miércoles, 4 de noviembre de 2009
Nuevos retales del sastre (2002-2008) de Ángel Sopeña, en La Grúa de Piedra
Autor: Juan Antonio González Fuentes - Lecturas[{0}] Comentarios[{1}]
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Los últimos poemas de Ángel Sopeña, los “Nuevos retales del sastre”, sus poemas del siglo XXI, ya no me recuerdan tanto a Schubert como lo hacían los anteriores, ahora me traen a la inteligencia a Brahms, a un Brahms al que Ángel empieza a parecerse incluso en lo físico, en la mirada que estructurada ya para siempre por el Romanticismo, acepta sin embargo los envoltorios certeros del impresionismo preocupado por los detalles de paisajes y ambientes, para reventar luego, a posteriori, ya en el cielo del paladar poético, en un expresionismo inundado de inaudita lucidez, y por tanto, inexorablemente, de un pesimismo aceptado, comprendido y comprensible, en pura y estricta sabiduría de vida


Juan Antonio González Fuentes 

Juan Antonio González Fuentes

Les hago a todos ustedes al tanto del Bigotes y de Don Vito, del caso Gurtel, de la relativa pobreza patrimonial del señor Chaves, del 3% catalán, de los presupuestos del Palau de la Música destinados a arreglar las propiedades particulares de los dirigentes de la institución, de los trajes del señor Camps, etc, etc, etc… Es decir, les hago a todos ustedes al tanto de unos tiempos de crisis económica brutal, en los que los casos de corrupción política (a la derecha, a la izquierda, al centro, arriba y abajo) nos acompañan diariamente con cada churro que mojamos en el café con leche.

Pero en estos tiempos de deslealtades y corruptelas, de la necesidad de andar por la calle con una pinza en la nariz para no ahogarnos con los múltiples aromas de la iniquidad, de repente surge el milagro como si de una vieja película de Frank Capra se tratara. Luis Alberto Salcines, como el incansable James Stewart/George Bayle de Qué bello es vivir, obra el milagro mencionado, y en medio del basurero le da por crear un jardín poético con forma de Grúa de Piedra, para plantar en él flores, plantas y árboles distintos de distinta poesía, en una tierra abonada por sus ahorros de profesor de instituto.

No es la primera vez que Salcines aborda el milagro, ni probablemente será la última, si el largo maratón en el que desde hace tiempo participa y que responde al nombre de Vida, le deja salud y recursos para nuevas aventuras. Lo de la ilusión lo doy por descontado, pues al igual que el galo Obélix, Salcines cayó de pequeño en la gran marmita en la que la ilusión se cuece a fuego lento y con miles de extraños hierbajos para darle nutritiva consistencia.

Luis Alberto Salcines es sin duda posible uno de los “activistas culturales” más sustanciales de las últimas décadas en Cantabria. Donde quiera que esté o trabaje comienza una iniciativa relacionada con el mundo de la cultura, entendido el término en su más ancha expresión. En Asturias, Torrelavega, San Vicente de la Barquera, Santander…, en todos estos lugares y en otros que no sé o no recuerdo, Luis ha dejado plasmada la huella de sus variopintas iniciativas: antólogo, editor, conferenciante, articulista, jurado de premios literarios y de artes plásticas, comisario de exposiciones, crítico de arte, organizador de conferencias y encuentros, animador cultural, escritor… Y toda esta casi frenética actividad la ha llevado a cabo siempre alejado de la soberbia, y siempre apostando fuerte, a tumba abierta, por la generosidad y el peso constante, permanente de la amistad.

Sería motivo de todo un libro generoso en páginas, glosar las actividades culturales en las que Luis Alberto Salcines ha estado implicado, de un modo u otro, desde que, por ejemplo, exhibía barbas imposibles y melenilla lacia de calvo irremediable en sus años de estudiante de Ciencias en la Universidad de Cantabria. Pero sí cabe aquí mencionar, es más, se hace imprescindible mencionar, la primera aventura editorial impulsada por él. Me refiero, claro, a la ya legendaria colección Anjana, que apareció en el panorama poético va a hacer en breve la friolera de tres décadas.

Sí, treinta años han transcurrido entre Anjana y La Grúa de Piedra. Treinta años de poesía, de evolución, de cambios…, pero también de algunos elementos comunes entre una colección y otra. En concreto dos que saltan a la vista.

El primero es el cuidado con el que están realizadas las colecciones. Contando con el trabajo e ideas del propio Salcines, la responsabilidad del concepto material de la primera colección, Anjana, se debió a uno de los más grandes artistas plásticos de Cantabria de la última mitad de siglo XX, el pintor Esteban de la Foz, desaparecido en fechas no muy lejanas. Ahora, esta hermosísima Grúa de Piedra que aquí se presenta por vez primera para ayudar a embarcar y a desembarcar poemas y poéticas, se debe a Creática, a Carlos y a Antonio, a su equipo de trabajo. La calidad de los productos editoriales que salen de los talleres de Creática no ofrece ninguna discusión, y es apreciada por todo el mundo, desde los lectores hasta los libreros e impresores.

