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Miguel Veyrat: El Incendiario (La Lucerna, 2007)

Miguel Veyrat: El Incendiario (La Lucerna, 2007)




Creación/Creación
El Incendiario
Por Miguel Veyrat, martes, 8 de enero de 2008
Los dos grandes maestros de Miguel Veyrat son ambos insulares y sicilianos, Empédocles, el filósofo devorado por el volcán, y Salvatore Quasimodo, que pudo escuchar desde las profundidades marinas al Oboe Sumergido. Su símbolo poético, Prometeo o la palabra ontológicamente mitificadora, lenguaje de dioses o robada a los dioses. Para el poeta no existe la muerte, pues todo es canto y llama. Fundamentalmente, nuestro autor bebe en su período de formación, ante la orfandad sentida por la ausencia de sus maestros naturales —y entre ellos muy especialmente la de Luis Cernuda—, asesinados o exiliados, del impulso poético de poetas europeos como Eliot, Rilke, Mallarmé, Celan y sobre todo, en los últimos años, de los poetas del Novecento, italiano.

Miguel Veyrat (Valencia, 1938) es poeta desde niño. En su adolescencia perpetró un primer libro titulado proféticamente Coplas del vagabundo, del que destruyó más tarde todos los ejemplares que pudo encontrar. Para mantenerse y preservar a un tiempo la libertad de su producción poética, adoptó el oficio de periodista en el que logró brillar con luz propia mientras construía pacientemente una obra poética sólida, coherente, honda y de una sorprendente belleza dentro de su economía verbal.

Gran viajero y reportero, corresponsal permanente en numerosos países, publicó su primer libro, Antítesis Primaria (Adonais), en 1975 mientras residía en París. La reedición de la trilogía de El Incendiario, publicada en Madrid en 1993 (Libertarias) y agotado hace años, es un acto de justicia —como argumenta el espléndido prólogo de Juan Planas— hacia la obra inicial de la presente línea de pensamiento poético y escritura de Miguel Veyrat, que ha conquistado a críticos y lectores, brillando especialmente en sus últimos libros publicados, Conocimiento de la Llama, que reeditará en breve La Lucerna, La Voz de los Poetas y Babel bajo la Luna, ambos recientemente publicados por Calima Ediciones.

 

 

Ultima linea rerum

 

 

Mors ultima linea rerum est

Horacio
Epístolas Lib I Ep16- 79

 

 

 

 

 

La invocación

 

I


HYMEN
DE AMOR
Y MUERTE:
EN TU EFÍMERO
PUENTE
ESTÁ LA ETERNIDAD

 

II


SÓLO LO CRUZA
LA VOZ
DE LA ESPECIE

 


III

ESE ES
—DE LIVIANO
ACENTO—
EL ÚLTIMO
LÍMITE

 

Iniciación

 

¡ CUERPOS DEL HOMBRE !

El sabio permite al niño
Dar el primer paso

 

Lilith

 

Cruzas el pubis
Y en tus manos sangra
El miembro.

¡Ya vives! ¡Ya recoges
Sus trozos dispersos!
Ya sientes cómo late
La savia nueva.

De pronto se cubre el Sol
Con la Luna Negra.

 

En la niebla

 

Empañado cristalino:
La madrugada escondite
Donde acecha la marea
Turbia de la sangre.

Después se calla el geiser.

 

Amanece

 

Te pareces a la muerte
Cuando atraviesas silente
El velo de luz del jardín:
El último aliento de un ave
Cuelga su miedo en tu boca.

Cruzaste otra vez el río.

El día  define la luz
La mañana se marchita.


Todo lo que el fuego  toca
Pierde su inocencia así.

 

Vuelo iniciático

 

Vuela la joven muerte
Llena de inexperiencia.

Su boca todavía tiembla
De mirlos recién segados.

Vislumbra un ser
Lo llama lo tala y alza
Sus brazos cándidos: bebe.

Se filtra la luz de pronto
En la siembra del espanto.

