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Felipe López-Aranguren (foto de Jesús Martínez)

Felipe López-Aranguren (foto de Jesús Martínez)

    NOMBRE
Felipe Aranguren

    LUGAR Y FECHA DE NACIMIENTO
Madrid, 1951

    BREVE CURRICULUM
Sociólogo. Miembro de la Asociació Catalana per la Pau y colaborador del Centro de Investigación para la Paz. Profesor en diversas universidades de verano, colabora en revistas y diarios e imparte conferencias. Autor de los poemarios Escombros y laberintos (1997), El viajero y su tierra (1999), La nave del olvido (1998), La esfinge (2001). Figura en la antología en alemán, traducida también al inglés, francés y ruso, Hell Verwundete des Miltelmeers (2001)




Opinión/Entrevista
A muerte: entrevista al sociólogo Felipe López-Aranguren, autor del poemario Memoria del no poder
Por Jesús Martínez, lunes, 1 de junio de 2009
“No, en el Zurich, no, que hay mucho turista.” Quedo con él en el Living, un bar escondido en la calle Capellans de Barcelona, con cuadros de los de Antonio López, apartado de las Ramblas: “Los guiris me han echado de las Ramblas”. Es el espigado ciprés de sombra y sueño de Gerardo Diego, por lo huesudo de su constitución. Incluso los quevedos que sostienen su nariz aguileña te remontan al periodo de los buhoneros del río Mackenzie. En la ficha de los editores, Felipe López-Aranguren (Madrid, 1951) aparece como el hijo del filósofo José Luis López-Aranguren (1909-1996), y con esta sacrosanta bendición ha ido bandeando los ceremoniosos duelos académicos de las presentaciones y los halagos. Felipe, el hijo, prepara un mega-acto que espera que sea sonado, que raye los retrovisores y que sea un golpe en la mesa de la mediocridad campante: en junio se cumplen 100 años del nacimiento de su padre. Para festejarlo, publicará un libro sobre la relación del ensayista de la moral con los poetas y poetastros de su generación.
“Mi padre era un hombre excepcional. Se rodeó de grandes escritores. Recuerdo las noches en las que se abría el salón, porque cuando invitaba a sus amigos les ponía almendras, y yo esperaba que al día siguiente quedara alguna para comérmela.” Felipe conoció a los patibularios de los cantos contra la dictadura, la única luz en el hondo agujero de la represión. “Sus compañeros eran afables, simpáticos, cariñosos.” Conoció al falangista Luis Rosales, a quien nunca preguntó por los últimos días de Lorca; conoció al Nobel Vicente Aleixandre, que le palmeaba en la cabeza en señal de bienvenida; conoció al político Dionisio Ridruejo y a su tropa de garcilasistas; conoció al José Agustín Goytisolo de Palabras para Julia, a Salvador Espriu, José Corredor Mateos, Carmen Martín Gaite, José María Valverde, de quien fue discípulo y coadjutor en las conspiraciones del PCC... “A quien me hubiese gustado mucho conocer, porque le conoció mi padre y le dedicó los elogios a los que no era muy dado, es a Marcuse. Mi padre decía que era el hombre más inteligente con el que se había relacionado.”

José Luis López-Aranguren, el padre, conoció a otros sabios: conoció al novísimo Leopoldo María Panero, al chaquetero Eugeni d’Ors, al magnánimo José Ortega y Gasset… Entre todos crearon el Grupo de los Jueves; se reunían los jueves.

Dada la formación estilística impresionante que recogió, de viva voz y de estos premios nacionales, Felipe López-Aranguren, el hijo, cayó en el pozo artesiano de la escritura, en el que chapotea a sus anchas como un pato mareado. Felipe acaba de publicar su quinto libro de poesía: Memoria del no poder, en el que la “memoria” es entendida como crónica (“recuperación fiel”), y “no poder”, impotencia para cambiar la realidad. “¿Qué puedo hacer yo para impedir el envenenamiento de los mares, asociarme a Greenpeace?”

Memoria del no poder es un libro cerrado hace 10 años, con siete poemas largos: “Componen un discurso que me hago a mí mismo, un yo yo yo”. Poesía “civil”, como él la llama. “Mi anteriores poemarios se cargaban de lirismo y erotismo.” Felipe, el hijo, también ha enviado a la imprenta trabajos de tipo técnico con el membrete de los protocolos sobre infraestructuras culturales, patrimonio e inmigración. Y el Diablo, ensayos sobre el diablo en la música: las salmodias, la lira de David, los bailes de los aquelarres… “Asomo la pezuña por todos los lados.”

