jueves, 19 de febrero de 2009
La revolución rusa, casi un siglo después
Autor: Juan Antonio González Fuentes - Lecturas[{0}] Comentarios[{1}]
Ciencias sociales en Blog personal por Historia
A muchos les ha pasado desapercibido el hecho de que hace 4 años se cumpliese un siglo de los primeros movimientos precursores directos de la revolución rusa del año 1917, y que en apenas 8 años, quizá alejados ya de la tragedia de la crisis actual, se cumplirá el siglo del nacimiento del movimiento revolucionario más destacado e influyente de los últimos ciento cincuenta años de historia universal. Un momento que es probable no esté de más ahora repasar, aunque sea muy someramente


Juan Antonio González Fuentes 

Juan Antonio González Fuentes

A pesar de los desastrosos datos macro y micro económicos con los que los medios de comunicación nacionales e internacionales nos hacen desayunar todos los días, lo cierto es que de más o menos una década a esta parte los millonarios surgidos de la nueva economía rusa han dejado el mundo de las finanzas y el papel couché asombrados por completo.

Una extraña mezcla de instinto para los negocios, las inmensas riquezas naturales presentes en el territorio de la extinta URSS, la connivencia cuasi mafiosa con el poder político, y demás cúmulo no pequeño de factores en juego, han hecho que una nueva casta de multimillonarios rusos broten en las tierras de la arrumbada ex superpotencia para alguna perplejidad de los menos avisados.

Y es que hasta hace bien poco tiempo, apenas dos décadas, buena parte del territorio que hoy ocupa Rusia era patria conquistada de los usos y costumbres marxistas leninistas, y era entonces ni siquiera impensable el que la situación, en un espacio temporal tan breve, diese un cambio tan radical, tan revolucionario.

A muchos les ha pasado desapercibido el hecho de que hace 4 años se cumpliese un siglo de los primeros movimientos precursores directos de la revolución rusa del año 1917, y que en apenas 8 años, quizá alejados ya de la tragedia de la crisis actual, se cumplirá el siglo del nacimiento del movimiento revolucionario más destacado e influyente de los últimos ciento cincuenta años de historia universal. Un momento que es probable no esté de más ahora repasar, aunque sea muy someramente.

A comienzos del siglo XX Rusia era un vasto imperio, con 125 millones de habitantes que formaban un abigarrado mosaico étnico. Era un país en su mayor parte atrasado y rural (80% de población campesina), pero desde finales del siglo anterior se había empezado a desarrollar una industria concentrada en varios importantes centros fabriles, en los que se concentraba un proletariado que empezaba a organizarse. Socialmente se caracterizaba por las extremas diferencias sociales entre un campesinado que vivía mayoritariamente en la miseria y un proletariado en similar situación; unas capas medias reducidas de propietarios campesinos (“kulaks”), funcionarios y miembros de la pequeña burguesía; y una rica élite noble que posee grandes extensiones de tierra y controla el Estado y el Ejército, además de una naciente burguesía comercial e industrial.

En lo político era una monarquía absoluta gobernada despóticamente por un zar, que delegaba su autoridad en una poderosa y corrupta burocracia, auxiliada por una policía política (“ochrana”) encargada de la represión. Sin embargo el régimen absolutista de los zares Romanov se mostraba incapaz de afrontar la necesaria modernización (política, económica y social) del país y se hallaba cada vez más divorciado de la sociedad y de la “intelligentsia”. Fueron estos intelectuales y profesionales los que fundaron diversos partidos opuestos a la autocracia zarista, de los que surgió el impulso revolucionario, incluyendo los liberales, los socialdemócratas (divididos entre mencheviques y bolcheviques), los social-revolucionarios y los sectores anarquistas (estos dos últimos usaban métodos terroristas).

El Partido Obrero Socialdemócrata Ruso era el exponente del marxismo en el país, contando con sus principales bases en el proletariado y en algunos sectores intelectuales. Desde principios de siglo el partido se dividió en dos ramas, los bolcheviques o mayoría y los mencheviques o minoría. Los mencheviques (Martov, Plejanov) seguían la formulación marxista tradicional, según la cual era necesaria una fase burguesa anterior a la revolución socialista, al tiempo que defendían un amplio partido de masas. Los bolcheviques eran defensores de un partido reducido de revolucionarios que lleve al proletariado al poder sin necesidad de una fase burguesa. Su principal teórico y dirigente era Vladimir Ilich Ulianov (Lenin), quien había revisado algunas de las ideas de Marx para aplicarlas a Rusia, exponiendo sus teorías en obras como ¿Qué hacer?, Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática, El imperialismo, estadio superior del capitalismo y El Estado y la revolución. Sus ideas principales eran:

La posibilidad de llevar a cabo la revolución en Rusia. Mientras Marx pensaba que ésta se produciría en un país industrializado, Lenin consideraba que la fase financiera del capitalismo había dividido a los Estados en ricos y proletarios. En estas condiciones la revolución debía partir de un país atrasado, aunque con cierto grado de industrialización, como Rusia, pues el proletariado de los países ricos, debido a la elevación de su nivel de vida y al reformismo de los partidos socialdemócratas, tendía a abandonar los ideales revolucionarios. Desde este punto inicial el impulso revolucionario se extendería al resto del mundo.

