“A los 19 años me fui a Valencia. En principio, para trabajar en una
hidroeléctrica, pero me junté con unos chamanes de Bolivia que profesaban el
culto a la naturaleza como forma sagrada, y me fui con ellos.” Para dar
respuesta a sus preguntas, para exponer las respuestas de las carreteras
transversales que han recorrido los sentimientos en el espacio que duró su viaje
iniciático sin salir de España, José Luis Villar ha escrito dos libros de
autoayuda, siendo el segundo la continuación del primero: Mensaje desde el
silencio y La voz del alma. Editados por la Caja Rural de Jaén y
Ediciones Carena, respectivamente, y con fotografías de la sierra de Cazorla
tomadas por su autor, en ellos se descorchan las experiencias espirituales, los
aforismos del placer y las rayuelas de los ríos revueltos por las tragedias que
cada uno, en su inaccesibilidad, sufre a su modo en una procesión que va por
dentro. José Luis está trabajando en su tercera obra, que completará una
trilogía que él ha llamado Senderos del corazón.
“He leído al
Dalai Lama y a los lamaístas; he leído la filosofía zen y a los zenistas,
con su profundización meditativa; he leído el hinduismo y a los hinduistas; he
leído las Cartas morales a Lucilio, de Séneca; he leído A sí
mismo, de Marco Aurelio (“sólo se pierde el presente, ya que es lo
único que se tiene); he leído sobre ambientaciones y comunas; he leído a
Rabindranath Tagore y su reforma cultural, y a Khalil Gibran y sus
jardines de frases, poetas que te elevan y que buscan el equilibrio interior…
Pero me faltaba algo, y en ninguna obra de la literatura universal hallaba la
inspiración. Pensaba que esa no era mi trinchera. Por eso escribí estos libros,
para volver a mí, para darme ánimos, para aclararme.”
Aquello por lo que
José Luis se interrogaba tenía mucho que ver con las lapidaciones mentales de
los meditadores jesuitas, puesto que de sus reflexiones se desprendían más cabos
sueltos que apéndices cerrados con un punto final: “Me preguntaba por qué
estamos aquí. Mi mente nunca se ha conformado con lo que nos han contado. Mi
inspiración es la naturaleza. La inteligencia y la sabiduría de la naturaleza es
la evolución. No lo llamo Dios, lo llamo vida”.
Se preguntaba sobre lo
mismo a lo que Epicuro, Zoroastro y Siniestro Total han intentado
dar respuesta, valiéndose del estilete de la benevolencia:
¿Qué son, en
realidad, los pensamientos? ¿Qué nos alienta? ¿Qué nos infunde ánimo? ¿Qué da
color a nuestras vidas? ¿Cuál es la ilusión duradera? ¿De dónde surge el amor?
¿De dónde la compasión? ¿Por qué estamos unidos? ¿Por qué sufrimos al ver
sufrir?
“En el día a día, te llenas de tantas cosas, que te alejas de
todo, que te apartas de la naturaleza, la madre.”
¿Quién dirige nuestras
vidas? ¿Qué energía florece en el alma y se expresa en la mirada? ¿Quiénes son
nuestros hermanos?
“La escritura de Mensaje desde el silencio
y La voz del alma va dirigida al corazón —el motor que mueve la rueda
que hace que te ilusiones y te motives—, pasando por la mente, el timón. No son
pajas mentales.”
¿Quiénes son nuestros maestros? ¿Es la luz la principal
energía?
A José Luis Villar le ha sorprendido el éxito, y sabe
relativizar la fama mediática (“en el pueblo los paisanos me paran por la calle.
Me llaman El Poeta”) con un tirón de orejas a quienes mueven los hilos en las
altas esferas. “La crisis financiera actual es el dedo que nos señala el camino.
Toda ascensión supone una fuerza. Por lo tanto, la sociedad ha de cambiar para
mejor. Hay gente que aún no sabe cómo afrontar este reto, pero con sus fallos,
sus errores y sus debilidades, que son mis fallos, mis errores y mis
debilidades, se puede recorrer este camino.”
¿Es el amor el que mueve a
la luz? ¿Surgió la comprensión del sufrimiento? ¿Por qué no valoramos lo que
tenemos hasta que lo perdemos?
Su mujer, su apoyo
Un
hombre vivía con una mujer que no se interesaba por la posición de los planetas
y su connivencia con el signo zodiacal, sino por la existencia de otros seres
inteligentes más allá de nuestra anodina galaxia sideral. “Fue ella quien me
insistió para que editara, y me calentó la cabeza: ‘Esto no puede quedarse en la
mesita de noche’, me repetía.”
Con esa mujer se casa este mayo. Será una
ceremonia civil en una capilla situada en la pineda de Cerro Puerta, en Jaén.
“Respeto el cristianismo, como cualquier otra religión, las cuales, en esencia,
vienen a ser lo mismo, aunque con diferentes formas. Para mí, las religiones son
muletas. Y eso que he sido bautizado. Mi padre me apoya. En mi filosofía nadie
enseña nada a nadie: cada uno reconoce en su interior lo que es verdad o
mentira, lo que le sirve o lo que le deja de servir.”
¿Por qué los
recuerdos llegan a oprimir tanto un corazón?
La ideología de la
naturaleza de José Luis Villar, el policía justo, respetuoso y bueno, ha
sepultado a los adivinos andinos con quienes se fue de acampada a las plazas
mayores de las aldeas sin placa: “Yo creo que la gente quiere seguir, cada uno,
su propia tendencia. Ya no valen los patrones de antes, los grupos homogéneos en
los que no se convence ni se comparte. Cada uno quiere descubrir su propia
verdad, lo que, por otro lado, es perfecto. La gente ya no quiere seguir a los
líderes de antes. Hay una sensación de falsa unidad en muchas creencias, y, por
supuesto, si se basan en el rechazo del otro, del diferente, fallan
estrepitosamente”.
Mi conversación con José Luis Villar evidencia lo
anterior.
—¿Qué son los pensamientos, que no me lo has
dicho?
—Los pensamientos alimentan los deseos, engañan con artimañas y
se disfrazan con velos y astucias, escondiendo la verdad que subyace debajo de
cada intención.
—¿Qué hago cuando quiero cambiar de aires y
mandarlo todo a paseo?
—Cuando una persona quiere andar, deja las
maletas.
—¿Y si me equivoco?
—Se han de aceptar los
acontecimientos y aprender de ellos. La persona más madura es la que menos se
altera, la más invulnerable.
—¿Lo digo porque el patio laboral
está fatal?
—La mayor libertad del hombre en la vida es la de encajar
aquello que le sucede: los malos momentos, la crisis económica, el fallecimiento
de los amigos…Se trata de vivir hoy, aquí, con esto, con lo que tengo, con lo
que soy hoy y ahora. Mañana, no sé qué será.