viernes, 25 de septiembre de 2009
Breve historia de los Felices Años 20 (1924-1929)
Autor: Juan Antonio González Fuentes - Lecturas[{0}] Comentarios[{1}]
Ciencias sociales en Blog personal por Historia
Tras la crisis de reconversión posbélica se pasó a un período de aparente prosperidad conocido como “los felices años veinte” (1924-1929). La reactivación de la economía mundial se fundamentó en las políticas de estabilización monetaria emprendidas tras la Conferencia de Génova (1922), el establecimiento del Plan Dawes (1924) y, finalmente la reducción de las deudas interaliadas y la reanudación de la corriente crediticia norteamericana a Europa. Entre 1924 y 1929 la economía mundial conoció una etapa de expansión


Juan Antonio González Fuentes 

Juan Antonio González Fuentes

Desde el punto de vista económico, la década posterior a 1919 estuvo profundamente marcada por las derivaciones de la Gran Guerra. A los efectos materiales inmediatos se agregaron dos graves problemas de posguerra: el de las indemnizaciones alemanas y el de las deudas internacionales. Todo se juntó para que en 1920 sobreviniera una aguda crisis que tuvo, sin embargo, una corta duración. A partir de 1922-1924 se inició un período de recuperación y expansión que terminó estrepitosamente con el crack de 1929.

La guerra tuvo notorios efectos económicos sobre Europa, que en 1918 se encontraba en una situación económica y financiera muy grave marcado por el coste humano de los enfrentamientos, las destrucciones de bienes materiales y el coste de su financiación, que implicó para los estados el uso de las reservas de oro, un masivo endeudamiento y una galopante inflación derivada del recurso a la emisión de papel. Después de la guerra, la inflación se agravó por el desequilibrio entre una producción insuficiente, una fuerte demanda de productos y la depreciación de las divisas europeas respecto del dólar. Finalmente, cargas financieras como el pago de pensiones a las víctimas de la guerra o las necesidades de la reconstrucción, pesaron sobre los presupuestos durante un largo período después del conflicto.

El panorama del Viejo Continente contrastaba con el de ciertos países extraeuropeos que, debido a la considerable demanda europea durante la contienda y a la pérdida de sus mercados –la producción de bienes de consumo se postergó a favor de las necesidades militares-, se enriquecieron de forma notable. Países como Canadá, Australia Sudáfrica y Japón, impulsados por la demanda europea de productos manufacturados y materias primas, crearon complejos industriales muy diversificados. Uno de los más beneficiados fue Japón, que desarrolló una importante flota y conoció una expansión comercial en el Pacífico y el Sudeste asiático y China en detrimento de los europeos. Pero el gran ganador fue EEUU, cuya industria se vio estimulada en todas sus ramas de la producción. EEUU consiguió convertir su flota comercial en la segunda del mundo y logró tal superávit en su balanza de pagos que acumuló la mitad de las reservas de oro mundiales. Además se le adeudaban 10 mil millones de dólares, al haber sido el principal financiero de la guerra. EEUU se convirtió en acreedor de Europa y se colocó a la cabeza de las naciones industrializadas. Nueva York desplazó a Londres como primer centro financiero mundial.

La guerra había destruido el sistema del patrón-oro sobre el que, en la época liberal, descansaba el sistema de pagos internacionales y el equilibrio financiero de los estados. La situación se agravó en la inmediata posguerra, ante el debilitamiento de las monedas europeas por la inflación y el endeudamiento. El período 1919-1929 quedó marcado por los problemas de los pagos internacionales, complicados por las reparaciones de guerra y las deudas de los aliados con EEUU.

Chicago en 1925 (foto wikipedia)

Chicago en 1925 (foto wikipedia)

Durante los años 1919-1920 la economía mundial experimentó una corta reactivación debido a los imperativos de la reconstrucción y el consumo de bienes diferidos por la guerra. En estas condiciones, la economía norteamericana prosiguió su expansión y continuó la acumulación de capital por este país. La abundancia de los mismos facilitó la disponibilidad de crédito barato, por lo que en el año y medio siguiente al fin de la guerra se mantuvo el sistema de préstamos entre los países aliados. Gracias a los créditos norteamericanos, Europa esperaba alcanzar en mejores condiciones una economía de paz. En la primavera de 1920 se dieron los primeros signos de recesión, al conjugarse una contracción de la demanda una vez satisfechas las necesidades de bienes de consumo diferidos por la guerra y los de la reconstrucción, y una contracción del crédito, a consecuencia de la política deflacionista de EEUU ante el peligro de que una depreciación del dólar arruinara las ventajas adquiridas desde 1914. Con la llegada de los republicanos al poder se impulso la elevación el precio del dinero y el rigor financiero, lo que se tradujo en un recorte de los préstamos y en la negativa a anular las deudas de guerra. Los grandes bancos americanos también se mostraron reticentes a hacer préstamos a una Europa en plena anarquía económica.