 

Soledad de dama                                                                  

     
 
Tú sola

Dada
A la luz
Postrera

Hendida
De un viento
De fuego

Y de pronto
Será tarde.

 

Eleusis

 

Tus pasos temblaban sobre el prado:
Tierra quemada donde la dama 
Inició su arte a favor tuyo. El aire
 
Quemaba tus pulmones y amapolas 
Movían sus ardidas calaveras
Sobre el tallo donde madura la corola.

Sólo cedió un instante el tiempo
De un rayo de tiempo y  la succión
Del propio tiempo vagina  pavorosa

Te devolvió a la humedad primera.
Dijiste: Esto es ya la muerte, Dama.
Se dobló tu pierna izquierda en la forma

De una escuadra que roza la primera
Y una mano colocaste reposada sobre el pecho.
Así rescatado ya de lo oscuro por lo oscuro

Conoció tu corazón el sentido de sus pasos:
La Inocencia bien primero ¡Antes y después del Fuego!

  
  
Omar Jayyam juega al ajedrez

El Gran Cero nos  mira

Y se preña  su mirada
De humedad totalitaria.

Mueve la mano y desata
La cuántica tormenta:
Abre la sesera y mana
Rigor pone y descoloca.

Abre y cierra
Nace y mata.
 
De la su barba de nieve
Ya se descuelga la nada.          
¡Paz al hombre
En el negro silencio
Del más allá!



Himno a la vida

 

Mata bien
Al  padre.

(En un doble
Movimiento
De destrucción 
De ti mismo)

Hijo mío:
El parricidio
Es todavía
El mejor
De los
Suicidios.

Commare secca
                                  
                           

Sus manos
La cal y luego
Mirtos y rosas
Sobre la piel

Hierve la lluvia
Humea y huele
Corazón de tu manzana

Mira bien
Muchacho de la noche
La dulce podredumbre
De la sombra
Se renueva

Mi peso ha descansado

Iluminando
El triángulo
De algas

La sangre
Torturada
Alimenta
Un fuego
De hojas
Secas

Y preñada
La muerte
Estalla



Thanatosophia
 


Ya que
No moriré
Rainer María
De mi propia
Muerte
Y ni siquiera
En París
Con aguacero:

Quiero ser
Comido
Como Jesús
De Nazareth

Y rodeado
De místicos
Caníbales

Presidir
Mis propios
Funerales

 

Un sueño de Blas Pascal


 
Sólo el reposo
Es la muerte
Semejante a un
Sueño de piedra.

—Odia el movimiento
Que  las líneas  altera—

El tiempo se come la vida
Y el enemigo que roe
El corazón del estoico
Busca la fría belleza
(Pura, impersonal)
La inmutable belleza.

Con toda la sangre
Que pierde
La culpa crece
Y se alimenta.

 

Fabulilla

 

SOLO
LA MUERTE
NOS LIBERA
DEL HORROR
DE LA MUERTE.

Tu sabes bien
Amor mío
A fuerza
De ser requerido
Para el caso
Que en el fondo
La Mantis

—Religiosa
Por supuesto—

Sólo aspira
A ser
Violenta
Y (muchísimo)
Mejor
Fecundada.


              
La humedad primera
       


Con la humedad de la noche
La joven muerte me espera.

Bajo el sol de las estatuas 
Llega la luz de otra vía.

Mujer de noviembre,
Mi vida futura
Es tu rostro perdido:                  
Di lo que el fuego
No se atreve a decir
Que mi carne es la vela
Que violenta hasta el viento
Que hora es de ser tú la torre
Cazador de ti mismo
Llaga violenta frontera perdida
Y mudo volcán.

Desde el abismo que avanza
Llega la humedad primera.


 
Imitación del grito
        

Todo ha sido
Semejante
A una vida
En un territorio
Fingido donde
Pudieras estar
Tu también
Por ser vivido.

Tendremos
Que hacer una reunión
Compañero
Para ponernos de
Acuerdo
Sobre lo que fue
La vida
Y averiguar
Si ha sido y/o
No ha sido y
Si así fue
Y pudo o no pudo
Haber sido.
O tal vez
Tengo la impresión
De que mi vida
No ha tenido ya
(Y no podrá)
Tener lugar.

