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Miguel Veyrat: Fronteras de lo real (Calima Ediciones, 2007)

Miguel Veyrat: Fronteras de lo real (Calima Ediciones, 2007)




Tribuna/Tribuna libre
Escribir en España, todavía es llorar: reflexiones en torno al pensamiento poético
Por Miguel Veyrat, viernes, 2 de noviembre de 2007
Mediado el año 2000 realicé una lectura pública de poemas en la Residencia de Estudiantes del CSIC. Coincidió aquella fecha con el XXV aniversario de la publicación de mi primer libro de poesía y el nacimiento de una preocupación personal por temas que llamaría “teóricos”, si no creyera pedante aplicar ese término a las reflexiones de un simple poeta. Sentí a partir de entonces la necesidad de poner en claro mis ideas después de tantos años practicando la poesía, y hoy me ha parecido que las pocas líneas que redacté para aquella ocasión, podrían abrir el conjunto de lo que llevo escrito sobre pensamiento poético.
La “inmensa minoría” a la que dedicó Juan Ramón Jiménez su obra, tiende hoy a menguar de modo alarmante. Y no a falta de carreras y concursos de belleza organizados entre poetas por instituciones públicas y privadas —incluidas tiendas de ropa de lujo—, con enorme abundancia de medios: El escasísimo número de lectores unido a la medianía exhibida por la mayoría de los jurados y autores en liza, epígonos conscientes de cualquier jefe tribal, contribuyen a acelerar el ocaso de aquella añorada inmensidad de esencia minoritaria.

No podría ocultar que la presente reflexión se basa en gran parte sobre la realidad de ciertas escoceduras mostradas en la poesía escrita en España a causa del roce entre diversas sectas, reunidas en dos tendencias mayoritarias que han luchado entre sí al amparo de una imaginaria “explosión cultural” que muchos creyeron posibilitada por la Transición democrática de finales de los setenta, ignorando que el talento no puede pactarse.

Aunque bien es cierto que la mencionada llaga cicatriza ya hacia el absurdo, persiste aún gran desconcierto en las distintas “familias” de poetas refugiadas en el nicho de sus “generaciones” respectivas —tan caras a los críticos españoles—, que todavía se preguntan, a menudo en verso, si la poesía “es” conocimiento o comunicación, si “nace” del silencio o de la experiencia, y si el hecho de llevar en la frente el sello de una u otra alternativa les abrirá más puertas hacia los ansiados ”premios” y cucañas prometidos por el marketing editorial o el favor de políticos patrocinadores.

Por mi parte, adelanto ya que creo que cualquier método resulta bueno para indagar cantando acerca del punto del universo de donde pueda fluir sentido, si resulta de modo natural en materia y palabra poética, a partir de una intensa inspiración lírica. Inspiración incompatible con el literalismo barato, pretendidamente épico, de la mencionada “experiencia” —poesía figurativa la han llamado sus adeptos— o el supuesto aliento místico del “silencio”, que basado en una lectura sesgada, errónea y oportunista de Jabés, Lévinas o Blanchot, negaría incuso a la palabra su papel de elemento emisor imprescindible del discurso poético. Considero también que si no encontrásemos todo el consuelo del poema entre los frutos de nuestra exploración, al comprobar que todo carece en el fondo de sentido, al menos podríamos hallarlo en la misma búsqueda, en el propio canto y el propio goce de su emisión compartida con el lector. Tal sería pues mi modesta y brevísima “poética”.

Mas la poesía actual —que puede exhibir individualidades muy inspiradas—, padece en España un desértico clima dominado por el espejismo de las habilidades sociales exhibicionistas de sus actores. En tales circunstancias no puede desarrollarse la debida reflexión que llevaría a lectores y poetas a un retorno, añadiendo grandes dosis de talento, al deseable renacimiento lírico tras la desastrosa ausencia de los maestros naturales propiciada por la guerra civil y el exilio. A lo que deberían añadirse los efectos de un nefasto garcilasismo compartido sorprendentemente por los poetas fascistas y filocomunistas —con preciosismos venecianos añadidos a posteriori—, autores de los versos neoculteranos bendecidos en el último medio siglo por editores codiciosos, sectarios e ignorantes.

Como denunció Luis Cernuda citando a Larra en un artículo dedicado al poeta Miguel Altolaguirre y publicado en 1962, ”en España todavía hoy escribir es llorar, porque el renombre, y por tanto la oportunidad de ser leído, de un poeta, está basado tan sólo en su actualidad”… ¿Por qué? “Porque en España, las reputaciones literarias han de formarse entre gente que, desde hace siglos, no tiene ni sensibilidad ni juicio, donde no hay espíritu crítico ni crítica y donde, por lo tanto, la reputación de un escritor no descansa sobre una valoración objetiva de su obra” (1). La sentencia del gran Cernuda, vigente todavía, es a mi juicio una base imprescindible para un intento de abordar con solvencia los desafíos que afronta en la actualidad la poesía que escribimos en España.

Este libro pretende pues recoger la historia de mis viajes en busca de una posible coherencia entre la desolación que producen en el ánimo las querellas entre poetas. Desde mi adolescencia hasta una forzada pre-jubilación laboral, mis poemas debían su primera redacción —y a menudo su forma definitiva— a la súbita intuición poética anotada sobre una hoja de agenda, factura o servilleta de papel de gasolinera, cafetería de aeropuerto o estación de ferrocarril… Mas por fortuna para mí, y acaso para el lector que se reconozca en su afición a la poesía en las páginas que siguen, la iubilatio me ha proporcionado el tiempo y sosiego suficientes para leer y escribir, y también meditar sobre mi obra y las ajenas haciendo de ello mi trabajo cotidiano. Desearía en fin que nadie pueda sentirse desafiado sino implicado por lo aquí escrito, y que la correcta valoración de mis intenciones se busque sólo en la expresión de un aristotélico “asombro” frente a lo que ocurre ante nuestros ojos, siempre atentos a lo que llamamos Poesía.

He preferido, a la hora de editar los textos, el orden cronológico de su redacción o primera aparición, sin añadidos ni correcciones salvo alguna nota a pie de página, respetando repeticiones de frases y conceptos —como la metáfora de la aurora vygotskiana tomada de Isaías o la andadura sobre las aguas que recomendaba Elytis para leer poesía— de los que me enamoré, y que la ignorancia de alternativas me ha llevado a perpetrar: Ojalá valga esta confesión de parte para presentar excusas por esos vicios y carencias, añadidos a mis evidentes contradicciones de hombre ambiguo que logró sobrevivir en su condición de poeta al durísimo, riguroso oficio de periodista ejercido durante cincuenta años en la España de la segunda mitad del Siglo XX… y lo que llevamos padecido del presente.

Por último, también deseo advertir de que alguno de los textos publicados ahora fue redactado para prologar una lectura de poemas y me ha parecido interesante, de acuerdo con el editor, adjuntar aquellos versos que en su día formaron parte del acto respectivo; otros escritos fueron pensados como colofón de determinado libro y eliminados posteriormente por cuestiones de práctica y comodidad editorial: Concretamente las abundantes notas para un posible epílogo de Babel bajo la Luna —distinto al que se imprimió y que hemos incluído por contener partes novedosas—, atribuídas al centenario librepensador Angelo Portinari, profesor emérito de las Universidades de Apinaos, Aractes, Brequeham y Corbin, ex rector de Beckett, Malory y Montesinos de la Cueva, entre otras doctas instituciones…

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(1) Poesía y Literatura I y II , Bibioteca Breve de Bolsillo, Seix Barral, Barcelona 1971
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