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Lula da Silva

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Carlos Malamud es profesor Titular de Historia de América Latina de la UNED e investigador principal del Real Instituto Elcano

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Geraldo Alckmin

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Heloísa Helena

Heloísa Helena


Análisis/Política y sociedad latinoamericana
Lula: no fue a la primera
Por Carlos Malamud, martes, 3 de octubre de 2006
Pese a la rotundidad de las encuestas, hasta una semana antes de las elecciones, Lula no pudo revalidar su reelección en la primera vuelta. En realidad, en los últimos días, la mayor parte de los sondeos alertaban de la posibilidad de un segundo turno, lo que se hizo más claro en las vísperas de las elecciones. Tras los resultados del domingo 1, la incertidumbre se instaló en Brasil y ahora habrá que esperar hasta el domingo 29 de octubre para conocer el resultado final. De todas formas, la gobernabilidad del país dependerá de los acuerdos políticos que pueda lograr quien quiera que sea el próximo presidente de la República.
Fueron muchos los ciudadanos brasileños que se cansaron de la corrupción y dijeron basta. En los últimos 15 días había saltado el escándalo del intento de compra de un dossier que teóricamente comprometía al candidato del opositor PSDB (Partido Social Demócrata Brasileño) José Serra a la gobernación del estado de Sao Paulo. Este acontecimiento comprometía directamente a varios miembros del círculo más próximo al presidente Lula da Silva, comenzando por el presidente del PT (Partido de los Trabajadores) y director de la campaña presidencial, Ricardo Berzoini. Hay que tener en cuenta que si bien la corrupción parlamentaria es consustancial al sistema político brasileño, el PT basó su campaña de 2002 en la lucha contra la corrupción, ondeando su estandarte de honradez y firmeza. Por eso, desde sus propias filas, estos hechos son vividos como una traición y, además, esto explica la dureza de las críticas de la disidente del PT Heloísa Helena.

A partir del escándalo del dossier comenzó un nuevo calvario para la candidatura de Lula. Con el precedente del mensalao (y otros hechos de corrupción del pasado cercano), los dirigentes del PT pensaron que una vez más Lula podía permanecer al margen del escándalo y que su carisma y liderazgo permitirían una aplastante victoria electoral. De hecho esto era lo que decían las encuestas, según las cuales Lula obtendría más del 55% de los votos válidos (sin nulos y blancos), frente al 45% de la suma de todos sus competidores. Esto daba menos de un 30% a su más directo rival, Geraldo Alckmin, del PSDB. La diferencia entre ambos era prácticamente insalvable y todo llevaba a la conclusión de que el triunfo en la primera vuelta era un hecho y que en caso de no ocurrir así, la segunda vuelta convalidaría lo actuado. Pero las cosas no han sucedido según lo esperado.
Este resultado muestra, sin lugar a dudas, que la gente quiere que las líneas programáticas de los principales candidatos se discutan y que no se les hurte la verdad

El jueves anterior a la elección se iba a producir un debate televisivo al cual finalmente, y a última hora, Lula decidió no concurrir. Sus asesores concluyeron que tenía más que perder asistiendo al debate que quedándose en casa. Sin embargo, la realidad se mostró diferente. Al igual que ocurrió con López Obrador, en México, cuya inasistencia al primer debate en televisión provocó una caída sensible en las encuestas y el inicio de un declive del que no se recuperó nunca, en Brasil los ciudadanos también castigaron la silla vacía dejada por el candidato a la reelección. Los candidatos que sí asistieron se regodearon dirigiendo al ausente múltiples preguntas y la falta de respuesta caló, sin duda, en una opinión pública ya crispada por el discurso vacío de quienes pretendían justificar unos hechos injustificables.

Pero esto no fue todo. Horas después de la incomparecencia salieron a la luz una serie de fotos que mostraban las montañas de billetes con los que se pretendía comprar el dossier de Serra. Su difusión en todos los medios escritos y televisivos fue un tiro en la línea de flotación de la campaña del PT y terminó de decantar el resultado a favor de una segunda vuelta. Este resultado muestra, sin lugar a dudas, que la gente quiere que las líneas programáticas de los principales candidatos se discutan y que no se les hurte la verdad. De ahí la rapidez de algunos ministros en señalar que ahora sí, de cara a la segunda vuelta, Lula iba a participar en los debates.
Con estos resultados a la vista es lícito señalar que la segunda vuelta es una nueva elección y que todo puede pasar

La sorpresa del resultado (48,61% para Lula; 41,64% para Alckmin y 6,85% para Heloísa Helena) esconde dos hechos importantes. El primero, Lula no superó el 50% y debe acudir a la segunda vuelta, pero, más importante todavía, Alckmin, con su 41,64%, obtuvo un número de votos que nadie de su entorno esperaba en el escenario más favorable jamás soñado. Pero hay más. Los datos nos dicen que la caída de Lula puede no haberse detenido y que arañó un porcentaje no desdeñable de votantes (más del 2%) de izquierda que terminaron decantándose por el voto útil para la reelección del presidente en lugar del castigo que representaba Heloísa Helena.

A la vista de los datos hay quien gusta presentar a un Brasil dividido entre norte y sur. El norte, más pobre y beneficiado por los programas sociales del gobierno, se decantó mayoritariamente en apoyo del presidente. Y allí las acusaciones de corrupción hicieron menos mella que en el sur más rico y más instruido, más beneficiado por anteriores obras de infraestructura pero que no ve bien las limitaciones en el crecimiento económico. La fractura sería, entonces, entre pobres y ricos. Es verdad que Brasil es un país desigual (sin embargo hoy es menos desigual que hace cuatro años gracias a los programas sociales de Lula), pero la votación, como toda elección democrática, terminó decidiéndose por otros criterios y prueba de ello son los resultados en las otras elecciones celebradas al mismo tiempo: parlamentarias y estaduales, en las cuales el PT obtuvo bastantes sufragios menos que Lula.

Con estos resultados a la vista es lícito señalar que la segunda vuelta es una nueva elección y que todo puede pasar. Habrá que ver como se movilizan, o se abstienen, los seguidores de unos y otros. Habrá que ver, también, las alianzas que los principales candidatos puedan tejer con partidos a su izquierda y a su derecha. De todas formas, y gane quien gane, el protagonismo del PT en el próximo período presidencial será muy inferior al del actual y esto será más verdad si gana Lula que si pierde.
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