Juan Antonio González Fuentes
En 1991, después de veinticinco años sin editar un nuevo libro de poemas,
José Hierro publicó
Agenda, título que con el paso del tiempo se está revelando de una importancia extraordinaria en su escritura poética.
Agenda está dividido en tres secciones y un epílogo; la tercera sección se llama “Nombres propios”, y en ella hay poemas “protagonizados” por algunos conocidos personajes de la historia española y europea.
Entre estos poemas hay uno que siempre llamó mi atención por lo enigmático del título: “Verdi, 1874”. El enigma o clave reside, evidentemente, en la fecha, 1874. ¿Por qué ese año, 1874, en el que
Verdi ya había decidido no volver a escribir ópera? La respuesta me la dio la lectura del propio poema y la del listado de fechas en las que Verdi estrenó sus obras.
José Hierro
José Hierro transmite en los versos 4 y 7 del poema la misma idea pero enunciándola al revés: “La muerte va a la Ópera” (verso 4), y “La Ópera va a la muerte” (verso 7). Si a estas ideas le sumamos el hecho de que en 1874 Verdi estrenó su
Réquiem, el círculo se cierra y todo se nos muestra con gran claridad.
Pero los versos de Hierro encierran una sutileza que va mucho más allá de lo que parece evidente. La muerte va a la ópera, o la ópera va a la muerte..., el caso es que José Hierro pone en estrecha relación muerte y ópera, y lo hace así porque la misa de
Réquiem de Verdi es sin duda ninguna, quizá como no podía ser de otra manera, el Réquiem más operístico de la historia, o, siguiendo el camino desbrozado por el poeta, la ópera más fúnebre, la gran Ópera de nuestra cultura protagonizada de principio a fin por la muerte.
Una ópera fúnebre en la que Verdi expresa el dolor por la muerte de su amigo el poeta
Manzoni, y también, utilizando los versos de Hierro, nos dice que “como un zumbel, una peonza,/es la vida de cada ser:/gira vertiginosa, rumorosa,/después se tambalea más y más,/hasta el desplome y el silencio./Mientras gira, ve en torno suyo/agonizar hijos, amor. En su
Réquiem, Giuseppe Verdi, además, se ve morir a sí mismo, ve la propia muerte de su vida, y, como muy bien explica José Hierro, la enjoya fastuosa, le da abanicos de plumas, la viste de sedas y terciopelos, la oculta tras una máscara de oro y gas y la lleva a la ópera encadenada a la armonía.
En este poema José Hierro, estoy convencido, se disfrazó de Verdi (otro juego operístico) para comenzar, seriamente, a verse morir subido en la peonza que es la vida, girando vertiginosa hasta el desplome y el silencio final y definitivo.
Otros textos de
Juan Antonio González Fuentes sobre
José Hierro y
Giuseppe Verdi:
Mi última mañana con José Hierro
Leamos un poema: “Estatua mutilada”, de José Hierro
Verdi e Isaiah Berlin, o de erizos y zorras
Tutto Verdi!!!
Simon Boccanegra, un Verdi de tintes oscuros en Valencia
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NOTA: En el blog titulado
El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música...) como cronológicamente .