Hayedo de Tejera Negra. Valle del río Lillas (foto de José Luis Rodríguez)

Hayedo de Tejera Negra. Valle del río Lillas (foto de José Luis Rodríguez)

    AUTOR
José Luis Rodríguez

    LUGAR DE NACIMIENTO
Ávila

    BREVE CURRICULUM
Posee más de 20 años de experiencia como escritor, periodista y fotógrafo. Su trayectoria como divulgador de las bellezas y singularidades de los espacios naturales ibéricos se traduce en asiduas colaboraciones en la mayor parte de las revistas y suplementos dominicales del mercado español, y en más de 40 libros publicados por las principales editoriales



José Luis Rodríguez

José Luis Rodríguez

Piedras caballeras en las Parameras (foto de José Luis Rodríguez)

Piedras caballeras en las Parameras (foto de José Luis Rodríguez)

Tritón alpino (foto de José Luis Rodríguez)

Tritón alpino (foto de José Luis Rodríguez)

Mariposa doncella española (foto de José Luis Rodríguez)

Mariposa doncella española (foto de José Luis Rodríguez)

Parque de Peñalara (foto de José Luis Rodríguez)

Parque de Peñalara (foto de José Luis Rodríguez)

Dedalera (Digitalis thapsi) (foto de José Luis Rodríguez)

Dedalera (Digitalis thapsi) (foto de José Luis Rodríguez)

Ranúnculo.(foto de José Luis Rodríguez)

Ranúnculo.(foto de José Luis Rodríguez)

Planta carnívora (Drosera rotundifolia) (foto de José Luis Rodríguez)

Planta carnívora (Drosera rotundifolia) (foto de José Luis Rodríguez)

Pino (foto de José Luis Rodríguez)

Pino (foto de José Luis Rodríguez)


Magazine/Nuestro Mundo
Paseos y escapadas por las sierras de Madrid
Por José Luis Rodríguez, miércoles, 1 de abril de 2009
Las sierras de Madrid representan un paraíso natural donde todavía se pueden encontrar linces ibéricos, lobos y una de las mayores poblaciones de águilas imperiales de España. Esta guía permitirá descubrir la impresionante diversidad geológica, botánica y faunística que todavía se conserva en los alrededores de Madrid. José Luís Rodríguez nos propone 26 escapadas por los alrededores de Madrid, Tierra de Pinares, Cerro de Guisando, Valles de Alberche, Iruelas, Tiétar, sierra de Malagón, Cuenca Alta del Manzanares, Peñalara, Montes de Valsaín, Valle de Lozoya, Guadarrama, Somosierra y Ayllón.
Foto José Luis Rodríguez

POR LA SIERRA DE MADRID Y EL SISTEMA CENTRAL
La sierra madrileña, la entrañable mole granítica del Guadarrama, debería estar llamada a formar parte del escogido grupo de cadenas montañosas integrado en nuestra red de Parques Nacionales. Con toda probabilidad daría cuerpo al número 15 ¿Se lo merece? Mucho más que eso. Sólo así se hará justicia a sus importantes valores naturales y se contará con medidas especiales que garanticen, como en el resto de los parques nacionales, su conservación para el futuro, para que lo disfruten las generaciones venideras. Y la verdad es que contar con un parque nacional tan cerca de la populosa capital de España sería todo un privilegio.

Ahora, a esperar a que los políticos dejen de jugar con el medio ambiente y tomen decisiones pensando en el futuro, y no exclusivamente en sus créditos electorales.

Guadarrama, y las restantes sierras de los alrededores de Madrid, forman parte del Sistema Central, que a su vez constituye una larga cadena montañosa de una longitud de unos 500 kilómetros. Ésta divide la meseta Ibérica en las submesetas norte y sur, al tiempo que separa las cuencas de los ríos Duero y Tajo respectivamente. Su particular orientación y su división en una serie de macizos individualizados por fosas tectónicas fueron condicionados en primera instancia por los movimientos hercínicos que afectaron a la zona central ibérica hace 280 millones de años. Posteriormente, hace unos 22 millones de años, la orogenia alpina levantó la cordillera hasta adquirir su configuración actual. Los suaves relieves generados por esta última orogenia fueron a su vez reavivados por reajustes tectónicos tardíos y por la activa erosión glaciar de las áreas de cumbres. Así, la constitución litológica del sistema Central es fundamentalmente paleozoica. La mayor parte de los macizos están formados por rocas silíceas metamórficas y plutónicas, a saber, granitos, gneises, pizarras, cuarcitas, esquistos, etc. En el piedemonte y en los confines orientales aparecen coberturas sedimentarias mesozoicas y cenozoicas diversas, como glacis, limos, arenas, margas, calizas, etc.

