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Sergio Pitol  Demeneghi (Puebla, México,18 de marzo de 1933)

Sergio Pitol Demeneghi (Puebla, México,18 de marzo de 1933)

    AUTOR
Miguel Ángel Sánchez de Armas

    LUGAR DE NACIMIENTO
México

    BREVE CURRICULUM
Profesor – investigador en la Escuela de Periodismo del Departamento de Ciencias Sociales de la UPAEP – Puebla (México). Doctor en Comunicación por la Universidad de Sevilla. Líneas de investigación: comunicación y propaganda, historiografía de los medios y literatura y periodismo. Entre otros, es autor de Apuntes para una historia de la televisión mexicana, El enjambre y las abejas: ensayos sobre democracia y comunicación y En estado de gracia. Conversaciones con Edmundo Valadés

    BLOG
www.sanchezdearmas.mx

    DIRECCIÓN TWITTER
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Miguel Ángel Sánchez de Armas

Miguel Ángel Sánchez de Armas


Tribuna/Tribuna libre
El Mago de Xalapa
Por Miguel Ángel Sánchez de Armas, martes, 2 de abril de 2013
No recuerdo el año, pero sí que fue otoño, cuando recorrí las estrechas rúas de la Mala Straná a orillas del Moldava de la mano de Jan Neruda y Franz Kafka. En aquel tiempo había una placa en la casa en donde vivió el padre de Gregorio Samsa y un bajorrelieve de su rostro en una esquina cerca del Castillo, pero su obra estaba prohibida. Busqué uno de los libros vetados y recibí amenazas. Decidí asestar una lección al régimen de Štrougal y con dinero del mercado negro organicé un maratón de cerveza pilsner en el cavernoso U Sv Tomáš. En la madrugada, con alemanes del este, búlgaros y rumanos, participé en una danza tribal por la libertad de la República Checa en el puente Carlos. Terminé desterrado a Viena en el primer tren de la mañana.

Este deshilvanado e intrascendente relato viene a cuento porque mi súbita partida me impidió conocer a Sergio Pitol en la Embajada. Tuvieron que pasar varios años para que nos hiciéramos amigos en Xalapa gracias a la generosidad de la Princesa de Córdoba. Ahora que cumple 80 años, su regalo es la introducción al texto que escribí en el 2005 cuando recibió el Cervantes. ¡Salud, Sergio!

 

“El próximo 23 de abril será domingo. Sueño con el futuro y me imagino a la antigua Complutum iluminada por un sol de primavera tremolante en el viento de La Mancha. Pienso en el rumor que recorrerá el Paraninfo de la Universidad cuando la figura frágil de Sergio Pitol aparezca ante los académicos. ¿Qué irá a testimoniar este tercer mexicano que recibe el lauro cervantino en Alcalá de Henares? Me pregunto si al dar lectura a las cuartillas que sin duda llevará preparadas y que temblarán ligeramente en su mano, el espíritu de Cisneros pondrá oído atento a lo que tenga que decir este indiano llegado, ¡Dios mío!, desde Veracruz.

 

“Quisiera estar ahí ese día. Ahí donde vieron la primera luz el Arcipreste de Hita y Miguel de Cervantes. Ahí donde cada 23 de abril, desde hace tres décadas, se oficia la misa mayor del castellano en memoria del ungido del que naciera el Caballero de la Triste Figura. Dicen que el Cervantes es el Nobel de la lengua española. Difiero, pero hoy no tengo apetito para el debate. Yo, que del oficio soy acólito y creo que todo escritor es escudero de la lengua, me anticipo a saludarle: Salve, varón famoso, a quien Fortuna cuando en el trato escuderil te puso, tan blanda y cuerdamente lo dispuso, que lo pasaste sin desgracia alguna.

 

“¿Será que Sergio -quien con Lara comparte la tenacidad por ser veracruzano- hable de garzas en fuga, en viaje al país de un taumaturgo vienés? Mi visión del futuro no da para tanto, pero anticipo el gozo de una locución de mi tierra que saeteará los muros medievales en donde prédicas colosales han reverberado.”

 

El árbol más gallardo de México

 

Se cumplieron 75 años de la expropiación. Esta memoria tiene un nombre. Lázaro Cárdenas murió el 19 de octubre de 1970, 25 años exactos después del general Calles. En esa fecha en Tzintzunzan nadie trabaja. En el Palacio Municipal hacen un gran altar con flores y el retrato de Cárdenas. Los niños de la escuela desfilan y luego el pueblo entero se traslada hasta el panteón con el retrato y todo mundo reza por el eterno descanso de Tata Lázaro.

