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Antonina Rodrigo: "Mujeres para la historia" (Ediciones Carena)

Antonina Rodrigo: "Mujeres para la historia" (Ediciones Carena)

    NOMBRE
Antonina Rodrigo

    LUGAR Y FECHA DE NACIMIENTO
Granada

    CURRICULUM
Escritora de reconocido prestigio, ha ocupado gran parte de su labor en investigar y difundir las biografías de personajes de la historia contemporánea española. Sobresalen sus monografías en torno a Federico García Lorca, Salvador Dalí, Ángeles Ortiz, el doctor Josep Trueta, Mariana de Pineda, Margarita Xirgu y María Lejárraga, entre otras, así como su trilogía sobre mujeres silenciadas, exiliadas y olvidadas que vivieron los críticos años de la Guerra Civil y el exilio.



Antonina Rodrigo

Antonina Rodrigo


Tribuna/Tribuna libre
María de Maeztu
Por Antonina Rodrigo, jueves, 1 de junio de 2006
María de Maeztu, de la Institución Libre de Enseñanza, fue la gran impulsora de la cultura femenina en España, hasta mediado el primer tercio del siglo XX. María de Maeztu sería nuestra embajadora en las Universidades europeas y americanas, cuando la formación universitaria femenina daba en nuestro país los primeros pasos. En 1910, el ministro de la Instrucción Pública, Julio Burell, derogaba una orden de 1888, y otorgaba la oficialidad universitaria a la mujer. En adelante podrá matricularse libremente, sin tener que solicitar autorización especial a la Dirección General de Instrucción Pública, agregada entonces al Ministerio de Fomento. Julio Burell, en su parlamento, recordó las casi olvidadas leyes de Alfonso X el Sabio, que admitían a la mujer en las Universidades. “Así que más que decretar y conceder –dijo–, lo que he hecho ha sido reconocer sus derechos”.
¡Qué fuerza más enorme será –es ya– la
mujer española, tan pronto como se
libre del sofocante encierro de la casa-cárcel!
En toda su existencia un vergonzoso
engaño la ha inclinado hacia la tierra,
la ha corroído por dentro,
como la herrumbre.


Koltsov, Diario de la Guerra de España


GRAN PEDAGOGA

María de Maeztu Whitney nació en Vitoria, el 18 de julio de 1882. Su padre, Manuel de Maeztu Rodríguez, de Cienfuegos (Cuba), de origen navarro, conoció a Juana Whitney, hija de un diplomático inglés, en París, y se unió a ella cuando la novia tenía dieciséis años. Se instalaron en Vitoria, donde nacieron cinco hijos: Ramiro, Ángela, Miguel, María y Gustavo. La inesperada muerte del hacendado Maeztu en Cuba, dejó a su familia en la ruina, “por confusos problemas administrativos”.

Juana, mujer de frágil aspecto, pero de fuerte personalidad, se trasladó con sus hijos a Bilbao y montó una residencia de señoritas en la que podían cursarse estudios, completar la educación, aprender o perfeccionar idiomas y cultura general. María de Maeztu estudió Magisterio y más tarde Derecho, y en ella su madre tuvo una precoz y eficaz colaboradora. En 1902 empezó a ejercer su profesión de maestra en una escuela. María reformó la enseñanza, implantó las clases al aire libre, fundó las primeras cantinas y colonias escolares. Muy pronto destaca por su elocuencia, sus claros conceptos y sus ideas revolucionarias sobre la enseñanza. Invitada por la Universidad de Oviedo a dar unas conferencias, formula uno de sus conocidos principios pedagógicos: “Es verdad el dicho antiguo de que la letra con sangre entra, pero no ha de ser con la del niño, sino con la del maestro.”