Ángel Sopeña (la foto procede de la Revista de Cultura QVORVM)

Ángel Sopeña (la foto procede de la Revista de Cultura QVORVM)

El segundo punto en común es el más grande protagonista de esta tarde. Me refiero, claro, al poeta. Me refiero a Ángel Sopeña. Él ha inaugurado las dos colecciones editoriales de Luis Alberto Salcines: en el año 1980 lo hizo con su primer libro, el ya esencial Elegías y fragmentos, y ahora, a finales de 2009, lo hace con estos Nuevos retales del sastre (2002-2008), llamados a ser lectura obligatoria para la legión de poetas que pululan por nuestras calles.

Es Ángel Sopeña el poeta maravilla y maravilloso de su generación en Cantabria. Un poeta de cámara, que no sinfónico; un poeta de lieder, de canciones, que no operístico. Cierro los ojos, y cuando pienso en Ángel Sopeña, en la poesía contenida en sus libros primeros, no sé porqué me viene a la cabeza, al corazón también, la música pianística de Schubert. Alguna vez he hecho la prueba, he leído en el salón de mi casa, en voz alta, poemas de Lenta estrella, o de Casi todo es prosa con el piano schubertiano de fondo y todo parecía encajar como un guante. Schubert es la banda sonora de Ángel Sopeña, Sopeña el poeta al que el vienés, si duda, hubiera puesto música.

Los poemas de Ángel Sopeña son pequeñas, dulces cargas de profundidad. Lees sus poemas, frecuentemente breves y concisos (que no es lo mismo), preciosas miniaturas melancólicamente sofisticadas, bocados exquisitos de alta cultura y civilización, y cuando los tienes ya dentro de la mente y del corazón, aparentemente inofensivos en su belleza extrema de flores de invernadero, estallan, revientan desde su interior formal y conceptual con la fuerza romántica, en no pocas ocasiones expresionista, de un océano en alza, de una selva indomable, y la metralla queda ya para siempre incrustada en el lector, forma parte de él hasta el final.

¡Hay que tener mucho cuidado con las delicadas flores cultivadas por Ángel Sopeña, embriagadoras de melancólico y sutilísimo perfume; son flores de planta carnívora, devoran tus entrañas con los colmillos acerados, agrestes, de la más alta y radical poesía!

Los últimos poemas de Ángel Sopeña, estos que integran los Nuevos retales del sastre, estos que son sus poemas del siglo XXI, ya no me recuerdan tanto a Schubert como lo hacían los anteriores, ahora me traen a la inteligencia a Brahms, a un Brahms al que Ángel empieza a parecerse incluso en lo físico, en la mirada que estructurada ya para siempre por el Romanticismo, acepta sin embargo los envoltorios certeros del impresionismo preocupado por los detalles de paisajes y ambientes, para reventar luego, a posteriori, ya en el cielo del paladar poético, en un expresionismo inundado de inaudita lucidez, y por tanto, inexorablemente, de un pesimismo aceptado, comprendido y comprensible, en pura y estricta sabiduría de vida.

Los últimos poemas de Ángel Sopeña, retales de sastre los llama desde la ironía y una conciencia cristalina del puro y santo oficio de artesano, son sobrecogedoramente hermosos, de una clarividencia que hace daño, que pellizca tanto los latidos de la inteligencia como los de la emoción. Son los poemas de un poeta que está ya más allá, situado por encima y por debajo, ensimismado en un continuo autorretrato que explica y abarca el mundo, pues el mundo todo habita en Ángel Sopeña, en él respira, siente y padece. Ángel es el mundo, el cielo y el infierno vividos y respirados; y sus poemas, la mejor senda para explorarlo.

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Últimas colaboraciones (NOVIEMBRE) de Juan Antonio González Fuentes en la revista electrónica Ojos de Papel:

LIBRO: Miklós Bánffy: Los días contados (Libros del Asteroide, 2009)

CINE : Woody Allen: Si la cosa funciona (2009)

-LIBRO (octubre): Luis García Jambrina: El manuscrito de piedra (Alfagaura, 2008)

-CREACIÓN (octubre): La lengua ciega (DVD, 2009)

-CINE (octubre): Isabel Coixet: Mapa de los sonidos de Tokio (2009)

-LIBRO (septiembre):  P.D. James: Muerte en la clínica privada (Ediciones B, 2009)

-LIBRO (julio): Stieg Larsson: Millennium 3. La reina en el palacio de las corrientes de aire (Destino, 2009).

-PELÍCULA (julio)Niels Arden Oplev: Millennium 1: Los hombres que no amaban a las mujeres (2009).

Más de Stieg Larsson:

-Millenium 1. Los hombres que no amaban a las mujeres (Destino, 2008)

-Millennium 2. La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina (Destino, 2008)


NOTA: En el blog titulado El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.