Agustín Fernández Mallo: <i>Nocilla Lab</i> (Alfaguara, 2009)

Agustín Fernández Mallo: Nocilla Lab (Alfaguara, 2009)

    TÍTULO
Nocilla Lab

    AUTOR
Agustín Fernández Mallo

    EDITORIAL
Alfaguara

    OTROS DATOS
Madrid, 2009. 186 páginas + 11 en formato cómic. 16 €




Reseñas de libros/Ficción
Agustín Fernández Mallo: Nocilla Lab (Alfaguara, 2009)
Por Eduardo Laporte, lunes, 2 de noviembre de 2009
Tercera y última entrega del Proyecto Nocilla, Nocilla Lab, en la que Agustín Fernández Mallo (La Coruña, 1967) deja atrás el formato fragmentario y polifónico de su anterior novela -o artefacto, como llama él a sus libros- para optar por un género híbrido entre memorialístico y lindante con la ciencia-ficción, el cine de serie B o el cómic. Híbrido en su contenido, pero también en su formato, que incluye fotografía, cómic y párrafos en tipografía Courier, que es la que usan los guiones cinematográficos. Al margen de esos intentos objetivos por buscar la diferencia y la originalidad, Nocilla Lab constituye un estimulante ejercicio de literatura, en que el valor reside más en el cómo se cuenta que en el qué se cuenta. Fernández Mallo narra con un estilo desnudo pero próximo, libre de toda retórica, con una mirada nueva que se posa sobre toda las cosas y descubre la extraña e incognoscible magia que las rodea. Una mirada de quien es consciente de que todo es espectáculo, desde un concierto del Señor Chinarro hasta el espectáculo de ver cómo la Coca-Cola se funde con el limón, creando nuevas y espectaculares texturas y que apela directamente al lector del presente que mira al futuro.
“Hasta el género más presuntamente real, el documental, no es real sino realista: emula la realidad, pero es un corta y pega, un producto de montaje, una construcción”, dice Agustín Fernández Mallo, o el personaje que dice llamarse Agustín Fernández Mallo en Nocilla Lab. Una manipulación, se podría decir, es lo que hace el documental. Manipulación técnica, pero manipulación al fin y al cabo. Como tampoco son reales, pongamos, las imágenes que vemos en los monitores del metro que registran la actividad de los viajeros y que ayudan a esclarecer delitos con violencia. Son verídicas, constatan la realidad, pero no son la realidad misma. Como tampoco lo son los cuadros realistas de Antonio López, ni tampoco los hiperrealistas de Richard Estes. En cuanto hay un marco, una pantalla, un límite, un enfoque, ya hay manipulación. Un tema del que hablan artistas emergentes como Carlos Irijalba (Pamplona, 1979) y que inciden en la idea de una sociedad, la occidental, que avanza hacia la espectacularización de todo: basta poner una pantalla, un mero cristal, delante de un manojo de hierbas y ya tenemos obra de arte. Y lo cierto es que esas obras de arte se dan por buenas y se aceptan (no sin algunos sonoros abucheos de la grada más ruidosa). Y lo cierto es que encierran el misterio de la vida porque, como dejó escrito el pintor romántico Caspar David Friedrich, “lo divino está en todas partes, incluso en un granito de arena”. Otra cosa es que el público, el espectador, el lector, esté capacitado, tenga la sensibilidad, la percepción suficiente para ese acceso a lo, digamos, en el sentido más amplio del término, a lo divino. La primera reacción ante estas manifestaciones poco 'manipuladas' del arte, es el escupitajo. También porque ha habido, valiéndose de la máxima de Friedich, mucho tongo, camelo y ambición crematística corruptora.

Pero el trabajo de Agustín Fdez. Mallo no consiste ni mucho menos en colocar una pantalla de cristal delante, digamos, de un tiesto. El autor de Nocilla Lab arma un artefacto literario que, gustará más o menos, pero es honesto y audaz, dos condiciones que, impregnadas de un notable talento para la observación, dan un libro que no se parece a ningún otro. Si bien el propósito de Mallo era conseguir un libro que no se pareciera a ningún otro, y si bien incurre en juegos literarios y en alusiones que pretenden ser novísimas pero que suenan a completo déjá vu, pese a todo eso, estamos ante un libro que sabe completamente a nuevo. No es por todo ese artefacto ni por los cómics, ni las fotos incluidas, sino por la mirada que despliega su autor, una mirada que trata de conectar y lo logra, con la mirada contemporánea, una mirada de nuestro tiempo, y no de otro. ¿Que cómo es esa mirada contemporánea? Que el lector curioso la descubra en Nocilla Lab.



Parte I: Agustín Fernández Mallo presenta Nocilla Lab junto a Eloy Fernández Porta en Barcelona (vídeo colgado en YouTube por canalLtv)

Sin atreverme a decir “obra maestra”, como no dudó en hacerlo el escritor Manuel Vilas en su blog, estamos ante un 'artefacto' que tiene su cosa de fascinante, de fascinum, por darle más categoría. Al menos, ojo, en la primera parte del libro, puesto que en las postrimerías se nota un cierto languidecimiento, una falta de acción y un tufillo a relleno que evitan, precisamente, ese título de masterpiece que le da Vilas. Porque esa primera parte, puro ejercicio de autoficción en el sentido más canónico del término, con un discurso sin puntos que recuerda al torrente discursivo de los Relatos autobiográficos de Thomas Bernhard (citado en el texto), y a su vez a autores contemporános bernhardianos como el Alberto Olmos de A bordo del naufragio, pasado por el túrmix del Enrique Vila-Matas ('personaje' de Nocilla Lab) y se consigue un producto fascinante. Hay una evidente y no oculta herencia a Vila-Matas, citado como leit-motiv en cuanto a ese artículo sobre la isla de las Azores, que probablemente sea la isla de Pico de El mal de montano, que actúa como lubricante en esa primera parte. El estilo vilamatiano es evidente, con ese juego metaliterario de citar lugares que están fuera de la novela y así ir haciendo novela. También recuerda al Cercas de Soldados de Salamina que introduce a Andrés Trapiello como 'personaje'. Accesorios del 'artefacto' mallesco que ofrecen pimienta al conjunto pero sin los cuales la novela habría seguido funcionando, hechizando como hechizaron, en su día, obras como La insoportable levedad del ser, de Kundera.

