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    AUTOR
Walter Laqueur

    GÉNERO
Ensayo

    TÍTULO
La guerra sin fin

    OTROS DATOS
Traducción Ferrán Esteve. . Barcelona, 2003. 20 EUROS

    EDITORIAL
Destino



Walter Laqueur

Walter Laqueur


Reseñas de libros/No ficción
La verdadera dimensión de la amenaza terrorista
Por Rogelio López Blanco, martes, 13 de enero de 2004
Los ataques terroristas que provocaron las masacres de Nueva York y el Pentágono en 2001 han traído al primer plano del interés este caracterizado tipo de violencia. Walter Laqueur, un consumado especialista en la materia, proporciona la panorámica histórica del fenómeno, el marco de referencias geográficas, el estudio de la etiología y, lo más interesante, a partir de su dilatada experiencia en este campo de análisis, anticipa las posibilidades que podrá deparar el futuro en tan compleja cuestión.
El enfoque del trabajo va encaminado a proporcionar una perspectiva sobre lo que puede ocurrir en el siglo XXI, es decir, a ir desentrañando los componentes que se dan en el terrorismo contemporáneo, y, en ese sentido, el título que se ha dado a la traducción al español no puede ser más acertado. Laqueur (Breslau, Polonia, 1921) es profesor de la Universidad de Georgetown y director del Consejo de Investigaciones Internacionales del Centro de Estudios Estratégicos con sede en Washington. Fue uno de los pioneros en los estudios del fenómeno terrorista que se iniciaron a finales de los años setenta.

Aborda las raíces del terrorismo, desechando las interpretaciones de carácter restrictivo, como la pobreza, a la que asigna un peso relativo y solo en situaciones de estancamiento económico y abundancia de jóvenes y universitarios carentes de trabajo y sin ocio secular. Más importante que la miseria tiene la existencia de tensiones nacionales o étnicas. También matiza el rango de la opresión, pues donde más se acentuó, como la antigua URSS, no hubo contestación violenta.
Aunque considere que el fanatismo sea ahora la cara más visible del terrorismo, no excluye otros disfraces en el futuro

Todas son condiciones objetivas pero no suficientes. Quizá la que más enfatiza como ingrediente central es el fanatismo, religioso o nacionalista, factor que se refleja en la brutalización y deshumanización creciente de los actos terroristas, cuando se sentencia que el enemigo ya no es una persona concreta sino un grupo. No obstante, aunque considere que el fanatismo sea ahora la cara más visible del terrorismo, no excluye otros disfraces en el futuro. Porque, adelantando una de las conclusiones de Laqueur, el terrorismo siempre acompañará al hombre mientras viva: hay una veta de paranoia, rabia, fanatismo y extremismo político o religioso de la que salen quienes lo fomentan y ejecutan.

La visión de conjunto, para alguien tan bien informado y con el bagaje que acumula, es, pues, negativa. De la comparación entre el terrorismo del pasado y el nuevo terrorismo, cuyo anticipo hemos podido ver en directo el 11S, se extraen diferencias abismales. El antiguo terrorismo perseguía unos objetivos propagandísticos y sus líderes nunca traspasaron ciertos límites, comparativamente hablando. El nuevo terrorismo, cuyo nacimiento sitúa el autor a mediados de los noventa, tiene en muchos grupos, sobre todo fanáticos islámicos, acerca de los que indaga con más amplitud por motivos obvios, un carácter absolutamente destructivo e indiscriminado, que puede causar millones de muertos y daños materiales colosales.
En la actualidad, la posibilidad de que un pequeño grupo acceda a armas de destrucción masiva es casi ilimitada y, en el capítulo de los instrumentos, el material bacteriológico o químico tiene mayores posibilidades de superar la devastación del nuclear

Sin embargo, se debe precisar que el problema reside tanto en los agentes que desean causar esos daños como en los medios y oportunidades. En la actualidad, la posibilidad de que un pequeño grupo acceda a armas de destrucción masiva es casi ilimitada y, en el capítulo de los instrumentos, el material bacteriológico o químico tiene mayores posibilidades de superar la devastación del nuclear. Para Laqueur es solo cuestión de tiempo que algún grupúsculo o individuo, tras la superación de las dificultades técnicas y algún que otro fracaso, acabe empleando estos medios.

Los más proclives al empleo de estos elementos destructivos desde los años noventa son los terroristas islámicos. La creencia en la yihad, la guerra santa, en su compensación extraterrenal, en el convencimiento de que el suicida no experimentará sufrimiento y, por último, en la idea de que todas las almas de los puros (musulmanes) que mueran en el atentado también se verán recompensadas, legitima y allana la perpetración de los atentados.
“Si el terrorismo del siglo XIX fue la era de la `propaganda´, el siglo XXI podría ser la era del terrorismo catastrofista”

El autor no incurre en ningún tipo de islamofobia, como prueban sus críticas a la política de Israel, que ha convertido, según su opinión, lo que podía haber sido un conflicto regional en otro de mayor alcance, en este caso de tipo religioso, por el trato de la cuestión de Jerusalén y de los palestinos. Además, considerando la naturaleza cambiante en el tiempo y en el espacio del terrorismo, donde la sorpresa es sumamente factible, no olvida otros sectores ideológicos y nacionales que pueden ser caldo de cultivo para que unos pocos sujetos alcancen la determinación destructiva. Cita a la extrema derecha norteamericana y a la de varios países europeos, a la extrema izquierda europea, anotando la confluencia de ambos polos en sus posiciones antiimperialistas y en la admiración por los actos del 11S, junto a las agrupaciones más violentas del movimiento antiglobalización, cuando ya no se resignen a la mera movilización y agitación propagandística.

También destaca el potencial destructivo al que pueden acceder los grupos que practican la narcoguerrilla debido a la ingente cantidad de ingresos, como el caso de las FARC, el PKK kurdo, Abu Sayaf de Filipinas, el Ejército de Liberación de Kosovo, el Movimiento Islámico de Uzbekistán... Laqueur dedica espacio a describir la situación de las áreas del mundo en las que pueden desarrollarse las condiciones para que se desate un tipo de violencia terrorista de consecuencias previsibles. Las más importantes están en Asia, en su zona central, en el Cáucaso y, en especial, en la frontera indo-paquistaní por la disputa en torno a Cachemira, precisamente cuando los dos estados están nuclearizados y ambos son gobernados por partidos o sectores con creencias fundamentalistas, a lo que se añade la espoleta de los actos del terrorismo islámico y las luchas interétnicas en la India.

El libro de Walter Laqueur constituye un excelente trabajo sobre el fenómeno terrorista. El conocimiento del tema, la capacidad expositiva, la amplitud histórica y geográfica en la que incardina la explicación, la inteligencia para la fundamentación de sus tesis y el planteamiento prospectivo convierten la obra en instrumento imprescindible para el conocimiento de dicho fenómeno, sobre todo por lo que nos pueda tocar si nos atenemos a sus estremecedores vaticinios: “Si el terrorismo del siglo XIX fue la era de la `propaganda´, el siglo XXI podría ser la era del terrorismo catastrofista”.
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