 

Se cuenta que, al morir Cárdenas, en varios pueblos tarascos se llevaron a cabo ritos mágicos y ceremoniales de la antigua religión en un intento por hacer que reviviera el llorado protector. De hecho, los tarascos ya han canonizado a Cárdenas: en muchas de sus casas mantienen altares con fotos de él y veladoras prendidas, para que los proteja desde el otro mundo.

 

¿Qué hizo Cárdenas para merecer la adoración de los tarascos? “Nos trajo unos maestros alfareros de Tlaquepaque para que nos enseñaran a mejorar nuestros productos”, dice una vendedora de objetos de barro. “Gracias a Tata Lázaro tenemos electricidad y escuela”, dice Delfino Ventura Pérez, presidente de la Unión Mutualista Tata Lázaro.

 

Kawabata

 

Y ya que estamos en ánimo literario, en el torrente de noticias malas, tristes o repugnantes que nos sirven a diario los medios, se cuela una brisa de viento primaveral olorosa a flor de cerezo: en los archivos de un periódico de Fukuoka se encontró un cuento hasta hoy desconocido de Yasunari Kawabata (La Jornada, 18 de febrero). El texto data de abril o mayo de 1927 y se titula “Magnífico”. Es la historia de un industrial que entierra a una joven en la tumba de su hijo discapacitado, bajo el epitafio: “Un joven hermoso y una hermosa joven duermen juntos”.

 

Quien haya descubierto a Kawabata compartirá mi entusiasmo. En 1974 en una minúscula librería de Saltillo, encontré al fondo de un anaquel y cubierto de polvo un ejemplar de Lo bello y lo triste. En mi vida había escuchado el nombre del autor. Hoy, 39 años después, aún puedo escuchar el tañer de las campanas del templo en aquella noche de nostalgia del personaje de Kawabata.

 

El cómico del año

 

No hay que regatearle méritos al Maduro heredero político de Hugo Chávez y sucesor en línea directa de Juan Orol. Con la gracia chabacana y simplona de un cantinflas tetramundista se ha ganado a pulso un lugar en la carpa internacional; y si no fuera la encarnación de un profundo drama, nos tendría a todos desternillados de risa.

 

Los sermones del entenado sobre las andanzas del comandante a la diestra del Señor, la noticia de que intercedió para nombrar al Papa Francisco y la frustrada momicanonización para dejar el fiambre en calidad de reliquia sacramental de aquí al Armagedón, hablan del estado mental de don Nicolás… pero quizá también anuncien una nueva era: si en el medievo se quemaba a los apóstatas y los remisos eran reformados en el potro, tal vez pronto veamos una neo Inquisición en la tierra de Francisco de Miranda.

 

Molcajete

 

Perdí una tarjeta de circulación. Se repone yendo al Ministerio Público. ¿Para qué? Para que nadie pueda hacer mal uso del documento. No me queda claro cómo un pedazo de papel con los datos de un vehículo sirva al mundo criminal, pero ya se sabe que ante el supremo gobierno el papel del ciudadano es callar y obedecer. Fui a la agencia del MP. “Aquí no. Formule su denuncia a través del sitio web, que para eso hemos invertido millones”. Redacté mi acta. Imprimí un acuse de recibo y dos anuncios de las bondades del sistema judicial capitalino. Regresé al departamento vehicular. “Ahora tiene que ratificarla ante el MP”. Otra vez la delegación. “Son como cinco horas de espera”. ¿Consejo? Estar lo más temprano posible, con una copia del IFE y todos sus documentos. Falté al trabajo y fui el primero en el MP. Uniformados, empistolados y un enjambre de vendedores parloteaban bajo la mirada benévola de un sujeto con aires de jefe. Entregué mis documentos. El legajo pasó a manos de otro uniformado. Éste lo examinó y lo entregó a una mujer policía. Ella caminó 9.5 pasos a un cubículo y lo puso en el escritorio de un tipo con mostacho, lentes y cara de desvelado. Me ordenaron tomar asiento y estar atento. Tiempo después, el mostachón salió de su cubículo y con voz apenas audible pronunció mi nombre. Tuve la fortuna de oírlo y acudí solícito, preparadas las coartadas y meaculpas por mi reprobable conducta. “Firme aquí, acá y allá. Es todo”. Nada de IFE o declaración. Dioses, dadme paciencia, ¡pero ya!
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