Tan simple
Imitación
Del grito.     


Frontera de la luz


        
El borde de la luz
Abre una herida
Donde el límite
Se agranda.

Define
El cuchillo
Del alba
Limpiamente
La mañana:
 
Sí: desbordar
Todo límite
Lo puede
Sólo esta hora
Que ordena
Incautamente
Fundirse
Con el rayo.

Y así todo tiembla
Otra vez
Y se renueva.

Tiembla
Contrapunto
Del vacío.   

                   

El poeta

     

(Jaime Gil de Biedma,
       In Memoriam)

     

Veyrat está de pie
Frente al paisaje.

Ya sabe que no sabe
Y casi no presiente.

Tuvo sueños y poco tiene
Que no haya profanado.

Palabras ofrecidas
Como putas cansadas
Frases que un día
Pudiera unir un muchacho
En versos verdaderos.

Sólo le queda resignarse a morir
Como un hecho ineludible de la especie.

Querría salir de la barbarie
E iniciarse en la noche temblorosa
Al aire limpio al frágil tallo.

Quien sabe: tras cruzar la sombra o el amor.

Ha perdido a su hermano.

 

La piedra bruta

 

Bajo esta piedra
Mi llanto oculto
Bajo la piedra.
 
Yo sé que mana
Como una fuente
Mi vida oculta
Bajo la piedra.

Con este llanto
Ya sé que un día

Vendrá la muerte
Y apagará su sed.

           

Siembra de solsticio

 

Pasa por la hoguera
Tu vientre seco.

Aromas cegadores
Removerán las cenizas.

Rocío fresco
Mañana de San Juan:

El hielo solsticial
Renovará tu ser.

Primera línea
    


Quemadura
Del estruendo:

Estrépito
Del glaciar
Pariendo
Un iceberg.

Orión
Cazador ciego

Canto matinal
De rebelión.

 

El viajero  no escucha el grito
       
        

Chispa desconocida
Que todo lo incendia

Avanza mas no puede

No escucha el propio
Fuego al consumirse

Dónde su aliento
Quema dónde
Su estertor
Resuena

Y después silencio.

Sólo tanto sufrimiento
Tanto que el silencio

En su mismo centro
Se trizaba.
    

Ahora inmóvil

 

Allá donde
No avanza
 
La raya del alba

Ultima línea
De las cosas

Ya no es posible
Conocer:

Sólo la muerte
Es claridad.


           
El gran silencio

 

Son humo los días
Pero si llega la luz
Secretamente
Y tu voz de nuevo
Me dice que hay
Otra realidad
Detrás del sueño
Sabré por fin
Que de la muerte
Solo puedo esperar
Una apariencia
De día sin fin
Y sin reposo.

Son de humo los días
Hasta que el incendio
De la tarde llega.

 

Para una invocación final

 

Nada muere: Sólo sus reflejos.

(Tembló de emoción
La Logia entera)

Y de éste modo
Pasado y presente
Anduvieron confundidos.

(Así pues unos hombres
Se sucedieron a otros
Interpretando
Distintas clases
De gemidos:
“Día sin fin noche continua
Donde nunca habrá reposo...”)

Hermana Realidad
Quédate para siempre
Entre nosotros no en los sueños
No en los sueños ni tampoco
En los espejos.
 
¿O será que sólo
Sobre apariencias reina
Esta muerte que apenas
Conocemos?

Ese sería  para ti el infierno
Venerable Maestro:
Reflejo que imitando a la vida
Con él pudiera confundirse.

 

 

Lo que está arriba
es igual a lo que está abajo

Hermes Trismegisto
Tabula Smaradigna

 


Nota de la Redacción: La selección de poemas pertenece a la trilogía El Incendiario (La Lucerna, 2007), obra de Miguel Veyrat. Agradecemos al autor y al director de ediciones La Lucerna, José Luis Reina Segura, su publicación en Ojos de Papel.

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