El límite nororiental del sistema Central puede establecerse en las sierras de Ayllón y de la Pela, constituidas por materiales paleozoicos recubiertos parcialmente por sedimentos mesozoicos. Por el suroeste continúa Somosierra. Todo el conjunto de alineaciones montañosas englobadas dentro del topónimo de sierra de Guadarrama se estructura en dos cordeles principales que conforman una especie de aspa, con uno de sus ejes formado por la alineación Somosierra-El Nevero-Peñalara-Abantos-Malagón, y el otro por La Cabrera-Cuerda Larga-sierra de la Mujer Muerta. En el ángulo nororiental de este aspa, entre las cumbres de Peñalara y Cabezas de Hierro, se abre la fosa tectónica del alto Lozoya, donde se aloja el valle del Paular, el único de la sierra de Guadarrama que se abre hacia el noreste. Las cumbres más elevadas de la sierra, Peñalara —con 2.430 metros de altitud— y Cabezas de Hierro —con 2.383 metros— forman su cabecera. Entre las divisorias septentrional y meridional se encuentra el puerto de Cotos, de 1.830 metros de altitud, una de las principales vías de comunicación del valle hacia Madrid y Segovia. Al oeste del puerto de los Leones, la sierra de Malagón abre paso a los suaves relieves de la Paramera de Ávila y las sierras de la antesala de Gredos.

Los materiales de origen plutónico o metamórfico —granitos y gneises, respectivamente— son los que predominan en la sierra de Guadarrama, mientras que al este de Somosierra comienzan a aparecer pizarras, cuarcitas y esquistos.

En la morfología del sistema Central destacan dos rasgos principales: la disimetría en el desnivel de las laderas septentrional y meridional, y la suavidad de sus relieves cumbreños. El primero es consecuencia del basculamiento general hacia el sureste de los bloques elevados, así como de la diferencia altitudinal entre las dos submesetas. El segundo proviene de la relativamente moderada incidencia de los fenómenos glaciares cuaternarios. No obstante, en numerosos puntos de las sierras occidentales más elevadas puede reconocerse un modelado glaciar bien desarrollado que demuestra la existencia de estas masas de hielo, muy activas durante la fase würmiense. Por el contrario, las sierras orientales solamente presentan dichos vestigios en los macizos más elevados. Así ocurre en Peñalara, Cabezas de Hierro y pico Lobo. Esto es debido al descenso del nivel altitudinal de las nieves perpetuas durante el cuaternario en sentido este-oeste, motivado porque el gradiente de aumento de las precipitaciones parece haberse mantenido durante todo este periodo.

Embalse de Santillana (foto José Luis Rodríguez)

Embalse de Santillana (foto José Luis Rodríguez)

BIOCLIMATOLOGÍA

En todas las montañas del mundo aparecen diferentes factores que condicionan el clima, que lo diversifican y particularizan para dar lugar a lo que se denominan microclimas zonales o locales. Entre estos factores figuran el descenso de temperatura que se produce al aumentar la altitud, la orientación de las laderas, el embolsamiento de masas de aire frío en circos y valles glaciares, la dirección dominante de los vientos que traen precipitaciones, etc. En todo el Sistema Central las precipitaciones se encuentran fuertemente condicionadas por la dirección y frecuencia de los vientos, concretamente de los conocidos como ábregos. Estos vientos, con unas componentes NE y SW, dan lugar a que las precipitaciones sean máximas en los extremos del Sistema Central. Por otro lado, la influencia del anticiclón de las Azores se deja sentir con mayor efecto cuanto más al oeste. Estos dos factores determinan la existencia de un clima continental subhúmedo (el más continental de todo el sistema Central) en las sierras de Guadarrama y Malagón y un clima continental húmedo, incluso hiperhúmedo, con poca sequedad estival, en Somosierra y Ayllón.

