Juan Antonio González Fuentes
Lo que vincula estrechamente a
James Joyce y a
Juan Ramón Jiménez, como a otros grandes escritores del periodo de entreguerras (
Proust, Stefan Georg, Rilke...), es el concepto y visión modernista que ambos tenían del mundo, y en consecuencia, como escribió Juan Ramón, su búsqueda constante de algo nuevo para el futuro: un lenguaje capaz de expresar y dar orden al sobrecogedor caos de la historia y el tiempo del mundo que les tocó vivir; un lenguaje, y unas técnicas experimentales en el uso del mismo, cuya implantación en el terreno de la Literatura era tan importante, en palabras de
Eliot, como el de la teoría de la relatividad de
Einstein en el de la Física.
Los más singulares, influyentes, vanguardistas, y radicales hallazgos en esa búsqueda expresiva a través de un uso nuevo del lenguaje, se los debemos a James Joyce, y están plasmados fundamentalmente en su
Ulises y en su inacabada
Finnegan’s wake. En las dos, Joyce desarrolla un intrincado tejido de símbolos que coexisten con la plasmación de sucesos y acontecimientos de la realidad contemporánea, dando al lector una impresión de complejidad insondable. Y así el lenguaje, sometido además a una condensación extrema, parece prescindir de cualquier intento comunicativo al uso, ofreciéndose en su secuencia discursiva en una especie de amalgama multiforme y polisémica.
Estos hallazgos, empleados por Joyce junto a la técnica del collage, de las imágenes caleidoscópicas, o del monólogo interior, tuvieron una incidencia de trascendencia revolucionaria en la literatura contemporánea occidental. Una incidencia que afectó también a la obra de Juan Ramón Jiménez, a su búsqueda personal de un lenguaje capaz de apresar y analizar la nueva realidad surgida de un mundo nuevo, el que eclosionó tras la Primera Guerra Mundial, y que llegó a su término con los campos de exterminio nazis.
En otras palabras, la trascendencia inequívoca, esencial, de los últimos poemas en prosa de Juan Ramón Jiménez,
Espacio y
Tiempo, es que en ellos logra plenamente el poeta dar con un lenguaje, a través de las técnicas y procedimientos experimentales y vanguardistas ya señalados, capaz de contener y expresar la inmensa complejidad de su contemporaneidad. Ese nuevo lenguaje y sus posibilidades, plasmado en
Espacio y en
Tiempo, es el que legó como herencia el poeta a las generaciones que le hemos sucedido, habiendo conseguido también con él, dejar definitivamente incorporado el lenguaje literario español a los presupuestos estéticos, y éticos, establecidos por el arte poética de lo que podríamos denominar la última Gran Vanguardia literaria, la que alumbrara entre otros James Joyce.
En
Espacio y en
Tiempo, Juan Ramón sumerge, con plena genialidad, la creación literaria en español en la poderosa corriente obsesionada por los ecos de la lengua como instrumento de acercamiento inteligible a la compleja realidad circundante. Con
Espacio y con
Tiempo, Juan Ramón Jiménez abre de par en par las puertas de la modernidad literaria contemporánea occidental a la lengua española, y engancha ésta definitivamente a aquella. O como señaló
Octavio Paz en su libro
El arco y la lira, “
Espacio es uno de los monumentos de la conciencia poética moderna, y con este texto capital culmina la interrogación que el gran cisne hizo a
Darío en su juventud”.
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NOTA: En el blog titulado
El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente .