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Javier Marías: <i>Los villanos de la nación. Letras de política y sociedad</i> (Los libros del lince, 2010)

Javier Marías: Los villanos de la nación. Letras de política y sociedad (Los libros del lince, 2010)

    TÍTULO
Javier Marías: Los villanos de la nación. Letras de política y sociedad

    AUTOR
Javier Marías

    EDITORIAL
Los libros del lince

    OTROS DATOS
Barcelona, 2010. 320 páginas. 20 €



Javier Marías

Javier Marías


Reseñas de libros/No ficción
Javier Marías: Los villanos de la nación. Letras de política y sociedad (Los libros del lince, 2010)
Por Justo Serna, miércoles, 1 de junio de 2011
Como todo novelista, también Javier Marías tiene tratos con la realidad. No vive sólo en sus mundos de ficción. Cada día ha de obrar como individuo, como ciudadano y, por tanto, ha de soportar las injurias de la existencia. Ha de afrontar ultrajes: hemos de suponer que a veces saldrá victorioso y otras…, pues otras saldrá derrotado. Ejerce el periodismo de opinión, publica desde hace muchos años en diversos medios y tiene crédito, una audiencia bien ganada. Informa, enjuicia y, por tanto, se compromete. Le seguimos la pista: una, dos o más veces… Lejos de ocultarse, Javier Marías observa y califica, escruta e identifica a los protagonistas de la vida contemporánea. No ejerce de erudito o académico, sino de literato. Aupado a su columna, mira y valora. Desde los años ochenta hasta hoy mismo, Marías se manifiesta escribiendo artículos de opinión: describe, denuncia, muestra y amonesta. Inspirándose en la tradición del intelectual crítico, el novelista se exhibe y se compromete. Tiene una larga trayectoria y tiene ya numerosos libros que recogen su obra periodística. Quien no lo haya seguido tiene ahora la oportunidad de hacerse una idea cabal de sus modos y estilo. Los villanos de la nación. Letras de política y sociedad es una antología de sus escritos volanderos, de sus colaboraciones en prensa.
Marías ha alcanzado gran celebridad. El que fuera Joven Marías, en palabras de Juan Benet, es ahora un novelista de fama mundial. En España y en otros muchos países es reconocido y valorado como narrador, como creador propiamente literario. El principal dominio de su escritura es precisamente el de la ficción novelesca. El mecanismo es éste: inspirándose en hechos ocurridos, en circunstancias acaecidas o en personas reales, Marías concibe narraciones en las que imagina, inventa y finalmente fabula: añade lo que no está o no ha ocurrido. Mezcla acontecimientos verificables con fantasías jamás sucedidas. Es decir, se nutre de lo real para crear algo inexistente. Alguien, generalmente una voz en primera persona, se expresa, relata o enjuicia el mundo, un mundo que es interno, exactamente novelesco, aunque con evidentes correspondencias externas.

Su condición de articulista viene después. Como tantos y tantos otros escritores que tienen reconocimiento, que tienen prestigio literario, se ha convertido en colaborador habitual de la prensa. En este caso, Javier Marías atisba lo real, dejándose sorprender por algún motivo de actualidad para así ponerse a escribir. No hace nada sustancialmente distinto de lo que suelen hacer los articulistas o los columnistas. En efecto, a partir de algo que le sorprende o le incomoda o le disgusta o le provoca, se expresa, se expresa en público, creyendo que cierto planteamiento u opinión tienen algún interés para los lectores. Algo pasa y eso que pasa es objeto de deliberación. Javier Marías adopta una postura, crítica generalmente, una postura que le obliga a reflexionar, tratando de convencer a sus destinatarios. Así puede constatarse en Los villanos de la nación. ¿Tiene esto algo que ver con la escritura de novelas?