Su labor como conferenciante fue extraordinaria, su gran talento oratorio llenaba las salas de los colegios, institutos y centros educativos y culturales para escuchar sus “Conferencias pedagógicas”. El periodista M. Aranaz Castellanos, de El Liberal bilbaíno, en su crónica de 23 de julio de 1904, recreaba la atmósfera que reinaba en la sala, en una conferencia de María: `Arrollóse el velo al sombrero, dejando al descubierto su interesante rostro de niña, y comenzó a hablar como habla ella, sin afectación ni encogimiento, con palabra segura y persuasiva´. No habían transcurrido diez minutos cuando sonaron los primeros aplausos, cuando el auditorio todo, cautivado y entusiasta, se rendía a la oradora con armas y bagajes... María empezó combatiendo la teoría de que la mujer es inferior al hombre, física, intelectual y moralmente, por ser más pequeño su cerebro que el del hombre, según las teorías de Moebius. `La mujer –decía– debe tener las mismas opciones culturales que su compañero. Debe ir al matrimonio con igualdad de derechos y deberes. Es preciso que se abran a la mujer horizontes para vencer, en iguales condiciones que el hombre, en la lucha por la vida, sin que tenga que depender de él. Precisa ponerla a su nivel y hacer de ella no sólo la compañera que anima la lucha, sino la que une su esfuerzo al de su compañero y sigue sus huellas cuando los reveses y el cansancio hacen que él desfallezca. Y cuando la mujer tenga medios de vencer en la lucha por la existencia, irá al matrimonio, no mirándolo como la tabla de salvación y aceptando a cualquiera, sino eligiendo y siguiendo los impulsos de su corazón´. Justificaba el divorcio por ser el único camino que queda cuando los cónyuges no han logrado identificarse. Arremetía contra la injusticia que supone el perdonar todas las faltas de los hombres y execrar a la mujer a quien se engaña. Habló del concepto equivocado en España respecto a la tendencia fundamental del feminismo. Su finalidad era la emancipación social y económica de la mujer. Combatiendo el criterio de educar a la mujer sólo para el hogar y no para la sociedad que comparte con el hombre. Y para terminar dijo que la ignorancia de la mujer era la causa de la barbarie y que con su instrucción estaba asegurado el triunfo de la libertad, la igualdad y la fraternidad”.

En 1908, María forma parte, como observadora, de la Comisión nombrada por el Gobierno para el certamen pedagógico celebrado en Londres. A su vuelta, en la sociedad bilbaína El Sitio, da una conferencia en la que afirma que “El progreso de Inglaterra se debe, no a las peculiares condiciones de la raza y el clima, sino a los elementos predominantes en la dirección de aquel país, singularmente a la acción social de la escuela”.

LA RESIDENCIA INTERNACIONAL DE SEÑORITAS

Se fundó en Madrid en 1915, bajo la dirección de María de Maeztu, regida por las mismas normas de la célebre Residencia de Estudiantes, creada por la junta para Ampliación de Estudios, que presidía Santiago Ramón y Cajal y tenía como secretario a José Castillejos. Se instaló en Fortuny, 14, cerca de la Castellana, en el primitivo edificio de la Residencia de Estudiantes antes de trasladarse a la calle del Pinar, en los Altos del Hipódromo; en la Colina de los Chopos, como la llamó Juan Ramón Jiménez. El origen de la institución era: “...ser el hogar espiritual donde se fragüe y depure, en corazones jóvenes, el sentimiento profundo de amor a la España que se está haciendo, a la que dentro de poco tendremos que hacer con nuestras manos...”

Allí se acogía a las estudiantes que, procedentes de toda España, iban a estudiar a Madrid, en un ambiente de convivencia humana y cultural que completaba el de la Universidad. Había un pabellón destinado a las personalidades intelectuales femeninas extranjeras que visitaban nuestro país y que, en aquel tiempo, se veían obligadas a albergarse en conventos, lo cual no siempre era del agrado general. Las residentas estaban en contacto con profesores, escritores, artistas nacionales y extranjeros, que daban conferencias, realizándose toda clase de intercambios culturales, en tertulias, lecturas comentadas, representaciones, conciertos, visitas a museos, excursiones a ciudades y pueblos. La Residencia de Señoritas tuvo gran significación para la cultura femenina española. María de Maeztu, con su prestigio personal y cultural, mantenía el espíritu de la Residencia, en un ambiente grato y atractivo para las universitarias y los visitantes vinculados y residentes, como Marie Curie. Asiduos contertulios fueron Ortega y Gasset, Pérez de Ayala, Eugenio Montes, Menéndez Pidal, Marañón, Juan Ramón, Azorín, Pancho Cossío, Jorge Zalamea, Pedro Salinas, Vicente Huidobro, F. García Lorca...

