martes, 16 de junio de 2009
Relectura de Keynes: El modelo económico y social de la Europa Occidental (I)
Autor: Juan Antonio González Fuentes - Lecturas[{0}] Comentarios[{1}]
Ciencias sociales en Blog personal por Historia
Los rasgos del crecimiento económico europeo tras la II Guerra Mundial fueron: crecimiento uniforme del PIB, crecimiento rápido del PIB per cápita, cambios significativos en la estructura económica, escasas interrupciones del proceso de crecimiento, constante presión inflacionista, niveles de desempleo reducido, rápido crecimiento del volumen de comercio y cambio drástico del papel gubernamental en la economía, a través del intervencionismo, con la extensión de la responsabilidad pública en el empleo y el crecimiento


Juan Antonio González Fuentes 

Juan Antonio González Fuentes

El dinamismo económico de las sociedades industriales avanzadas entre 1950 y 1973 no tuvo precedentes históricos. Los países de la OCDE, bajo la hegemonía de Estados Unidos, se adentraron en una edad próspera (particularmente los años sesenta) en la que el crecimiento fue acelerado y sostenido (4'9% anual en el conjunto de la OCDE), destacando el de Alemania, Italia, Austria y Francia. El crecimiento económico fue también general y estable, abarcando a todos los sectores de la economía, facilitando la convergencia económica entre los países y fortaleciendo la posición europea en la producción mundial de bienes y servicios.

Los rasgos del crecimiento económico fueron: crecimiento uniforme del PIB, crecimiento rápido del PIB per cápita (dadas las menores tasas de crecimiento demográfico), cambios significativos en la estructura económica (disminución del protagonismo de la agricultura, crecimiento del producto industrial, empuje del empleo en el sector terciario), escasas interrupciones del proceso de crecimiento (que se desacelera cada 4 ó 5 años), constante presión inflacionista, niveles de desempleo reducidos (por debajo del 2%), rápido crecimiento del volumen de comercio (gracias a la cooperación internacional) y cambio drástico del papel gubernamental en la economía, a través del intervencionismo, con la extensión de la responsabilidad pública en el empleo y el crecimiento.

Como causas de este crecimiento hay que señalar tanto los avances en el terreno de la oferta (innovación tecnológica y mayor eficiencia alcanzada en la asignación de los factores productivos), como del comportamiento de la demanda (el crecimiento obedeció al dinamismo de la inversión y al alto nivel de consumo, en favor del cual actuó la política fiscal y anticíclica por parte de los gobiernos para asegurar una demanda estable y elevada: keynesianismo). También hay que hablar del cambio estructural: la expansión del sector moderno de la economía a costa del tradicional (rural) comportó una reasignación de factores desde sectores de baja productividad a sectores de elevada productividad (de la agricultura a la industria). Por último, hay que aludir a la dinámica centro-periferia, la dialéctica desarrollo-subdesarrollo como polos de un mismo proceso, de la dinámica del funcionamiento capitalista, de modo que Europa Occidental se beneficiaba de un intercambio desigual con los países subdesarrollados (explotación).

¿Cuáles fueron los fundamentos del modelo? El modelo de crecimiento de las economías avanzadas se fundamentó en el desarrollo armónico de la producción en masa (fordismo), con el crecimiento del consumo de masas (sociedad de consumo), en cambios en la producción y circulación, y en la ampliación de las funciones del aparato del Estado dentro del proceso económico. Desde el punto de vista de la producción, hay que hablar de:

-la renovación de la base energética (el petróleo desplaza al carbón, se abarata sustancialmente la electricidad y se produce un creciente grado de electrificación);

-la ampliación de la fuerza de trabajo disponible y del empleo (movimientos migratorios, modificación de la estructura de la edad, incorporación de las mujeres al mercado laboral, reducción del desempleo), más numeroso y de mayor calidad desde la posguerra (teoría del capital humano: los Estados se preocuparon por la mejora de la calidad del trabajo, invirtiendo una parte creciente del producto social en el sistema educativo);

-unas elevadas tasas de acumulación de capital (incremento de las tasas de inversión, favorecida por la necesidad de reconstruir las economías y modernizar los equipos), que a través de la inversión se dirigieron a elevar la productividad del trabajo (nuevas técnicas: existe una asociación positiva entre inversión y crecimiento).

-la revolución tecnológica (mayor eficacia de los factores productiva gracias al elevado nivel y rápida difusión de nuevas tecnologías y formas de organización, con la extensión a nuevos sectores de la automatización y la producción en masa, así como la managerial revolution en las formas de organización y dirección empresarial: tecnócratas, ejecutivos).

John Maynard Keynes en 1946 (foto wikipedia)

John Maynard Keynes en 1946 (foto wikipedia)

Hay que tener en cuenta también las transformaciones en la demanda y el consumo. La consecución de un alto y sostenido nivel de la demanda interna y exterior estuvo favorecida por las grandes transformaciones en la esfera del intercambio y el modo de consumo. Una vez obtenida la producción en masa, se persiguió el consumo en masa, aminorándose el tiempo de circulación de los productos y garantizándose encontrar cuanto antes un mercado a la producción (introducción de técnicas de publicidad y marketing), que dio origen a un sector económico más fuerte dedicado a actividades improductivas (transporte, comercialización, publicidad). El modelo de la moderna sociedad de consumo, vigente en Estados Unidos antes de 1945, se desplegó por los países europeos desde los años cincuenta. Los elementos del consumo de masas son la separación espacial de las condiciones de vida de la población (trabajo, vivienda, ocio), la existencia de una oferta amplia y diversificada (mercantilización de toda la vida del individuo) y la financiación del consumo (salarios, acción estatal, entidades financieras). Es fundamental, de forma paralela a la extensión del empleo, la mayor presencia de las rentas de trabajo en la composición de la renta nacional, reflejo de un incremento de los salarios. Al incremento de la renta salarial, hay que sumar las prestaciones sociales del Estado del bienestar a los sectores más desfavorecidos de la población, ya de forma directa, ya de forma indirecta (los servicios universales del bienestar permite dirigir la renta disponible al consumo privado).

