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Paul Roberts: <i>El hambre que viene. La crisis alimentaria y sus consecuencias</i> (Ediciones B, 2009)

Paul Roberts: El hambre que viene. La crisis alimentaria y sus consecuencias (Ediciones B, 2009)

    TÍTULO
El hambre que viene. La crisis alimentaria y sus consecuencias

    AUTOR
Paul Roberts

    EDITORIAL
Ediciones B

    TRADUCCCION
Gotzone Pérez

    OTROS DATOS
Barcelona, 2009. 620 páginas. 20 €




Reseñas de libros/No ficción
Paul Roberts: El hambre que viene. La crisis alimentaria y sus consecuencias (Ediciones B, 2009)
Por Bernabé Sarabia, jueves, 3 de septiembre de 2009
La tesis que sostiene el periodista y colaborador habitual de distintos periódicos norteamericanos de referencia, Paul Roberts en El hambre que viene. La crisis alimentaria y sus consecuencias es inquietante: hemos alcanzado una situación en la que a la industria de la alimentación se le ha escapado el control sanitario de los alimentos. La producción y distribución de carne constituiría el cogollo del problema. Ambos procesos conformarían un conjunto de situaciones en las que distintos tipos de virus encontrarían un excelente hábitat para su desarrollo. Entre dichos microorganismos se encontraría el que está causando la actual epidemia de gripe A, el virus H1N1, el de la gripe aviar, H5N1, menos contagioso pero mucho más grave, y otros muchos dispuestos a expandirse en cualquier momento.
Nos encontramos para el autor de El hambre que viene con una situación paradójica. Se ha logrado un sistema de producción de alimentos de una eficacia nunca vista en la historia de la humanidad. Sin embargo, el mismo éxito de las grandes cadenas de suministros que conforman la base del supermercado mundial capaz de poner al alcance del consumidor todo tipo de frutas, verduras, pescados y carnes, ha creado nuevos patógenos alimentarios. A los ya citados en el párrafo anterior vienen a sumarse los ya muy extendidos: el E. Coli y la salmonela.

Para llegar a su tesis central, El hambre que viene comienza planteando la historia de la alimentación, un relato que muestra cómo a mediados del siglo XX la industria alimentaria se convirtió en un éxito sin precedentes. La acumulación de esfuerzo y sabiduría del ser humano acabó con las hambrunas periódicas, y a finales del pasado siglo fue capaz de producir más alimentos que nunca a un precio asequible para la mayoría y con un nivel de variedad, seguridad y comodidad excepcional. Sin embargo, esta “edad de oro” camina, en opinión de Roberts, hacia una crisis que podría tener graves consecuencias.

La comida se consideró un objeto industrial más sometido a las leyes del mercado y a la lógica de la producción en un mundo globalizado

Las empresas del sector alimentario, movidas por su afán de lucro y su ansia de beneficios ilimitados, habrían sometido a los alimentos a las necesidades de la producción a gran escala, sin tener en cuenta la delicadeza que debería caracterizar a todo aquello destinado a convertirse en nutriente del ser humano. La comida se consideró un objeto industrial más sometido a las leyes del mercado y a la lógica de la producción en un mundo globalizado.

Esta necesidad de producción a nivel global ha supuesto según Roberts la utilización desmedida de abonos y de pesticidas en el cultivo de vegetales. En el caso de los animales destinados a convertirse en alimento, los antibióticos se habrían convertido en un elemento más del proceso de cría y engorde. Llegados ya al proceso de distribución, entran en juego los conservantes, aromatizantes y un sinfín de substancias químicas claramente dañinas para la salud de las personas.

A este panorama cargado de pesimismo añade Roberts una consideración de carácter ético: la penosa degradación de las condiciones de vida de los animales destinados a la producción alimentaria. En distintos momentos de su obra presenta el trato que reciben las aves –también otros animales- en las granjas de cría y engorde, y lo cierto es que pone los pelos de punta a cualquier lector de sensibilidad normalita.

No se escapan del análisis de Roberts los desafíos que hoy plantean los alimentos biológicos y los transgénicos. En su opinión, es insostenible mantener como hasta ahora una economía de la alimentación basada sobre todo en los productos cárnicos

Tras la minuciosa y entretenida revisión de la economía de la alimentación y sus vicisitudes a lo largo del tiempo llevada a cabo por Roberts, el lector se encuentra con el análisis de las prácticas de negocio de algunas de las grandes multinacionales. De este modo las actividades de Nestlé, la mayor empresa alimentaria mundial, son revisadas y se arroja luz sobre la relación de los minoristas con las grandes cadenas de distribución. En estas páginas se evidencia algo que por ya sabido no deja de ser terrible: el productor trabaja en condiciones cada vez más duras al tiempo que su sometimiento a las grandes multinacionales aumenta.

En la última parte del presente volumen se examinan los factores que requieren un cambio inmediato. Roberts desgrana los problemas derivados de la contaminación, la escasez de agua o la carestía de la energía. No se escapan a este análisis los desafíos que hoy plantean los alimentos biológicos y los transgénicos. En su opinión, es insostenible mantener como hasta ahora una economía de la alimentación basada sobre todo en los productos cárnicos. Recuerda que la FAO ha señalado al sector pecuario como responsable de casi el 20% de las emisiones de efecto invernadero provocadas por el ser humano. Sin embargo, modificar las pautas del negocio de la alimentación no es tarea ni fácil ni algo que pueda hacerse sin contar con Estados Unidos, la gran potencia alimentaria desde mediados del siglo XIX. En el año 2012 se renovará el programa agrario y quizá sea posible introducir cambios que racionalicen una industria en manos de unos pocos.

Esta panorámica de conjunto de la economía actual de la alimentación y de sus problemas proporciona al consumidor una visión crítica y reflexiva muy de agradecer. El lector obeso, el comedor compulsivo de carne o de snacks –chuches de todo tipo- queda avisado. En realidad es un blanco fácil. Lo que no queda tan claro es cómo se defiende el ciudadano que come fuera porque no le queda otro remedio y que de vuelta a casa debe comprar la cena en el supermercado más próximo. ¿Cómo se protege ese consumidor del virus de la nueva gripe A o, más aún, de la posibilidad apuntada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) de que dicho virus se mezcle con el de la gripe aviar? Para Roberts, volvamos a insistir, lo inmediato es vigilar la industria cárnica. Supervisar las granjas de patos asiáticas o las explotaciones de cerdos mexicanos no parece tarea fácil. En todo caso, después de leer estas páginas las bandejas de pechugas de pollo deshuesadas y sin piel se contemplan de otro modo. Con menos tranquilidad. Como señala Michael Pollan en su más que interesante libro El detective en el mercado, cada vez se hace más evidente la necesidad de intervenir en nuestra propia alimentación y exigir a las distintas administraciones un control que en realidad debe empezar por nuestras propias despensas y neveras.
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