¿Cómo era María de Maeztu, de la que tan presto se han borrado su perfil físico e intelectual? Salvador de Madariaga dice en Españoles de mi tiempo: “María, sin ser una beldad, no dejaba de tener cierto atractivo femenino”. Y el diplomático chileno Carlos Morla nos ha dejado un cabal retrato de la gran pedagoga vasca: “María de Maeztu es una mujer de calidad excepcional, en extremo culta y de una actividad asombrosa... Su actuación en la Residencia de Señoritas es sencillamente prodigiosa y no cabe duda de que ninguna ha hecho lo que ella por la cultura femenina en España. Notable conferenciante, pedagoga magnífica, organizadora insuperable, no se le ha tributado aún, a mi juicio, el panegírico que a su obra corresponde. Ya vendrá su hora. Así lo esperamos.

Rubia, de estatura menuda, nerviosa, vibrante, se expresa con una locuacidad tal, que, a veces, es casi imposible seguirla. Es inconcebible la cantidad de cosas que hilvana en tan breve período. Es una tarabilla, pero llena de criterio y de buen sentido: `una tarabilla que sabe lo que dice´. Sin el menor aspecto varonil, no tiene, sin embargo, tiempo para ser femenina. Viste de cualquier manera, sin ninguna coquetería, y es inexistente en ella todo espíritu de conquista. Lleva puesto un abrigo de carácter indeterminado y un sombrerito en la nuca, siempre el mismo, al cual Federico –García Lorca– le ha dedicado, con cariño, una copla inofensiva con acompañamiento de guitarra: `El sombrerito de María. Dice que es moda llevarlo así, pero, en ella, diríase que se le va a caer... o que ya se le ha caído´”.

Federico García Lorca fue muy amigo de María de Maeztu. Se conocieron en casa de Carlos Morla y allí nació su entrañable relación y la asiduidad con que el poeta frecuentaba la Residencia de Señoritas. El 16 de marzo de 1932, Federico leía en el salón de actos de la residencia su Poeta en Nueva York. Aquel ambiente resultaba gratísimo para el poeta granadino y cuatro meses más tarde, a la hora de iniciar los ensayos de las obras que preparaba para La Barraca, lo hace en la Residencia. “En la tarde asistimos a un ensayo de La Barraca, dirigida por Federico, en la Residencia de Señoritas. En mangas de camisa, activo, lleno de ardor y consciente de su autoridad, se mueve de un lado a otro impartiendo órdenes. Su dinamismo asombra y contagia... toman parte de ella infinidad de muchachas y muchachos... Federico se agita, se entusiasma, gesticula, grita y se siente confortable, contento, en su ambiente”, escribiría en su Diario Carlos Morla.

A continuación transcribimos el testimonio de Victoria Kent sobre la Residencia, de la que formó parte en sus años universitarios y que, al mismo tiempo que amplía nuestra información, nos recrea el ambiente que se vivía en la institución femenina: “La Residencia de Señoritas significó un gran avance en la vida de las estudiantes españolas, una obra valiosa de evolución liberal y moral, inspirada por la Junta para Ampliación de Estudios. Solucionó el problema del alojamiento en pensiones y casas de huéspedes, únicos medios de que disponían las estudiantes de provincias que deseaban cursar materias superiores en Universidades u otros centros superiores en Madrid. La solución fue perfecta. María de Maeztu fue la directora. Era inteligente y tenía condiciones para dirigir la nueva institución; un poco distante, en general, pero siempre que se necesitaba acudir a ella con alguna consulta, era atenta y grata la entrevista. Asistía a las comidas; después de la cena nos reuníamos en el salón a conversar; algunas veces el piano sonaba y bailábamos un poco. La directora estaba presente en estas reuniones. Teníamos una buena biblioteca, yo estaba encargada de ella, presentaba a nuestra directora la lista de nuevas adquisiciones y ella aprobaba o en algunos casos eliminaba alguna que otra obra. El ambiente creado por las residentes era fraternal y convivíamos cordialmente con todas las ideologías. Disponíamos de toda libertad para asistir a nuestras clases, bien en la Universidad, bien en otros centros culturales. Pero las salidas de noche sólo eran permitidas si íbamos acompañadas por algunas amigas o familia responsable. No teníamos contacto con la Residencia de muchachos, es decir, no teníamos reuniones conjuntas, pero sí podíamos asistir a las conferencias que se organizaban allí. Uno de los permisos más importantes para muchas de nosotras era ir a la sierra en los fines de semana para hacer esquí y allí, en el chalet Peñalara, pasábamos la noche. Siempre íbamos en grupo. Es un deber poner de relieve el valor inestimable que ha tenido la decisión de María de Maeztu al aceptar la labor que le encomendó la Junta para Ampliación de Estudios de dirigir, en aquellos comienzos de este siglo, una Institución de carácter laico que había de transformar la vida de las muchachas estudiantes, acostumbrándolas al disfrute consciente de una libertad fructífera. María de Maeztu dirigió la Residencia mientras hubo libertad en España; llegada la sublevación franquista, emigró a la Argentina. Allí falleció años después”.

