Chaves Nogales: <i>A sangre y Fuego</i> (Espasa, 2011)

Chaves Nogales: A sangre y Fuego (Espasa, 2011)

    TÍTULO
A sangre y Fuego. Héroes, bestias y mártires de España

    AUTOR
Chaves Nogales

    OTROS DATOS
ISBN 9788467035667. Madrid, 2011. 272 páginas. 12,50 €



Rosario Sánchez Romero

Rosario Sánchez Romero


Reseñas de libros/Ficción
Chaves Nogales y A sangre y Fuego (Espasa, 2011): la imaginación del periodista
Por Rosario Sánchez Romero, miércoles, 1 de febrero de 2012
A sangre y fuego es un libro compuesto por nueve relatos sobre la guerra civil española. Escrito en el exilio francés durante 1937 por el periodista Chaves Nogales, fue publicado por primera vez en Chile y reeditado en nuestro país en 1969 por Alianza Editorial. En 1993 vio de nuevo la luz dentro de la recuperación de sus obras completas. Su autor nos muestra una mirada imparcial sobre la contienda, pero sobre todo nos muestra la brutalidad, la arbitrariedad y la sinrazón de la que la sociedad española fue protagonista. El desertor y el héroe víctimas de la barbarie de la guerra.
Quizá muchos se pregunten por qué un periodista exiliado en 1937 y olvidado por todos, cobra protagonismo. No cabe duda de que asistimos a un momento en el que los discursos sobre la memoria cobran una relevancia inusitada especialmente desde el año 2000. El auge de estos discursos, en palabras de algunos historiadores como Pedro Ruiz Torres (véase AQUÍ y AQUÍ), no tiene que ver tanto con un desconocimiento del pasado o con el fin de un periodo amnésico de la sociedad española (cuestión que mantiene dividida a los historiadores), sino que es un fenómeno de naturaleza distinta y de mucho más calado, relacionado con problemas no resueltos respecto de las distintas formas de memoria o el carácter social de la misma. ¿Cómo traer el pasado al presente? ¿Cómo podemos entender aquello que sea la memoria colectiva? ¿Cómo interpretar lo que señalaba Paul Ricoeur acerca de la ambición veritativa de la memoria, en relación con los testigos?
Por otra parte, este auge o mayor incidencia en la vida pública no puede leerse al margen de un fenómeno similar que se viene produciendo en el contexto internacional, y que ha exigido el enfrentamiento crítico con el pasado; la realización del trabajo de duelo en el sentido que señalaba Carlos Piera, de incorporación de una ausencia y de un vacio de manera definitiva; y por último, la reparación moral de las víctimas."

Aunque la Guerra Civil española ha ocupado un lugar preeminente y un destacado protagonismo en el mundo literario, y fue desde sus comienzos motivo e inspiración de una amplia nómina de autores, la ola por la recuperación de la memoria ha llegado también a la literatura. Ésta se ha mostrado un instrumento eficaz en la transmisión de recuerdos. Durante la década de los años noventa muchos han sido los autores que han recobrado en sus ficciones nuestro pasado republicano y la guerra civil . Si a la altura de 1986 Antonio Muñoz Molina emplazaba al lector a recorrerlo, hasta la Guerra Civil fueron también Jorge Semprún, Julio Llamazares y Félix de Azúa, Dulce Chacón, Juan Eduardo Zúñiga, Almudena Grandes, Alberto Méndez o Javier Cercas. Hay una voluntad literaria de volver a esa época desde una moral y una ética diferente, tratando de superar una visión maniquea del conflicto. Una voluntad que nace del “secuestro de la memoria y de la identidad” a la que esta generación se vio sometida bajo la dictadura franquista, ofreciendo una visión unilateral de los acontecimientos.

En Chaves Nogales coincide la imaginación del novelista con la percepción irreductible del testigo

Chaves Nogales, pertenece a ese grupo de autores que quedó condenado y sepultado por el franquismo; los trabajos de Andrés Trapiello y de María Isabel Cintas entre otros, han sido fundamentales en la recuperación de sus obras. A medio camino entre la crónica periodística y la creación literaria, entre el reportaje y la novela, no hay duda de que en este libro quedan patentes las difíciles relaciones que se establecen entre memoria y ficción. Constituye una muestra de cómo se construye una imagen a partir de la vivencia propia, de cómo el recuerdo se trasforma en creación literaria. “España y la guerra, tan próximas, tan actuales, tan en carne viva, tienen para mí desde este rincón de París el sentido de una pura evocación” dirá Chaves Nogales. La literatura y en concreto las novelas nos hablan de emociones, de intuiciones, de la parte secreta y simbólica que está en la realidad y en los hechos históricos. Nos otorgan un tipo de conocimiento que los datos exactos no nos dan y se ha convertido en una vía más para la realización del trabajo de duelo. Es en esta tarea de elaboración de duelo y de reparación, en la que hay que inscribir el reconocimiento hacia este autor cuyo lugar en el mundo de las letras le había sido usurpado. Pero además hay una singularidad, y es que a diferencia de esa larga nómina de escritores que hemos mencionado, en Chaves Nogales coincide la imaginación del novelista con la percepción irreductible del testigo. Chaves Nogales mira y cuenta lo que ve.

