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jueves, 23 de noviembre de 2006
Robert Altman, o la sobrevaloración como norma
Autor: Juan Antonio González Fuentes - Lecturas[5850] Comentarios[0]
La muerte del director de cine Robert Altman, me recuerda lo sobrevaloradas que están algunas carreras, y el desconocimiento del auténtico gran cine que dichos prestigios enmascaran.

www.ojosdepapel.com

Juan Antonio González Fuentes

Al Robert Altman que contaba ya con 45 años de edad, le cambió la vida en 1970 la película M.A.S.H., una sátira de la guerra de Corea que tiene como trasfondo la de Vietnam, y que a mí, en particular, no me ha gustado jamás de los jamases.

El éxito de crítica y de taquilla le permitieron salir, por fin, del oscuro agujero en el que se encontraba inmerso desde hacía demasiado tiempo: el trabajo rutinario de dirigir series para televisión.

Antes de lograr el inesperado éxito, Altman había conocido, como suele ser habitual en muchos directores del cine norteamericano, una variopinta suerte de oficios, desde piloto de bombardeo en Borneo durante la Segunda Guerra Mundial, a escritor de historias para la productora RKO en California, pasando por los trabajos de director de anuncios publicitarios, director de episodios de series para televisión, y director también de dos o tres largometrajes que pasaron con más pena que gloria.

El fabuloso éxito de M.A.S.H. (por la que por vez primera fue nominado al Oscar al mejor director) hizo que durante una etapa de su vida pudiera dirigir a su entero gusto las historias que le apetecían, rodándolas con un estilo propio con la cámara en continuo movimiento. Así, durante toda la década de los setenta del siglo pasado, rueda más de una decena de películas muy variadas: comedias, western, policiacos, dramas..., que sin ser ninguna de ellas memorables, sí le sirven a su director para desarrollar una carrera de autor en la que suele darle la vuelta a los géneros tradicionales del cine norteamericano, apoyándose en sus mejores logros en un equipo de técnicos y actores con los que filma sus mejores trabajos: el musical Nashville (1975) (nueva nominación al Oscar como director), el western teatral Búfalo Bill y los indios(1976), la comedia Un día de boda (1978), y dentro de la ciencia ficción, Quinteto (1978).

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Robert Altman

Durante esta etapa las cosas no le van del todo mal, e incluso puede apoyar como productor las primeras aventuras cinematográficas de algunos de sus colaboradores o ayudantes, por ejemplo, Robert Benton y Alan Rudolph. Pero la suerte se le terminó, y de nuevo conoce el fracaso (por ejemplo con la cara producción Popeye, de 1980), rompe relaciones con varias distribuidoras y debe vender su productora y aparcar todos sus proyectos.

Inicia así un nuevo periodo en su obra, caracterizado por la adaptación de obras teatrales con bajos presupuestos, actores poco conocidos y rodajes muy rápidos. Lleva al cine durante los ochenta obras de teatro de Sam Shepard o el mucho más tarde premio Nobel británico Harold Pinter.

Su obra, a partir de los años 90, presenta de nuevo una notable ambición, y con un prestigio labrado al cabo de décadas de trabajo, logra otra vez adecuadas producciones y actores de renombre, rodando, entre otras, la coproducción europea Van Gogh (1990), El juego de Hollywood (1992) (trabajo por el que otra vez fue nominado al Oscar como mejor director), Vidas cruzadas (1993) (nueva nominación al Oscar), Prê-à-porter, Kansas City, El doctor T y las mujeres, y Gosford Park (2001) (de nuevo nominado al Oscar al mejor director), probablemente el mejor de sus trabajos de su última etapa, en el que lleva a un nivel muy alto una de sus más claras obsesiones como narrador: las historias corales, plagadas de personajes, dotadas de una fortísima carga de ironía, y en donde las interrelaciones entre las personas subrayan el absurdo de las existencias.

Ahora, a los 81 años de edad, casi cuarenta después del éxito que le permitió convertirse en director, ha muerto Robert Altman, un director que en los grandes tiempos del cine norteamericano, no hubiera pasado de ser probablemente un oscuro artesano, a quien se le encargaba sacar adelante los productos de clase b o c de los grandes estudios, pero que en los tiempos de la definitiva decadencia del cine (al menos como se entendió), justo los que él vivió como autor, pasa por ser un director de prestigio y culto. Cinco nominaciones a los Oscar avalan que esto ya no es lo que era, y que hoy vivimos de carreras y prestigios de todo punto sobrevalorados. Nuevo signo de los tiempos que corren, y singular efecto que genera el desconocimiento perfecto y absoluto del gran cine. I'm sorry.

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NOTA: En el blog titulado El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente .


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