Se asistió entonces a una crisis de reconversión postbélica que afectó sobre todo a EEUU y a Gran Bretaña: la producción estadounidense cayó en 15% entre 1920 y 1921, y el paro se incrementó fuertemente. Una respuesta común ante la crisis fue la elevación de las tarifas aduaneras: las prácticas proteccionistas se imponían en el mundo. Los problemas que esta crisis trajo –de reconversión y crisis inflacionista- desataron en todos los países –en cada uno se arbitraron diferentes respuestas: Alemania y Francia aumentaron la circulación monetaria y devaluaron sus monedas, acentuando su insolvencia y entrando en una situación económica insostenible que les impedía afrontar sus compromisos financieros internacional- una fuerte agitación social y una sucesión de crisis políticas que será en terreno propicio para el ascenso del fascismo.

Tras la crisis de reconversión posbélica se pasó a un período de aparente prosperidad conocido como “los felices años veinte” (1924-1929). La reactivación de la economía mundial se fundamentó en las políticas de estabilización monetaria emprendidas tras la Conferencia de Génova (1922), el establecimiento del Plan Dawes (1924) y, finalmente la reducción de las deudas interaliadas y la reanudación de la corriente crediticia norteamericana a Europa. Entre 1924 y 1929 la economía mundial conoció una etapa de expansión. El restablecimiento de la economía siguió a una estabilización financiera que tuvo su clave en el nuevo tratamiento que se dio a las reparaciones alemanas y las deudas interaliadas. Si en Génova los gobiernos europeos acordaron estabilizar sus monedas y sus precios a través de un riguroso control de los créditos y el retorno al patrón-oro como forma de acabar con la inflación incontrolada (un patrón-oro un tanto actualizado, pues contemplaba un cierto endeudamiento) y el caos en los pagos internacionales, en la Conferencia de Londres, de la que salió el plan Dawes, se estableció una nueva modalidad en el pago de las reparaciones alemanas (sobre un mínimo garantizado con ciertos impuestos, anualidades no fijas en función del ritmo de su economía) y Alemania recibió un crédito internacional al efecto. Téngase en cuenta que en 1923, ante la imposibilidad de pagar las reparaciones, el gobierno alemán pidió una moratoria a la que Francia se negó, ocupando en respuesta el Ruhr. Además, en esos mismos años EEUU accedió a una reducción sustancial de las deudas interaliadas y Alemania adoptó una política deflacionista (nueva moneda).

Un marco general de estabilidad monetaria y relanzamiento de los préstamos e inversiones que impulsó una expansión de la economía. Esto hizo de los veinte unos años de relativa prosperidad, en los que prosiguieron los cambios apuntados por el capitalismo en los años de entresiglos y se entró en una nueva era industrial. Se desarrollan nuevos sectores industriales (automóvil, aviación, electrodomésticos) ligados a las nuevas fuentes de energía (electricidad, petróleo), nuevos métodos de producción y organización del trabajo (taylorismo, fordismo, es decir, división del trabajo y producción en cadena, más el desarrollo de la publicidad y del sistema de compras a crédito, que en EEUU dan origen al consumo en masa), refuerzo de la concentración industrial y financiera (ya iniciada a nivel nacional en algunos países, adquiere ahora una dimensión internacional, con cárteles internacionales como Standard Oil, Royal Dutch-Shell, Texaco). Como resultado de todo ello, entre 1920 y 1929 la producción industrial aumentó un 50% en EEUU y un 60% en Europa; la productividad del trabajo se acrecentó en un 30% y los beneficios de las grandes sociedades alcanzaron proporciones desconocidas. No obstante, se trataba de un gigante con los pies de barro, como se puso de manifiesto estrepitosa y dramáticamente con el denominado “crack del 29”.

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Últimas colaboraciones de Juan Antonio González Fuentes en Ojos de Papel:

-LIBRO (novedad septiembre): P. D. James: Muerte en la clínica privada (Ediciones B, 2009)

-LIBRO: Stieg Larsson: Millennium 3. La reina en el palacio de las corrientes de aire (Destino, 2009).

-PELÍCULA: Niels Arden Oplev: Millennium 1: Los hombres que no amaban a las mujeres (2009).

Más de Stieg Larsson:

-Millenium 1. Los hombres que no amaban a las mujeres (Destino, 2008)

-Millennium 2. La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina (Destino, 2008)


NOTA: En el blog titulado El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.