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Mats Lundahl: Bebo de Cuba. Bebo Valdés y su mundo (RBA Libros, 2008)

Mats Lundahl: Bebo de Cuba. Bebo Valdés y su mundo (RBA Libros, 2008)

    AUTOR
Mats Lundahl

    LUGAR Y FECHA DE NACIMIENTO
Suecia, 1946

    BREVE NOTA BIOGRÁFICA
Es amigo íntimo de Bebo Valdés, a quien conoce desde 1991. Catedrático de Economía del Desarrollo de la Escuela Superior de Ciencias Económicas de Estocolmo (Stockholm School of Economics), Lundahl es especialista en la economía del Caribe, sobre la que ha publicado varios libros



Mats Lundahl

Mats Lundahl


Tribuna/Tribuna libre
Mats Lundahl: Bebo de Cuba. Bebo Valdés y su mundo (RBA Libros, 2008)
Por Mats Lundahl, lunes, 1 de diciembre de 2008
Bebo Valdés nació el 9 de octubre de 1918 en Quivicán, una pequeña población al sur de la capital de Cuba. Estudió en el Conservatorio Municipal y dio sus primeros pasos como arreglista en la radio. La influencia del jazz, una corta pero trascendental estancia en Haití, la oferta de tocar en el mítico Tropicana con las estrellas de la época, el exilio obligado en 1960 tras la revolución cubana, el viaje a Suecia que marcaría su abandono del panorama musical, la grabación de Bebo Rides Again, el encuentro con Fernando Trueba y su éxito con Calle 54, los primeros Grammys, la colaboración con El Cigala en Lágrimas negras, su apoteósico éxito en España junto a su hijo Chucho y El Cigala, la imparable maquinaria de conciertos y giras, el regreso triunfal a Estocolmo, más giras, más discos platino, más Grammys han hecho de este hombre una leyenda. Bebo de Cuba. Bebo Valdés y su mundo, el retrato de un hombre, no sólo repasa su obra y grabaciones apoyándose en quienes le han rodeado, sino que transmite con lujo de detalles la historia de la música popular cubana desde el siglo XIX hasta la actualidad.

Prólogo haitiano

Issa El Saieh es una leyenda. Era el comerciante de arte más conocido de Haití. Prácticamente todas las guías turísticas hacían mención de su Galería Issa, «donde el ambiente es tranquilo, sosegado, nunca pesado […] Issa les va a encantar, o a provocar, con sus opiniones, y no acepta regateo». Allí reinaba el caos entre una multitud de maravillosos cuadros estilo naïf de colorido vivísimo. El techo se desplomó a principios de los setenta y casi cuarenta años después, unos maderos siguen sosteniéndolo de manera provisional.

En los años cuarenta y cincuenta, Issa tenía una big band en Puerto Príncipe. Issa El Saieh et son Orchestre interpretaban una mezcla de música haitiana y afrocubana, sweet y jazz. Issa había estado en Estados Unidos y se había codeado con los grandes personajes de la época del bebop. En su casa podía verse una foto de él junto a Charlie Parker. Issa tocaba el saxo tenor y el clarinete. Había aprendido a hacer arreglos de Eddie Barefield y Budd Johnson, y tomado clases de saxo tenor con Foots Thomas. Era amigo de Don Byas. Había hecho el amor con Ida James, quien había cantado con Erskine Hawkins, y bebido Sneaky Pete con Paul Gonsalves. Issa había pasado un mes en las prisiones de Papa Doc Duvalier denunciado por tres traficantes de armas, que le habían estafado a Papa Doc un cuarto de millón de dólares y necesitaban una cabeza de turco. Graham Greene se había basado en su historia para crear uno de sus personajes de Los comediantes: Hamit, el sirio. Conocí a Issa en 1969, en el Grand Hôtel Oloffson de Puerto Príncipe, el Hotel Trianon de Los comediantes. Nos veríamos varias veces a lo largo de los años, y cuando nos era imposible, manteníamos el contacto por teléfono, si las líneas funcionaban. No hay que olvidar que Issa vivía en Haití.