Tomando de forma individual o conjunta cada uno de los factores climáticos de humedad, temperatura y vientos, los científicos delimitan la distribución de las especies animales y vegetales, así como de las comunidades en las que se engloban. Tales límites se conocen con el nombre de fronteras, termotipos o pisos bioclimáticos. Un caso particular de frontera bioclimática es la zonación o distribución altitudinal de la vegetación, fenómeno conocido y cuantificado muy especialmente en la región mediterránea.
 
De los seis pisos bioclimáticos reconocidos en la región mediterránea, cuatro están representados en Guadarrama y reciben los curiosos nombres de mesomediterráneo, supramediterráneo, oromediterráneo y crioromediterráneo.

El piso mesomediterráneo sólo se encuentra en la vertiente sur, desde las zonas basales hasta una altitud media de 850 metros. Posee una temperatura media anual entre 13 y 16 ºC. El piso supramediterráneo engloba por su parte las laderas y faldas de montaña por debajo de los 1.650 metros, tanto de la vertiente norte como de la sur. La temperatura media está comprendida entre 8 y 13 ºC. El piso oromediterráneo abarca aproximadamente desde los 1.650-1.700 metros hasta el límite de la vegetación arbórea y arbustiva. La temperatura media se sitúa entre los 4 y 8 ºC. El piso crioromediterráneo es el de mayor altitud de estas sierras. Se extiende en zonas aisladas entre sí, por encima de los 2.100 o 2.200 metros dependiendo de la orientación. Este piso sólo se observa en las altas cumbres como El Nevero o Peñalara y puntualmente en Ayllón en el pico Lobo. La temperatura media anual es inferior a los 4 ºC.

LAS SERIES DE VEGETACIÓN

Los encinares tienen una distribución basal o de piedemonte en todo el sistema Central. Cuando están bien estructurados constituyen bosques densos, dominados por la encina y con el enebro como el árbol secundario más frecuente. Presentan sotobosques muy empobrecidos, sobre todo en arbustos y plantas trepadoras.

La dinámica del encinar en la sierra del Guadarrama es similar a la de otros encinares carpetanos. La propia encina en forma arbustiva suele constituir el primer manto forestal. Cuando los suelos son eliminados, pero mantienen aún su carácter forestal, se instalan las comunidades arbustivas, que cuentan con retamas en el piso mesomediterráneo y piornos floridos en el supramediterráneo. Sobre suelos pobres en materia orgánica se desarrollan densos jarales. Los pastizales vivaces de la serie corresponden sobre todo a lastonares y a berceales, que se asientan sobre suelos relativamente profundos con horizontes orgánicos bien desarrollados. En los suelos sin apenas materia orgánica proliferan pastizales de plantas anuales y tomillares. Los vallicares de Agrostis castellana tienen su principal desarrollo en las zonas cercanas a los cursos de agua o que mantienen una cierta humedad en el suelo y sólo de forma secundaria pueden ocupar ciertas extensiones en el seno de ésta. Por el contrario, los pastizales más productivos desde la perspectiva ganadera son los majadales de Poa bulbosa, a la que acompañan otras muchas gramíneas y leguminosas anuales que se originan y mantienen por la acción de un pastoreo intensivo y prolongado.

El tipo de vegetación más extendida en el piso supramediterráneo corresponde a los bosques de roble melojo. Se trata de formaciones vegetales exclusivas de suelos silíceos y con mayores exigencias de humedad que los encinares. La serie guadarrámica es más continental y empobrecida, pese a lo cual muestra una importante diversidad. Las orlas arbustivas o primeras etapas de dichos bosques están ampliamente extendidas como consecuencia del pastoreo extensivo y de las talas por el sistema de entresaca. Las compuestas por retamas son las más abundantes y únicamente en algunos melojares sobre suelos algo más húmedos y en las zonas de contacto con las márgenes de los ríos, la orla corresponde a zarzales o espinales. También son frecuentes las comunidades herbáceas vivaces que se desarrollan en los ambientes más oscuros de los linderos de bosque, sobre suelos enriquecidos en nitrógeno, fósforo y otros nutrientes por los aportes de hojarasca provenientes de los árboles.