Hay que entender esta novela en la grandeza de su carácter diminuto. No es una novela solemne, ni una novela que aborde las grandes pasiones fundamentales; su punto de mira se dirige hacia otras latitudes, menores, como puede ser la muerte de la gata de la compañera del protagonista, de cuya noticia se entera él antes que ella. Menudencias si se quiere pero que, como decía Friedich, concentran todo ese factor divino, llámase misterioso, hechizante, desconocido, que nos producen los fenómenos de la vida que, bien mirados, no dejan de ser sorprendentes, espectaculares. Decía Henri Matisse que el pintor debe aprender a recuperar la mirada del niño, a recuperar la fascinación por las cosas, una cebolla, un timbre que suena, una hormiga desnortada fuera del grupo. Y esto es lo que hace Fernández Mallo, con una audacia narrativa que incluye sorpresas varias, que no molestan, a lo largo de todo el libro.

Lo cierto es que esa mirada matissiana enlaza o encaja con asombrosa facilidad con lo que podríamos llamar, sin complicarnos mucho, la mirada actual. Una mirada actual que se posa en las vibraciones del teléfono móvil, en los pétalos de margarita del top del bikini de la chica de al lado, en el matiz agua del grifo en la construcción “cené una ensalada y agua del grifo”. Un re-mirar las cosas como ese niño al que invita Matisse que suena a nuevo, aunque tengamos evocaciones en otros artistas, pero que intuímos que no ha tenido la continuidad necesaria. Pienso por ejemplo en la loncha de bacon de tamaño sideral de un lienzo de tamaño también descomunal del artista pop art, James Rosenquist.



PARTE II: Agustín Fernández Mallo presenta Nocilla Lab junto a Eloy Fernández Porta en Barcelona (vídeo colgado en YouTube por NevandoenlaGuinea)
No es nuevo lo que hace Agustín Fdez. Mallo, pero es nuevo volver hacerlo y añadirle matices novedosos. Volver a hablar de la Coca-Cola y sus enigmáticas propiedades hechizadoras, un producto, la Coca-Cola, que ya podemos ver en un fotograma, por ejemplo de la película Viridiana, de Luis Buñuel, con la monja protagonista en el cuadro. Un producto, la Coca-Cola, que se introdujo en el mercado hace más de cien años, en 1886, y que algunos autores como el que hoy nos ocupa, citan como paradigma de lo moderno. Lo mismo sucede con la televisión, artefacto del que hay unas cuantas referencias a lo largo de la novela y no en cambio a internet, la revolución de las redes sociales, Google o el sexo virtual. Si pretende ser moderno Fernández Mallo hablando de esos inventos no precisamente de ayer, pincha en hueso.

La modernidad de Nocilla Lab reside en esa “ensalada y agua del grifo”, en esa revisión casi infantil de los objetos que conforman nuestro universo cotidiano, como los bacons o tostadas gigantes de Rosenquist. Es en ese desvelar la belleza oculta de las cosas, de todas las cosas, de todos los granitos de arena, donde está el éxito y la modernidad de Fernández Mallo. No en esas referencias de 'carroza' hacia el poder hipnótico de la televisión, las cintas de VHS o la música de Broadcast que se escucha en el coche, en paisajes desangelados de Cerdeña, que suena a ya dicho por Guy Debord y otros. La modernidad de Fernández Mallo es, también, acopiar los productos y los referentes culturales, materiales, las diversas 'magdalenas de Proust' que no están presente en la literatura como quizá deberían. Quizá nadie se atrevió a decir que la Nocilla es hoy la magdalena de nuestros días, y los videojuegos la cucaña, el aro o el juego de la Oca de nuestros días. Quizá sea más poética la cucaña que la PSP2, pero la PSP2 forma parte de nuestro imaginario colectivo, y es deber del escritor trasladarlo al imaginario literario.

Las piruetas narrativas, como inventarse un personaje con su mismo nombre y biografía, la introducción del personaje de Vila-Matas en formato cómic pueden resultar divertidas y hasta sorprendentes pero, ya digo, no constituyen el valor nuclear de este libro. Tampoco ese excesivo recurso al yo proyectado, ese meterse en la propia novela el autor, recurso que ya practicó Paul Auster en Ciudad de Cristal, aunque el 'personaje' Mallo diga que no ha leído más libros de Auster que La música del azar. Ese valor está en el intento, más o menos voluntario, de recuperar un discurso más cercano y actual hacia las cosas que realmente importan a la sociedad de consumo, a la sociedad fragmentada y fragmentaria, a esa sociedad no solemne ni grave que es la nuestra, pero en la que la belleza permanece, a veces agazapada, pero dispuesta a que la encontremos y hasta espoleemos con nuestra imaginación y creatividad.



PARTE III: Agustín Fernández Mallo presenta Nocilla Lab junto a Eloy Fernández Porta en Barcelona (vídeo colgado en YouTube por NevandoenlaGuinea)

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