Michel Maffesoli: <i>Iconologías. Nuestras idolatrí@s postmodernas</i> (Península, 2009)

Michel Maffesoli: Iconologías. Nuestras idolatrí@s postmodernas (Península, 2009)

    TÍTULO
Iconologías. Nuestras idolatri@s postmodernas

    AUTOR
Michel Maffesoli

    EDITORIAL
Península

    TRADUCCCION
Jordi Terré

    OTROS DATOS
Barcelona, 2009. 208 páginas. 22,90 €



Michel Maffesoli

Michel Maffesoli


Reseñas de libros/No ficción
Michel Maffesoli: Iconologías. Nuestras idolatrí@s postmodernas (Península, 2009)
Por Francisco Fuster, martes, 1 de diciembre de 2009
Desde su nacimiento y consolidación como ciencia social en la segunda mitad del siglo XIX, gracias a nombres como los de Comte, Marx, Durkheim o Spencer, la Sociología ha venido arrastrando la fama de ser una disciplina demasiado proclive al establecimiento de teorías generales y abstractas, poco atentas a lo práctico y lo particular, a la casuística individual y a esos ejemplos de la vida real palpables y reconocibles para un lector que basa en ellos, su juicio sobre la utilidad de una lectura, de una teoría. Si esta etiqueta está justa o injustamente colgada es un asunto cuya discusión excede los límites de estas líneas. Sin embargo, sí es cierto que desde siempre han habido sociólogos (Simmel o Goffman, por citar sólo a los más conocidos) que han sobresalido por su capacidad para reducir su escala de análisis y por fijarse en lo más común y banal, en lo que ocurre en nuestro día a día y en esos pequeños detalles y actitudes que caracterizan el comportamiento del individuo moderno – o posmoderno ya – en su vida en sociedad. Salvando las distancias y los enfoques, el testigo de estos pioneros en el análisis sociológico de la vida cotidiana lo ha tomado una nueva generación de sociólogos entre los que destacan, entre otros, nombres como los de los franceses Bruce Bégout o Michel Maffesoli, autor de este Iconologías. Nuestras idolatrí@s postmodernas que acaba de publicar Ediciones Península.
Catedrático de Sociología en la Sorbona y director del Centre d’Études sur l’Actuel et le Quotidiene de Paris, Maffesoli está considerado como uno de los fundadores de lo que se ha dado en llamar sociología de lo cotidiano, una rama o vertiente de la sociología a la que Maffesoli ha ido dando cuerpo durante los últimos veinte años, mediante la publicación periódica de obras y ensayos (los más importantes de los cuales han sido traducidos al castellano) y, sobre todo, mediante la formulación de arriesgadas teorías y la acuñación de multitud de neologismos y de conceptos, algunos de los cuales – como el de “tribu urbana” – han alcanzado un inusitado y poco discutible éxito, pasando a formar parte no sólo del vocabulario sociológico, sino incluso de nuestra jerga habitual para referirnos a los movimientos y fenómenos sociales contemporáneos.

A grandes rasgos, podemos decir que la mirada sociológica propuesta por Maffesoli en el conjunto de sus obras más recientes, en cuya línea se inscribe este Iconologías, parte de la asunción de un mandato weberiano, mil veces citado por Maffesoli en entrevistas y en sus textos, que conminaba a los sociólogos a “estar a la altura de lo cotidiano”, en referencia a esa excesiva abstracción de la realidad a la que me he referido y en alusión a la necesidad de dar su justa importancia a los pequeños fenómenos sociales y a los detalles aparentemente nimios que, según la sociología de lo cotidiano, explican mejor que nada el funcionamiento de nuestra sociedad posmoderna y la actitud del individuo respecto a los demás. “Cuando nada es importante – dice Maffesoli en un pasaje de Iconologías que define muy bien su perspectiva –, todo adquiere importancia. Y los pequeños fenómenos de la vida corriente, los usos y las costumbres del hombre sin atributos, los rituales anodinos que determinan la existencia individual o colectiva, todo esto constituye el humus a partir del cual se desarrolla el estar-juntos posmoderno” (p. 48).