«¿Cómo le va a Bebo?», preguntó de pronto Issa en una de nuestras conversaciones a principios de los años noventa. «¿Quién carajo es Bebo?», fue mi respuesta. «Bebo Valdés, mi pianista. Es que vive en Suecia.» «¿De verdad? ¿Dónde?» «En Estocolmo.» «Déjame ver la guía telefónica –le dije–. Pero aquí no hay ningún Bebo. Te equivocas.» Sin embargo, Issa insistió. Bebo estaba en Suecia. Y siempre que hablábamos, me preguntaba por él.

El 7 de febrero de 1991, en Estocolmo, vi por casualidad un cartel que anunciaba: «Hot Salsa en Fasching, con la actuación de Bebo Valdés». Esa noche fui a Fasching para intentar dar con Bebo antes del concierto. No tardó mucho en aparecer un mulato de uno noventa de estatura, que entraba con aire despreocupado. «Tú tienes que ser Bebo Valdés», le dije. «Pues sí.» «Es que tenemos un amigo en común.» «¿Quién?» «Issa El Saieh.» «No, Issa no es amigo. Es hermano», contestó Bebo algo solemne.

Issa y Bebo se habían conocido en la década de los cuarenta. Bebo había llegado a Haití a finales de octubre de 1947 para tocar el piano en la orquesta de Issa, y se quedó hasta finales de febrero de 1948. Cuando logré localizar a Bebo, Issa y él no se habían visto desde hacía veinte años. Issa vino a Suecia en 1993 por la fiesta de San Juan. Daba clara muestra de nerviosismo ante el reencuentro con su viejo amigo. «Tienes que venir. Yo no hablo español y Bebo no sabe mucho inglés.» «Pero, entonces, ¿cómo se comunicaban antes?» «Con la música.» Bebo estaba tan nervioso, o más, por la misma razón. Pero una vez juntos todo fue sobre ruedas. Issa en español y Bebo en inglés. Y yo, con mi nuevo amigo: Bebo Valdés.

BEBO RIDES AGAIN

Pronto aprendería que Bebo Valdés no era un amigo cualquiera. Yo no sabía mucho de él, pero en el libro Salsiology redactado por Vernon Boggs había una foto de Bebo a toda página tomada en el Sergel Plaza Hotel de Estocolmo a finales de los ochenta. Boggs habla de él en el prefacio con agradecimiento, pero no pude encontrar nada sobre él a lo largo del texto. Bebo siguió siendo un misterio musical para mí hasta 1995. Aquel año lanzó al mercado un CD, Bebo Rides Again, grabado en noviembre del año anterior; su primera verdadera grabación en treinta y cuatro años cuyo título llevaba su propio nombre.

No era un CD común y corriente, por decirlo de alguna manera. El disco empieza con Al Dizzy Gillespie, un homenaje formidable al trompetista, en el que desborda alegría, y con un solo del trombón de Juan Pablo Torres que echa chispas y una obertura de knockout que termina con el riff de Salt Peanuts. En treinta y seis horas, Bebo había compuesto unas cuantas piezas nuevas, buscado y desempolvado otras tantas, hecho el arreglo de ocho de sus propios temas y dos más, escritos por otros compositores: el bolero Veinte años de María Teresa Vera –cantado por Omara Portuondo y Compay Segundo en Buena Vista Social Club– y La comparsa, de Ernesto Lecuona. El hijo de Bebo, Chucho, director de fama mundial de la big band Irakere y ganador de premios Grammy, había arreglado Pa gozá.