El matorral habitual de los suelos erosionados corresponde a jarales y cantuesales. Otras etapas seriales comunes son los berceales, los tomillares, los pastizales anuales, etc. Sobre suelos más profundos y frescos se instalan los vallicares de Agrostis castellana y pueden alcanzar también cierto desarrollo, sobre todo en suelos más húmedos, los denominados cervunales supramediterráneos.

Cabaña bovina en el valle del Tiétar (foto de José Luis Rodríguez)

Cabaña bovina en el valle del Tiétar (foto de José Luis Rodríguez)

En el ángulo nororiental se aprecia la penetración por el valle de La Acebeda de los melojares ombrófilos (de húmedos a hiperhúmedos). Éstos se diferencian, en lo que respecta al bosque natural potencial, por la mayor riqueza en plantas propias de bosques de origen septentrional, y dinámicamente porque la mayor pluviometría permite el desarrollo de brezales de Erica aragonensis como matorral sustituyente.

Además de las comunidades anteriormente comentadas, en el piso supramediterráneo de Guadarrama existen otras especies que ocupan pequeñas extensiones y tienen escasa presencia. Los sabinares albares sobre suelos silíceos constituyen una originalidad y aparecen en pequeños enclaves de las vertientes segoviana (Prádena-Matabuena) y madrileña (pico Retuerta, Mataelpino), así como el valle del Paular (cerro de la Cruz, Lozoya) y de la sierra de Ayllón (Tamajón).

Los abedulares de Betula celtiberica se localizan en enclaves particularmente lluviosos e innivados de las zonas más altas del piso supramediterráneo. Destacan los de Somosierra, Canencia y Cotos-Peñalara. Finalmente, cabe mencionar los hayedos de la sierra de Ayllón, que ponen de relieve la importancia de la vía migratoria ibéricoayllonense para ciertas plantas y comunidades más septentrionales.

La vegetación más extendida del piso oromediterráneo del Guadarrama está constituida por pinares albares, piornales y enebrales rastreros. Los bosques naturales de pino albar o de Valsaín, cuyo intervalo altitudinal está comprendido entre los 1.650-1.750 y los 1.900-2.100 metros, se desarrollan de forma natural en el sistema Central sólo en esta sierra. Ocupan áreas extensas en el piso oromediterráneo de la sierra de Guadarrama, mientras que al oriente del puerto de Somosierra y a occidente de la sierra de Malagón parecen haber desaparecido por completo en la actualidad. Aparte de la influencia que el hombre haya ejercido en su desaparición, este hecho puede interpretarse como la respuesta de la vegetación a la mayor continentalidad existente en Guadarrama frente al resto del sistema Central.

Valle del Alberche (foto de José Luis Rodríguez)

Valle del Alberche (foto de José Luis Rodríguez)

Los bosques de enebros rastreros presentan su óptimo natural por encima del límite altitudinal de los pinares albares; sin embargo, pueden ocupar toda la extensión territorial del piso oromediterráneo en los macizos de los que están ausentes los bosques de Pinus sylvestris var. iberica. Por otro lado, pueden comportarse también como etapa sustituyente de los pinares albares cuando éstos han sido destruidos por talas o incendios. El abuso de la práctica de incendios con fines ganaderos favorece la extensión del piorno serrano, quedando el enebro rastrero relegado a enclaves rupestres más resguardados del fuego. Como principales etapas de sustitución podemos destacar los pastizales de Festuca aragonensis que se desarrollan sobre suelos disgregados y sueltos. En los suelos con balance hídrico favorable son desplazados por cervunales. Cuando la vegetación leñosa es talada o quemada aparecen las comunidades de Linaria nivea. La vegetación rupícola alberga algunos de los endemismos de Guadarrama, como Allium latiorifolium (ajo de Peñalara), Silene penyalarensis, Sedum pedicelatum, etcétera, acompañando a otras más comunes como Digitalis purpurea, Gentiana lutea o el helecho Asplenium trichomanes.

