Director: Rogelio López Blanco      Editora: Dolores Sanahuja      Responsable TI: Vidal Vidal Garcia     
Historial de visitas

· El caso Dominique Strauss-Kahn visto por Le Nouvel Observateur (Visitas 1)
· Adiós, goodbye a la estatua de Franco en Santander (Visitas 1)
· Historia de Dios en una esquina (Visitas 1)
· Kosovo y el pasado del futuro (Visitas 1)
· Demian Hirst paga por exponer junto a Velázquez o Rembrandt en la Wallace Collection (Visitas 1)
· Viajando en grupo. Henry Green, un escritor raro, por fin en español (Visitas 1)
· Edurne Uriarte: Contra el feminismo (Espasa, 2008) (Visitas 1)
· La tortilla de patatas Estatal e Indigesta del Bar Ízaro de Bilbao (Visitas 1)
· Los reinos perdidos de África (Visitas 1)
· Santiago Eximeno: Bebés jugando con cuchillos (Editorial Grupo AJEC, 2008) (Visitas 1)
· Hacia la gran coalición (Visitas 1)
· La belleza a través de los ojos de Umberto Eco (Visitas 1)
· Entrevista a Merche Rodríguez, autora de Colgados ;-) Emociones en la red: "Quedarse en la Red no conduce a nada positivo" (Visitas 1)
· Caída libre por los espejos de la memoria, en busca del origen: Eduardo Laporte bajo la Luz de noviembre, por la tarde (Visitas 1)
· Hipatia en el ágora de Amenábar, o la importancia del marketing (Visitas 1)
· Sinclair Lewis: Doctor Arrowsmith (Nórdica, 2011) (Visitas 1)
· Insistencia en el canto. Una lectura de Epitafio / 18 Cantares de la patria amarga, de Yannis Ritsos (Visitas 1)
· Una exclusiva (Visitas 1)
· Doris Lessing: “That Epicist Of The Female Experience” (Visitas 1)
· Historia y geografía del sentimiento antioccidental (Visitas 1)
· El autobús de siempre (Ediciones Tantín), novela de José Palacio González con Santander al fondo (Visitas 1)
· Pablo Cerezal: Los cuadernos del Hafa (Ediciones Carena, 2012) (Visitas 1)
· Un millonario inocente (Visitas 1)
· Edwin Williamson: Borges. Una vida (Seix Barral, 2007) (Visitas 1)
· Jonathan Haslam: E. H. Carr. Los riesgos de la integridad (PUV, 2009) (Visitas 1)
· Flexibilidad laboral frente a despidos (Visitas 1)
· Cuando el futuro nos alcance: Homenaje a George Orwell (Visitas 1)
· ¿Enterrar a los muertos? Tras el padre A dos metros bajo tierra (Visitas 1)
· Tres rusos muy rusos (Herzen, Bakunin y Kropotkin) según López Viejo (Editorial Melusina) (Visitas 1)
· La mirada del tiempo de Santos Domínguez (Visitas 1)
· Los ángeles no tienen Facebook (Visitas 1)
· Sándor Márai: La extraña (Salamandra, 2008) (Visitas 1)
· Charles Powell El amigo americano. España y Estados Unidos. De la dictadura a la democracia (Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores, 2011) (Visitas 1)
· Presepio, un poema navideño del Nobel Joseph Brodsky (Visitas 1)
· Los ojos del tiempo: José Cereijo, Antología personal (Polibea, 2011) (Visitas 1)
· Woody Allen: un jazzman con bastante cara (Visitas 1)
· Los cuentos siniestros de Kobo Abe (Eterna Cadencia, 2011) (Visitas 1)
· La apología de la desesperación: notas a propósito de Anticristo de Lars Von Trier (Visitas 1)
· Poesía en el 15-M y la nueva revolución poética: Con fecha, minuto y hora, de Roberto Zarco (Visitas 1)
· Fascinación por el Islam: Cide Hamete Benengeli (Visitas 1)
· Mari Trini, “esa no soy yo” (Visitas 1)
· El Mago de Xalapa (Visitas 1)
· El cachondo Carod Rovira (Visitas 1)
· Fernando Ontañón: Relatos invisibles (Visitas 1)
· Shame, película de Steve McQueen (Visitas 1)
· Jaime Almirall Lasheras: La conciencia del autor (Visitas 1)
  • Novedades

