Después de lo dicho es innecesario matizar que me gustan 
las novelas 
de Márai, pues al menos de momento lo del masoquismo no 
está entre mis principales aficiones. Pero creo que mi “devoción” no me nubla 
del todo el entendimiento, y se me hace evidente que no toda su producción por 
mí conocida está al mismo nivel, lo que, por otra parte, es completamente 
lógico, y le ha sucedido incluso a todos los genios que en el mundo han sido con 
una obra más o menos dilatada. 
La gaviota, el último título de 
Márai publicado hasta ahora en español, no es desde luego de sus mejores 
novelas, aunque sin embargo presenta muchos de los rasgos característicos de la 
forma de narrar del autor de 
La mujer justa. La novela se publicó 
originalmente en 1943, en plena Segunda Guerra Mundial, y en un momento muy 
delicado de la historia húngara, cuando el gobierno del país se posicionó junto 
a los nazis e inició así un largo proceso que concluyó con la llegada de las 
tropas soviéticas y la localización de Hungría tras el Telón de Acero durante 
décadas. 
La gaviota, como otras narraciones de Márai, se plantea en torno 
a un encuentro inesperado (pero de alguna manera anhelado e intuido por ambas 
partes) entre un hombre y una mujer que inician un diálogo a modo casi de 
combate de esgrima en el que los personajes se retratan y, esto es lo 
fundamental, plasman un momento muy determinado de la historia no tanto de 
Europa como de una forma de ser europeos: el de la burguesía de entreguerras, 
resultado directo, excepcional y final de la evolución de la sociedad europea 
decimonónica. 
La gaviota no escapa a este 
esquema de artesanía narrativa y de radiografía moral y social de una etapa 
concreta de la historia de Europa no muy lejana a 
nosotros
Márai perteneció a esa burguesía, 
una clase anclada en la seguridad económica simbolizada en amplios pisos de los 
centros urbanos de las ciudades europeas; pisos en cuyos salones se escuchaba 
música en directo, había bibliotecas, se hablaban idiomas, se leían periódicos 
de distintos países, se celebraban bailes, comidas, tertulias…, y se manejaban 
los destinos de cientos de miles de conciudadanos. Una burguesía que se 
encontraba a gusto lo mismo en Budapest que en París, en Londres que en Roma, en 
Berlín que en Lisboa. Marái fue uno de los últimos representantes de ese mundo 
que la guerra borró para siempre de la faz de la tierra, y fue, sin duda, uno de 
los escritores que mejor hizo crónica directa, aunque a través de 
personajes y 
situaciones novelescas, de esa hecatombe social, cultural 
y, en definitiva, civilizatoria. El mundo narrativo de Márai es siempre éste: 
historias que escenifican la desaparición de una sociedad, de un estilo de vida, 
y las consecuencias éticas, morales y estéticas tanto para las individualidades 
como para el país, el continente europeo en términos generales. 
La 
gaviota no escapa a este esquema de artesanía narrativa y de radiografía 
moral y social de una etapa concreta de la historia de Europa no muy lejana a 
nosotros. Un alto funcionario del gobierno húngaro dicta una orden que puede ser 
de enorme trascendencia para sus ciudadanos. Nunca sabremos en concreto que 
orden era esa. El funcionario ya no es joven, está en esa frontera vital en la 
que la juventud ya es historia y la vejez se anuncia en el horizonte. Es culto, 
honorable, pulcro…, pero guarda un secreto vital que le estallará entre las 
manos cuando conoce a una mujer joven y hermosa que le visita por cuestiones de 
trabajo. La joven tiene un sorprendente parecido físico con la única mujer que 
él amó en toda su vida. Tras una velada juntos en la ópera, en la que no 
casualmente asisten a una representación de 
Un 
ballo in maschera (
Un baile de máscaras) de 
Giuseppe 
Verdi, la pareja termina en una habitación de la casa del 
funcionario y dan comienzo a un diálogo en el que los dos, poco a poco, se van 
despojando de las máscaras que cada uno porta. Esta trama es la que le sirve a 
Márai para reflexionar con delicadeza extraordinaria sobre el paso del tiempo y 
la llegada de la vejez (páginas maravillosas), sobre las cicatrices que deja el 
amor en el interior de los seres humanos, y sobrevolando estos dos asuntos, el 
principal ya señalado, el derrumbe de un mundo al que la guerra dio la puntilla 
definitiva. 
Este es un libro para seguidores 
incondicionales de Sándor Márai, una novela para los que lo hemos leído todo de 
él
La literatura de Márai no presenta ninguna 
influencia de los senderos por los que se desenvolvió cierta escritura de 
vanguardia a partir del final de la primera gran guerra. Solo lo relativo al 
psicoanálisis sí deja algún sabor en sus páginas. Quiero decir que autores como 
Joyce 
y sus “experimentos” es como si no hubieran tenido lugar, 
años antes, para Marái, quien escribió siempre en la tradición de la narrativa 
burguesa de su tiempo. En este terreno 
La gaviota ofrece momentos 
extraordinarios, pero en algunos tramos se pierde en consideraciones algo 
cansinas, en reflexiones filosóficas propias de un bachiller y adolece, en 
último término, de una tensión, de un pulso narrativo constante y creciente, 
como otras de sus novelas mucho más memorables. Quedan en mi opinión demasiados 
hilos sueltos en estas páginas, demasiados espacios solo esbozados, demasiadas 
sugerencias tan solo apuntadas, la mirada se detiene en demasiados asuntos que 
hubieran merecido muchas más páginas para ellos solos. 
La gaviota así me 
parece que es o una obra en la que su autor ensayó posteriores aciertos, o por 
el contrario, una gavilla de páginas con ideas que ya habían sido fijadas con 
más acierto antes. 
Nunca recomendaría 
La gaviota para iniciarse 
en la literatura de Márai, tampoco a quienes hayan disfrutado solo de algunas de 
sus mejores obras. Este es un libro para seguidores incondicionales del escritor 
húngaro, una novela para los que lo hemos leído todo de él y reconocemos en 
muchas de estas páginas un laboratorio de ideas y maneras del maestro. Un libro 
para entregados a Márai.