DISCÍPULA DE UNAMUNO

María de Maeztu fue discípula de Unamuno en la Universidad de Salamanca y de Ortega y Gasset en la de Madrid. Las ideas orteguianas influyeron mucho en la formación de María; habían sido condiscípulos en la Escuela alemana de Marburgo, donde estudió la filosofia neokantiana con el profesor Cohen y la pedagogía social con Pablo Natorp. Entonces nació el amor que María guardó siempre para su compañero. María estaba pensionada por el Gobierno español para ampliar sus estudios y conocer los nuevos métodos pedagógicos europeos, en París, en Bruselas, en el King’s College de Oxford y en las americanas de Columbia, Smith, Wellesley, Bryn-Baner. A su regreso a España dio a conocer sus experiencias en publicaciones y conferencias.

En Londres, representó a España en el Primer Congreso de la Federación Internacional de Mujeres Universitarias. En 1923 fue delegada por el Gobierno español para tomar parte en el Congreso de Educación Mundial que tuvo lugar en San Francisco de California.

EL INSTITUTO-ESCUELA

El 10 de mayo de 1918, un Real Decreto daba paso a la creación del Instituto-Escuela. Se trataba de un nuevo ensayo pedagógico de Segunda Enseñanza bajo el patrocinio de la Junta para Ampliación de Estudios. María de Maeztu, por su prestigio pedagógico, fue llamada a dirigir la Sección Primaria, con la ayuda de un grupo de extraordinarias maestras como María Goyri, su hija Jimena Menéndez Pidal, Josefa Castán Zuloaga, Juana Moreno, Teresa Recas...

El Instituto se instaló en el edificio del antiguo Instituto Internacional de Boston, cedido a la Junta en ventajosas condiciones. El Instituto-Escuela de Segunda Enseñanza comprendía una sección preparatoria de niños y niñas, el internado y las clases de alumnas de bachillerato. La casa, con traza y empaque de palacio, carecía de esa clásica pobreza de los establecimientos oficiales de enseñanza en España, así como de la suntuosa rigidez de los colegios fundados, dirigidos y explotados por las opulentas órdenes religiosas. Tenía aires hogareños, con sus grandes y nobles ventanales, abiertos a las avenidas de Miguel Ángel, del Cisne y la de Almagro, y un hermoso jardín.

En el Instituto-Escuela no había libros de texto, sino un cuaderno de trabajo donde los alumnos anotaban las explicaciones del profesor. No se estudiaba de memoria. Siempre que era posible las clases se celebraban al aire libre. Se hacían excursiones y mucho deporte. La enseñanza de la lengua castellana se estudiaba con ejercicios especiales de dicción, de vocabulario, de lecturas, de recitación, de redacción, de literatura, de narración y composición. La Geografía, con prácticas de cartografía y construcción de mapas en relieve, de arcilla y de cartón. Las lecciones de Historia se enriquecían con visitas al Museo Arqueológico, al del Prado, al del Arte Moderno y, sobre el terreno, en los lugares históricos. El estudio de las Matemáticas se facilitaba con toda clase de material capaz de dar amenidad a la asignatura. La Biología, la Botánica y la Zoología no sólo se estudiaban en las colecciones del Instituto, sino también con excursiones al campo y visitas al parque Zoológico y al Museo Nacional de Ciencias Naturales...

De todas las novedades e innovaciones, fruto de los revolucionarios métodos docentes del Instituto-Escuela, dos fueron motivos de particular escándalo para la gente que veía con malos ojos las tareas del «Insti», como le llamaban familiarmente los alumnos: la coeducación de niños y niñas, y la libertad o ausencia de religión en las clases.

