Juan Antonio González Fuentes
El pasado sábado, después de tomar un café en el
Café del Mercado, cogimos el coche y viajamos hasta el mayor centro comercial de las afueras de la ciudad, dispuestos a pasar la tarde viendo una película. El Racing jugaba contra el Valencia a eso de las ocho, por lo que pensamos que no habría mucha gente haciendo cola para sacar entradas. Nos equivocamos, había tres o cuatro colas y todas atestadas de gente, lo mismo que todo el centro comercial, incluida la librería. ¿De dónde saldrá tanta gente en una ciudad tan medianita como esta? Misterios por resolver.
Como somos bastante señoritos, y nuestra condición de burgueses trasnochados nos impide perder el tiempo haciendo cola rodeados por manadas de críos saltarines y gritones, decidimos sacar las entradas en los cajeros automáticos concebidos para tal uso, y abonar por cada entrada un euro de más, con lo que cada entrada nos costó más de mil de las antiguas pesetas.
Recuerdo que hará unos treinta años, en mi cumpleaños, por mil pesetas íbamos al cine seis o siete amigos, y a la salida nos daba todavía para un delicioso perrito caliente de los que venden en la Plaza Porticada y para un helado de sabor en la célebre heladería
Capri.
Después de otro café, buscamos en la sala nuestros asientos, y descubrimos que habíamos sacado entradas
vip, es decir, unos asientos de color diferente al resto, un poco más grandes y colocados más o menos en la zona centro de la gran sala. Lo dicho, un euro más por ahorrarte la cola y por disfrutar de unos milímetros más de asiento.
La película que vimos fue la última hasta la fecha de
Woody Allen,
Scoop. Ya creo haber dicho en estas mismas páginas que no me pierdo por nada del mundo la cita anual con el cineasta neoyorkino, y esta vez tampoco podía ser menos. Acudí al cine con cierta prevención, pues las críticas leídas hablaban de un Allen menor, muy alejado de sus grandes películas, y calificaban Scoop como una comedieta intrascendente que sí se deja ver.
Podría escribirse un voluminoso tratado acerca del prestigio cultural que tiene lo trágico, lo dramático, y el poco crédito que en tal sentido tiene la comedia (salvo en el mundo de la ópera, fíjense qué casualidad). Bien, es cierto que no estamos ante una las obras mayores de Allen, pero sí, sin duda ninguna, ante una deliciosa e inteligentísima comedia trufada de momentos memorables.
Allen, al igual que en
Match point, vuelve a rodar en Londres, y de nuevo ha dejado de utilizar
jazz en su banda sonora para hacernos escuchar sólo música clásica:
El lago de los cisnes de
Chaikovsky y
Perpetum mobile de alguno de los
Strauss. De nuevo tiene como protagonista a
Scarlett Johansson (un cisne a punto de sucumbir en un lago), quien, a pesar de que no me gusta como actriz, está incomparablemente mejor y más bella con Allen que haciendo de estúpido estereotipo plastificado con el banal
de Palma en
La dalia negra. Y, por último, vuelve a darle vueltas al tema de la muerte y los asesinatos, y vuelve a hacerlo ambientando el asunto en torno a las clases altas y pudientes británicas, intachables en principio en sus principios de refinamiento civilizado occidental.
El resultado, ya lo he dicho, es una comedia muy divertida, con bastante más miga y enjundia de la que apuntan algunos críticos, con un Allen que vuelve a ponerse delante de la cámara con sencillez y notable eficacia, con mucha ironía y mala lecha, y proporcionando algunos momentos mágicos, fellinianos, hechos para vivir
perpetum mobile en la mente de los cinéfilos: por ejemplo, cuando cruza en barco con la desoladora muerte las aguas de la laguna Estigia, y
showman impenitente, se pone a enseñarles juegos de magia a sus difuntos compañeros de viaje sin retorno.
En definitiva, otra cita con el autor de
Manhattan que no me ha defraudado lo más mínimo, y que me ha hecho esbozar más de una sonrisa cómplice, instalado, eso sí, en mi maravilloso butacón
vip.
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NOTA: En el blog titulado
El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente .