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Jürgen Habermas, Charles Taylor, Judith Butler, Cornel West: <i>El poder de la religión en la esfera pública</i> (Trotta, 2011)

Jürgen Habermas, Charles Taylor, Judith Butler, Cornel West: El poder de la religión en la esfera pública (Trotta, 2011)

    TÍTULO
El poder de la religión en la esfera pública

    AUTORES
Jürgen Habermas, Charles Taylor, Judith Butler y Cornel West

    EDITORIAL
Trotta

    EDICIÓN, INTRODUCCIÓN Y NOTAS
Eduardo Mendieta y Jonathan Van Antwerpen

    TRADUCCCION
José María Carabante y R. Serrano

    FICHA TÉCNICA
ISBN: 978-84-9879-206-5. Madrid, 2011. 152 págs. 17 €



Jürgen Habermas en 2008 (fuente: wikipedia)

Jürgen Habermas en 2008 (fuente: wikipedia)

Charles Taylor en 2007 (fuente: wikipedia)

Charles Taylor en 2007 (fuente: wikipedia)

Judith Butler en 2011 (ffoto de Javier Ignacio Acuña Ditzel; uente: wikipedia)

Judith Butler en 2011 (ffoto de Javier Ignacio Acuña Ditzel; uente: wikipedia)

Cornel West en 2008 (fuente: wikipedia)

Cornel West en 2008 (fuente: wikipedia)

José Antonio González Soriano es especialista en Jürgen Habermas y en la escuela de Frackfurt

José Antonio González Soriano es especialista en Jürgen Habermas y en la escuela de Frackfurt


Reseñas de libros/No ficción
Jürgen Habermas, Charles Taylor, Judith Butler, Cornel West: El poder de la religión en la esfera pública (Trotta, 2011)
Por José Antonio González Soriano, martes, 4 de octubre de 2011
¿Puede una sociedad global multicultural mantener el secularismo como rasgo esencial de su sistema político? Si respondemos que sí, ¿cómo podemos inducir la lealtad al sistema de enormes sectores de población para los que la vivencia religiosa es una dimensión insustituible de la existencia cotidiana? Así es que tal vez tendremos que responder que no. Pero entonces, ¿qué hacemos con nuestra autocomprensión –occidental– de los principios liberal-democráticos de la dominación política como un asunto irreversiblemente vinculado a la secularización (es decir, al desplazamiento del discurso religioso de la esfera pública al ámbito exclusivamente privado)?
A contestar esta segunda pregunta se dedica este espléndido librito, una magistral edición de un simposio celebrado un día de octubre de 2009 en Nueva York, con la participación de cuatro primeros espadas de categoría mundial de la filosofía social y política: Jürgen Habermas (Dusseldorf, 1929), Charles Taylor (Montreal, 1931), Judith Butler (Cleveland, 1956), y Cornel West (Sacramento, 1953). Tres autores y una autora bastante dispares pero unidos en la tarea intelectual de hallar alternativas bien fundamentadas al déficit motivacional de la ética política contemporánea, y que en esta cita coinciden en dos puntos axiomáticos: en primer lugar, la noción de secularización necesita hoy ser reformulada; segundo, no deberíamos, en cualquier caso, confundir la secularización del Estado con la secularización de la sociedad. A partir de aquí, se suceden intervenciones y diálogos con tal riqueza de ideas y variedad de perfiles, que consiguen que el lector o lectora contenga el aliento y devore el libro lamentándose tan solo de que este termine tan pronto.

