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jueves, 6 de marzo de 2008
La mirada explorada, historia de un breve texto para un catálogo de arte
Autor: Juan Antonio González Fuentes - Lecturas[6651] Comentarios[0]
El pasado viernes me prometí un fin de semana más o menos tranquilo, pero un encargo de última hora me trastocó el programa. El resultado es el texto que ofrezco a continuación

Juan Antonio González Fuentes

Juan Antonio González Fuentes

Viernes por la tarde. Estoy en un supermercado del centro de la ciudad comprando vituallas para pasar el fin de semana en soledad. Ella no viene, se queda en Madrid. Así todo me espera un fin de semana apretado, lleno de actividades y encuentros. Después de la compra tengo pensado marchar a casa y ver en el portátil Ángel o diablo, la película de Otto Preminger que acabo de comprar barata en un kiosko del Paseo de Pereda. El sábado por la mañana me levantaré temprano y jugaré el litúrgico partido con Amunike, Kiko Narváez, Claudio Acebo, Pedro López y compañía. Luego comeré con mis sobrinos y descansaré un poco. La tarde sabatina la emplearé en escribir para Ojos de Papel la reseña del último libro de Martín Amis, La casa de los encuentros. Por la noche he quedado a cenar con José María Lassalle, un viejo amigo de los tiempos de Universidad que lleva cuatro años viviendo en Madrid siendo, entre otras cosas, diputado por Cantabria del Partido Popular. Él viene en avión desde Barcelona. Viene a dar un mitin electoral en el pueblo de Liérganes. Cenaremos en el restaurante la Sixtina en Puerto Chico, y luego iremos al chalet de nuestro común amigo el abogado Calixto del Pozo. Allí nos esperará una tertulia política con un profesor de Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid que nos ocupará hasta las cuatro de la mañana. El domingo por la mañana pondré punto final a la reseña. Leeré los libros en los que debo avanzar y por la tarde escucharé el partido del Racing. La noche la dedicaré a seguir leyendo y a preparar la clase del lunes por la mañana.

Pero estando en el supermercado, justo junto a las baldas de los arroces precocinados, suena mi teléfono móvil. Lo descuelgo y en el aparato escucho la voz de mi buen amigo el pintor Jesús Alberto Pérez Castaños. Los primeros segundos son de cariñosas imprecaciones, ¿dónde has estado?, ¿llevo toda la mañana llamándote?, ¿no me coges el teléfono, cabrón...?  Le doy las necesarias explicaciones. Me dice que está apunto de entrar en un concierto en la sala de Caja Cantabria en la calle Tantín. Va a escuchar al que fuera saxofonista de James Brown, y no tiene mucho tiempo para hablar. Me dice que necesita con urgencia un texto para incluirlo en el catálogo que prepara de una exposición de artistas amigos: María Gorbeña, Belén Pereda, Ricardo Cavada, Manuel Ángel García Seco, Ángel Izquierdo y Joaquín Martínez Cano. Necesita el texto para el mismo lunes por la mañana, y le gustaría que en él yo reflexionase sobre el término “La mirada explorada”. Me vuelve a insistir que es muy urgente, y yo le digo que sí, que no se preocupe, que algo se me ocurrirá y que se lo haré llegar el lunes por la mañana, después de clase. 

El sábado de mi fin de semana no cambia nada en los planes previstos. El domingo sí. Me encierro después de comer en el cuarto, enciento el portátil, escribo la frase “La mirada explorada” y reflexiono sobre ella con la mente puesta en un catálogo de pintores y fotógrafos cántabros que debe estar en marcha al día siguiente por la mañana. El resultado es el que sigue. Quiero dedicárselo a Jesús Alberto, sin su apremiante propuesta nunca hubiera sido escrito.

“La mirada explorada. Esta frase es en sí misma todo un inmenso jardín bomarziano, un laberinto de calles y recovecos infinitos que conducen unos al corazón o esencia de los otros, que se comunican entre sí en un avance de conceptos y significados que no acaban en la puerta con aldabón de ningún final establecido con anterioridad.

La mirada es la explorada, es decir, es reconocida, registrada, examinada con suficiente diligencia y detenimiento como para obtener de ella un fruto, una conquista, una conclusión, un espacio o terreno en el que, o desde el que construir, inventar o reinventar. Pero toda mirada sólo puede ser explorada por otra mirada revestida con los elementos propios de una inequívoca condición exploradora, por otro mirar distinto y siempre posterior cuya finalidad última es el examen, el cuidado, la búsqueda, la atención..., el averiguar precisamente el por qué esencial de la mirada previa para irle sumando después otras esencias distintas, matizadas, enriquecidas por la nueva exploración que, a su vez, aguarda el diálogo con otras miradas en adición sostenida, en un continuo crescendo.

Todo mirar implica un resultado, una opción de entendimiento, una esquirla de lo mirado (explorado) que inevitablemente queda prendida, adherida en la mecánica propia de la acción exploradora. Así, en sentido estricto y recto no puede explorarse un mirar, sino su conclusión última o abandonada; también su proceso, sus fases, su procedimiento. Es decir, del mirar sólo pueden explorarse sus secuelas, y éstas únicamente a través de nuevas secuelas. Sólo se puede explorar la consecuencia del mirar mediante otro mirar que, a su vez, y de manera inevitable, genera otra solución susceptible de examen.
        
La mirada explorada, indefectiblemente, necesita para llegar a ser, para constituirse como tal, de un mirar ajeno de naturaleza inquisitiva, generándose así toda una cadena de prolongación infinita, una sucesión de miradas con sus respectivas secuelas, con la germinación fértil y generosa de huellas.  En este sentido toda mirada explorada exige el ser y el mirar de “otro” (u otro mirar, aunque provenga de los mismos ojos y del mismo sistema de sentidos), de un público, de un “espectador” consciente al menos de serlo y dispuesto a involucrarse en un diálogo de huellas y secuelas que brotan del mirar atento y despierto, dando paso a una odisea en la que el explorador, en su acción exploradora, genera a su vez un ámbito susceptible de exploración poblado de sus propias y personales huellas.

Todo elemento o construcción que habita en el diverso y complejo universo de la plasticidad presenta o proyecta una imagen, y toda imagen es la huella labrada y por fin abandonada, la secuela de un mirar reflexivo que, en su radical mismidad, necesita de alguna forma confrontarse al ejercicio exploratorio del mirar ajeno, pasar por el tamiz del entendimiento descodificador (o codificador, caras y reversos de monedas lanzadas al aire de la interpretación) de los otros.

La imagen es huella materializada en un componente físico, y al materializarse se hace, se concreta, se relaciona íntimamente con el material que la soporta, que se le resiste enfrentándole obstáculos, proponiéndole sugerencias, permitiéndole avances.

Las pinturas y fotografías de María Gorbeña, Belén Pereda, Ricardo Cavada, Manuel Ángel García Seco, Ángel Izquierdo y Joaquín Martínez Cano, son el fruto, la consecuencia de su particular mirar y de sus propias exploraciones en las huellas dejadas por otras miradas. Ahora, sus huellas, “sus miradas”, precisan ser exploradas por nuestras miradas y acogidas por nuestro entendimiento, y pasar así a integrar nuestra particular memoria entrelazándose en un continuo creciente de principios y finales que conforman finalmente el camino todo”.   


NOTA: En el blog titulado El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.


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