En Marías, la clave de su mirada y de su escritura como articulista es una mezcla de ironía, de sarcasmo, de enfado, de cansancio. No es sentencioso, ni enfático, pero sí hiperbólico

En el estilo de Marías hay una parte de desenfado, de erudición, de reflexión… De broma y de irritación. Lo real lo vemos a través de los géneros literarios, a través de las formas de la tradición: la tragedia, el drama, la comedia, etcétera. En Marías, la clave de su mirada y de su escritura como articulista es una mezcla de ironía, de sarcasmo, de enfado, de cansancio. No es sentencioso, ni enfático, pero sí hiperbólico. Tampoco es innecesariamente grave: no suele perder el sentido, el sentido común, y se vale de la zumba para arremeter. Creo que le da buenos resultados: al menos en el sentido de que es extraño que un artículo de Javier Marías nos deje indiferentes. En efecto, sería rarísimo que no nos diera motivos para reflexionar, incluso desazonarnos.

Siempre parte de un motivo de actualidad, que toma como el acicate de la expresión. No es, pues, el articulista pesadamente literario, aburridamente erudito, esforzadamente culto que, ajeno a la realidad, se dedica a especular sobre temas abstractos o trascendentales. No es el suyo un columnismo ornamental. Él siempre parece tener ese asunto que le incomoda, que le hace reaccionar. Las malas maneras, la descortesía, la violencia, el vandalismo, la chulería, la ordinariez jactanciosa e inculta, el matonismo. Desde el ruido ostentoso del presente hasta el maltrato que los políticos nos infligen: desde los agujeros y socavones en el Madrid de Alberto Ruiz-Gallardón hasta la invasión de la calle por los Pasos de Semana Santa. En fin, todas esas cuestiones que le pueden provocar --ya digo-- incomodidad, le hacen reaccionar. Sobre ellas vuelve una y otra vez, disculpándose por la insistencia y admitiendo su fracaso. Siguen el ruido y el catolicismo callejero que en determinadas fechas todo lo anega. Siguen los malos modos y la ufanía de quienes tienen poder y alardean. ¿Y quiénes son? ¿Quienes disponen de cargos públicos para uso privado y arbitrario? No sólo. Marías también incluye a las masas que irrumpen, que se adueñan del espacio público avasallando con número, con sus festejos populares, con su bulla, con su engreimiento.

El columnista Marías suele estar irritado, sí, pero aparte del agravio hay creación y razonamiento. Para argumentar utiliza generalmente citas explícitas e implícitas, alusiones fílmicas, analogías, metáforas: recursos culturales que son anécdotas o perchas, las ilustraciones que le sirven para aclarar o comparar. Sus fuentes de erudición son literarias y cinematográficas. Ese elemento culto es el referente a partir de cual él coteja, contrasta; es el dominio de donde toma las imágenes, de donde toma sus alusiones. Además, le sirve básicamente para mostrar sus experiencias y poder contrastarlas con el hecho de actualidad que está tratando. La literatura y el cine nos facilitan existencias alternativas o secundarias que vivimos de manera vicaria. Es muy frecuente que en sus artículos cuente todo tipo de anécdotas de escritores, de directores, de actores, de las películas que al él le han impresionado –como en Vidas escritas o como en Donde todo ha sucedido–; detalles y curiosidades de esos libros o de esos films que a él de verdad le han maravillado y que le sirven precisamente para interpretar las acciones humanas.

Con Javier Marías tendríamos al ciudadano que reprocha, que eleva su protesta, al inconformista que adopta posiciones críticas ante lo que considera intolerable

En Marías, las novelas y las películas funcionan exactamente así: le han proporcionado experiencias a partir de las cuales él observa la realidad. Lo imaginado es la base que le sirve para examinar y conjeturar. Hay que imaginar. ¿Y qué es la imaginación para el articulista Marías? Reproduzcamos un párrafo de Los villanos de la nación. Es una atinada forma de describir los que él mismo hace.

“La imaginación permite ver lo que no existe aún o no existió en el pasado o incluso no va a existir jamás. Es una facultad tan retrospectiva como anticipatoria, y conviene cultivarla al máximo, porque gracias a ella se evitan no sólo muchos crímenes que acaso cometeríamos sin su concurso, sino muchos errores. Yo puedo odiar a alguien y desear matarlo en un momento dado, con frialdad o pasión, pero imaginar el hecho me ayuda a no cometerlo precisamente porque cuando uno imagina de veras lo que se siente tentado a hacer, alcanza a ver también el después”.

