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Mirjana Jokic: "¡Sáquennos, por favor! Vivir en Orahovac es peor que vivir en un campo de concentración"

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    GÉNERO
CRONICA

    TEMA
Crónica de la experiencia de una miembro de la ACNUR en el conflicto de Kosovo (por Aurea Montero)

    OTROS DATOS




El hijo de Mirjana Jokic en el inicio de la evacuación

El hijo de Mirjana Jokic en el inicio de la evacuación

Plano del itinerario del convoy escoltado por la KFOR y el ACNUR (clicar dos veces sobre el plano para poder verlo ampliado)

Plano del itinerario del convoy escoltado por la KFOR y el ACNUR (clicar dos veces sobre el plano para poder verlo ampliado)

Columna de refugiados procedentes de Orahovac, escoltada por las fuerzas de la KFOR

Columna de refugiados procedentes de Orahovac, escoltada por las fuerzas de la KFOR

Uno de los vehículos integrantes del convoy de refugiados serbios escoltados por fuerzas de la KFOR y responsables del ACNUR

Uno de los vehículos integrantes del convoy de refugiados serbios escoltados por fuerzas de la KFOR y responsables del ACNUR

Visita triunfal de un líder albano kosovar a Orahovac tras la evacuación del gueto serbio

Visita triunfal de un líder albano kosovar a Orahovac tras la evacuación del gueto serbio

Restos tras el ataque de los albano kosovares de Pec al convoy de refugiados serbios

Restos tras el ataque de los albano kosovares de Pec al convoy de refugiados serbios

Otra muestra de la violencia étnica contra los refugiados

Otra muestra de la violencia étnica contra los refugiados

Tropas de pacificación retiran un vehículo serbio incendiado de las calles de Pec

Tropas de pacificación retiran un vehículo serbio incendiado de las calles de Pec


Magazine/Nuestro Mundo
Episodio en Kosovo: ayuda a refugiados
Por Aurea Montero, lunes, 10 de junio de 2002
La noticia saltó en muy pocos medios españoles pero sí tuvo su especial eco dentro de las agencias internacionales, tanto periodísticas como políticas, y humanitarias. Un convoy de evacuación con serbios provenientes del llamado Serbian Quarter, un gueto en la parte alta de la ciudad de Orahovac, había sido atacado por los albaneses en la ciudad de Pec (al norte de Kosovo). Afortunadamente, sin víctimas mortales, aunque sí hubo heridos (tanto serbios como soldados holandeses).
Sin embargo, cuando los empleados del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) que íbamos a cubrir esa misión, abandonamos la ciudad de Gjakove/Djakovica en la madrugada del 27 de Octubre de 1999, jamás lo hubiéramos podido llegar ni a imaginar. No era la primera vez que evacuábamos serbios fuera de la región de Kosovo. Y aunque, en un contexto tan complejo, siempre hay que vencer muchos obstáculos, la realidad siempre supera lo inimaginable. Todavía hoy, uno no sabe si culparse a sí mismo, a toda la organizacion o si lo que sucedió fue simplemente fruto de la fatalidad.

Todo parecia marchar según lo previsto. A las seis de la mañaana tres coches del ACNUR con tres internacionales y cuatro albaneses que trabajaban para el ACNUR como conductores e intérpretes, nos encontrabamos con los cuatro autobuses de IOM (Organización Internacional para las Migraciones). Todos juntos nos dirigimos hasta el punto de encuentro con los serbios de Orahovac/Rahovec y tomamos el desvío a la izquierda en el cruce que hay en la carretera general que va a la ciudad de Prizren. En total íbamos a evacuar a 155 civiles.

Finalmente llegamos arriba. Era una mañana soleada, pese a estar ya en octubre, y alegre, fundamentalmenporque a seres humanos les íbamos a facilitar la posibilidad de cambiar de aires, nunca mejor dicho, tras muchos meses de vivir encerrados, sin libertad de movimiento. Y eso pese a que dejaban a parte de sus seres queridos y sus hogares de toda la vida. Pero era algo que deseaban desde hacía mucho tiempo. Algunos serbios tenían problemas médicos y ni tan siquiera podían acceder a la frágil infraestructura hospitalaria albanesa.
Cuando íbamos atravesando lentamente la parte albanesa de Orahovac, tuvimos que enfrentarnos a la triste realidad de experimentar la alegría de los albano-kosovares por un lado, portando sus banderas y aplaudiendo por la partida de sus odiados enemigos, al mismo tiempo que la profunda tristeza y enorme humillación de los temidos serbios

