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Martín Caparrós: <i>Los Living</i> (Anagrama, 2012)

Martín Caparrós: Los Living (Anagrama, 2012)

    TÍTULO
Los Living

    AUTOR
Martín Caparrós

    EDITORIAL
Anagrama

    OTROS DATOS
ISBN: 978-84-339-3334-8. Barcelona, 2012. 432 páginas. 19,90 €



Laureano Debat es escritor y periodista (en Twitter: @laureanodebat)

Laureano Debat es escritor y periodista (en Twitter: @laureanodebat)


Reseñas de libros/Ficción
Martín Caparrós: Los Living (Anagrama, 2012)
Por Laureano Debat, domingo, 6 de mayo de 2012
Cada nuevo proyecto literario de Martín Caparrós prescribe un desafío para el lector. En este caso, los juegos con múltiples narradores, incómodas situaciones contadas con exquisita acidez y estocadas de humor que descolocan las versiones oficiales con respecto al pasado y a la, digamos, historia oficial. Los Living (Anagrama, Premio Herralde de Novela 2011) tiene todo eso y mucho más, pese a que en su punta del iceberg se presente como la simple historia de vida de un argentino anónimo nacido en los ’70, que se hará famoso a raíz de un estrambótico proyecto artístico.

¿Qué pasa por afuera cuando todo el mundo está pendiente de un gran suceso? ¿Cómo narramos nuestro pasado? ¿Existe la Historia como tal? ¿Qué ficciones se filtran en la narración de nuestras historias personales y universales? ¿Qué hacemos con nuestros muertos como cultura? Estas son algunas de las preguntas que dispara la trama en boca de Nito, el narrador, el eje de toda la historia.

“Nos educamos en un momento de la cultura y vivimos en otro diferente” dice el muchacho en su adolescencia, dándose cuenta del choque perpetuo de valores que define a una vida. A su propia historia de iniciación. A su vida outsider, de niño casi autista que deviene en una especie de genio esperpéntico. A su iniciación de joven ingenuo e indolente siempre a los pies de persuasivos personajes el borde del colapso: el artista plástico Pitu Carpanta, el pastor brasileño Trafálgar o su madre.

Todo esa complejidad encarna la figura del protagonista, criado de una manera y viviendo de otra, trazando su propio camino, negando a sus padres y trazándose un futuro que, a pesar de ser arbitrario y sorpresivo, parece estar prescrito por una cuestión trascendental que lo acompaña desde su mismo nacimiento: la muerte.

La muerte como símbolo está presente en toda la novela, desde su propio título, enigmático y, en apariencia, actuando como contrasentido. Nito nace en Argentina el mismo día que muere Juan Domingo Perón. Un nacimiento anónimo en el mismo momento de una de las muertes más populares del país, con simbologías que marcaron, desde los ’70 hasta hoy, un sesgo necrófago en el seno del peronismo: el robo de las manos de Perón, la lucha sangrienta entre la derecha e izquierda por la herencia del nombre del líder muerto y el enfrentamiento a tiros entre sindicalistas en la quinta de San Vicente cuando se trasladaron sus restos.

Recién en la página 100 nos enteramos de que Nito, en realidad, también se llama Juan Domingo, pero no por homenaje al líder sino al contrario, como desprecio. Se llama Juan Domingo por pura ironía. Una denominación cuyo origen es la muerte. Un nacimiento irónico. Un oxímoron dentro del gran oxímoron: si Los Living define a un proyecto que se ejecutará con muertos, el ejecutor de ese proyecto será otro Juan Domingo (Nito) cuyo nombre nace en la burla, el humor negro y el anti-homenaje.

Pero no se trata de una novela política. La política está, claro, pero como telón de fondo, como un escenario más en el que Nito actúa. Lo mismo que la historia cronológica del país, sobre la que se irá desgranando la historia personal de Nito, transformada por Pitu Carpanta en una obra de arte. El propio personaje de Carpanta lo define en una frase, cuando habla del proyecto performático que tiene en mente: “El arte es robar con precisión o, mejor dicho, descubrir qué recordar y qué olvidarse”.

