
Matteo Garrone, 
con una cámara neorrealista, nos enseña una cara en el rictus de un último 
espasmo, o el miedo atroz cuando una bala se dispara cerca. Porque las balas son 
reales y no hay maquillaje. 
Gomorra es la guerra de clanes enfrentados, 
la venta de drogas en las calles de Secondigliano, un barrio del extrarradio, 
dónde los niños son reclutados a temprana edad para avistar a los 
carabinieri alarmantemente inexistentes, de Don Ciro (Gianfelice 
Imparato) --el correo-- encargado de llevar las pensiones a las viudas, a los 
jubilados o a los familiares de los camorristas en la cárcel, y un largo 
etcétera de un submundo tan peligroso como Irak en la actualidad. 
No 
parece posible pero lo es. El Sistema, o la Camorra como lo llaman periodistas y 
policía, es un estado paralelo sin salida visible, cuya existencia todo el mundo 
conoce y muchos aprovechan sin que ello les quite el sueño. Por falta de 
alternativa a menudo o porque económicamente sale más rentable. En los últimos 
treinta años ha habido 4.000 asesinatos, se mueve medio millón de euros al día y 
parte de los beneficios se han invertido, por ejemplo, en la futura construcción 
del complejo que sustituirá a las Torres Gemelas. 
Franco (Toni 
Servillo), un hombre de negocios, impecablemente vestido, va acompañado de 
Roberto (Carmine Paternostre), un joven con estudios que parece serio y honesto. 
Ambos se ocupan de la 
división dedicada a los residuos tóxicos. La 
industria del rico norte ahorra en costes medio ambientales de manera más o 
menos limpia encargando la desaparición de sus detritus a la Camorra, cuya flota 
de camiones transporta la mercancía hasta los campos de la Campania y del 
Casertano. Totó (Salvatore Abruzzese) tan sólo tiene 12 años y acaba de hacerse 
un hombre al perpetrar una emboscada a una joven viuda, sospechosa de traición, 
que cae abatida por las balas. Marco (Marco Macor) y Piselli (Ciro Petrone) son 
dos jóvenes descerebrados, obsesionados por la imagen romántica de la mafia que 
el cine transmite y por abrirse su propio camino hacia el poder y la riqueza. 
Creen ser más listos que nadie, invencibles, y se atreven a robar armas al 
Sistema hasta que éste, de un perezoso zarpazo, los liquida en una playa. Y 
queda Pasquale (Salvatore Cantalupo), el maestro, un sastre de la industria 
textil de Tersigno, lugar en el que se fabrica en negro por unos pocos cientos 
de euros buena parte de la moda italiana que se vende en las tiendas de lujo. 
Todos malviven aferrándose a la idea de que algún día irán trepando puestos. 
No hay concesiones, sólo realidad. 
Gomorra es una instantánea 
brutal, violenta, de un infierno cotidiano que no parece importarle a nadie 
excepto a Roberto Saviano, que lo denunció hace dos años en su libro homónimo 
cuyo molesto éxito ha traspasado fronteras con las consecuencias por todos 
conocidas. Noquea al espectador y merecidamente fue premiada con el 
Grand 
Prix en Cannes 2008. 
Cuando Roberto finalmente cae en la cuenta del 
veneno que está sembrando a su alrededor y decide darle la espalda a Franco, 
éste le grita con altanería “¡Vete a hacer pizzas y no creas que eres mejor que 
yo!”. ¿Acaso hay esperanza? 
Tráiler de Gomorra, película de Matteo Carrone 
(vídeo colgado en YouTube por keane43)