Aquí asistimos al modo en que Habermas matiza sus polémicas consideraciones de los últimos años sobre la importancia de la religión en el debate público sobre el bien común (véase Entre naturalismo y religión), y se esfuerza en hacernos comprender que la argumentación pública, institucional, nunca puede recurrir a contenidos religiosos, so pena de perder su carácter universal o integrador; pero aun así lo religioso ha de ser respetado por la ciudadanía laica por su papel de “potencial semántico” o fuente –quizá– todavía viva de inspiraciones motivacionales para la vida comunitaria. En definitiva, se trata de elevar al nivel de la sociedad multiculturalmente diferenciada la pregunta que ya evocaban los venerables textos aristotélicos y que se formuló explícitamente en el marco de la Ilustración: “¿Cómo se puede mantener vivo el respeto por la inviolabilidad de la dignidad humana y, de un modo más general, la conciencia pública sobre la importancia de las cuestiones normativas?” Y puesto que Habermas nunca desiste de su papel de filósofo sistemático, sugiere en algunos pasajes la posibilidad de construir una teoría omnicomprensiva que enlace la conexión original de la filosofía y la religión monoteísta (en la Era Axial, I milenio a.C., –concepto acuñado por Karl Jaspers–) con un nuevo inter-reconocimiento de ambas instancias en el presente. No es una cuestión accesoria si tenemos en cuenta que el concepto mismo de lo político (como concienzudamente expone el autor) surgió en la Antigüedad de la conjunción natural entre reflexión filosófica y religiosa. En perspectiva de futuro se nos invita a considerar que solo una actitud postsecular podrá hacer posible que la sociedad global se dote de una constitución política, abriendo una nueva etapa en la historia de la humanidad (esta sería, a juicio de Habermas, la gran lección que tendríamos que aprender de la crisis financiera).

La supervivencia de la razón pública y del desarrollo universal de los derechos humanos, en el contexto de una ciudadanía hipercompleja se juega en cada uno de los pliegues de esta bullente reflexión, que procura situarnos en una nueva cartografía filosófica reevaluando las certezas establecidas

A su lado, Charles Taylor también hace concesiones en su habitual discurso excesivamente cerrado en torno a la noción de “comunitarismo” (como en Multiculturalismo y política del reconocimiento) para explorar las condiciones de un discurso público en el que la religión no sea un caso especial entre las múltiples diferencias culturales que han de convivir en el espacio común de la ciudadanía. A fin de cuentas, el autor nos recuerda que la legitimación democrática supone un tipo de convergencia en continua redefinición: “La democracia nos obliga a mostrar mucha más solidaridad y mucho más compromiso entre nosotros en nuestro proyecto político común que las sociedades jerárquicas y autoritarias del pasado”. Judith Butler, por su parte, rememora para la ocasión sus raíces personales judaicas y se vuelve hacia Walter Benjamin y Hannah Arendt para ofrecernos una impresionante semblanza de la obligación ética que todos los humanos tenemos unos con otros por el simple hecho de cohabitar la Tierra. Tal vez se trate justamente del tipo de concepto “iluminador” que puede surgir de la interacción de las filiaciones mundanas y creyentes del pensamiento, y posee la fuerza necesaria para, entre otras cosas, denunciar la política exterminadora del Estado de Israel desde una conciencia moral profundamente judía. En clave secular, la autora desvela cómo la posibilidad misma de la relación ética depende de la desposesión de las modalidades nacionales de pertenencia (exigencia unida históricamente al destino errante o “exílico” del pueblo judío). A nivel global, es necesario asumir la conclusión de que el compromiso político por la igualdad no discurre por la vía de la homogeneidad, sino que es un compromiso con el mismo proceso de diferenciación; y que, frente a las intrascendentes apelaciones a la empatía generalizada tan en boga, la alteridad es, más bien que lo común, la base de lo ético: “No podemos tener relación con el sufrimiento de otros sin esa diferencia constitutiva”. En último lugar, la apasionada intervención de Cornel West propone la figura judeocristiana de la “inspiración profética” para alimentar la rebeldía y la determinación contra la injusticia y la opresión.

No hay, en definitiva, término o disyuntiva en todo este debate que no parezca crucial en el horizonte de los retos ético-políticos que la sociedad multicultural nos plantea a diario. La supervivencia de la razón pública y del desarrollo universal de los derechos humanos, en el contexto de una ciudadanía hipercompleja (que se autoafirma en su diversificación interna) se juega en cada uno de los pliegues de esta bullente reflexión, que procura situarnos en una nueva cartografía filosófica reevaluando las certezas establecidas. Así pues, adelante, lectores y lectoras: adentrémonos sin miedo en la construcción teórica de la legitimidad postsecular.
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