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Anuario Iberoamericano 2007 del Real Instituto Elcano y la Agencia EFE

Anuario Iberoamericano 2007 del Real Instituto Elcano y la Agencia EFE



Carlos Malamud es profesor Titular de Historia de América Latina de la UNED e investigador principal del Real Instituto Elcano

Carlos Malamud es profesor Titular de Historia de América Latina de la UNED e investigador principal del Real Instituto Elcano


Análisis/Política y sociedad latinoamericana
El Anuario Iberoamericano 2007 del Real Instituto Elcano y la Agencia EFE
Por Carlos Malamud, viernes, 1 de junio de 2007
El Real Instituto Elcano y la Agencia EFE han decidido unir esfuerzos para comenzar a publicar conjuntamente un Anuario sobre la realidad latinoamericano. El Anuario ha sido editado por Carlos Malamud, Paul Isbell y Concha Tejedor. Hasta la fecha ambas instituciones venían haciendo lo propio pero en solitario. De alguna forma, esta iniciativa implica la búsqueda de un producto más aquilatado y con una mayor difusión. El Anuario está dividido en dos partes. La primera cuenta con una serie de análisis sobre la situación del continente y su evolución reciente, mientras que la última recoge una gran cantidad de datos estadísticos que permiten forjarse una idea del actual estado de cosas.
En el caso de que sea posible generalizar sobre América Latina, las conclusiones sobre la evolución más reciente de la región deberían comenzar por resaltar una serie de datos positivos, especialmente relevantes en los terrenos político y económico, algunos de los cuales son abordados en esta edición del Anuario Iberoamericano. De una parte, hay que señalar que entre fines de 2005 y todo 2006 se desarrolló un intenso calendario electoral, calificado como un verdadero rally por Daniel Zovatto. En todos estos meses, nunca se había votado con tanta intensidad en tantos países y en un tan corto espacio temporal. Todo esto nos debe llevar a realizar una valoración positiva del estado de la democracia en la región, especialmente si atendemos al medio plazo y a los largos años que llevamos sin las cíclicas interrupciones de golpes de Estado, como solía ocurrir en las décadas de 1960 y 1970. De este modo, podemos concluir que con la única excepción de Cuba, en el resto de América Latina encontramos democracias consolidadas. Algo similar se puede decir de la economía. De forma clara encontramos que 2006 ha sido el tercer año consecutivo de crecimiento, con tasas promedio para toda la región del orden del 5%, con avances paralelos en la lucha contra la pobreza y el desempleo, aunque no en lo relativo a la desigualdad. El crecimiento se ha basado en un más que favorable entorno internacional positivo, en el que destacan los bajos tipos de interés, la baja inflación y, sobre todo, el aumento espectacular en los últimos años de la demanda asiática (fundamentalmente de China e India). Ahora bien, estas buenas noticias no deben distraer nuestra atención de algunos problemas que están emergiendo y que, de agravarse, podrían conducir a mayores complicaciones futuras.

Entre diciembre de 2005, cuando se celebraron las elecciones presidenciales de Bolivia y Chile, y fines de 2006, América Latina votó con una intensidad nunca vista desde el inicio de la transición a la democracia en la región. A lo largo de 2006 hubo elecciones presidenciales en Brasil, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Haití, México, Nicaragua, Perú y Venezuela. En 13 meses se votó en once países: dos del Cono Sur (Brasil y Chile), los cinco de la región andina (Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela), dos de América Central (Costa Rica, Honduras y Nicaragua), más México y Haití. El resultado de todo esto fue la reconfiguración del mapa político regional, con todas sus contradicciones, y donde es necesario colocar todas las piezas con las matizaciones necesarias con el objeto de no perder de vista la presencia de distintas sensibilidades políticas.
El problema surge con la definición de “izquierda” que se tome y el papel que ésta última debería tener en la defensa de las libertades individuales

En líneas generales las elecciones se desarrollaron con entera normalidad, pese a que hubo algunas de ellas, como las de México o Costa Rica, que tuvieron finales muy ajustados. Sin embargo, la principal excepción a la normalidad electoral de prácticamente toda la región fue México, a partir del desconocimiento, por parte del candidato legítimamente derrotado, Andrés Manuel López Obrador, de los resultados del comicio y su apuesta por la insurrección. La victoria de Felipe Calderón fue clara y con el paso del tiempo hemos visto como no sólo la protesta fue perdiendo fuelle sino también que la propia figura de López Obrador ha sido prácticamente marginada de la realidad mexicana. Otra cosa es la vertiente descendente de algunos procesos políticos, como los que están teniendo lugar en Bolivia y, muy especialmente, en Ecuador. Simón Pachano ha tratado este último caso, donde se ve como la legalidad y las instituciones son vulneradas con la complicidad gubernamental.

