jueves, 15 de octubre de 2009
El modelo económico socialista de Kruschev a Chernenko
Autor: Juan Antonio González Fuentes - Lecturas[{0}] Comentarios[{1}]
Ciencias sociales en Blog personal por Historia
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Juan Antonio González Fuentes 

Juan Antonio González Fuentes

Primera parte: El modelo económico socialista tras la II Guerra Mundial

En la URSS, la época de Kruschev (1953-1964) estuvo definida por una política de desestalinización y reformas que se tradujo en intentos de descentralizar la economía para hacerla más ágil. Por medio de importantes reformas económicas, Kruschev pretendió una elevación global del nivel de vida que permitiera a la URSS alcanzar unos niveles de vida equiparables a los conseguidos por los países occidentales. Su política persiguió equilibrar el desarrollo industrial con el agrícola, emprendiendo a su vez un ambicioso programa de investigación nuclear y aerospacial. En el sector agrícola, los koljoses fueron dotados de mayor autonomía en sus decisiones y sufrieron una reagrupación, agrandándose su superficie y racionalizándose la utilización de la maquinaria agrícola. El órgano de planificación central (Gosplan) subsistió, pero realizando solamente una planificación global; la concreta pasó a corresponder a consejos económicos regionales (sovnarjoses), encargados de velar por la ejecución del plan. Asimismo, se admitieron ciertas libertades económicas para negociar créditos con la banca estatal y para permitir una libre comercialización de parte de la producción, lo que permitió que se iniciaran los intercambios comerciales con terceros países no comunistas. Para mejorar el nivel de vida agrario y fijar a la población en el campo, se construyeron núcleos (agrogorod), dotados de mejores servicios.

En los demás países socialistas, la desestalinización ali­mentó tentativas reformistas que afectaban al funcionamien­to de la planificación centralizada, pero la descentra­lización fue mínima. La apertura alentó una diversificación del modelo comunista, pues los países del Este se encontraron con la tolerancia soviética para desarrollar vías propias para la construcción del socialismo, aunque las reformas se encontraron con una reacción de los tecnócratas y los burócratas, por lo que las economías comunistas apenas cambiaron.

En la URSS, en el sector industrial se propulsó la industria de bienes de uso y consumo, el salario aumentó y se redujo el horario laboral. En los primeros años de aplicación de las reformas crecieron los rendimientos agrícolas y el nivel de vida campesino. Pero en los años sesenta fracasaron los proyectos desarrollados para cultivar nuevas superficies roturadas en Asia central, cuyos rendimientos se agotaron rápidamente. Los problemas en la producción de cereales fueron uno de los factores que propiciaron la caída de Kruschev, que no acabó con los esfuerzos de descentralización y racionalización empresarial, pero supuso un freno en ese proceso.

En la etapa de Breznev (1964-1982) tuvo lugar una segunda oleada de reformas, tratando de reorganizar la economía y la sociedad soviéticas con fórmulas neoestalinistas y fortaleciendo la planificación económica con la restauración del poder del Gosplan. La parte de las reformas estuvo en la concesión a las empresas de mayor autonomía para gestionar los beneficios y en el mayor papel concedido a los consejos obreros en la dirección de las empresas. Asimismo, se promovió una integración de las actividades agrícolas e industriales en el medio rural, alrededor de los koljoses, con el fin de equiparar los niveles de vida entre el campo y la ciudad.

En los países del Este, a la altura de los años sesenta era evidente que, superada la primera fase del crecimiento económico, era necesario basar el crecimiento en una utilización más racional de los recursos. El ansia de reforma se relacionó con la perceptible disminución a inicios de los sesenta de las tasas anua­les de crecimiento de la renta nacional, la producción industrial y el ritmo de productividad. Esto hizo aflorar críticas al modelo extensivo y de planificación, costoso e ineficaz para garantizar indefinidamente altas tasas de crecimiento y para la asignación de recursos. La solución al problema pasaba por potenciar el poder de los consumidores intermedios y finales (de la demanda) y eso requería atenuar la centralización de la economía y reemplazar los métodos burocráticos de gestión por métodos económi­cos. Se extendió por las economías socialistas la necesidad de dar al sistema una mayor flexibilidad, lo que se articuló de forma diferente en cada país. Mientras Yugosla­via seguía su vía particu­lar eliminando los residuos de planificación, los demás países proyec­taron reformas revisando los métodos de gestión de las empresas y modificando los procedimientos de la planificación tradicional. Las reformas económicas se caracterizaron por la descentralización del proceso de decisión y un protagonismo mayor del mercado (que afecta a los precios, a la intro­ducción de incentivos en las retribuciones salariales y a la búsqueda de benefi­cios), por cambios en la estructura de la adminis­tración eco­nómica, por una cierta tolerancia hacia las actividades de la empresa privada (en el área de servicios y la agricultura), por cierta liberali­zación del comercio exterior (retrocede el monopolio estatal), por la introduc­ción del mercado y la gestión autónoma en la agricultura. En suma, se introdujeron elementos de mercado en el sistema planificado y remitió el alcance de la planificación centralizada.

