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Fernando de Villena: <i>La hiedra y el mármol</i> (Ediciones Carena, 2010)

Fernando de Villena: La hiedra y el mármol (Ediciones Carena, 2010)

    AUTOR
Fernando de Villena

    LUGAR Y FECHA DE NACIMIENTO
Granada (España), 1956

    BREVE CURRICULUM
Profesor de Literatura, ha dedicado obras al estudio de la producción literaria en el Siglo de Oro y en el siglo XX. Entre sus 15 títulos de narrativa, sobresalen El hombre que delató a Lorca; Sueño y destino; Iguazú y El testigo de los tiempos. Como poeta ha desarrollado una extensa producción en la que destacan los volúmenes Poesía 1980-1990; Poesía 1990-2000; Los siete libros del Mediterráneo; Conticinio; Por el punzón oscuro y La década sombría



Fernando de Villena (foto procedente de www.edicionesevohe.com)

Fernando de Villena (foto procedente de www.edicionesevohe.com)


Creación/Creación
Fernando de Villena: La hiedra y el mármol (Ediciones Carena, 2010)
Por Fernando de Villena, lunes, 1 de marzo de 2010
He aquí un nuevo libro de Fernando de Villena, La hiedra y el mármol (Ediciones Carena, 2010), en el que, junto a numerosos poemas dedicados a la búsqueda de la belleza y del misterio, como los que recrean los meses del año, aparecen otros más reflexivos. En ellos late una melancolía ante el paso de las horas y también, en ocasiones, una fuerte denuncia ante los horrores y desigualdades de este mundo. Poemas en versos blancos, canciones tradicionales, elegantes sonetos... El poeta maneja con maestría todos los metros, y a todos los textos los unifica su singular estilo: el empleo audaz e inesperado de la metáfora, el simbolismo, la musicalidad y el hondo sentimiento elegíaco.

ENERO

Hoy la acequia no corre en raudas eses
ni en las ramas las aves ni en barandas
exponen a los cielos sus demandas.
Calla el jardín por cuanto habló otros meses.

Los humildes naranjos, por arneses,
visten ahora unas sutiles randas,
los setos de arrayán son blancas bandas
y fantasmas simulan los cipreses.

Entre nubes que forman gris cortina,
como escuadra que llega por sorpresa,
su bandera de luz el sol atreve.

Y de frente, dormida en la colina,
doncella bajo sábana holandesa,
ves la Alhambra cubierta por la nieve.


FEBRERO

Pone el viento en los cielos oleaje,
gatea por tejados y persianas,
convierte a las palmeras en gitanas
y opone a los cipreses su coraje.

Teme el jardín su galopar salvaje
que amenaza las puertas y ventanas,
que trastorna veletas y campanas
y al estanque lo cubre de ramaje.

Más allá del tapial enjalbegado
esparce los aromas amarillos
de la alegre y monástica mimosa

y, en la gran chimenea encarcelado,
ruge sin tregua por romper sus grillos
como espectro que vuelve de su fosa.


MARZO

¡Alegre florecer de los frutales
cortejados de insectos y zumbidos,
fiesta efímera, en fin, de los sentidos
o prodigio de luces vegetales!

Aunque muestra la sierra sus puntales
todavía de nieve revestidos,
como nubios ejércitos vencidos
se alejan los fantasmas invernales.

A decenas se ven, astros o esferas,
las macetas jugando a cuatro esquinas
en torno del estanque silencioso.

Se demora la tarde en las vidrieras
con balsámico aroma de glicinas
y el jardín se dispone ya al reposo.


ABRIL

Llueve sobre el jardín y se deshoja
la primera celinda de este año,
y es el cielo un solemne desengaño
o un anciano barbado que se enoja.

Pero al fin se le aleja la congoja,
pero al fin no se muestra tan huraño:
De este lado ya extiende un azul paño
y descubre de aquél la tarde roja.

Brilla el agua en los cálices abiertos;
se oye el son de las gotas en las ramas;
huele a tierra mojada y vida nueva...

Y los fríos pasados son inciertos,
y el verde ofrece profusión de gamas,
y es hermoso el jardín llueva o no llueva.


MAYO

Ya el tiempo gris ante el azul fracasa
y el jardín, que conoce su hermosura,
ya la tapia escalar, ágil, procura
para asalto y regalo de quien pasa.

Galeón cada tarde ya se atrasa
con sus velas doradas sin usura
y en el aire se enciende una locura
de celindas en pie y rosas sin tasa.