La vegetación de las áreas cumbreñas de la sierra de Guadarrama está representada por Festuca aragonensis. La etapa madura consiste en un pastizal abierto dominado por pequeñas plantas y céspedes de porte almohadillado. Ocasionalmente, en ciertos rincones rupestres donde apenas existe acumulación de nieve pueden aparecer comunidades permanentes presididas por el enebro rastrero y el piorno y muy empobrecidas florísticamente. La vegetación rupícola está representada por comunidades de dedaleras y de helechos. La vegetación de la zona se completa con los cervunales y las comunidades de turberas, que suelen ocupar extensiones territoriales más importantes en este piso bioclimático, sobre todo en las áreas sometidas a fuertes nevadas. En estas zonas prosperan plantas de origen alpino-pirenaico como Phyteuma hemisphaericum o Agrostis rupestris, así como algunos endemismos de distribución más amplia (Silene elegans, Veronica cantabrica, Luzula hispanica, etc.)

Las formaciones vegetales de los cauces y riberas fluviales constituyen uno de los conjuntos de ecosistemas más singulares del sistema Central. Las comunidades que podemos reconocer sobre sustratos silíceos son cinco: fresnedas meso y supramediterráneas, alisedas, saucedas de sauce atrocinéreo y saucedas de sauce salvifolio. En los lechos de inundación y canales de estiaje se desarrollan bosques y bosquecillos altamente especializados en soportar la abrasión de las avenidas (saucedas salvifolias) y las inundaciones (alisedas y saucedas atrocinereas), en tanto que en los lechos mayores y riberas que no son anualmente sumergidos directamente por las aguas de los cauces, pero que mantienen el frescor de los suelos hasta bien entrado el estiaje, se desarrollan fresnedas, olmedas y robledales muy peculiares. Las fresnedas ocupan fondos de valle, navas amplias y vallejadas en las que existe un nivel freático oscilante. Aunque el fresno suele ser el árbol dominante en este tipo de vegetación, las talas selectivas han dado lugar a fresnedas adehesadas donde el melojo es prácticamente inexistente o ha quedado relegado a ciertos sotos y linderos.

Las alisedas constituyen el caso más característico de bosque inundable. Junto con los bosques de sauce atrocinéreo se desarrollan sobre suelos aluviales que se inundan periódicamente en las épocas de lluvias y que conservan la humedad a lo largo de todo el año. Las etapas maduras corresponden a un bosque denso y umbroso dominado por el aliso. En las alisedas del piso supramediterráneo, escasamente representadas en los sectores centrales de Guadarrama, son comunes los abedules, los acebos y los álamos temblones.

LA FAUNA

Las sierras de los alrededores de Madrid presentan una riqueza faunística excepcional. La diversidad de biotopos existente desde las altas cumbres a las zonas de llanura, unido a la inaccesibilidad propia de las zonas de montaña, ha hecho posible que dichas sierras y sus estribaciones alberguen una densidad zoológica elevada. El hecho de que el sistema Central reciba por el norte influencias climáticas euroasiáticas y por el sur las típicamente mediterráneas, determina una serie de condiciones ambientales que, a su vez, permiten la existencia de especies animales muy diversas, por un lado las propias de latitudes septentrionales y por otro las de las meridionales. Esta zona se reviste así de un doble interés al erigirse en límite o zona de transición de ambas corrientes faunísticas, lo que se traduce en un espectro de especies realmente notable. El grupo más visible es el de las aves, entre las que destacan las rapaces. Buitres leonados y negros, grandes águilas, como la real y la imperial, alimoches, culebreras, gavilanes y azores, ratoneros, amén de cernícalos, alcotanes y milanos sobrevuelan bosques y surcan los cielos de manera incansable. Garzas, martines pescadores, gallinetas, mirlos acuáticos y lavanderas pululan por los ríos y embalses. Miles de pajarillos insectívoros menudean por sotos y linderos en busca de su sustento diario. En los bosques se esconden los picapinos, las becadas, los arrendajos y las abundantes palomas torcaces. La lista sería interminable.

Entre los mamíferos sobresalen, por su abundancia, el jabalí y el zorro. En las umbrías se pueden descubrir las huellas del tejón y no es difícil encontrar rastros de gineta. Cerca de las construcciones humanas se mueve la comadreja, mientras que por las ramas de los pinos saltan las ardillas. Por los parajes más tranquilos transita el corzo y en las corrientes de agua, donde vive la trucha común, se esconde la nutria, muy abundante en el alto Lozoya.