Para Maffesoli, ese proceso de domesticación de Occidente – tan bien descrito en las obras de Foucault o Norbert Elias – estaría atravesando un período crítico de cierta involución y cuestionamiento. Vivimos en una época marcada por “el retorno de lo salvaje” y la salida a la superficie de la “animalidad reprimida”; un triunfo de los “humores” y de las “bajas pasiones” del ser humano más bárbaro

Lo que propone Maffesoli en Iconologías es dar un repaso alfabético a los mitos y los ídolos que dominan el imaginario colectivo de nuestra sociedad posmoderna. Como una especie de diccionario de mitos actuales, el libro se estructura como una sucesión de capítulos muy breves (cuatro o cinco páginas de media) en los que el autor pasa revista a una serie de personajes (de la vida real o de la ficción) y a una serie de fenómenos sociales que, en su conjunto, conforman lo que Maffesoli concibe como un atlas del imaginario de la sociedad contemporánea, un panteón de nuestros ídolos emergentes. Desde capítulos dedicados al “Che Guevara”, “Zidane” o “Harry Potter”, hasta los centrados en fenómenos como las “Tribus”, la “Globalización” o la “Brasilomanía”, pasando por “Google” o “Myspace”, Maffesoli aplica su personal estilo de análisis y su fino ojo sociológico a cada uno de estos mitos que conforman ese todo al que llamamos Posmodernidad, aunque muchas veces nadie sepa – todavía – lo que ésta significa o supone.

En el trasfondo de todo el estudio maffesoliano y al margen del tema concreto que trata en cada capítulo, se sitúa claramente un hilo conductor del relato, una teoría general y un principio básico que forma la espina dorsal de toda la obra reciente de Maffesoli y que el autor francés repite varias veces, con insistencia y apoyándose en diferentes argumentos, a lo largo del libro. La idea básica que recorre las páginas de Iconologías es la de que el ideal racional de la modernidad, basado en la entronización ilustrada de la razón sobre el sentimiento, ha sido y está siendo socavado y desplazado por lo que Maffesoli llama un “ambiente idolátrico”, uno de cuyos principales signos externos sería esta capacidad de la sociedad actual, especialmente de la juventud, para hacer revivir mitos e iconos que se creían olvidados y desfasados. Para Maffesoli, en el hecho de que se rescaten iconos y símbolos como el Che Guevara o la figura del dios Dioniso, unido a nuestra querencia actual por todo tipo de tatuajes, prótesis y adornos del cuerpo, y al hecho de que la gente muestre su “socialidad” a través de un deseo de “estar-juntos”, de participar en actos multitudinarios en compañía de las masas, subyace un retorno de la animalidad primitiva del ser humano, un desplazamiento de lo racional por parte de lo emocional, de lo que hay de animal en el ser humano.

Para Maffesoli, ese proceso de domesticación de Occidente – tan bien descrito en las obras de Foucault o Norbert Elias – estaría atravesando un período crítico de cierta involución y cuestionamiento. Vivimos en una época marcada por “el retorno de lo salvaje” y la salida a la superficie de la “animalidad reprimida”; un triunfo de los “humores” (término en el que insiste Maffesoli a lo largo del libro) y de las “bajas pasiones” del ser humano más bárbaro, más incivilizado. El otrora triunfante e incuestionable individualismo burgués propio de la modernidad ilustrada, que parecía condenado a un éxito sin paliativos en una sociedad posmoderna cada vez más individualista, se ve coartado y sepultado, en el análisis de Maffesoli, por una “pulsión animal” que nos mueve al irrefrenable e insaciable contacto con el otro, a las aglomeraciones humanas y las manifestaciones colectivas. Para Maffesoli, la mitología posmoderna nace de la saturación de la mitología de la Ilustración por un parte, y de un “retorno exacerbado del arcaísmo”, por otra.

En la esfera de lo político, otro de los campos abordados en distintos capítulos de Iconologías, el debate contemporáneo, dice Maffesoli, se centra en el verbo “sensibilizar”. Como en las otras esferas de la vida, lo racional ha dejado paso a lo emocional y el verbo “seducir” ha sustituido al verbo “convencer”. Como han sabido entender Barack Obama y otros políticos