La instrumentación de Bebo Rides Again varía, en función de la pieza, de un piano solo a diez instrumentos. Y no son unos principiantes, digamos, quienes tocan: Paquito D’Rivera, el organizador de la grabación, al saxo alto y clarinete; Patato Valdés a los bongós, tumbadoras y maracas; Carlos Emilio Morales, el guitarrista de siempre de Irakere y, sobre todo, un Juan Pablo Torres en plena forma, no sólo en la primera pieza, sino, incluso más, en Veinte años, donde toca a dúo con Bebo. En Felicia, el bolero lento bautizado con el nombre de la nieta sueca de Bebo, el argentino Diego Urcola ofrece una interpretación lírica en el fliscorno contrastando con Bebo al piano. Hilvana un largo y vivo solo –bebop a lo cubano– en To Mario Bauzá, un tema al estilo de la descarga tradicional cubana, en homenaje a Mario, fallecido poco antes de que se empezara a grabar Bebo Rides Again.

Pierre Jamballah es un joropo venezolano en compás de 3/4, inspirado en una ceremonia vodú presenciada por Bebo en Haití en la que se rendía homenaje al luá (espíritu) del mismo nombre. Todos los solistas bailan: Paquito al clarinete, Torres con sordina, Morales con Bebo, Urcola también con sordina; el mismo Bebo, especialmente, con su estilo característico. Oleaje, un solo de piano, se grabó después de salir los demás músicos del estudio. «Faltaba un minuto de música.» Bebo no quedó satisfecho. «La mano izquierda no tocaba como debía.» Pero eso sólo puede saberlo Bebo. Los que desconocemos qué quería, estamos agradecidos por que lo incluyera en el disco.

Bebo Rides Again es uno de los mejores discos de Bebo, grabado a los setenta y seis años. Es relajado y lleno de ritmo y sin rastro de falta de tiempo en su concepción. Fernando González, crítico de música pop del Miami Herald, lo calificaba de «una clase de maestría de swing afrocubano […] que requiere talento, conocimiento, gracia, y la sabiduría que viene con la edad para poder crear estos gozos tan falazmente sencillos». El diseño gráfico del mismo CD muestra un monigote en diferentes posturas, haciendo piruetas. Y Bebo, de verdad, hace piruetas, maravillosas piruetas. No se nota el más leve bajón en ningún instante en Bebo Rides Again. Bebo había hecho su reaparición en el escenario internacional de la música.

BUENA VISTA SOCIAL CLUB

Bebo hizo su comeback en el momento justo. En marzo de 1996 se marcharon juntos a Cuba el guitarrista americano Ry Cooder y Nick Gold, de World Circuit Records de Londres. Cooder había estado en La Habana para escuchar el son en la década de los setenta y tenía la idea de producir un disco de «músicas del mundo» con los músicos cubanos de antaño, músicos de Malí, Ry Cooder mismo y su hijo Joachim tocando diferentes tipos de tambores árabes. Los africanos, sin embargo, se quedaron atrapados en París y el disco se hizo solamente con los cubanos y los dos Cooder. En La Habana, Juan de Marcos González había reunido a unos cuantos viejos músicos y cantantes. Varios de ellos habían ya abandonado su carrera musical o actuaban en pequeños y más o menos oscuros lugares. Compay Segundo, Rubén González, Ibrahim Ferrer y Omara Portuondo constituían los pilares de Buena Vista Social Club, que Ry Cooder y Nick Gold grabaron en La Habana en marzo de 1996.8 El disco tuvo un éxito tremendo. De golpe la música tradicional cubana se había convertido en una de las categorías más cotizadas en el mercado mundial.

La ola se había puesto en movimiento. A los tres primeros discos con los músicos y cantantes de Buena Vista Social Club seguirían varios más. Lo más importante de todo era, sin embargo, que Buena Vista Social Club recibiera un Grammy en 1998. Los oldtimers cubanos se convirtieron en estrellas de categoría universal y empezaron a hacer giras por el mundo entero. En 1999 se hizo una película, con el mismo nombre, dirigida por Wim Wenders, y en 2000 salió un libro. La película entremezcla secuencias tomadas de los conciertos en Ámsterdam y Nueva York con escenas de la vida de los músicos del reparto e instantáneas de las calles de La Habana y Santiago de Cuba. Es irresistible. Los vocalistas dan rienda suelta a sus emociones. Exprimen todo el sentimentalismo de las canciones sin sonrojarse lo más mínimo. Es realmente increíble: Ry Cooder con una interpretación y un estilo de guitarra que es una mezcla de country and western y música de Hawái, una rara avis para los cubanos. Pero todo funciona y Cooder es el catalizador.