El primer contratiempo lo tuvimos cuando en vez de los 12 coches estipulados nos encontramos con casi el doble, un total de 21. No obstante, el número de personas seguía siendo el mismo en función de las listas elaboradas. Pero esto desbarataba toda la logística planificada con anterioridad, la nuestra y la de la KFOR, y por eso nos negamos en un primer momento. Pero los serbios, y en general casi todos los eslavos, saben ser persistentes. Además no se trataba de simples vehículos sino de casas con ruedas ya que, ante semejantes circustancias, uno tiende a llevarse consigo todas las pertenencias posibles. Tras muchas consultas se decidió aumentar el convoy. Ello significaba incrementar carros de combate y demás vehículos operativos, así como personal militar, en un volumen considerable.

Finalmente, abandonamos el Serbian quarter y nos encaminamos hacia el punto designado por la KFOR, próximo a sus instalaciones, en una vieja fábrica. Allí se procedería a la comprobación rigurosa y meticulosa de los papeles y de la tenencia ilícita de armas. En el camino tuvimos una ligera sensación de que algo podía no ir bien, de que se corrían ciertos riesgos. Cuando íbamos atravesando lentamente la parte albanesa de Orahovac, tuvimos que enfrentarnos a la triste realidad de experimentar la alegría de los albano-kosovares por un lado, portando sus banderas y aplaudiendo por la partida de sus odiados enemigos, al mismo tiempo que la profunda tristeza y enorme humillación de los temidos serbios.

Cuando se trabaja para una Agencia de Ayuda Humanitaria, uno no puede hacer distinciones de ningun tipo. Son vidas humanas las que están en juego y eso es simplemente lo que cuenta. Y con esa convicción proseguimos nuestra marcha en dirección a la frontera con Montenegro, a las frías montañas, más allá de la ciudad de Pec.

Los dos coches del ACNUR formaban el comienzo y el final del convoy, más los cuatro autobuses, los 21 coches y los consiguientes vehículos militares intercalados para protegernos a todos. Me encontraba liderando (convoy leader) la operación junto con el jefe de la Oficina del ACNUR en Gjakove/Djakovica y una de nuestras irremplazables asistentes mientras que el otro internacional se encontraba con el segundo vehículo a la cola del mismo.
Seguimos avanzando lentamente y tomamos el desvío que nos sacaba de la ciudad rumbo a nuestro destino. De repente, algunos miembros de la KFOR holandesa nos comunicaron que había que detenerse pues la mayor parte del convoy se había perdido. Nos faltaba un autobús y 18 coches

Igualmente, cuando se trabaja en el terreno, la comunicación por radio juega un papel fundamental. Resulta del todo imprescindible para ejecutar muchas acciones, así como se trata de una cuestión de seguridad vital. Por tanto, al llegar a Pec contactamos con nuestros colegas de alli: los operarios de la radio de ambas oficinas mantenían contacto tanto entre ellos como con nosotros y, al mismo tiempo, con el cuartel general del ACNUR en Pristina (la ciudad principal de Kosovo). La idea era bordear la ciudad de Pec, por la carretera de circunvalación, precisamente para evitar posibles complicaciones y así lo transmitimos. Dentro del convoy también nos comunicábamos con el comandante holandés de la KFOR, así como con nuestra compañera que estaba al final del mismo. Ella nos advirtió que uno de los coches serbios se había estropeado y que tenían que parar para asistirlo. Pese a todo, no detuvimos el largo convoy ya que parecía ser una avería sin importancia.

Así seguimos avanzando lentamente y tomamos el desvío que nos sacaba de la ciudad rumbo a nuestro destino. De repente, algunos miembros de la KFOR holandesa nos comunicaron que había que detenerse pues la mayor parte del convoy se había perdido. Nos faltaba un autobús y 18 coches (más tarde apareceria otro vehículo). Todo comenzó a ser confuso, la radio empezó a ser la pieza clave para resolver todo el infortunio, la colaboración entre todos también. Mientras tranquilizábamos a los serbios que permanecían con nosotros, intentábamos comprender qué había sucedido exactamente, cómo y dónde se encontraba el resto del convoy, que tanto tardaba en aparecer. Cuando finalmente lo averigüamos, no tuvimos tiempo de plantearnos nada. Había que reaccionar instantáneamente con calma y frialdad ante los avatares. El resto del convoy, lamentablemente, había tomado el desvío de la izquierda, rumbo al centro de la ciudad.

