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María Josefa Sánchez-Reyes de Palacio: Lengua Viva. Reflexiones sobre el lenguaje actual (Ediciones Carena, 2008)

María Josefa Sánchez-Reyes de Palacio: Lengua Viva. Reflexiones sobre el lenguaje actual (Ediciones Carena, 2008)

    AUTOR
María Josefa Sánchez-Reyes de Palacio

    LUGAR DE NACIMIENTO
Salamanca

    CURRICULUM
Por vocación y tradición familiar ha estado dedicada a la enseñanza. Estudia Filosofía y Letras en la Universidad de Madrid y, mediante oposición, ha sido Profesor Agregado de Lengua y Literatura Españolas y más tarde catedrático de la misma asignatura de Enseñanza Media. En la actualidad da clases en diversos centros, imparte conferencias y colabora en revistas, preocupada siempre por el buen uso del lenguaje en esta España de las Autonomías



María Josefa Sánchez-Reyes de Palacio

María Josefa Sánchez-Reyes de Palacio


Magazine/Nuestro Mundo
Lengua Viva. Reflexiones sobre el lenguaje actual
Por María Josefa Sánchez-Reyes de Palacio, martes, 1 de julio de 2008
Deseo que los lectores piensen que "la lengua posee -según palabras de Pedro Salinas- un valor incomparable para la vida del ser humano y para los fines de una sociedad pacífica y fecunda". Me cabe la esperanza y sigo haciendo mías las palabras del poeta del 27, de que "cuando los hombres hablen mejor, se sentirán mejor en compañía y más delicadamente... porque la lengua es una potencia vinculante, que está en razón directa de lo bien que se hable, de la capacidad del hablante que pone en palabras propias sus pensamientos, actuaciones y afectos”. Lengua Viva no es un manual de lengua al uso ni una gramática, sino una colección de amenos artículos sobre el uso del español. En el humano afán de superación constante, nuestro modo de expresarnos ha de ocupar un lugar preponderante porque el lenguaje oral es siempre la carta de presentación de cada persona.

¡Cuidado con los gerundios!

De Valle-Inclán cuenta su biógrafo Ramón Gómez de la Serna la siguiente anécdota: Era el año 1933 y el famoso escritor del 98 padecía una terrible enfermedad que después le llevaría a la muerte. No tuvo más remedio que someterse a una operación quirúrgica, y en aquellos momentos graves hubo de recurrir a una transfusión de sangre. Don Ramón Mª de Valle-Inclán se defendió de las propuestas voluntarias que llegaban a su lecho, pues varios compañeros de letras se dispusieron a prestar su sangre al glorioso maestro. Don Ramón, incorporado sobre sus almohadas gritaba desesperadamente con su peculiar ceceo “No, de eze no, de eze no, que tiene la sangre cargada de gerundioz”.

Y es que el gerundio, forma verbal no personal, simple o compuesta (amando, habiendo amado) no resulta fácil de utilizar. Si es simple equivale a un adverbio, complemento circunstancial de un verbo pleno. En el primer caso su función adverbial es comparable en ejemplos como “se marchó silbando”, donde el gerundio “silbando” es semejante al adverbio “alegremente”. En el segundo caso, es decir como verbo, puede constituir oraciones independientes mediante perífrasis con la ayuda de los verbos auxiliares: “Está nevando”, “siempre anda metiéndose en líos”, etc.

Pero hay que tener cuidado cuando un gerundio complementa a un sustantivo o pronombre porque puede prestarse al equívoco. Así “he visto a tu hermano paseando”. ¿Quién paseaba? ¿yo o tu hermano? También es incorrecto usar el gerundio con valor de adjetivo, calificativo o determinativo para un sustantivo. “Encontré una caja conteniendo joyas”, “Volcó un camión transportando explosivos”. “Tiene un perro siendo cojo” son expresiones que deben sustituirse respectivamente por “que tenía”, “que transportaba” y “que es”.

Además el gerundio expresa una acción –es forma verbal– y esta acción tiene que ser simultánea o anterior a otra principal. Por ejemplo, “te cansarás subiendo las escaleras” (simultánea), “dando un agudo grito, se quedó luego paralizado” (anterior). Si la acción del gerundio es posterior, conviene evitar este uso. Frases como “se cayó del árbol, rompiéndose una pierna” o “cogimos el tren, dirigiéndonos a Sevilla” se considera muy poco elegante en la lengua española.