Quizá lo más paradójico de este retorno al arcaísmo y a la animalidad, señala Maffesoli, es que esto se hace recurriendo a la tecnología, a Internet. El autor destaca una y otra vez cómo este deseo de estar juntos y en contacto que caracteriza al individuo posmoderno, esta afición por compartir aficiones e intereses con nuestros semejantes, se canaliza en su mayor parte a través del éxito cosechado por redes sociales como Myspace o Facebook. Este retorno al pasado más primitivo a través del futuro y de los avances tecnológicos resume perfectamente, dice el autor, el oxímoron permanente que caracteriza a la sociedad posmoderna, cúmulo de contradicciones y de sinsentidos que escapan a la esfera de lo racional o lo previsible. No se quiere prescindir de las ventajas de la globalización pero, a la vez, se reclama un espacio para lo ultralocal, para lo más próximo y cercano. Igualmente, se exige un mínimo de intimidad y de pudor, a la vez que se nos inunda con realities shows y programas que convierten en pública la vida privada de las personas. En la esfera de lo político, otro de los campos abordados en distintos capítulos de Iconologías, el debate contemporáneo, dice Maffesoli, se centra en el verbo “sensibilizar”. Como en las otras esferas de la vida, lo racional ha dejado paso a lo emocional y el verbo “seducir” ha sustituido al verbo “convencer”. Como han sabido entender Barack Obama y otros políticos, los gestos y la “teatralización” juegan un papel fundamental a la hora de captar los sentimientos y las emociones de un votante a quien ya no le valen los argumentos y los programas; lo importante es emocionar, hacer florecer los sentimientos.

Aunque la mayoría de las veces argumentada y razonada, sí es cierto – o al menos así me lo parece a mí – que esta teoría de Maffesoli sobre la animalidad inherente al individuo posmoderno acusa en determinados pasajes del texto una cierta tendencia a la exageración, cayendo un poco en ese vicio que Umberto Eco llamaba “sobreinterpretación”; en el caso de Maffesoli, lo sobreinterpretado no serían los textos, pero sí los objetos y personajes, los fenómenos. Por poner un ejemplo que no termino de compartir, el autor defiende que el uso de seudónimos en Internet, de máscaras y de personalidades ficticias, también sería un argumento en defensa de este retorno de la animalidad en el ser humano. Sinceramente, no acabo de ver la conexión. Por otra parte, y puestos a sacar otros defectos al libro, en este caso más de forma que de contenido, la lectura de Iconologías no es apta para los más puristas del lenguaje. Con aquello de que el análisis de la sociedad posmoderna hecho por Maffesoli quiere ser original y su lenguaje adaptado a los nuevos fenómenos sociales, el autor se extralimita en el empleo de neologismos (“museocratización”, “religancia”, “presenteísmo”, “envolvimentalismo”, “reencantamiento”, idiotismos” o “contradictorial”) y hace un uso abusivo de los entrecomillados y de las palabras escritas en cursiva que entorpece la lectura, si los sumamos, además, a los varios juegos de palabras usados por el autor y que, con la traducción al castellano, pierden todo el sentido original.

Por último, y aunque no tiene nada de novedad, constato también que Iconologías es un producto francés, en el sentido más cultural y nacionalista del término. Así como hacen algunos historiadores franceses que parecen ignorar voluntariamente lo que ocurre fuera de sus fronteras, Maffesoli ha escrito un libro en el que todo es francés: todos los ejemplos que toma para sus explicaciones, toda la bibliografía que cita, etc. Si a esto le añadimos esa cantidad de expresiones y juegos de palabras en francés y ese toque autorreferencial que no puede faltar, tenemos ese producto francés por excelencia, concebido y pensado para el disfrute del lector galo orgulloso de su elevada cultura patria. Decisión respetable, por supuesto, pero que favorece en muy poco a la difusión de un texto que en algunas de sus afirmaciones, es muy difícilmente extrapolable a otros realidades que no sean la de nuestro país vecino. En este sentido, no deja de ser llamativo que el libro todavía no haya sido traducido al inglés.

Salvedad hecha de estos defectos o desafectos que he enumerado, Iconologías es un libro cuya lectura puede resultar interesante a todos aquellos que hacemos ese esfuerzo, estéril e inútil la mayoría de las veces, por entender determinadas conductas y comportamientos del individuo posmoderno y de la sociedad en la que éste se desempeña. Como todos los libros formados por varios capítulos de desigual factura y oportunidad, los pasajes de brillantez y agudeza sociológica de unos, se combinan con los momentos de “sobreinterpretación” y conexiones forzadas de otros. En resumen, podemos decir que no parece ser, ni de lejos, el mejor libro de Maffesoli, ni el que le vaya a reportar una fama internacional que este sociólogo francés ya ha obtenido con otros trabajos más consistentes y menos coyunturales. Sin ser un mal libro de sociología de lo cotidiano, porque no lo es, lo cierto es que queda muy lejos de las grandes obras del género.