La escritora Carmen Bravo-Villasante, alumna del Instituto-Escuela, nos evocó: “Se estudiaban idiomas, el francés era obligatorio, y se escogía entre el inglés o el alemán. Aparentemente no se trabajaba nada, no se obligaba a nada, y el alumno tenía la sensación de pasarlo bien y de escuchar nada más a los profesores... Los profesores eran nuestros amigos, su vocación y su entrega era completa; el sistema de las tutorías, ejemplar; el plan de estudios, perfecto. Nos íbamos a nuestras casas los sábados deseando que llegase el lunes para volver al colegio, no teníamos tareas ni deberes, no teníamos obligaciones monstruosas, como los niños de ahora... Yo deseo que todos los niños y todos los jóvenes que estudian salgan de su colegio como yo salía del mío, con el recuerdo de una de las épocas más maravillosas de mi vida”.

Al Instituto-Escuela asistieron, entre otros, los hijos de Negrín, de Giral, de Araquistáin, de Barnés, de Medinaveitia, de García Sanchís, de Salaverría, de Saborit, de Giner, de Ortega y Gasset, de Madariaga, de Azcárate, de Casares Quiroga...

EL LYCEUM CLUB FEMENINO

En 1926 se fundaba en Madrid un Lyceum Club Femenino, bajo la presidencia de María de Maeztu, con las mismas características de los ya existentes en Europa. Maeztu venía trabajando en sus bases y desde un principio ella abogaba por un club mixto, pero tuvo que aceptar el reglamento internacional que regía en Europa. De acuerdo con los estatutos, se constituyeron las secciones de Literatura, Ciencias, Artes Plásticas e Industriales, Social, Musical e Internacional. La escritora Isabel Oyarzábal de Palencia, Beatriz Galindo, explicó al periodista Julio Romano, de La Esfera, la constitución y los fines del Club: “Como leerá usted en los Estatutos de la Asociación, ésta es ajena a toda tendencia política o religiosa. Hace tiempo que queríamos tener una casa donde poder reunirnos y traer a nuestras amigas, señoras extranjeras. Al llegar a España se lamentaban ellas y nosotras de no tener un club, como los que tienen la mujeres de París, Londres, Berlín, Roma y Amsterdam. ¡Sólo en Suiza hay siete! Esto, que parecerá una novedad inquietante en España, es una cosa vieja en Europa... Trataremos de fomentar en la mujer el espíritu colectivo, facilitando el intercambio de ideas y encauzando las actividades que redunden en su beneficio; aunaremos todas las iniciativas y manifestaciones de índole artística, social, literaria, científica, orientadas en bien de la colectividad”.

El Lyceum Club se instaló en la calle de las Infantas, 31. Formaron la junta directiva: vicepresidentas, Isabel Oyarzábal y Victoria Kent; secretaria, Zenobia Camprubí; vicesecretaria, Miss Helen Phipps; tesorera, Amalia Galinizoga, y bibliotecaria, María Martos de Baeza. El Lyceum Club se montó sin ayuda oficial, simplemente con el tenaz esfuerzo de un grupo de mujeres entre las que se encontraban las figuras de mayor prestigio intelectual del momento en el país. Carmen Monne de Baroja, para recaudar fondos, organizó funciones y rifas de cuadros en su teatrito particular “El mirlo blanco”.

El Lyceum Club tuvo un gran impacto en el panorama cultural español, en el que la mujer, a excepción de una minoría reducida y dispersa, vivía al margen de cualquier actividad colectiva con un comportamiento normalmente desfasado y anacrónico. Porque no era sólo un lugar de reunión, donde poder tomarse una taza de té y cambiar impresiones, sino centro cultural donde María de Maeztu organizaba cursillos, conferencias, conciertos, exposiciones, a cargo de intelectuales, científicos y de artistas nacionales y extranjeros. García Lorca dio en sus salones la conferencia “Imaginación, inspiración y evasión en poesía”, Unamuno leyó allí su drama Raquel encadenada; Rafael Alberti se presentó una tarde de noviembre, vestido de tonto, metido en una levita inmensa, con un pantalón de fuelle, cuello ancho de pajarita y un pequeño sombrero hongo, con una paloma enjaulada en una mano y un galápago en la otra, ya que la conferencia se llamaba: “Palomita y galápago (¡No más artríticos!)” y armó la marimorena, sorprendiendo a unos, escandalizando a otros y divirtiendo a los demás. Benavente, en cambio, el día que le invitaron a dar una conferencia en el Lyceum, replicó: “A mí no me gusta hablar a tontas y a locas”.