En cuanto al gerundio compuesto debemos señalar que nunca forma oraciones independientes y, como cláusulas subordinadas que son, adquieren distintos valores (temporales, condicionales, concesivos, causales, etc.), a la vez que expresan acciones perfectivas o terminadas. “Habiendo estudiado un poco más, habrías aprobado el examen” (si hubieras estudiado, valor condicional), “habiendo dado las doce, se fueron a la cama” (después de las doce, valor temporal).

Una recomendación final: que el gerundio nos sea leve en todos nuestros escritos. Pocos gerundios y en definitiva más atención a su empleo.

Tabúes y eufemismos

Las palabras que usamos funcionan como elementos de un código de una comunidad y, por tanto, reflejan en muchos casos las costumbres, supersticiones, creencias religiosas, relaciones humanas y sociales o, simplemente, la cultura material de un pueblo. Esta es la razón por la que en todas las lenguas del mundo se encuentran palabras que no pueden o deben pronunciarse y que, por motivos diversos, están prohibidas. Son las llamadas “tabúes”. El término “tabú” procede de la Polinesia y lo introdujo por primera vez el famoso capitán Cook en Inglaterra con la grafía de “toboo” y con el significado originario de “sagrado”; de aquí surge en español el vocablo “tabú” para designar algo connotado negativamente, Además es natural que frente a “tabú” existiese otro término polinésico, “noa” la palabra favorable en lugar de ésa que está prohibida porque evoca los nombres de los dioses, del demonio, de la muerte o de ciertos animales a los que se les dota de poderes mágicos y maléficos. En los pueblos primitivos existe la creencia de que ciertas palabras pueden atraer a los elementos nombrados y desencadenar una serie de adversidades. Se evita pronunciarlas y se acude a otros vocablos o expresiones, la citada “noa”, que en nuestra lengua llamamos “eufemismo”, un término griego que significa etimológicamente “buen sonido”.

Muy curioso e interesante resulta observar ciertos casos de nombres de animales que por superstición popular se rechazan. Así en el Sur de España, la “culebra” o “serpiente” es prácticamente innombrable y da paso a “la bicha”. Lo mismo ocurre con ese simpático mamífero-carnívoro, “la comadreja” –o también “la doncella”– cuyo término no es más que una derivación eufemística de “comadre”, es decir, la madre o madrina respecto a un niño. A veces las relaciones con el mundo mágico han quedado olvidadas y ciertas palabras dejaron de utilizarse, como sucede en castellano medieval con “azufre” (suerte), que parece provenir de la palabra “abecé”, de contexto mágico por su fórmula alfabética y en contacto con la palabra “ave”, tan relacionada con las creencias en agüeros que se manifestaban en vuelo de las aves y el examen de sus entrañas. Otros casos que podíamos citar serían aquellos en que las palabras han evolucionado tanto fonéticamente hasta el punto de que hoy sería irreconocible su valor eufemístico y nadie identificaría su origen. Por ejemplo “duende” proviene de la expresión “duen de casa” –duen es dueño– ya que de esta forma se llamaba a todo tipo de espíritus malignos y juguetones que moraban en viviendas. Posteriormente se conectó “duende” y se perdió “casa”.

Los eufemismos no son siempre lógicos, y no hay razones que los identifiquen totalmente. Incluso lingüísticamente pueden llegar a ser ridículos. La lista de palabras eufemísticas es enorme, y en ella podemos incluir “dar a luz” por parir, “servicio”, “baño”, “excusado”, “water” etc. por retrete –a su vez “retrete” es eufemístico, exagerando un lugar que por su necesidad justifica que se le llame así por significar “lugar retirado”, “hacer pis” por orinar, “estar en estado” por estar embarazada, o “cerrar los ojos” por morir.

Si los motivos del empleo del eufemismo pueden ser entre otros lo que llamamos decencia, delicadeza de lenguaje, buena educación o cierto pudor natural, nos extraña que en la sociedad actual tan poco puritana y que se quiere manifestar con tanta libertad de conducta y expresión sea cada vez más abundante el eufemismo. Hoy día, cuando no es novedad hablar con palabras malsonantes o tacos, y con la igualdad de derechos humanos en ambos sexos, se tiene miedo a llamar ciertas cosas por su nombre. Nuestros ancianos son “personas de la tercera edad”, en las cárceles no hay presos, sino “reclusos o internos”, las personas que viven amancebadas tienen “compañero sentimental”, a los obreros no se les despide, sino que la empresa sufre una regulación de empleo. De esta forma los alumnos no reciben el clásico suspenso, y tienen como nota un “insuficiente”. ¿Y que decir de la imposición de la lengua catalana bajo el nombre de “normalización” lingüística? Y eso de la “gobernabilidad”, ¿qué significa?...