Buho Real (foto de José Luis Rodríguez)

Buho Real (foto de José Luis Rodríguez)

Completan el panorama zoológico de las sierras de Madrid anfibios y reptiles como los tritones alpino e ibérico, la salamandra común y el lagarto ocelado. Sobre el tritón alpino existen numerosas dudas respecto a su origen y su presencia en las lagunas y torrentes de las partes más altas de la sierra de Guadarrama. Los herpetólogos no se ponen de acuerdo, pero más de uno apuesta por su introducción en la segunda mitad del siglo pasado por parte de algún enamorado de estos animales.

Y dentro de los invertebrados, una joya de la entomofauna, un insecto, mariposa nocturna para más señas, que apareció para la ciencia en los bosques de Guadarrama: la mariposa isabelina, muy perseguida por los coleccionistas durante décadas y hoy, afortunadamente, protegida por la ley. Sus formas y colores, así como su buen tamaño, la hacen inconfundible. La persecución continuada por parte de los coleccionistas, que incluso han intentado aclimatarla en otras regiones españolas (existe una colonia en Francia, sin duda introducida a partir de ejemplares del Guadarrama), su rareza y la precariedad por la que atraviesan sus efectivos han desencadenado una serie de medidas conservacionistas, entre ellas la declaración de especie estrictamente protegida en toda su área de distribución.

PREPARACIÓN Y EQUIPO

La mayor parte de las rutas que proponemos son aptas para todos los públicos, es decir, que pueden llevarlas a cabo tanto los niños desde los siete u ocho años como los adultos hasta los 65 o setenta, entendiendo que se trata de personas sanas, sin ningún padecimiento que les impida hacer un esfuerzo moderado (caminar) durante varias horas. Estas rutas están catalogadas como de dificultad baja. Las rutas de dificultad media necesitan una cierta preparación, un entrenamiento, bien para caminar por terrenos abruptos o para superar cuestas prolongadas. Esta catalogación equivaldría a la tipología de iniciados. Finalmente, las de dificultad alta, que se cuentan con los dedos de una mano en esta guía, están reservadas a auténticos montañeros, en cuerpo o espíritu, a los que no les importa sufrir la dureza de la montaña. Se trata, como bien puede suponerse, de itinerarios largos y de trazado ascendente, ya sea total o parcialmente.

En cualquiera de los casos, el equipo es fundamental y debe incluir, como primer elemento, un buen calzado, a ser posible botas de media caña con forro interior transpirable e impermeable (hoy muy de moda con marcas bien conocidas: isotex, goretex, sofitex, etc). Dependiendo de la climatología, habrá que llevar ropa ligera o
de abrigo. En este último supuesto, lo ideal es ponernos ropa interior térmica, muy cómoda y transpirable, que evita que el sudor se quede frío al pararnos. Los forros polares también son recomendables, sobre todo si llevan membrana antiviento. Gorro, gafas de sol o de ventisca, guantes, incluso bastón o piolet, son complementos imprescindibles. La comida y la bebida no deben olvidarse si la ruta precisa más de tres o cuatro horas para la ida y la vuelta. En este caso evitaremos las pesadas latas de conservas y recurriremos a las livianas y modernas tabletas de proteínas y carbohidratos, diseñadas para deportistas, así como a las bebidas isotónicas, que reponen las sales minerales y los iones perdidos durante el ejercicio de manera mucho más rápida que el agua o los refrescos.

Resulta asimismo imprescindible llevar a cabo una cierta preparación antes de ponerse a caminar. Esta preparación consiste en documentarse previamente sobre el lugar, en reservar plaza en el hotel o la casa rural más cercana, y también, en conocer las especies de flora y fauna que se pueden encontrar, los detalles del itinerario y hasta la previsión meteorológica para el día concreto.