En Memoria del no poder, Felipe, el hijo, se moja como Gabriel Celaya, y le sale un fresco de alcohol y muerte. “La peña de mi amigo Luis y yo íbamos de vinos con Celaya. Le gustaba beber, bebía mejor que escribía. Amparitxu, su esposa, es la única alcohólica por amor que conozco. Bebían los dos, él porque le gustaba, y ella porque le gustaba él.”

Felipe López-Aranguren se hace eco de su tiempo, con sus paréntesis y remisiones y salvedades. No es un panegírico su libro. “Crisis de valores, era Berlusconi, leyes contra gitanos, ultraderecha a ultranza… ¿Qué libros lo tratan? Cervantes, en el Quijote, colaba las fondas, las bodegas, los conversos, los judíos, la Inquisición… En las Memorias de Casanova se encuentra su siglo, igual que en Dickens. Yo no vuelvo a la rosa; Juan Ramón Jiménez la describió mejor que yo. Y no hablo de castillos. Ahora se escribe sobre la Edad Media, que no es un reflejo de nuestra época. No quiero que de aquí 200 años se diga que mi temática era la Edad Media y no la crisis de mi tiempo.”

Así que aquí empiezan las preguntas de sus versos o sus versos con interrogante: “¿Cambiaremos el sistema después de esta puta crisis económica? ¿Vamos a refundar el capitalismo? ¿Existe alternativa? ¿Volveremos a Lenin?”. La respuesta es no. “Con la derrota de la Unión Soviética me quedé jodido. Estuve en Moscú en 1989, en plena Guerra Fría. Los americanos sembraban Europa de misiles balísticos. Pero la experiencia soviética no anula la teoría comunista, que busca la igualdad entre los seres humanos. Si no es que íbamos en contradirección, seguro que no íbamos en la dirección correcta.”

El ciudadano Aranguren junior lejos está de comportarse cual una real alteza. Como tal, como hombre que poetiza (“si soy o no poeta lo dirán mis lectores”) y que se carcajea, opina y polemiza, entra al trapo y se traga el aceite de ricino del enfrentamiento entre los sofistas, los materialistas históricos y los evangelistas.

Sobre el problema: “Que un tal Maddof haya estafado a las Koplowitz tiene mérito. El sistema capitalista es corrupto, es el latrocinio basado en las hipotecas basura”.

Sobre el remedio: “La solución, nacionalizar los bancos, algo que ya estaba en el programa del PSOE de 1982”.

Sobre el PSOE: “En España hay una derecha moderada, que es el PSOE, y una derecha ultramontana fruto del franquismo”.

Sobre el franquismo: “Aznar hizo ministros a los hijos de los generales del Régimen”.

Sobre José María Aznar: “Chávez ha sido elegido democráticamente, y el Rey le mandó callar por decir que Aznar es un fascista, que es lo que yo pienso”.

Sobre el rey Juan Carlos: “Se evita difundir informaciones sobre el Rey en cacerías de osos en Rumanía, etcétera. Somos el único país del mundo que, de manera pacífica, ha cambiado dos veces la monarquía por una república. Hemos dejado vivos a los reyes, y luego nos la han devuelto”.

Sobre la república: “Yo apuesto por un Estado federal republicano en el que quepa la nación catalana”.

Sobre Cataluña: “La oleada de inmigración asiática nos va a llevar por delante. No acabará con el idioma catalán, pero acabará con los catalanes. Es imposible mantener una cultura intacta y sin influencias. Las hubo de los andaluces y las habrá de los chinos”.

Sobre Andalucía: “¿Qué está haciendo Andalucía para desarrollarse, aguardar las subvenciones? ¿Le otorga la medalla del trabajo a la duquesa de Alba mientras no cesan los pelotazos urbanísticos en la Costa del Sol? ¿Qué hace la izquierda de Chaves, que no es Chávez?”.

Sobre las izquierdas: “Yo soy de izquierdas, por lo tanto soy internacionalista. Hemos reconocido Montenegro, Croacia, Bosnia, ¿y ahora nos ponemos estrechos con Kosovo? A mí me suena a contradicción, como con los bancos”.

Sobre la banca, el problema, el origen de esta puñetera crisis financiera: “Si yo doy dinero al banco, yo lo controlo. Ahora no tenemos garantías claras de su devolución”.
Felipe Aranguren fuma sus años con sus cafés con leche largos de café. Politólogo de carrera, aunque por ahí va diciendo que es sociólogo para que no le tachen de “memo”. En Memoria del no poder se halla su mensaje, que es un grito para no tirar la toalla.

“No detenerte nunca. A muerte. / Tú eres un corredor de fondo.”
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