Es increíble la trascendencia que ha tenido Buena Vista Social Club para el renacimiento de la música cubana en los escenarios del mundo. En la película dice el trompetista Manuel Mirabal Vázquez, El Guajiro: «si no hubiera sido por Buena Vista esta gente [habría sido] prácticamente [olvidada]. Si no surge Buena Vista y eso, nadie se acordaría de Ibrahim Ferrer, Rubén, Compay Segundo…». Y no sólo eso. Sin Buena Vista Social Club la música cubana no hubiera vuelto a estar de moda en todos los rincones del mundo.

El músico que por razones obvias no participó en la grabación de Buena Vista Social Club fue Bebo Valdés. Había salido de Cuba en 1960 y estaba viviendo en Suecia desde 1963. Bebo, sin embargo, también fue arrastrado por el reciente interés por la música cubana que arrasaba por el mundo como una ola a finales de la década de los noventa y a principios del siglo XXI. Ry Cooder y World Circuit Records tuvieron su Grammy en 1998. Sólo era cuestión de tiempo que también Bebo recibiera uno. Cuando Bebo Rides Again salió al mercado, Cristóbal Díaz Ayala constató que el disco merecía un Grammy, pero también señaló que no se había empleado una estrategia de lanzamiento suficiente para que se diera a conocer. En 1997, Paquito D’Rivera escribió sin rodeos en un artículo en la Latin Beat Magazine: «“Famoso, laureado e influyente.” Tres conceptos que, aunque debieran, no necesariamente son siempre sinónimo de calidad, si tenemos en cuenta la creciente cantidad de artistas mediocres y superficiales que rápidamente han llegado a estar, y se han mantenido a lo largo de los años, entre la gente más conocida y popular, y por lo tanto influyente del planeta. Preocupante, ¿verdad?».

Paquito señaló que algunos artistas de la talla de Celia Cruz, Machito y Dizzy Gillespie o bien no recibieron premios Grammy, o en el caso de que los recibieran, ni las ocasiones ni las obras fueron muy acertadas. En el club de los no galardonados Bebo Valdés ocupaba un lugar muy especial: «Bebo Valdés sobresale de entre todos ellos». Porque aunque parezca mentira, Bebo Rides Again no obtuvo ningún premio.

Bebo no conseguiría su Grammy hasta 2002, después de grabar El arte del sabor –un disco en trío, con Cachao y Patato–. Fue entonces cuando consiguió dos premios seguidos en un breve intervalo. En 2003 se le concedió un disco de platino en España por Lágrimas negras, un álbum grabado en colaboración con el cantaor de flamenco Diego el Cigala. Fue también nominado para el mejor disco español del año. En 2004, ese álbum le daría el tercer Grammy; y más tarde, en 2005, recibiría el cuarto premio al mejor disco de jazz latino: Bebo de Cuba; un quinto, en 2006, por el mismo disco; un sexto por su disco en solitario Bebo;19 y un séptimo, por el DVD Blanco y negro con Diego el Cigala,20 los dos también en 2006.

Bebo de Cuba narra la vida y carrera de Bebo Valdés: su largo camino hacia los siete Grammy que, muy merecidamente, recibió entre 2002 y 2006, y su aplastante éxito, sobre todo, en España. Y también recoge los rasgos más importantes del mundo en que ha vivido. Sólo así puede entenderse la importancia de Bebo Valdés.



Nota de la Redacción: Este texto corresponde al prólogo del libro de Mats Lundahl, Bebo de Cuba. Bebo Valdés y su mundo (RBA Libros, 2008). Queremos hacer constar nuestro agradecimiento a RBA Libros por su gentileza al facilitar la publicación en Ojos de Papel.
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