Director: Rogelio López Blanco      Editora: Dolores Sanahuja      Responsable TI: Vidal Vidal Garcia     
  • Novedades

    Wise Up Ghost, CD de Elvis Costello and The Roots (por Marion Cassabalian)
  • Cine

    Conocerás al hombre de tu vida, película de Woody Allen (por Eva Pereiro López)
  • Sugerencias

  • Música

    Tell Tale Signs, CD de Bob Dylan (por Marion Cassabalian)
  • Viajes

  • MundoDigital

    La creación de contenidos web en la era de la economía de la atención
  • Temas

    El agua en el mundo
  • Blog

  • Creación

    El abrazo de Fatma, de León Moré (Ediciones Carena, 2007)
  • Recomendar

    Su nombre Completo
    Direccción de correo del destinatario
El pintor de batallas (Alfagura, Madrid, 2006)

El pintor de batallas (Alfagura, Madrid, 2006)

    AUTOR
Arturo Pérez Reverte

    GÉNERO
Novela

    TÍTULO
El pintor de batallas

    OTROS DATOS
Madrid, 2006. 301 páginas. 19.95 €

    EDITORIAL
Alfaguara



Arturo Pérez Reverte

Arturo Pérez Reverte


Reseñas de libros/Ficción
Arturo Pérez Reverte: "El pintor de batallas" (Alfaguara, Madrid, 2006)
Por Inés Astray Suárez, lunes, 3 de abril de 2006
Andrés Faulques ya no es reportero de guerra. Ahora vive en una torre solitaria, cerca del mar, tratando de pintar la foto que no pudo hacer. Hasta que recibe una extraña visita...
Supongo que todos los reporteros de guerra se preguntarán de vez en cuando cómo les habrán ido las cosas a alguno de sus involuntarios modelos. Como mínimo, en la misma proporción en que lo hacemos los demás profesionales. ¿Se habrá recuperado del todo aquella señora a la que operé el verano pasado? ¿Se habrá muerto ya o habrá cambiado de médico simplemente? Otras veces, un encuentro casual nos responde preguntas que nunca nos habíamos hecho, o que habíamos olvidado por completo: Usted no se acuerda de mí, pero… ¿Por qué no habrían de hacerse las mismas preguntas los fotógrafos de guerra? ¿Por qué no habrían de estar expuestos a los mismos encuentros inesperados? Esta novela describe una situación de ese tipo.

Andrés Faulques fue reportero de guerra, pero ya no lo es. Ahora es pintor, pintor de batallas. Vive solo en una cala de difícil acceso, en una torre destartalada que fue refugio de corsarios berberiscos. Está amargado por el revelado de millones de fotografías crueles, por un dolor agudo en el costado y por el recuerdo de una mujer, que, paradójicamente, se llamaba Olvido. Como Goya en la Quinta del Sordo, pinta un mural que nadie le encargó, que no tiene por qué gustarle a nadie. Cuando recibe la visita de Ivo Markovic tarda un buen rato en reconocerle y eso que su fotografía le supuso un prestigioso galardón internacional. Era aquel joven croata que, herido y agotado, huía de Vukovar con los tanques serbios pisándole los talones. Su rostro desencajado, sus ojos vacíos, fueron considerados por el jurado que premió la foto como el símbolo de todos los soldados, de todas las guerras.
Se entiende con el pintor de batallas porque comparte con él esa afilada sabiduría sobre la condición humana que proporciona la guerra. La guerra que no es, como dice Faulques, “sino la vida llevada a extremos dramáticos. Nada que la paz no contenga ya en menores dosis”

Es un encuentro inesperado para el pintor de batallas, pero no casual. El croata, que ya no es tan joven, que ya no es soldado, lleva años buscándolo. Quiere vengarse de la popularidad no deseada que le reportó aquella fotografía mil veces repetida, en un tiempo y en un lugar en que sería tan aconsejable pasar desapercibido, que lo convirtió, bien a su pesar, en un símbolo de la resistencia croata, que provocó en su vida el Efecto Mariposa.

Pero Markovic entiende pronto que Faulques dista mucho de ser el frívolo turista que dispara su cámara y se va despreocupadamente a cenar a su hotel caro, pagado a cuenta de los sustanciosos beneficios que da la exhibición del dolor ajeno. O que no solo es eso, aunque también sea un poco eso. Ya lo había visto sufrir, porque ¡también es casualidad!, estaba aquella tarde en la carretera de Borovo Naselje. Ahora puede observar ese mural lleno de referencias a Paolo Uccello, a Piero della Francesca a, Diego Rivera y otro sinfín de pintores cuyas obras nunca habían visto sus ojos de soldado campesino, que seguramente nunca tendrán ocasión de ver. Tampoco es probable que acabe de entender (la verdad, no parece fácil) la compleja trama ajedrezada sobre la que se articulaban los resortes de la vida y la muerte y el caos y sus formas, la guerra como estructura, como metáfora de la paradoja cósmica (o algo así) que, al parecer, intenta reflejar su autor. Pero sí reconoce con facilidad las escenas que ha tenido ocasión de presenciar en infinidad de ocasiones, la ciudad ardiendo, las siluetas de los que huyen, el hombre ahorcado, la mujer violada…

Se entiende con el pintor de batallas porque comparte con él esa afilada sabiduría sobre la condición humana que proporciona la guerra. La guerra que no es, como dice Faulques, “sino la vida llevada a extremos dramáticos. Nada que la paz no contenga ya en menores dosis”. Cualquiera que haya visto lo que hacen algunas personas por saltarse un puesto en la cola de la charcutería, comprenderá lo que estarían dispuestos a hacer para conseguir algo de comida en un campo de exterminio. Lo que todos estaríamos dispuestos a hacer, Faulques y Markovic no se hacen ilusiones en ese sentido. Por eso no pueden simplemente decir ¡al diablo!, todo aquello se acabó y yo estoy vivo, y bajar al pueblo a emborracharse tranquilamente o a tratar de ligar con la joven de la oficina de turismo. Por eso se reconcomen en ese dialogo obsesivo para decirse y no decirse lo que ya saben, lo que no tiene remedio.
  • Suscribirse





    He leido el texto legal


  • Reseñas

    Oscar Wilde: Impresiones de Yanquilandia (por Francisco Fuster)
  • Publicidad

  • Autores