Por lo visto, segun relatarían nuestros compañeros albaneses que sí estuvieron presentes, la población albanesa creyó que estabámos efectuando una operación de retorno en vez de evacuación al ver semejante despliegue. Tristemente, en cuestión de minutos, una multitud exacerbada empezaría a atacar a los coches, arrojando piedras contra los cristales y una vez rotos, a pegar e intentar sacar a sus ocupantes a la fuerza por las ventanillas. Pero la también rápida actuación de los soldados holandeses impidió que todo acabara en una tragedia.

Mientras estos sucesos estaban curso, el resto del convoy se encontraba a salvo en la frontera con Montenegro, donde nos habíamos encontrado con nuestros colegas de la antigua provincia yugoslava, que se harían cargo de finalizar la evacuación. No tomaríamos el camino de vuelta hasta que todos llegaran salvos --que no sanos-- a Montenegro. Más de 24 horas inquietantes, duras y frías que pusieron a prueba nuestra fortaleza y nuestra valía profesional.

Al pasar por el lugar de los hechos en nuestro regreso a casa, contemplamos un panorama dantesco: todos los vehículos que se habían visto involucrados en el incidente, sus casas móviles, estaban completamente calcinados. Sus verdaderas casas tambien habían quedado atrás. Habían perdido todos sus enseres, pero no el orgullo y el honor de continuar con sus vidas en un ambiente no hostil.

Lo más triste, sin embargo, resulta enfrentarse con el fantasma de haber participado en una especie de limpieza étnica, en este caso, de los serbios. Por supuesto, sin cometer ningún crimen pero participando en la disminución de la ya por entonces frágil minoría Serbia. Hay que recordar que muchos serbios habían huído de Kosovo a Montenegro y Serbia tras la firma de los Acuerdos de Paz y la consiguiente retirada del ejército yugoslavo.

Sin embargo, y esa es la paradoja, mi conciencia está tranquila pues a pesar de ser acusados por algunos serbios políticamente más activos, estábamos cumpliendo con nuestro cometido. Uno de los mandatos del ACNUR es proteger a los desplazados internos derivados de las contiendas. Una buena parte de los serbios que evacuamos estaban viviendo en esa especie de apartheid porque no podian estar en sus lugares de origen. Sus casas habian sido ocupadas por los albaneses o destruidas. Por tanto, preferían empezar de nuevo lejos de Kosovo, en Montenegro o en Serbia, donde tenían familiares y amigos. Y así nos lo hicieron saber. Nos limitamos a facilitarles las cosas como era nuestra función.

Pese a que han transcurrido ya tres años, aún hace daño recordar lo que sucedió en aquel interminable y fatídico día. Y es que el odio, que flotaba en el ambiente, se había manifestado una vez más.

Londres, 26 de abril de 2002
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PD: Con este artículo pretendo romper una lanza en favor de la actuación del batallón holandés en Kosovo (KFOR) después de que hace unas semanas el gobierno del primer ministro holandés, Wim Kok, se ha visto obligado a dimitir tras reconocer la responsabilidad de sus tropas en la matanza cometida por las fuerzas serbias en Srebrenica. Como se ha visto en este episodio en Kosovo, sin su extraordinaria y valiente actuación --salvaron la vida de mujeres, niños y ancianos-- hoy, todos los que conformamos la denominada Comunidad Internacional, tendríamos que agachar la cabeza aún más si cabe.

La triste realidad de la desintegración de la antigua Yugoslavia con sus múltiples y sucesivos conflictos es demasiado compleja para que se pueda simplificar en víctimas y culpables. Con ello no quiero decir que no haya que buscar justificaciones políticas --en relación a la matanza de Srebrenica-- pero, lamentablemente, en esta vida se aprende más de los errores que de los aciertos. Y en mi opinión, los holandeses aprendieron su lección. Cuando han tenido que apresar serbios, lo han hecho y cuando los han tenido que ayudar, también lo han hecho. Pese a las múltiples acusaciones de los serbios.
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