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Nikola Madzirov: <i>Lo que dijimos nos persigue</i> (Pre-Textos, 2013)

Nikola Madzirov: Lo que dijimos nos persigue (Pre-Textos, 2013)



 Nikola Madzirov (fuente: web festivalpoesianicaragua.com)

Nikola Madzirov (fuente: web festivalpoesianicaragua.com)

José Ángel García Caballero (Valencia, 1977). Ha publicado el libro de poemas Llaves olvidadas (Renacimiento, 2010; XIII Premio Surcos de Poesía)

José Ángel García Caballero (Valencia, 1977). Ha publicado el libro de poemas Llaves olvidadas (Renacimiento, 2010; XIII Premio Surcos de Poesía)


Reseñas de libros/Ficción
Un puente sigiloso. Una lectura de “Lo que dijimos nos persigue” (Pre-Textos, 2013), de Nikola Madzirov
Por José Ángel García Caballero, miércoles, 16 de octubre de 2013
Toda conmoción es regreso. Y la poesía es, a veces, esa vocación de ponerle rostro a la historia. La mirada del creador siempre es perpleja, la del que busca las preguntas adecuadas. Buen ejemplo de ello se encuentra en el libro Lo que dijimos nos persigue (Ed. Pre-textos. Valencia, 2013), del poeta macedonio Nikola Madzirov (Strumica, 1973), del que hablaré en las próximas líneas.

Me detengo, para comenzar, en los últimos versos de su poema No sé:

 

El instante lejano me pregunta a diario:

¿Es esa la ventana? ¿Es esa la vida? y yo le digo:

Sí, pero en realidad: No sé; no sé cuándo

van a hablar los pájaros sin pronunciar un cielo.

 

El cielo como espacio de lo insondable, región de las preguntas. Y la historia del siglo XX, con sus puertas giratorias y fronteras correderas, suscitó demasiadas. Por ello escribe Madzirov: La historia es la primera frontera que tengo que cruzar. Ese ejercicio de distancia que supone la creación poética contiende con la condición creadora, que es hija de la memoria. Es muy consciente de ello Madzirov, como nos sugiere en el título del libro. Sabe que convivir con ella es abrir un diálogo, que él propone a través de la palabra escrita. En el poema Pasaron muchas cosas dice:

 

Por nuestro cuarto ventilado salieron volando

del bolsillo trasero pedazos de papel:

cosas insignificantes

que, de no estar escritas,

no haríamos jamás.

 

Como si la palabra escrita fuese la voz de esa memoria, o mejor, esa laringe conductora de la realidad pronunciada. Una idea que también plasmó Zagajewski en sus versos: De la memoria emerge una calle estrecha/ (que sea la laringe de este poema (1). Y la historia de Europa es una historia de calles estrechas, de rendijas de memoria, de murmullos y voces que siguen insistiendo. La tradición poética de la Europa del Este posee además esa carga de frontera, de aislamiento. Recuerda Josep Maria Rodríguez en el prólogo la conexión que existe entre el poeta y representantes de esa tradición, como Herbert, Milosz o el propio Zagajewski, del que Rodríguez rescata lo que dijo de los poemas de Madzirov: Se parecen a cuadros expresionistas, llenos de pinceladas densas, enérgicas, que surgen de la imaginación para volver a ella, como animales atrapados fugazmente por los faros de un coche.

 

Tiene una voz tranquila, se expresa con sencillez. De repente, en mitad de la conversación, es capaz de quedarse mirando cualquier huella del paisaje, encuentra en ella trascendencia, al mismo tiempo que palabra cotidiana. Escribe en su poema Meditaciones sobre el clima:

 

La calma es un cinturón que

mantiene erguida la historia.

Es preciso a veces sentarse un rato

a contemplar el cielo

reflejado sobre una lata abierta

en la orilla del mar.

 

Y escribir es volver, plantear una pregunta es tocar el timbre de la historia. El gesto calmado del poeta nos lleva casi sin darnos cuenta a esa herida abierta que es desconocer el origen. Muestra esta idea con mucha belleza en su poema Regreso:

 

Yo fui tomando cuerpo

a capas de memoria,

mi alma es el palimpsesto del vientre

de una madre lejana.

Por eso a última hora

la idea de volver

y el suave crujido de las bisagras.

 

La historia como conformadora del sujeto, a la vez que objeto de su búsqueda. Esa búsqueda supone también un ejercicio de redención. Así lo expresa Benjamin en Sobre el concepto de historia: “El pasado comporta un índice secreto por el cual se remite a la redención. ¿No nos roza, pues, a nosotros mismos un soplo del aire que envolvió a nuestros antecesores? ¿No existe en las voces a las que prestamos oído un eco en las ahora enmudecidas?” (2).

 

Parece como si Madzirov se quedase observando la costra de una herida, tal vez hasta pase su mano por encima y, de alguna forma, comprenda que la herida nunca acabará de cerrarse. Sin embargo, acercarse a ella será un motivo vital. Recuerdo ahora aquellos versos de Las flores del mal:

 

La Naturaleza es un templo de vivientes pilares

que dejan salir a veces confusas palabras;

el hombre lo recorre a través de los bosques de símbolos

que le observan con miradas familiares. (3)

 

Es familiar el lenguaje, pero misterioso. Madzirov trabaja con mucha elegancia la sugerencia, con una cautivadora mirada pausada huye de alardes, de efectos retóricos. Como un pintor preocupado por la luz, Madzirov trabaja escenas y enfoques, hijo siempre de lo escuchado y de lo dicho. La palabra se hace puente, vibra, hacia el pasado. Así acaba el poema que da título al libro:

 

Lo que dijimos sin tener testigos

nos ha de perseguir durante años.

 

Los inviernos se nos apilan encima

sin haberlos llegado a pronunciar.

 

La historia nos muestra como las ruinas nunca han dejado de hablar, las generaciones se erigen en portadoras de restos y el individuo se vuelve así fragmento, retazo de memoria. Los Balcanes representen, quizás, un ejemplo demasiado palpable de ese tránsito de memoria y ruina. Madzirov refleja esta idea con maestría en Hogares en ruinas:

 

(…)

Y vi también tu sombra subiendo por mi cuerpo

mientras que tú bajabas de todos los refugios

encontrados después de las guerras oficiales.

Desde entonces me ciega cada trozo de vidrio,

cada palabra negada

me cubre los ojos de silencio. Vi.

Nuestros hogares en ruinas eran el tránsito del mundo,

de la memoria, sí, de la memoria.

 

Es un libro muy sólido el de Madzirov, palabra que exige revisitarse. Ha llegado a nuestras librerías de la mano traductora de Yolanda Castaño y Maria Petrovska, que han cuidado con precisión el ritmo y la delicadeza expresiva. No me queda más que invitar a su lectura y a dialogar con sus poemas con el sigilo con el que él muestra sus afectos. Acabaré con los últimos versos de su poema Invisible:

 

El deseo de tocarte la frente cuando nadie mira

es más antiguo que el tiempo.

 


NOTAS
(1) Zagajewski, A. Deseo. Ed. Acantilado. Barcelona, 1997. p. 7.

(2) Benjamin, W. Sobre el concepto de historia. Obras completas. Libro I. vol 2. Ed. Abada. Madrid 2008. p. 306.

(3) Baudelaire, Ch. Las flores del mal. Edimat libros. Madrid, 1999. Trad. Enrique López Castellón. p. 106.

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