Lo que Nito sabe de su pasado se basa en supuestos o en relatos de otros, siempre puestos en duda. Con esta frase, Caparrós nos dice cómo funciona la memoria selectiva del narrador con respecto a lo que está contando. No hay seguridades. La muerte es la única seguridad y, tal vez por eso, será el vector que irá moldeando todos los pasos en la vida del protagonista hasta el final espectacular. Todo lo demás, toda la historia de su vida, será puesta en duda. Sobre todo, los testimonios con los que irá reconstruyendo su pasado y también su presente. Carpanta, el Pastor, su amigo Ricky, Raggio (el tipo que supuestamente atropelló y mató a su padre). Todos irán pasando bajo la vara indolente de un desencantado innato.

Esta operación borra toda épica en la figura Nito y, por decantación, en la propia historia cronológica y política del país. Al discurso heroico sobre los desaparecidos, se le impone la figura de un padre desaparecido cuya muerte no tuvo nada de épico ni mucho menos de heroico. Todo lo que pasó, todo lo pasado en Los Living es difuso. Los hechos concretos y digeridos como la Historia Oficial se difuminan y adquieren el carácter de ficción. Lo mismo que la muerte, una ficción más de su pasado que será decisiva para definir su presente y futuro de profeta de las muertes ajenas. La muerte o el pasado en Los Living son narración y fluidez, performance y retórica.

La novela se estructura en dos partes, lineales, que se van concatenando. Las dos plagadas de elipsis y sobreentendidos que se irán develando a cuentagotas a medida que avanza la narración.  La primera, los diálogos en una habitación insólita entre Nito, Carpanta y Titina preparando el proyecto de “Los Living”. La segunda, Nito como narrador de su vida. Ambas entran en confluencia en la fiesta multitudinaria en la que se anuncia la consumación de un proyecto propio de una novela distópica: embalsamar a los muertos y tenerlos como un adorno o un mueble más en nuestros livings.

La maestría de Caparrós llena de claroscuros a la figura de Nito, que por momentos parece un joven superdotado y por otros un pobre diablo, a veces un tipo decidido valiente y otras un pobre sujeto sin personalidad colapsado por otras personalidades más fuertes que él.

Está presente el eterno Caparrós cronista, el fino pulidor de detalles (“siempre quise saber quién inventó que la Biblia no tiene trozos, fragmentos, párrafos sino pasajes”). También hay escenas propias del género fantástico, a pesar de tratarse de una novela realista, como cuando Nito cuenta con lujo de detalles las cosas que hacía siendo un feto o la descripción del momento preciso en el que nació. A medida que va avanzando la narración, este relato tan horroroso como inverosímil, le servirá para augurar que en esa panza se estaba gestando un monstruo que haría cosas terribles en el futuro.

A estos cruces de géneros se le suman los juegos de narradores. Cuando cuenta su infancia, el narrador maduro (el Nito del presente) parece confundirse con el Nito niño. Como si estuviéramos leyendo a un niño adulto. De esta  ambigüedad se sirve, por ejemplo, para disfrazar de ingenuidad una descripción ácida e irónica sobre cosas como los festejos en Plaza de Mayo cuando las tropas militares argentinas invadieron las Islas Malvinas: “En la guerra había señores con carritos que vendía cocacolas, cubanitos, gorros y otras cosas que se necesitaban”.

Pero el toque definitivo que convierte a toda la narración de Nito en una maquinaria compleja  llega hacia el final, cuando nos enteramos de que todo es fruto de los apuntes que toma el propio Carpanta tras largas horas de escuchar al muchacho contándole su vida. La narración de Nito en primera persona se convierte, entonces, en la narración de una narración. ¿Quién narra? ¿Caparrós, Nito o Carpanta? Pues, los tres. O los dos personajes con Caparrós como médium.

En suma, Los Living cumple y sobrepasa las expectativas que conlleva toda obra premiada con el Herralde de Novela. Un proyecto ambicioso y completo sobre el que el propio Caparrós nos da detalles sobre su factura en esta entrevista exclusiva para Ojos de Papel.

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