Magnético de
principio a fin, este ejercicio documental de los octogenarios hermanos Taviani
deja al espectador sin aliento y con el vello de punta. La mirada del espectador
cambiará a lo largo del exiguo metraje, – apenas 76 minutos, – en el que la
escena inicial acaba siendo también la final. Seis meses antes, en blanco y
negro, vemos cómo comienza el taller de teatro que tiene lugar en la cárcel con
la elección de los actores, unos presos que mayoritariamente cumplen cadena
perpetua por diversos crímenes y pertenencia a la Mafia, la Camorra o la
’Ndrangheta. Los dilemas morales, la conspiración, la traición, la ambición, la
venganza, el poder, la manipulación, el honor y el crimen de los que trata la
obra no les serán totalmente desconocidos. Y se construyen como actores a lo
largo de los ensayos en la prisión, que se convierte en un escenario total
- galerías, celdas, patio y biblioteca -, confundiéndose con sus personajes,
volviendo difusos los límites de la realidad y la ficción, incluso en los odios
y enfrentamientos entre ellos. La calle está en el texto, un texto que se
transforma con los distintos dialectos haciendo de la obra, una obra popular
italiana.
La
conspiración contra César en el año 44 a.C. por Bruto y otros senadores debido
al creciente convencimiento de que el cónsul y emperador intenta convertir
la república romana en una monarquía hereditaria bajo su poder, su asesinato en
el Capitolio (Senado) y la derrota de los homicidas en la batalla de Philippi, centran la trama de
Shakespeare, que los Taviani llevan a la cárcel de Rebibbia persiguiendo la idea
del poder liberador del arte. Desde los preparativos, con la elección de los
actores entre los inquilinos del ala de máxima seguridad, pasando por la lectura
del texto, su estudio y entendimiento, y los meses de ensayos hasta la
representación final, los presos encontrarán a lo largo de todo el proceso la
libertad que, en su mayoría, nunca habían llegado a disfrutar en las calles, y
la intensidad con la que cada uno de ellos vivirá el teatro dejando atrás
rencillas y violencia.
En la escena
final, uno de los protagonistas, una vez la representación acabada, vuelve a
verse encerrado en su celda, y se dirige a los espectadores con unas palabras
aterradoras que confirman lo que se ha ido construyendo a lo largo de esos seis
meses de arduo trabajo: “Desde que he conocido el teatro, mi celda se ha
convertido en una cárcel”.
César
debe morir se llevó
merecidamente el Oso de Oro a la mejor película en el Festival de Berlín 2012.
Es simplemente espléndida.
Tráiler de la
película César debe morir, dirigida por los hermanos Paolo y Vittorio
Taviani (vídeo colgado en YouTube por
traileryestrenos)