A la vista de los resultados de las últimas elecciones presidenciales se han intensificado las voces que hablan de un giro a la izquierda en la región, especialmente debido a las victorias de Evo Morales (Bolivia), Francisco Correa (Ecuador) y Daniel Ortega (Nicaragua), que han ampliado el campo populista, hasta ahora hegemonizado por Hugo Chávez, gracias a la influencia de su gran aliado Fidel Castro. El problema surge con la definición de “izquierda” que se tome y el papel que ésta última debería tener en la defensa de las libertades individuales. Por ello, se impone la matización, dado que en el heterogéneo y vasto colectivo que engloba a los gobiernos latinoamericanos de este signo encontramos grandes diferencias, no sólo de forma sino también en el modo de gobernar. Una primera aproximación podría llevarnos a establecer una mayor división entre aquellos gobiernos que intentan compaginar el reforzamiento y la consolidación del Estado con una mayor apertura al mercado (la fórmula de más Estado y más mercado) con los que han apostado claramente por una mayor intervención del Estado en la economía y en los que también se percibe una cierta desinstitucionalización (más Estado y menos mercado), lo que lleva en definitiva a contar con estados más pobres y más débiles desde la perspectiva institucional. Así, podríamos hablar de gobiernos social demócratas o modernizantes frente a otros, populistas o arcaizantes. De este modo, encontramos en el primer grupo a países con sistemas políticos e instituciones mucho más estructurados (Chile, Uruguay o Brasil) que lo que se puede observar en Venezuela, Nicaragua, Bolivia o Ecuador, donde comienzan a perfilarse gobiernos con un fuerte componente caudillista. Este mismo componente está claramente presente en la Cuba de Fidel Castro, aunque, como muestra Marifeli Pérez Stable, la gran cuestión es el camino que emprenderá la Cuba post Fidel.
Un elemento positivo, que indudablemente ayudó al crecimiento fue el aumento incesante en la llegada de remesas de inmigrantes

Desde una perspectiva macroeconómica la situación es óptima y según la CEPAL en 2006 se crecerá a una tasa del 5,3%, el tercer año de crecimiento consecutivo en América Latina a un ritmo más que notable. Los países más destacados son Venezuela (10,3%) y Argentina (8,5%), seguidos de Costa Rica, Panamá, Perú, República Dominicana y Uruguay, con tasas superiores al 6%. Oficialmente Cuba creció un 12,5%, aunque surgen algunas dudas por el método de cálculo utilizado. En el pelotón de cola esta Brasil, con una tasa menor al 3%, sólo superior a la de Haití. Algo no menor es que este crecimiento tiene lugar con una gran estabilidad económica y financiera, un aumento en las reservas de los Bancos centrales, una mayor inclusión social por las políticas públicas en favor de los más desfavorecidos y una mayor y mejor integración internacional.

Un elemento positivo, que indudablemente ayudó al crecimiento fue el aumento incesante en la llegada de remesas de inmigrantes, como recuerda Enrique Alberola. En los últimos años, la cifra anual de remesas en América Latina ha rebasado los 45 mil millones de dólares, de los cuales el 10 % se origina en España, destinados fundamentalmente a Colombia, Ecuador y Bolivia. Estos flujos compiten con la inversión extranjera directa, y en algunos países -especialmente los centroamericanos y andinos- son los flujos financieros más importantes. También hay que tener en cuenta el aumento de las exportaciones motivado por el fuerte tirón de China e India. El resultado ha sido una presión al alza en los precios de las materias primas, especialmente minerales y petróleo.
Es verdad que América Latina está creciendo en relación a su pasado, pero no tanto como otros competidores emergentes

En general, el crecimiento ha sido acompañado de una baja inflación, generalmente por debajo de los 2 dígitos. La inflación promedio regional continuó su tendencia descendente y en 2006 rondó el 3,9%, según la CEPAL, frente a un 6,1% en 2005. Las mayores excepciones han sido Venezuela, con un 17% y Argentina, con un 9,8%. Junto a esta evolución favorable de la inflación, también observamos la incidencia positiva de un déficit público contenido y un descenso de la prima de riesgo de la deuda soberana a sus mínimos históricos, todo lo cual ha empujado a la baja a las cifras de riesgo país. Sin embargo, el crecimiento observado plantea algunos problemas. Es verdad que América Latina está creciendo en relación a su pasado, pero no tanto como otros competidores emergentes, sean de Asia, África o Europa Oriental. También es cierto que si en lugar de mirar la macroeconomía nos centramos en la microeconomía veríamos algunos problemas, como un mayor intervencionismo estatal, un sensible empeoramiento del clima de negocios, lo que desincentiva las inversiones y un deterioro de la seguridad jurídica. Según algunos índices internacionales, Venezuela, Argentina y Bolivia encabezarían la lista de los países que marchan por ese camino. Quizá el caso más preocupante sea el de Venezuela y el de su capacidad para enfrentar el problema que algunos analistas presentan como el “mal holandés”, un tema del que se ocupa Manuel Hidalgo.

Son precisamente la presencia de estas luces y sombras las que afloran en los análisis que integran este Anuario. Unas contradicciones que se hacen evidentes cuando se abordan cuestiones como las de la integración regional, por Félix Peña, o el de las relaciones entre Europa y América Latina, que como muestra Günther Maihold no van por muy buen camino, debido, entre otras cuestiones a las crisis que afectan a los procesos de integración. Evidentemente que tampoco se puede olvidar la ampliación europea y la tendencia de la Unión a mirarse cada vez más a sí misma y, especialmente, a sus Estados miembros. Con todo, el estado actual de la región es apasionante y el futuro todavía no está escrito. Esta es una de las cuestiones más importantes que se han querido reflejar en el Anuario.
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