De San Martín de Valdeiglesias a Cebreros por el GR-10

Duración: media jornada.
Dificultad: baja.
Época recomendada: todo el año.
Punto de partida: San Martín de Valdeiglesias.
Tipo de itinerario: lineal.
Distancia recorrida: diez kilómetros.
Flora y fauna: flora típicamente mediterránea (encinas, pinos piñoneros, jaras, cornicabras, etc.) intercalada con plantaciones antropógenas (viñas, olivos, frutales). La fauna cuenta con numerosas especies ligadas a ese medio: jabalí, zorro, gineta, lirón careto, milano real, águila culebrera, rabilargo, abejaruco, lagarto ocelado, etc.

EL PINO PIÑONERO

Se trata de una de las coníferas más fácilmente reconocibles. Su nombre científico es Pinus pinea y entre sus rasgos morfológicos principales está su forma, de copa globosa, redondeada, y su tronco recto, con la corteza muy agrietada y desprendible en grandes placas. Como su nombre indica, su fruto son los sabrosos piñones, utilizados tradicionalmente para el consumo humano en forma de dulces, pastas o como condimento.

El pino piñonero es, según los botánicos, la conífera más característica del clima mediterráneo y juega un importante papel en el mantenimiento del equilibrio ecológico,
ya que interviene en las cadenas tróficas aportando precisamente sus piñones. En efecto, este fruto es un alimento muy buscado especialmente por roedores como las ardillas y los lirones, a su vez presas de otros animales que se sitúan por encima en las pirámides ecológicas.

 

ITINERARIO

La ruta cabalga por parajes que en su día pisaron vetones y romanos y, sobre todo, rebaños transhumantes de ganados durante el periodo más floreciente de la Mesta.

Partimos de San Martín en dirección al arroyo de las Tórtolas. Una vez lo hayamos atravesado, el sendero traza un tramo de corta subida por un camino utilizado últimamente por los quads y continúa entre pequeñas encinas y restos de pinos quemados hasta alcanzar la carretera a Cebreros tras recorrer algo menos de un kilómetro. Cruzamos el asfalto y tomamos el camino Real de El Tiemblo, que se adentra entre chalés a lo largo de 2,5 kilómetros. Las marcas, blanca y roja del sendero GR-10 pintadas en los troncos de los pinos y en los postes de cemento del tendido eléctrico, nos acompañarán en todo momento. Al final de este tramo, el camino alcanza una vía pecuaria, amplia y limpia, señalizada de manera que si continuásemos hacia la izquierda llegaríamos a los Toros de Guisando (a seis kilómetros), pero nuestro itinerario sigue por la derecha, hacia Cebreros, sin abandonar el referido sendero GR-10.

Tras cubrir poco más de medio kilómetro por un paisaje menos humanizado que el precedente, cruzamos un puente de cemento prefabricado, dejando a la derecha el viejo puente de la Yedra, construido en piedra de granito con dos arcos de medio punto. A partir de aquí la vista de Cebreros guiará nuestros pasos. No obstante, un poco más adelante, a 500 metros del puente de la Yedra, la amplia pista presenta un desvío por la derecha. Aquí debemos fijarnos bien, porque el GR-10 toma este ramal (existen señales, aunque apenas son visibles), que traza un suave descenso metido entre praderas, pequeñas fincas y retazos de monte que a duras penas dejan espacio para viñedos y frutales.

Cuando llevamos recorridos unos cinco kilómetros desde la carretera, alcanzamos el puente romano de Valsordo, curioso por sus formas y diseño, y también por contar con una larga inscripción sobre una enorme roca que señala la alcabala que debían pagar antiguamente los ganados al atravesar este viaducto.

Tras el puente, la pista aparece cimentada durante un buen tramo. Poco después dejaremos de lado un desvío que parte por la izquierda. Seguimos entre olivares y viñedos, para pasar junto a la ermita de Valsordo tras haber recorrido unos siete kilómetros y medio desde el inicio. El paraje, frondoso y ajardinado, invita al descanso. El GR-10 continúa por la pista ahora cimentada, para dejarla kilómetro y medio después tomando un ramal que parte por la derecha. Este último tramo nos conduce a Cebreros, pasando junto a la picota del siglo XVI, situada sobre un promontorio con excelentes vistas hacia el sur.


Nota de la Redacción: agradecemos a Alhena Media la gentileza por permitir la publicación de este texto correspondiente a la guía de José Luis Rodríguez, Paseos y escapadas por las sierras de Madrid (Alhena Media, 2009), en Ojos de Papel.