Nikita Kruschev en 1951 (foto wikipedia)

Nikita Kruschev en 1951 (foto wikipedia)

Las reformas se encontraron también con importantes obstáculos. Por un lado los sucesos de la “primavera de Praga” dieron paso a una vuelta generalizada a la ortodoxia política en los diferentes países socialistas, que se tradujo en un recelo hacia las reformas. Por otro lado las reformas toparon con resistencias burocráticas, que hicie­ron retroceder su avance en los años setenta y fracasaron en gran medida también por la ambigüedad de los reformadores, divididos entre descentralizadores y centralizadores (eliminar los obstáculos a la operatividad de la planificación centralizada), siendo los segundos los que se impusieron. La fuerza de los intereses adquiridos por preservar el sistema centrali­zado y la inercia de los métodos de gestión y planificación heredados terminaron por ahogar cualquier atisbo de reforma que pusiera aquellos en peligro. Hacia 1975 se constató el retroceso general de las reformas y el refuerzo de la centralización. Sólo Hungría mantuvo su Nuevo Meca­nismo Económico, basado en una combinación de técnicas administra­tivas y económicas en la planificación y gestión, mecanismos de mercado y control centralizado del Estado. Finalmente, el creciente conservadurismo soviético mediatizó cualquier posibilidad de reforma: no hubo transformaciones sustanciales del tradicional sistema de tipo soviético, resultando decepcionante para sus promotores incluso el nuevo sistema yugoslavo de planificación autogestionaria.

Desde los años setenta, las economías socialistas presentaron una clara y general disminución de las tasas de crecimiento, que pasaron del 7% anual del período 1966-1975 al 3% de 1976-1985, las más bajas desde el establecimiento del sistema económico de tipo soviético, como resultado tanto de las consecuencias negativas del modelo de planificación central como de la crisis económica internacional iniciada en 1973. La etapa de Breznev fue de estancamiento y desaceleración, ralentizándose sensiblemente el crecimiento en todo el orbe comunista. En el caso soviético la situación en los primeros ochenta era de un grave anquilosamiento económico derivado de una fuerte burocratización y corrupción de los cargos públicos. La falta de estímulos explica los bajos niveles de rendimiento agrario e industrial, la baja calidad de las manufacturas y el elevadísimo absentismo laboral, además apareció un mercado negro desorbitado. Yuri Andrópov (1982-1984) llegó al poder propugnando la necesidad de autocrítica y el abandono de un burocratizado sistema que favorecía la corrupción y la ineficiencia, por lo que promovió importantes reformas económicas que, sin ser profundas, enmendaron en parte la trayectoria declinante de la economía soviética. Pero su sucesor Constantin Chernenko (1984-1985) preconizó una vuelta a los antiguos métodos breznevianos y puso fin a la primera perestroika.

Por tanto en la década de los ochenta se había producido un evidente estancamiento económico en los países socialistas, especialmente grave en el caso soviético y con diferencias en los demás, pues la RDA, Checoslovaquia y Hungría mantenían un mayor grado de desarrollo y dinamismo económico, Polonia o Bulgaria tenían una situación más preocupante, mientras que la de Rumania era muy grave. En todo caso los trazos fundamentales de las economías socialistas de los años ochenta son:

- Han agotado sus posibilidades de crecimiento extensivo (límites cada vez mayores para incrementar la dotación de recursos).

- Problemas de ausencia de elasticidad frente a los mecanismos de crecimiento intensivo (ineficacia productiva y escaso progreso técnico).

- Economías reguladas administrativamente desde el aparato del Estado (propiedad estatal de los medios de producción y dominio de una cultura administrativa de la gestión).

- Fuertes desequilibrios productivos.

- Distorsión de las relaciones mercantiles (completa separa­ción entre oferta y demanda).

- Importante endeudamiento externo (incapacidad de generar suficientes exportaciones para pagar las crecientes importa­ciones, agravada desde las crisis energéticas por la competen­cia del sur de Europa, la industrialización de los países de Extremo Oriente y el nuevo proteccionismo). 

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NOTA: En el blog titulado El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.