    Wise Up Ghost, CD de Elvis Costello and The Roots (por Marion Cassabalian)
  • Cine

    En tierra hostil, película de Kathryn Bigelow (por Juan Antonio González Fuentes)
  • Sugerencias

  • Música

    Sleep Through the Static, CD de Jack Johnson (crítica de Marion Cassabalian)
  • Viajes

  • MundoDigital

    La creación de contenidos web en la era de la economía de la atención
  • Temas

    Fascinación por el Islam: Cidi Hamete Benengeli (por Antonio Medina)
  • Blog

  • Creación

    Un millonario inocente, de Stephen Vizinczey (RBA, 2007)
  • Recomendar

    Su nombre Completo
    Direccción de correo del destinatario
Pintura de Eduard Munch (Museo de Oslo)

Pintura de Eduard Munch (Museo de Oslo)

    AUTOR
Jaime Almirall Lasheras

    LUGAR DE NACIMIENTO
Barcelona (España)

    CURRICULUM
Es autor de numerosos relatos y cuentos, sketch para teatro y escritos profesionales. Actualmente se dedica a escribir su autobiografía. El relato publicado, “La conciencia del autor”, recibió el tercer accésit en lengua castellana del concurso de cuentos de la revista Tot Mataro



Jaime Almirall Lasheras

Jaime Almirall Lasheras


Creación/Creación
Jaime Almirall Lasheras: La conciencia del autor
Por Jaime Almirall Lasheras, lunes, 4 de abril de 2011
Debo advertirles que esto no es un cuento. Ni siquiera un escrito decente. Puedo aceptar lo de relato corto y agradezco que así sea, porque mi autor, al cual odio desde este momento, me ha elegido para formar parte de un argumento que nadie desearía. En realidad, es una mala jugada para mí ya que existen infinidad de autores que podrían haberme escogido, digamos, para aventuras más llevaderas, pero he tenido que caer en la imaginación de alguien que evidentemente no me aprecia
En definitiva, quiero que ustedes sepan que tan pronto ha empezado este innombrable sainete, estoy deseando que termine.

Para empezar, quiero explicarles que soy un hombre madurito, nacido a finales de los cuarenta donde las nefastas secuelas de la guerra civil afectaban a la economía, a la vida social y a un sinfín de factores que impedían que la gente de aquella época tuviera la mínima felicidad que todo ser humano merece.

Ya en el maldito día que nací empezaron mis desdichas en el útero materno, donde por lo visto quería dejar clara mi tendencia a escoger caminos equivocados en la vida. Estuve a punto de morir ahogado con el cordón umbilical, que por cierto demostró más consideración que mi inventor, ya que quería evitarme sufrimientos en una vida que intuyó no agraciada.

Cuando noté el frío contacto con el exterior, oí a la comadrona exclamar que había salido más morado que la casulla de un cura en Semana Santa. Escuché cómo le pidió a alguien un puro habano, que encendió para echar en mi boca y nariz una bocanada de humo, lo que me provocó una expectoración que me ayudó a respirar.

Supongo que debido a ese primer pasaje de mi vida, tan accidentado, me convertí en un fumador empedernido, aparte de compulsivo, que me ha provocado problemas respiratorios a lo largo de mi vida. Ahora soy un asmático irreversible.

A mi madre no la conocí. Parece ser que nací tan feo – supongo que debido al linchamiento que su organismo provocó en mis orígenes – que me abandonó el primer día. Mi padre nunca apareció ni supe quién era. Una vecina se preocupó de mí los primeros días, pero acabó llevándome a unas monjitas de un convento cercano que me criaron hasta que tuve dieciocho años.

