesta dentro de una forma concertante ternaria, basada en una exposición del tema, un desarrollo y, finalmente, la reexposición, siguiendo un ritmo vivo al inicio, más lento en el desarrollo, y de nuevo vivo en la reexposición. Antonio Vivaldi era un compositor de escritura rápida, dispuesto siempre a jugar con estructuras rítmicas y armónicas novedosas y a probar nuevas combinaciones instrumentales, incluso con instrumentos poco habituales entonces como el fagot. En este sentido, Vivaldi fue de los primeros en escribir para la mandolina, aunque poco después lo harían ya Contini y Handel, y más adelante incluso Mozart y Beethoven. A ciencia cierta no se sabe si el concierto RV 425 para mandolina (aunque también se suele interpretar con guitarra) fue un encargo o directamente una forma hábil de intentar atraer a un posible mecenas (el marqués Guido Bentivoglio d´Aragona, noble veneciano que tocaba la mandolina), pero lo que sí está comprobado es que casi trescientos años después de su composición, esta obra vivaldiana sigue concitando el interés del público, debido sobre todo al sonido alegre y divertido que el veneciano le saca al instrumento de cuerda, sea éste la mandolina original o la guitarra.

El laúd, en sus diversas variantes, es el instrumento de cuerda pulsada más extendido en todo el mundo. Es un instrumento que por regla general se toca con púa o plectro, aunque existen ejemplares que se puntean con los dedos, o incluso frotando las cuerdas con un arco. La caja de un laúd antiguo es redonda, con forma de pera, y su clavijero forma un ángulo de noventa grados con el mástil. Los laúdes modernos casi siempre tienen doce cuerdas que se agrupan de dos en dos. Cada grupo de dos cuerdas se denomina “orden” y se tocan siempre a la vez, ya que están afinadas a la misma altura. Para apoyar el instrumento se levanta la pierna derecha, al contrario de lo que sucede con la guitarra.

La obra para laúd de Vivaldi se compone de dos Conciertos y de dos Tríos, además de un concierto per molti stromenti en el que intervienen dos laúdes. El Concierto en Re mayor para laúd (o su versión para guitarra), es un concierto bellísimo, de una sencillez compositiva casi sobrenatural, que le convierte en una de las ineludibles piezas mayores de Vivaldi y, en buena lógica, de toda la música barroca. El aire de tremenda nostalgia y melancolía que se desprende del segundo movimiento de esta pieza, el Largo, es difícilmente equiparable a cualquier otra partitura de la época, llegando a comunicar al oyente una sensación espiritual que anuncia ya el desarrollo romántico posterior que convertirá la música en la mejor forma de expresión de la desolación y la emoción humanas. 

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Últimas colaboraciones (DICIEMBRE) de Juan Antonio González Fuentes en la revista electrónica Ojos de Papel:

LIBRO: Gerald Martin: Gabriel García Márquez. Una vida (Debate, 2009)

-LIBRO (noviembre): Miklós Bánffy: Los días contados (Libros del Asteroide, 2009)

-CINE (noviembre): Woody Allen: Si la cosa funciona (2009)

-LIBRO (octubre): Luis García Jambrina: El manuscrito de piedra (Alfagaura, 2008)

-CREACIÓN (octubre): La lengua ciega (DVD, 2009)

-CINE (octubre): Isabel Coixet: Mapa de los sonidos de Tokio (2009)

-LIBRO (septiembre):  P.D. James: Muerte en la clínica privada (Ediciones B, 2009)

-LIBRO (julio): Stieg Larsson: Millennium 3. La reina en el palacio de las corrientes de aire (Destino, 2009)

-PELÍCULA (julio)Niels Arden Oplev: Millennium 1: Los hombres que no amaban a las mujeres (2009)

Más de Stieg Larsson:

-Millenium 1. Los hombres que no amaban a las mujeres (Destino, 2008)

-Millennium 2. La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina (Destino, 2008)


NOTA: En el blog titulado El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.


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