Ya el dios Amor reparte galardones,
ya lo aclaman las aves con sus trinos
y la acequia lo anuncia en sus confines.

Triunfa la vida con sus ricos dones;
mayo enlaza colores y destinos…
¡Primera comunión de los jardines!


JUNIO

Gratas las noches son, largos los días
y el jardín ya se inclina hacia la alberca
donde suena un runrún de mosca terca
y de avispas que atacan tal arpías.

Desde la torre donde están sus crías,
la paloma torcaz baja y se acerca
ajena al gato que la acecha y cerca
oculto entre las hiedras más sombrías.

Un raro viento que semeja fuego
llega, sacude las quemadas rosas
y empuja la cancela ya orinienta.

Cambia la luz en un instante y luego
cubren el cielo bestias espantosas:
negras nubes que anuncian la tormenta.


JULIO

Sobre el alfil ciprés que es llama enhiesta,
sobre la hiedra que el gran muro escala
y sobre la palmera, que es bengala,
julio reparte su sopor de siesta.

Un zumbido de insectos pone fiesta
en la paz del jardín y nos señala
que oculto está el enjambre tras la gala
y aún le queda al buen sol para la puesta.

Serena el agua del estanque y clara,
mil delicias promete a quien la mira
y otros tantos secretos cela avara.

¡Tangible eternidad, dulce mentira…!
Ni la araña en sus víctimas repara
ni la veleta en el tejado gira.


AGOSTO

¿Cómo destilará Naturaleza
un aroma tan fuerte y delicado,
un resumen tan puro y acabado
de lo que es el verano y su belleza?

No bien sobre el jardín la noche empieza
a extender su fulgente artesonado
ya la imita el jazmín y, constelado,
cielo ofrece sin luna por rareza.

Grietas semejan en la cal celeste
verdes salamanquesas a la caza
del insecto infeliz menos sensato.

Del grillo se oye el son –músico agreste-;
es cíclope el farol, sin amenaza,
y rey sobre el tejado un pardo gato.


SEPTIEMBRE

Encarnada sazón de los granados
bajo un cielo que anuncia la tormenta
y una palmera que al ciprés se enfrenta
y contempla triunfante los tejados;

aromas de dompedros constelados
tras la cancela antigua y orinienta
y un silencio de estatuas que nos cuenta
como caen los frutos sazonados…

El jardín ya es más íntimo y la tarde
se detiene en la esfera del membrillo
mientras huyen las nubes a la sierra.

Arde un último instante, fulge y arde
el estanque y, después que cesa el brillo,
se estremecen las aves y la tierra.


OCTUBRE

Rojo el peral, los crisantemos rojos
tal si hubiera el crepúsculo querido
que este mes el jardín luzca un vestido
hilado con sus íntimos despojos.

Corre el agua, recreo de los ojos,
serpentina de brillo y de sonido,
mientras tejen los pájaros su nido
temiendo del invierno los enojos.

Sobre la acequia, que dichosa corre,
caen los caquis en sazón, dorados,
y una estrella primera de diamante.

Ya las sombras asaltan la gran torre;
los murciélagos dejan los tejados
y se enciende un farol titubeante.


NOVIEMBRE

Con lentitud sagrada y ondulante
van cayendo las hojas amarillas
como vidas rotundas y sencillas
que a la tierra buscaran por amante.

En la alberca dormida e inquietante
otras ponen efímeras anillas
mientras trepan las rojas bouganvillas
por el muro de adobe vacilante.

Hay un júbilo alado de jilgueros
que los frutos apuran del otoño
en los caquis, la parra y el madroño.

Y en un cielo con ínsulas y esteros
el sonido tenaz de las campanas
nos recuerda otras tardes ya lejanas.


DICIEMBRE

Los amarillos últimos del huerto
nos evocan el hálito silente
de quien tiene su fin por hecho cierto
y en el lecho agoniza suavemente.

Tan sólo el macasar su flor ha abierto
junto al rincón donde con voz doliente
la soledad de Pan, su desconcierto,
susurra sin cesar la humilde fuente.

Va quedando prendida en la enramada
como roja camisa desgarrada
la luz final y en las vidrieras arde.

Y las aves avisan a los cielos
con locura de trinos y de vuelos
la inminente derrota de la tarde.



Nota de la Redacción: agradecemos a Ediciones Carena en la persona de su director, José Membrive, la gentileza por permitir la publicación de este fragmento del poemario de Fernando de Villena: La hiedra y el mármol (Ediciones Carena, 2010).
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