Los éxitos, halagüeños y prometedores, del Lyceum sirvieron de termómetro para revelar el estado de opinión, la sensibilidad y el interés de la mujer española por superar la mediocridad y el aislamiento que dominaban su vida. Para nosotros, a más de medio siglo de perspectiva, si no fuera suficiente lo positivo del programa, podríamos medirlo por la campaña virulenta que el Lyceum levantó desde su fundación, inspirada en el hecho de que era la primera asociación femenina que no estaba bajo el feudo de “la sotana”.
Ricardo Baeza, en un artículo publicado en El Sol y titulado “El blanco y el negro. (Una lanza por el Lyceum.)” decía: “... de la cultura de las mujeres depende el ambiente cultural de un pueblo, ya que a su cuidado está la formación moral y social del niño, y su influencia, aparente o latente, sobre el hombre continúa siendo, mal que nos pese, un factor decisivo en la vida del Estado”.

“La causa –escribía Baeza– no hay que esforzarse mucho en buscarla, cualquiera medianamente avisado podría dar por supuesta e inevitable la campaña: Cultura, internacionalismo, progreso espiritual de la mujer... ¿Dónde para nuestro elemento clerical y nuestros mal llamados católicos vicios más nefandos? Y, ¿cómo iban a permitir esos elementos que hubiese un solo organismo femenino, y más de la importancia con que éste se anunciaba, que no llevara el sello confesional, y el Sagrado Corazón de Jesús fuese entronizado, y los hijos de San Ignacio dirigieran e informaran todas sus actividades?”.

Como los innumerables ataques, alusiones y una circular de la Unión de Damas Españolas no parecían surtir efecto, el director espiritual de las “Hijas de María” las puso en la disyuntiva de darse de baja en el Lyceum, o devolver la medalla de la Congregación. Hablándoles con iracundia del “lugar en donde facilitaban todo género de lecturas, desde el Corán hasta el Ripalda”. La campaña culminó con un extenso e intenso análisis que, en Iris de Paz “órgano Oficial de la Archicofradía del Inmaculado Corazón de María y del comité ejecutivo de la Obra de la Buena Prensa”, hacía en cuatro números consecutivos –del 26 de junio al 17 de julio de 1927–, firmado por un clérigo, bajo el seudónimo de Lorven. En el escrito se calificaba a las socias del Lyceum de mujeres “sin virtud ni piedad”, con “las piernas al aire”; se insinuaba que el Lyceum era un casino “con todo”, en donde la mujer perdía el sentido de la propia dignidad. Se tildaba de “verdadera calamidad para el hogar y enemigo natural de la familia y en primer lugar del marido, cuya autoridad se invoca para poner coto a tantos males”. Se aseguraba que los hijos “de esas señoras altruistas eran muy desgraciados, por tener una madre `liceómana´”. Se proclamaba la institución como un “gravísimo peligro que amenaza a nuestra fe y a nuestra sociedad” y concluía: “La sociedad haría muy bien recluyéndolas como locas o criminales, en lugar de permitirles clamar en el club contra las leyes humanas y las divinas. El ambiente moral de la calle y de la familia ganaría mucho con la hospitalización o el confinamiento de esas féminas excéntricas y desequilibradas”.

La Junta del Lyceum, que venía soportando con indiferencia las embestidas y diatribas nacidas de la ignorancia y el fanatismo, decidió entonces llevar el caso a los tribunales, confiándolo a dos de sus principales animadoras: Victoria Kent y Matilde Huici.

El Lyceum Club, en 1939, fue confiscado por la Falange y la Sección Femenina lo convirtió en el Club Medina.

