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Viviana Fernandez Garcia (foto de Jesús Matínez)

Viviana Fernandez Garcia (foto de Jesús Matínez)

    AUTORA
Viviana Fernández García

    LUGAR Y FECHA DE NACIMIENTO
Lugo (España), 1980

    BREVE CURRICULUM
Estudió periodismo en la Universidad San Pablo CEU y traducción en la Universidad Pontificia de Comillas-ICADE, en la que se especializó en interpretación. También obtuvo el título de traductor jurado (inglés-español). En 2006 se mudó a Haití, donde fue consultora de comunicación en UNICEF e impartió clases de poesía española del siglo XX en la Universidad de Haití. Vive en Luxemburgo. Trabaja para la Embajada de España ante la UE y cursa un máster en marketing digital en el Instituto de Empresa




Opinión/Entrevista
Entrevista a Viviana Fernández, autora de Taradas
Por Jesús Martínez, lunes, 1 de noviembre de 2010
Deshabitado y verde

Deshabitado y verde. “Este es un libro que no es símbolo de nada y que no ha pretendido hacer bandera de la condición de mujer.” Clara y azul. Viviana Fernández (Villalba, Lugo, 1980), mujer de intervalos musicales, llora en pocas ocasiones, y cuando llora, crece el nivel del mar, de lo desconsolada y huérfana que queda. Siendo improbable y dudoso su gemido, esta escritora en ciernes ha hecho de la necesidad, virtud, y se ha puesto a escribir como se podía haber puesto a comer, dos obligaciones que ha agrupado para saldarlas como una sola deuda. Viviana Fernández publica Taradas (Ediciones Carena, 2010), el relato de cuatro chicas que quieren ser lo que no son y que viven, ríen, sueñan y hacen el amor.
“Los personajes de la novela no son prototipos, pero sí que poseen los rasgos de amigas que he conocido. Existen mujeres desinhibidas y depredadoras como Esther, y algunas que consumen droga, como Virginia”, relata la autora, con las uñas de azul cobalto, los labios de rojo Shanghái, la cinta en el pelo de caída libre y los zapatos con tacón de aguja hipodérmica, tan altos, tan altos, tan altos, que se pasean por el cielo provocando a los arcángeles. “Sus frivolidades pertenecen a caracteres que conozco. Me puede parecer exagerado, pero no ciencia ficción.”

Las cuatro actrices principales de Taradas (Ediciones Carena, 2010) son Esther, Virginia, Carla y Silvia.

Podríamos decir de Esther que se esfuerza por dar una imagen que no le corresponde, porque pierde la fuerza por la boca. Podríamos decir de ella que es lo suficientemente taimada como para hacer el papel de Elsa Pataky en DiDi. Podríamos decir de ella que miente. Escarpada y magenta.

Podríamos decir de Virginia que le afectan más de lo que cree los rumores malintencionados. Podríamos decir de ella lo que predijo Oscar Wilde en El alma del hombre bajo el socialismo: “Toda autoridad es degradante”. Podríamos decir que se esconde. Pastora y violeta.

Podríamos decir de Carla que, en el fondo, tiene más cosas en común con Madame Bovary, “la mujer histriónica de Flaubert”, que con cualquiera de los roles a los que se acaba relegando a la mujer: “o virgen o casquivana”. Podríamos decir que tiene el corazón roto, pero sería decir mucho. Vital y mora.

Podríamos decir de Silvia que es como es porque no consiente que los demás le digan qué tiene que ser o qué tiene que ponerse, o qué tiene que pensar o a qué ha de atenerse. Podríamos decir de Silvia que, pese a sus problemas, es la más libre de todas. Penetrante y artanita.

Viviana Fernández es un cruce de Virginia con Esther, y al igual que la diosa Hera, hermana y esposa de Zeus, sus hijas son sus propias madres, que tejen estofas de seda: Carla y Silvia. Leída y versada en el gay saber de la literatura (“sigo a Nabokov, Márai y Valle-Inclán”), como Machado, ha ido y viniendo por el mundo ligera de equipaje (cursó tercero de bachillerato en Inglaterra; el COU, en Madrid; estuvo de Erasmus en Holanda y Suiza; y dos años en Haití, como consultora de Unicef, un país “en manos de cinco familias de cuarterones y mulatos, de políticos previsiblemente corruptos”; vive desde el 2008 en Luxemburgo, el destino de Manuel, su marido, diplomático, al que le acaban de ofrecer un nuevo destino, Ginebra).

“Esta novela la escribí en Haití, donde vivía como en una burbuja, un Gran Hermano. La idea era, en un país de extrema miseria, ofrecer una cara fresca de la juventud, y mostrar a las mujeres ambiciosas que no quieren ser floreros. Mi próxima novela se titula La vida insignificante, sobre una treintañera que supera una depresión en un país al que acaba de llegar. Mis protagonistas son mujeres, relego a los hombres a los papeles secundarios.”

Viviana Fernández, escritora que coadyuva el fortalecimiento de los cinco sentidos, tiene por autor fetiche a un hombre que murió y vivió con la misma austeridad: Paco Umbral. “Creo que Mortal y rosa es lo mejor que se ha escrito de la literatura española contemporánea.” Mortal y rosa.

Canción y cuna.
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