El dinamismo económico de la posguerra está relacionado no sólo con el rápido crecimiento de la demanda interna sino también con el aún mayor crecimiento del comercio exterior (articulado de forma polarizada y desigual: los estados industriales de occidente concentraron el 80% del total; y cambiante en su estructura: se acrecentó la importancia de los productos industriales y se redujo la incidencia de los primarios). A su espectacular expansión contribuyeron la liberalización de los sistemas de pagos (creación en Breton Woods, 1944, del Sistema Monetario Internacional: el FMI y el Banco Mundial), la política de liberalización de las relaciones comerciales (creación del GATT en 1947) y nuevos procesos de cooperación e integración económicas eliminando obstáculos al comercio internacional (Unión Europea de Pagos, el Código de Liberalización de la OECE, la EFTA y la CEE), los estímulos de los Estados a la exportación (primas y exenciones, devaluaciones monetarias). El crecimiento de la posguerra ha evolucionado paralelamente a la importancia de la demanda exterior: los países con mayor crecimiento fueron los que más orientaron sus economías a la exportación.

Con el final de la II Guerra Mundial tuvo lugar una reorganización del sistema económico internacional. Se estableció, por un lado, un nuevo sistema monetario internacional, que quedó establecido mediante los acuerdos de Bretton-Woods de 1944. Se trató de un plan propuesto por EEUU que suponía, en principio, el retorno a la libre convertibilidad de las monedas entre ellas, así como con el dólar, moneda que se convirtió en la base del sistema al ser convertible en oro sobre la base de 35 dólares la onza (de esta manera se estableció una tasa de paridad fija entre las monedas, fundada en el patrón oro, de modo similar al período de entreguerras). Para asegurar la gestión del sistema se creó un Fondo Monetario Internacional (FIM), al que contribuiría cada país miembro en función de su importancia económica, cuota que determinaría el peso de cada país y la ayuda que podría obtener para equilibrar, en caso de necesidad, su balanza de pagos. Este órgano regulador del Sistema Monetario Internacional estuvo pues, en la práctica, bajo la influencia de EEUU, que tenía con diferencia la cuota más importante y ejercía así su preeminencia sobre la economía mundial.

La reorganización del sistema de comercial internacional se llevó a cabo también sobre concepciones americanas, de acuerdo con el General Agreement on Tariffs and Trade (GATT) firmado en Ginebra en 1947. Este acuerdo preconiza el desarme aduanero mediante la aplicación generalizada de la cláusula de nación más favorecida. 23 países que representaban el 80% del comercio mundial de la época suscribieron el acuerdo, que se convirtió así en la ley general del comercio internacional. Otros organismos creados en el marco de la ONU completaron esta reorganización, en especial el Banco Internacional para la Reconstrucción y el Desarrollo, al que correspondía financiar los programas económicos y las inversiones destinadas a la reconstrucción. Esta reorganización comercial favorecía a los EEUU, proporcionándoles el control de la economía mundial.

Por otra parte, esta reconstrucción capitalista no reproducía de forma idéntica las estructuras del capitalismo liberal anteriores a la guerra. La reconstrucción y sus necesidades exigieron la intervención del Estado, que se correspondió con la magnitud de los problemas de la posguerra, con los hábitos adquiridos durante el conflicto y con la conciencia, extendida desde 1929, de la necesidad de renovar el capitalismo. Se trata de que el Estado haga de árbitro en la economía, la estimule y controle, en nombre del interés general. La intervención de la administración estatal (mayor o menor según el país) es un componente decisivo del funcionamiento de la economía en los países industriales: el aparato del Estado desempeña una serie de funciones primordiales en la expansión económica. De hecho, todas las grandes conquistas socioeconómicas del período 1950-1970 han estado vinculadas de algún modo al intervencionismo estatal, llegando a constituir el gasto público la mitad del PIB en algunos países. El constante aumento de los presupuestos del Estado y del gasto público, con especial relevancia de los capítulos destinados a la Seguridad Social, los intereses de la Deuda y las transferencias, se vio acompañado de un creciente endeudamiento en casi todos los países.

De acuerdo con las tesis de Keynes (1883-1946), el déficit fiscal, siempre que no revistiera carácter estructural, era lógico y necesario para luchar contra las fases depresivas de los ciclos económicos a través del impulso de la demanda. Durante la posguerra, la teoría keynesiana fue superada y se transformó en una planificación tendente al crecimiento económico y al bienestar: del carácter correctivo de la intervención en caso de crisis se pasó a una acción sistemática de prevención anticíclica y de nivelación social, del “Estado bombero” al “Estado del bienestar”. La intervención del Estado crea su propia dinámica, asentada en la hipótesis de un círculo virtuoso:

a) el déficit público crea demanda solvente para una industria competitiva.

b) ésta a su vez invierte y genera empleo para responder a esa demanda.

c) de las ganancias empresariales e individuales surgen los recursos fiscales que permiten al Estado controlar el déficit y financiar una serie de servicios públicos, que redundan en la mejor calidad de vida de la población y refuerzan la competitividad empresarial.

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Últimas colaboraciones de Juan Antonio González Fuentes en Ojos de Papel:

-LIBRO: Jesús Pardo, Borrón y cuenta vieja (RBA Libros, 2009)


NOTA: En el blog titulado El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.