A partir de ahí e impulsado por un imán desconocido para mi, pero que no era ni más ni menos que el tirón de la juventud hacia todo lo desconocido, me escapé pensando que todo el monte es orégano, cuando ni siquiera sabía que diantre era el orégano. Tuve varios trabajos pero de todos me despidieron – había estado demasiado tiempo con monjitas que habían hecho de mí una buena persona pero no me habían preparado para la vida moderna – unas veces por demasiado blando, otras por no conocer la psicología de los clientes, otras por no saber convencer para una venta sencilla o no aprender a manipular una simple máquina, entre otros. Y así transcurría mi vida profesional, entre la oficina de empleo y la habitación de una lúgubre pensión que no podía pagar pero que mantenía gracias a que la dueña se encaprichó de mí – nunca entendí por qué – y me perdonaba las pensiones.

Un día llegó el amor como algo inevitable para todo ser humano. Conocí a una chica estudiante – Marta – que no tenía mucho dinero y se alojó en la pensión. Me convertí en un robot embelesado que solo se alimentaba de la presencia de la belleza en cuestión y de su mirada. Dejé hasta de comer y fumaba más compulsivamente que antes, si cabe. Un día armándome de valor me declaré, pero estaba tan nervioso que me empezaron a salir vocablos irracionales acompañados de pitos provocados por mi asma, además de que al acercarme al hada de mis sueños, ella pudo cerciorarse de mi acentuada fealdad y no digamos de mi halitosis de tabacalera industrial. Todo acabó en un bofetón y en unos improperios estruendosos expulsados por aquella boquita que mi mente había reservado para otras cosas.

Gracias autor por hacerme “tan feliz”, porque ¿saben qué ocurrió a continuación? Pues que al enterarse inevitablemente la dueña de la pensión, montó una escenita de celos y me echó a la calle sin contemplaciones.

No puedo evitar interrumpirte autor para decirte que te odio y te desprecio profundamente por haberme reservado esta vida ¿no podías haber elegido a otro?

Después de mi romántico fracaso, entré en una fase de mi vida en la que la depresión era el estado habitual de mi mente. Actualmente no tengo trabajo, mis niveles de raciocino están bajo mínimos y mi aspecto en nada se parece a un galán de película.

Sólo estoy contento de una cosa y es que ese autor del tres al cuarto que me ha desgraciado la vida ya va por la última hoja. Acaba por favor con mis infortunios, porque ¿qué puedo esperar de la vida que me has reservado?

Con ese deseo transcurrían mis días, alojado debajo de un puente como les ocurría a los infaustos personajes de los cómics de los años cincuenta.

Un día dormitaba entre deshechos y aguas residuales que aquel puente tenía a bien obsequiarme cotidianamente, alimentando una pestilencia digna de ofender hasta la pituitaria más insensible, cuando recibí una visita. Era un hombre con aire intelectual, aspecto bohemio, barba de varios días y cabello cano. Se limitó a mirarme fijamente con expresión algo compungida y sin decir nada me entregó un paquete. Lo abrí no sin cierta excitación, encontrándome un espejo, una carta y un sobre grande. Empecé por el sobre grande: Se trataba de una escritura en la que constaba como propietario de unas fincas valoradas en tanto dinero que no fui capaz de tener conciencia de él. Abrí la carta emocionado y pude leer una declaración de amor de una tal Marta, arrepentida de un desprecio que tuvo lugar en el pasado, diciéndome que le gustaría volverme a ver. Finalmente desbordado por tantos acontecimientos inesperados, cogí el espejo mirándome en él. Mi sorpresa no tuvo límites al reflejar un rostro maduro, agraciado, bien peinado y sin marcas de desgastes propios de una vida infortunada.

Me giré rápidamente hacia mi benefactor que había iniciado su camino de regreso y empecé a gritarle que me explicara todo aquello, dándome cuenta que de repente mis sonidos guturales no iban acompañados de los clásicos pitos del maldito asma que siempre fastidió mi vida.

El personaje en cuestión, solo se giró una vez y mirándome fijamente me musitó una sola palabra: PERDÓNAME
  • Suscribirse





    He leido el texto legal


  • Reseñas

  • Publicidad

  • Autores