Su tono suele ser admonitorio, ya digo. Javier Marías ejerce de novelista pero sobre todo es un observador que tiene la posibilidad de poder expresarse, que tiene numerosos seguidores y lectores. Es alguien que se sabe capaz de poder intervenir en la realidad, de poder ejercer algún tipo de influencia, principalmente motivado por algo que le incomoda o le disgusta como individuo. Y precisamente él ejerce de eso: de individuo. Con Javier Marías tendríamos al ciudadano que reprocha, que eleva su protesta, al inconformista que adopta posiciones críticas ante lo que considera intolerable. De ahí que él mismo sea consciente de que hay una serie de temas recurrentes en sus artículos, asuntos que trata una y otra vez y que tienen que ver en general con la descortesía, con la incultura, con la estulticia, con los malos hábitos y –digamos- con el comportamiento político o público desconsiderado. Adopta posiciones de ciudadano consciente y crítico y de paso se burla del poco efecto de sus denuncias.

En los artículos o en las ficciones de Javier Marías siempre aparece la misma cuestión, un motivo central de su escritura: la realidad como algo sorprendente, inaudito, insólito, que debemos dilucidar

Pero quizá haya otras cosas más relevantes; quizá lo más interesante del articulista sea el hecho mismo de observar. En el Marías novelista tenemos una figura frecuente: la del espía. Es real y es metafórica. Tanto en sus ficciones como en sus artículos de opinión, alguien mira, alguien se deja sorprender por la realidad, alguien necesita expresarse. La vida nos da sorpresas y para obrar tratamos de dar algún significado a las cosas que acaecen. Necesitamos una serie de datos que son los que nos ayudarán a dar explicaciones razonables y racionales de lo que ocurre. En el mejor de los casos actuamos como espías, atentos observadores que vislumbran lo que la mirada perezosa no ve, pues no siempre contamos con esos datos. Muy frecuentemente tenemos que dar sentido con cuatro referencias, sin tener asideros firmes. El espía es aquel que se atreve a dar el paso, aquel que husmea, atisba, aquel que ofrece una explicación y aventura una hipótesis que relaciona hechos: hechos que, en principio, nada tienen que ver entre sí. El espía conjetura basándose en poquitas informaciones. La vida funciona un poco así: por desgracia no siempre tenemos los datos precisos para tomar decisiones; no siempre los tenemos cuando nosotros queremos.

El espía es quien se adelanta a lo que otros no ven aún. Por eso, la figura del espía está tan presente en las novelas de Marías. La hallamos también en sus artículos, ya que el yo que se expresa en la prensa se ha dejado sorprender por la realidad. Por eso se aventura y conjetura. En pocas palabras: se anticipa. En los artículos o en las ficciones de Javier Marías siempre aparece la misma cuestión, un motivo central de su escritura: la realidad como algo sorprendente, inaudito, insólito, que debemos dilucidar. En Marías, escribir es buscar, un conocimiento siempre y en parte inevitablemente frustrado. Esa conciencia del conocimiento –esa conciencia de la realidad– como un acto en parte malogrado y necesario a la vez es algo relevante.

Alcanzar a ver el después es lo que hacía Jabobo Deza, el protagonista de Tu rostro mañana. Y es lo que en parte intenta hacer María Dolz, la narradora de Los enamoramientos. Pero, al final, el proceso de búsqueda, de crítica, de anticipación se frustra: en los personajes de ficción o en el autor convertido en novelista. Lamentablemente ni la observación ni la imaginación nos son suficientes y por eso en Javier Marías reaparece la irritación o el incomodo. El mundo sigue su marcha, la muerte nos amenaza y muchas gentes se desenvuelven con actitudes descorteses o maleducadas. Vuelta a empezar, pues. El ciudadano Marías se indigna, escribe y argumenta. Menos mal que le quedan el humor, la agudeza y la andanada ácida, irónica. Menos mal que le queda la guasa. 
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