DOCTORA HONORIS CAUSA

En 1926, María de Maeztu fue invitada por la Institución Cultural Española de la República Argentina para explicar un curso en la Universidad de Buenos Aires. En años anteriores habían ocupado esa cátedra Menéndez Pidal, Ortega y Gasset, Cabrera, Casares y otros ilustres profesores. Horas antes de embarcar, María declaraba: “Voy a dar una serie de conferencias en Buenos Aires y Montevideo sobre problemas actuales de educación, trataré de los temas de psicología de la infancia, de la adolescencia y de la juventud. Ello me permitirá utilizar el resultado de mis estudios filosóficos y la experiencia de veinticinco años de labor en la enseñanza. De la época de mi primera juventud, en que dirigí durante diez años una escuela pública en Bilbao, conservo una cantidad de datos –observaciones y recuerdos– que me han servido de material inicial en mis ensayos sobre psicología de la infancia...”

En 1927 fue nombrada profesora extraordinaria de la Columbia University, de Nueva York, donde explicaría un curso en aquella Universidad. Después iría a Cuba, a la Universidad de La Habana, a dar un ciclo de conferencias; allí volvería dos años más tarde. En 1930, en la Universidad de México, da un curso de conferencias sobre la psicología pedagógica y es nombrada profesora honoraria. Luego viaja a Londres, a explicar en cuatro disertaciones el mismo tema. En Oxford habla sobre “La mujer española”. Es nombrada doctora Honoris Causa del Smith College (Estados Unidos). En España le confían el cargo de Consejero de Instrucción Pública.

«LA PRESTIGIOSA Y DURA FAMILIA DE LOS MAEZTU»

El 31 de julio de 1936 es detenido el escritor Ramiro de Maeztu, hermano de María, y conducido a la cárcel de Las Ventas. Tras un simulacro de juicio fue fusilado en la madrugada del 29 de octubre. Éste fue un golpe terrible para María, que abandonó España y se instaló en Buenos Aires. La Universidad bonaerense le encargó el seminario de Didáctica. España perdía para sí la excepcional inteligencia de María de Maeztu, como iba a perder a tantos miles de españoles, que arraigarían y darían sus mejores frutos en tantas Universidades del mundo.

María de Maeztu no regresó a España hasta febrero de 1947, con motivo de la muerte de su hermano Gustavo, pintor que había presentado en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1924 un "Retrato de mi hermana María". Doña Juana, su madre, había muerto año y medio antes, a la edad de ochenta y nueve años, en Estella (donde la sorprendió la sublevación militar de julio de 1936), pues a raíz de la muerte de Ramiro, vendieron la casa de Bilbao y se quedaron para siempre en tierras navarras. Doña Juana continuó dando clases hasta poco antes de su muerte. El Ayuntamiento de Estella ha dedicado al tercero de los hermanos el Museo de Pintura Gustavo de Maeztu, donde se conserva gran parte de su obra.

María Laffite reproduce en su libro La mujer en España algunos fragmentos de cartas de María; en abril de 1939, escribía a una amiga: “... y bien, ya tenemos la victoria. Con las banderas victoriosas no ha vuelto Ramiro. Esto es para mí la única realidad verdadera. No oiré más su voz ni sentiré que me iluminan sus ideas”.

Cuando María regresó a España, en 1947, hubiese deseado asumir de nuevo la dirección de la Residencia de Señoritas (entonces Colegio Mayor Santa Teresa), que por entonces dirigía Matilde Marquina. Por eso escribió: “Todavía no me resigno a la idea de que tengo que perder aquella obra tan infinitamente querida”.

“Este prolongado destierro –confesaba nostálgica en otra ocasión– me produce una melancolía infinita... Me hubiera gustado tanto pasar los últimos años de mi vida en esa tierra para confundirme con ella... Podría hacerlo sin trabajar, claro está. Pero tengo todavía tal dinamismo y la cabeza tan firme que mi circunstancia había de parecerme un cementerio”.

María de Maeztu era tan sólo una mujer madura cuando se le adelantó la muerte, en Mar del Plata, el 7 de enero de 1948. Con ella se iba otro miembro de la “prestigiosa y dura familia de los Maeztu”, como los calificara Ramón Gómez de la Serna.

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NOTA: Este texto sobre María de Maeztu pertenece al conjunto de biografías escritas por Antonina Rodrigo reunidas bajo el título Mujeres para la historia. Queremos agradecer a José Membrive y a su equipo de Ediciones Carena su gentileza por facilitarnos su publicación en Ojos de Papel.
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