No usar ciertas palabras o expresiones, aunque se pongan de moda, sigue siendo de buena educación, pero otra cosa es caer en la ridícula estupidez y en cursilería, y hasta en la hipocresía. Hacer uso constante del eufemismo deliberadamente es una especie de censura que imponemos a nuestra propia lengua.

Vulgarismos

No existe ni ha existido nunca igualdad en la posesión del idioma. Hablar y escribir bien es un derecho social que ha de conquistarse con la enseñanza y la libertad de la sociedad, nada tiene que ver para expresarse como uno quiera. El uso correcto de la lengua es imprescindible para la adquisición de conocimientos y la transmisión de los mismos. Hay, sin embargo, ciertas clases sociales poco instruidas que emplean su lengua con falta de recursos para variarla e incluso con términos incorrectos que llamaremos “vulgarismos”. Estas formas vulgares son un síntoma alarmante que actualmente se extiende sin poner remedio y que en España, con este rebumbio lingüístico que padecemos, va en aumento abriendo la senda de la más terrible incultura.

Los vulgarismos, de diverso origen, son en general espontáneos pero siempre demuestran una cultura muy deficiente. Algunos vulgarismos conservan un matiz arcaico como puede ser el caso de “trujo” por trajo o “cuasi” por casi; otros se han formado por analogía, y así ocurre con el pretérito “andé” en lugar de anduve o la serie verbal caiga, traiga, que ha servido de modelo para el vulgar “haiga”, tan frecuente. El sustantivo carne impone erróneamente su -e al derivado vulgar “carnecería”, en vez del correcto carnicería. Son estos ejemplos muy frecuentes, a los que podemos añadir otros muchos, producto de asimilación y disimilación: “concencia” por conciencia, “melitar” por militar, nacencia, tiniente, etc....

Los vulgarismos atañen a la fonética, a la morfología, a la sintaxis y al léxico. Todos se derivan de la inseguridad, relajación y simplicidad de la lengua utilizada por hablantes sin cultura. Estamos horrorizados cuando oímos “cocreta”, “pograma”, “levantaros” (imperativo), “contra más” “habemos”, etc. etc. ¿Por qué tantas incorrecciones? Es más que probable el hecho de que en la escuela, como ocurre en Cataluña no se enseñe y se desprecie la lengua española. Aceptamos los catalanismos: el absurdo, “diabetis” (diabetes), las formas “mama”, “papa” (mamá) y (papá) y el uso de verbos que no son reflexivos como si lo fueran, (te has engordado, me he adelgazado), un “ves” (2ª parte imperativo ve) de ir. Espantoso.

El mal se extiende por toda nuestra península hasta el punto que para el campeonato mundial de Fútbol 2006 se haya cantado “A por ellos”. La preposición “a” no se antepone a ninguna otra debiendo evitarse “a por”. No es totalmente condenable esta frase prepositiva pero hubiera sido más elegante expresarse de otro modo menos vulgar. La corrección lingüística se tiene que imponer.

No basta que se pida en campañas populares, por cierto muy loables, que el español esté presente en la enseñanza escolar. Tengamos conciencia de su idioma, de “la sangre de su espíritu”, como la llamaba Unamuno. Que cada uno de nosotros, sin miedo ni coacciones, seamos libres de verdad. Si perdemos nuestra lengua, perdemos nuestra identidad y nuestra dignidad. Me viene a la memoria la frase del poeta francés Jean Perse, exiliado por el gobierno de Vichy y solo en 1941 en U.S.A. A la vista de N. York, reflexiona sobre su desnudez y escuálida maleta. El aduanero le pregunta: “¿Dónde se alojará?” El escritor vacila y luego responde con su certeza de hombre libre: “Habitaré mi nombre, poseeré mi lengua, haré de ella la inaccesible fortaleza de quien sabe que en el exilio late con ella la dignidad humana”.



Nota de la Redacción:  el texto corresponde al libro de María Josefa Sánchez-Reyes de Palacio: Lengua Viva. Reflexiones sobre el lenguaje actual (Ediciones Carena, Los Libros de Acidalia, 2008). Queremos hacer constar nuestro agradecimiento al director de Ediciones Carena, José Membrive, por su gentileza al facilitar la publicación en Ojos de Papel.
 
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