Lenin

Lenin

La necesidad de una revolución proletaria sin fase burguesa intermedia, pues la débil burguesía rusa era incapaz de llevar a cabo una revolución. En cambio el proletariado, pese a ser reducido en el conjunto del país, estaba concentrado en grandes empresas y ciudades clave, además de sufrir las condiciones más duras de explotación.

El papel del partido. Frente a un Estado policial como el ruso, era necesario un partido reducido pero compuesto por hombres entregados por completo a la revolución, cohesionado y centralizado para ser más eficaz en su papel de vanguardia del proletariado.

La importancia de los intelectuales, encargados de la teorización socialista, de insuflar la conciencia de clase al proletariado y de preparar la revolución.

La necesidad de contar con el campesinado, en tanto que clase explotada y mayoritaria en Rusia, que debía tener un papel activo para hacer posible la revolución.

Volviendo a la situación general de Rusia, la crisis económica de los primeros años del siglo XX y la desastrosa guerra contra Japón originaron un primer estallido revolucionario en 1905. Tras una masacre de civiles en una manifestación en demanda de una asamblea constituyente democrática, se desencadenó una oleada de huelgas que paralizaron el país, la sublevación de unidades militares (como los marinos del acorazado Potemkin) y se constituyeron soviets (comisiones de obreros y soldados). Ante la grave situación, el zar Nicolás II se comprometió a constituir un parlamento (la Duma), reconocer los partidos políticos y liberalizar el régimen. Sin embargo el intento de reforma fracasó por la división de los partidos y el carácter cosmético de las reformas, con una Duma sin prácticamente poder, sometida al zar y controlada por los propietarios. Fracasaron también los tímidos intentos de reforma social para crear una masa de campesinos con tierras adictos al zarismo, al tiempo que aumentaba la represión contra las frecuentes protestas y la actividad de los partidos opositores.

La entrada de Rusia en la I Guerra Mundial agravó aún más la situación del país, uniendo el descontento por la guerra (levas forzosas, humillantes derrotas militares, enorme número de bajas), el colapso económico y el endurecimiento de las condiciones de vida. Esta situación provocó numerosos disturbios y protestas, negándose en febrero de 1917 las tropas de la capital (Petrogrado, la antigua San Petersburgo) a reprimir las mismas. A continuación se formó un Soviet de obreros y soldados, controlado por mencheviques y social-revolucionarios. Se da inicio así a la Revolución de febrero de 1917, sucediéndose rápidamente los acontecimientos. Tras un acuerdo entre representantes de la disuelta Duma y el Soviet se formó un gobierno provisional de corte liberal presidido por el príncipe Lvov, mientras que poco después abdicó Nicolás II y finalizó la monarquía zarista. El gobierno provisional decidió continuar la guerra pese a su impopularidad, al tiempo que concedía la amnistía y anunciaba una próxima asamblea constituyente.

La situación del país era entonces compleja por la coexistencia de dos poderes, el gobierno provisional y los soviets, representados por el Soviet de Petrogrado. En abril cayó el primer gobierno provisional, formándose otro de coalición en el que aparecían también mencheviques y social-revolucionarios. Ese mismo mes regresó a Rusia Lenin, formulando con las Tesis de Abril las reivindicaciones de los bolcheviques (fin a la guerra imperialista, paso a la fase proletaria de la revolución, creación de una república de soviets, nacionalización de la tierra y la banca). La impopularidad de la guerra, las nuevas derrotas militares, las manifestaciones de protesta, la carestía y la difícil situación económica originaron la caída de Lvov. Desde julio el social-revolucionario Kerenski dirige un nuevo gobierno de coalición, que inicia la persecución de los bolcheviques. Sin embargo poco después debe contar con el apoyo de éstos para abortar el intento golpista del general derechista Kornilov. En todo caso la posición del gobierno continuó debilitándose por la situación económica, militar y política, capitalizada por la oposición de los bolcheviques, que comienzan a obtener mayoría en los principales soviets, incluidos Moscú y Petrogrado (éste dirigido por Trotsky).

En octubre, Lenin regresa de Finlandia y lanza la consigna de “todo el poder para los soviets”, al tiempo que la dirección bolchevique decide tomar el poder mediante una insurrección. El 25 de octubre se inició la Revolución Bolchevique, al hacerse los revolucionarios con el control de Petrogrado, a la que siguieron rápidamente las principales ciudades de Rusia. Inmediatamente se forma un poder basado en los soviets, que llega a un rápido armisticio con los alemanes (seguido por la paz de Brest-Litovsk en marzo de 1918) y procede a la nacionalización de la banca, la supresión de la gran propiedad agraria, el control de las fábricas por los soviets obreros y la proclamación de la igualdad y el derecho a la autodeterminación de los pueblos de Rusia. Sin embargo los bolcheviques sólo alcanzan un 25% de los escaños en la Asamblea Constituyente que no acepta el poder de los soviets, optando la Guardia Roja por disolver la asamblea en enero de 1918. Poco después se reúne el III Congreso de los Soviets, que se declara heredero de la constituyente, aprobando en junio la Constitución de la República Socialista Federativa Soviética Rusa, con el objetivo de formar en torno a ella una estructura federal basada en el poder de los soviets de obreros, soldados y campesinos.
 

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Última reseña de Juan Antonio González Fuentes en Ojos de Papel:

-Guillerno Cabrera Infante: La ninfa inconstante (Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores, 2008)