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Retrato del Sultán Mehmed II (fuente: wikipedia)

Retrato del Sultán Mehmed II (fuente: wikipedia)

    AUTOR
Nicanor Gómez Villegas

    LUGAR Y FECHA DE NACIMIENTO
Villasevil de Toranzo (Cantabria, España), 1969

    BREVE CURRICULUM
Director del Colegio Mayor Universitario Isabel de España (Universidad Complutense, Madrid), realiza colaboraciones en prensa y revistas especializadas. Es Doctor en Historia Antigua y Máster en Filología Hispánica. Amplió estudios en centros especializados de Roma, París, Bonn y Dublin. Su área de investigación es la Antigüedad Tardía. Ha publicado el libro Gregorio de Nazianzo en Constantinopla. Ortodoxia, heterodoxia y régimen teodosiano en una capital cristiana (Madrid, 2000)




Tribuna/Tribuna libre
Un efendi auténtico
Por Nicanor Gómez Villegas, sábado, 1 de mayo de 2010
José Ferrer es un oficial del ejército otomano que interroga a un presunto desertor circasiano interpretado por Peter O’Toole acerca de su edad. “¿Edad?”. “Veinticuatro, Efendi. Creo”. En otra película Anthony Quinn encarna a un cretense que siempre se dirige a un inglés de origen griego interpretado por Alan Bates llamándolo “patrón”. Ambas palabras constituyen el objeto de una glosa jenízara más bien otomana. En, lo han adivinado, Lawrence de Arabia, efendi es el título de deferencia otomano con el que un humilde soldado se dirige a un oficial; en Zorba el griego un campesino interpela a quien considera su superior con la misma palabra: aphéntes, traducida al castellano -en las versiones de la novela de Nikos Kazantzakis o en el doblaje de la película de Michael Cacoyannis- como “patrón” (boss en un doblaje inglés).
El DRAE recoge la palabra efendi y nos informa de que llegó a nuestra lengua a través del francés efendi, lengua que la tomó del turco effendi, “señor” (árabe affendi). Los turcos adoptaron la mayor parte de sus títulos honoríficos de la etiqueta persa (Bey, Pachá o Bajá, Sultán); sin embargo efendi no procede del persa, toda vez que algunos consideran la palabra una corrupción del griego bizantino aphéntes, una palabra procedente a su vez del griego clásico authéntes, “alguien que actúa bajo su propia autoridad” (compuesta por autós, “uno mismo” + hentes, “que hace”), “señor”, aunque hay indicios de que la palabra también significó “asesino”.

Pero puede que el derrotero de esta palabra fuese diferente. Cuando el Sultán otomano Mehmed II, conocido como Fatih, “El Conquistador”, tomó Constantinopla el 29 de mayo de 1453, trató con un enorme respeto al Patriarca Ecuménico. No olvidemos que adoptó el título de Emperador del Imperio Romano (Kayser-i-Rûm, “César de Roma”) y Protector de la Iglesia Ortodoxa. Hasta tal punto extremó Mehmed II su respeto al Patriarca que se dirigió a este como si se tratase del emperador de los romanos con las palabras griegas megas authentes, “gran soberano”, “gran señor”. Debido a su fonética uraloaltaica –que les hacía pronunciar “Smyrna” como “Izmir”- los otomanos no lograban pronunciar authentes, por lo que de sus bocas acabó saliendo effendi.

Les agradaría en extremo saber que griegos y turcos, unidos y separados por un abrazo de oso que dura ya más de siete siglos, han designado a sus notables, a los miembros eminentes de sus respectivas sociedades


Tal vez los griegos que vivieron bajo soberanía otomana (turkokratia la llaman los griegos, en voz que no necesita traducción a nuestra lengua) adoptaron de sus dominadores ese título de respeto con la forma que ha llegado hasta nosotros –aphéntes- sin ser demasiado conscientes de que su origen era una palabra de su propia lengua.

Estoy seguro de que a los amantes de la denominada “Alianza de Civilizaciones”, de la que los actuales gobernantes de la República Turca son decididos valedores (al igual que los gobiernan en nuestros días a los descendientes de sus contrincantes en la batalla de Lepanto), les agradaría en extremo saber que griegos y turcos, unidos y separados por un abrazo de oso que dura ya más de siete siglos, han designado a sus notables, a los miembros eminentes de sus respectivas sociedades, con la misma palabra. Si lo auténtico implica que los contenidos de un enunciado se corresponden con los hechos y no son ficticios, para autenticidad, la de un Efendi otomano.
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