Los nueve relatos de A sangre y fuego van precedidos de un prólogo del autor que no por atrevido, especialmente en el tiempo en el que fue escrito, es menos acertado. En él nos muestra las trampas que esconden siempre las ideologías, y nos ofrece una mirada analítica y sorprendentemente clara sobre la contienda desde los inicios mismos del conflicto. Toda una lección de sensatez y cordura. A través de estos relatos recupera su oficio de contar, y nos habla de su propia experiencia mediante unos personajes que son trasunto parcial del autor.

El lector de A sangre y fuego advertirá desde las primeras páginas la intensidad y la contención que encierran sus relatos. Una descripción minuciosa de los acontecimientos en los primeros meses de la guerra con una sensibilidad y exaltación lingüística ejemplar. En el Madrid asediado o en los pueblos de Castilla el autor nos ilustra sobre el drama de una sociedad dividida, el ideal republicano hecho añicos. En los personajes que dibuja a partir de sucesos reales, un narrador en tercera persona nos muestra la capacidad del ser humano para convivir con el espanto y con el horror: “Cuando el que pasa exánime en las parihuelas es un varón adulto, el hecho por esperado, parece naturalísimo y nadie se siente obligado a conmoverse. La capacidad de emoción, limitada, exige también economías”. En nuestro país a la altura de 1936, la banalización del hecho de la muerte -que se había instaurado con la primera gran guerra- era moneda de uso corriente.

Los relatos que conforman A sangre y fuego son documentos que nos permiten acercarnos a la contienda de la mano de un testigo

A través de estos relatos, realiza una denuncia de los horrores que se cometían al amparo de “la lucha antifascista” por grupos de hombres desertores del frente dedicados al saqueo y al asesinato, sin que las debilitadas fuerzas del orden pudiesen hacerles frente, como ocurre, por ejemplo, en el relato que lleva por título La columna de hierro. O nos informa de cómo avanzaba el ejército nacional ante el desorganizado ejército del pueblo, que quedaba además, desabastecido, debido a los bombardeos sistemáticos a la población civil; o de las masas de obreros y campesinos armados, pero sin oficiales ni disciplina, cuyos altos cargos se habían convertido en estrategas de la noche a la mañana llevando a sus hombres a la muerte o que eran barridos de un soplo por la aviación alemana e italiana.

Igualmente nos habla de las absurdas contradicciones que se imponen en un contexto de guerra. No exento de ironía y en un tono amargo Chaves Nogales nos relata la historia del camarada Arnal. El artista convertido en revolucionario, cuya misión- que tenía algo de épica- consistía en la conservación e incautación del tesoro artístico nacional, recorría Castilla preguntándose el sentido de su ímproba tarea: “el trasiego de las piezas valiosas había de hacerse además con la colaboración de milicianos insolventes en medio del caos de las evacuaciones precipitadas a que obligaba el avance enemigo o enfrentándose con la furia destructora de las muchedumbres revolucionarias, cuyos peores instintos se desataban con los reveses de la guerra”.

Por las páginas de este libro desfilan señoritos, milicianos, fascistas, y cupleteras. A través de estas voces, Chaves Nogales ofrece una imagen desoladora y en ocasiones pictórica de un tiempo negro de la historia de España. Los relatos que conforman A sangre y fuego son documentos que nos permiten acercarnos a la contienda de la mano de un testigo que vivió las atrocidades cometidas a ambos lados de las trincheras y que cuando marchaba para el exilio, este “pequeño liberal burgués” -como se definía a sí mismo- tenía la firme convicción de que una tercera España no iba a ser posible: “me expatrié cuando me convencí de que nada que no fuese ayudar a la guerra misma podía hacerse ya en España”. El testimonio de este periodista, la parte verdad que encierran estos relatos a través de la experiencia vivida, constituye una parte de esa memoria compleja y diversa, y por tanto divergente, que es la de la guerra civil.