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Tormas Alfredson: <i>El topo</i> (2011)

Tormas Alfredson: El topo (2011)

    GÉNERO
Cine

    TEMA
Crítica de la película El topo, de Tormas Alfredson (por Carlos Abascal Peiró)

    TÍTULO ORIGINAL
Tinker, tailor, soldier, spy

    OTROS DATOS
Países: Reino Unido, Francia y Alemania. Año: 2011. Duración: 127 minutos. Género: Thriller. Reparto: Gary Oldman (George Smiley), Colin Firth (Bill Haydon), Tom Hardy (Ricki Tarr), John Hurt (Control), Mark Strong (Jim Prideaux), Benedict Cumberbatch (Peter Guillam). Guion: Bridget O’Connor y Peter Straughan, basado en la novela homónima de John le Carré. Producción: T. Bevan, E. Fellner y R. Slovo. Música: A. Iglesias. Fotografía: Hoyte van Hoytema. Montaje: D. Jonsäter. Vestuario: J. Durran



Carlos Abascal Peiró es especialista en cine y televisión (dirección Twitter: @cabpeiro)

Carlos Abascal Peiró es especialista en cine y televisión (dirección Twitter: @cabpeiro)














Magazine/Cine y otras artes
Aquí, Smiley: El topo de Tomas Alfredson
Por Carlos Abascal Peiró, jueves, 1 de marzo de 2012
Sammy Davis Jr. cantaba al Second Best Secret Agent in the Whole Wide World, o el segundo top para un podio planetario de agentes secretos. El film de Alfredson recupera la iconografía del espionaje para una estupenda versión del inolvidable relato de Le Carré y aquel tipo que jamás reclamó el primer puesto, George Smiley. Y les habíamos echado tanto de menos.


Wikileaks apartaría sin dudarlo cualquier cable que llevase la firma de Smiley, George Smiley. Y George Smiley, si se me permite apostar, habría procurado el mismo afecto a los chicos de Assange. Es verdad que hoy -todo sea dicho- no sopla viento de popa para el servicio secreto como institución (como concepto) y, en estas, la geopolítica de cancillería, burdamente desmitificada en el fango de la red, rastrea su completo menú de acertijos bajo algún servidor corsario. A Smiley -y por alusiones al ‘Circus’, es decir, el MI6 (Servicio de Inteligencia Británico)- estos días de sabotaje diplomático y desamparo del oficio, habida cuenta de su intachable entrega al espionaje, no le harían ninguna maldita gracia. Nos hacemos cargo. Tal vez debido a ello, entre otros motivos, el sueco Tomas Alfredson haya recuperado con tanto acierto a la criatura de John le Carré (Dorset, Reino Unido, 1931) para su último film, El Topo (Tinker, Taylor, Soldier, Spy, 2011). De modo que -otra vez, por fin- ‘Britannia, rule the waves.

Los espías (re)surgen del frío

Voy con las presentaciones. Traicionado por casi todos, Smiley, ese cerebro extraordinario envuelto en un físico ciertamente ordinario, fundó su club de amigos allá por la enfriada década de los sesenta mediante las cinco disfrutables novelas (y, tangencialmente, otras tantas) que, de forma sucesiva, le adjudicó su creador. Le Carré, que marcaba y marca cotización de altos vuelos en la literatura low-cost (como en la otra), puede presumir de licencia, junto a Graham Greene y algún que otro tarado, para cobrar rentas por lo más florido según los códigos del género de espías. Sí, eso es, condenadamente bien: socorrer al best-seller. Aunque no haga falta.

Y aquí, amigos, entra Smiley, el eterno secundario, un antihéroe de espíritu gregario cultivado entre los parterres de Oxford, desde -más tarde- los sónares de la IIGM, y dotado de un revoltoso lastre sentimental llamado Lady Ann Sercomb -la chica a la que miraban todos y (lástima) se casó contigo. Dueño de una memoria endiablada capaz de trastocar el tablero europeo en un par de chispazos, él, gris (ya está, lo he dicho) Smiley, el hombre del ‘Circus’, el patriota y, por cierto, el religioso lector de poesía barroca germana. Porque George era terrenal, peinaba canas, jadeaba en las rampas y nunca, al contrario que el impávido Bond, podría ligar con una bella moscovita en el curso de un carrusel de naipes. ¿Cómo? Ya: Fleming, Ian Fleming, y su -discúlpenme la gracia- flema torie.

Los nombres de Smiley

Si el antiguo diplomático David John Moore Cornwell (aka John le Carré: nombre de guerra, ya saben) estaba al corriente, en fin, de qué escribía, Alfredson no ha perdido el tiempo. Desde luego. El que fuera responsable de aquella inesperada joya vampírica, Déjame entrar (Låt den rätte komma in, 2008), filma aquí con un pulso decididamente clásico, muy consciente de las líneas maestras del género, del output Smiley: a partir del texto original de le Carré (El topo, 1974) hacia la adaptación que la BBC produjo en 1979, cuando Alec Guinnes era Smiley, y Smiley Alec Guinnes. Pero es ahora el siempre sólido Gary Oldman quien interpreta a nuestro espía, y le flanquea un reparto -claro- muy british, de maneras BBC y sello gentleman, escurridizo: soldados de inercia para un tiempo desvencijado. Y tan, tan espléndidamente narrado por Alfredson, cuya dirección ha logrado instalar la milimétrica narrativa de le Carré -azotada por orificios, desagües imprevistos- sobre el negativo, aunque en ocasiones -aviso- convenga consultar la butaca contigua para confirmar las pistas. Así que el Circus y London y las heladas afueras de la Europa quebrada cobran vida bajo la sombría (y atinadísima) fotografía de Hoyte van Hoytema, los compases de nuestro Alberto Iglesias, que carbura etapas -otra vez será, cada vez más cerca- para llevarse la estatuilla dorada. No hay, pues, pega posible.

Acordes para una clausura. Y cuando pensábamos que todo -o nada- estaba cerrado, topos y enigmas resueltos, va otro Iglesias, Julio Iglesias, y versiona a Trenet para un cover inmenso del legendario tema La mer. Audacia y genialidad de Alfredson y, al otro lado, nosotros, mientras confesamos que -luego del cine, regresen o no los espías del frío- sólo querremos volver. Cuanto antes.



Tráiler subtitulado de la película El topo, de Thomas Alfredson (vídeo colgado en YouTube por cinescondite1)
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